Título: Una mujer ordinaria

Personaje: Kikyou

Autora: Chiru-Loid

Todos conocemos a Kikyou como la personaje más frívola del anime, pero… Ella también tenía sus motivos ¿no? Después de todo, su humanidad la mandó a la tumba.

Ocho palabras: "Mi personaje favorito de la serie es Kikyou". No me importa lo muy hija de sus ancestros que se comporta, es mi personaje preferido, quizá porque mi personalidad se parece algo a la de ella. En fin… vamos a ver qué tal me quedó

Para este fic tenía pensado titularla de dos maneras la definitiva es el título que notan arriba, la secundaria era "Mi amiga la ironía" pero me pareció que era lloverle sobre mojado a la personaje ¿no?

Espero y la disfruten, Chiru-Loid los espera abajo.

Disclaimer: Los mangas y las dos series de InuYasha siguen sin pertenecerme, si fuesen míos… (Mejor no imaginen qué perversiones no haría).

OoOoO

"¿Hasta dónde eres capaz de llegar con tus responsabilidades?".

One-Shot

P.D.V.: Kikyou

Digamos que mi vida no era la más divertida, sí, tenía familia: una hermana y una responsabilidad, pero no me sentía feliz. Nunca encajé con las chicas de mi edad, siempre era la chica alejada, y sé que para ellas podría ser objeto de lástima. Me pareció irónico cuando volví a la vida, esas chicas de mi antigua aldea están muertas o son ya unas ancianas pobres y hasta humilladas, mientras que yo sigo con esa apariencia de quinceañera con la que abandoné este mundo la primera vez.

Mi vida desde que me fue entregada ha girado a partir de la nostalgia y la pureza. Y eso me permitió proteger la Esfera de Shikon y revertir su maldición. ¿Les soy sincera? No me gustó para nada recibirla, pero como protectora de mi aldea y sacerdotisa debí acceder a cuidar dicha joya por la eternidad.

En un principio fue difícil que no me gastara todas mis energías en siquiera sacarle un quinto de la maldad que albergaba, pero me las arreglé para que se acoplara a mí energía y pronto se me hizo costumbre. Así, mi vida de madre sustituta y protectora de la aldea se transformó en una de una especie de deidad que mantenía el mundo a salvo, y por un momento en secreto permití que mi ego me guiara un poco sintiendo que todos dependían de mí, no fue por mucho, tampoco era para tanto.

Puedo jurar que el hombre que me dio la esfera estaba emparentado con esa mujer hermana de Kohaku. Más tampoco creo que sea relevante el dato.

No sé desde dónde puedo dividir mí historia, desde ¿dos o diez meses? ¿Un año? ¿Qué tanto debo separar mi desgracia de mi felicidad?

Quizá esta historia pueda empezar cuando conocí a ese ser vestido de rojo brillante que fue el motivo de muchas cosas en mi vida. Lo conocí hace cincuenta y un años.

Había derrotado a otros seres que deseaban la dichosa joya, fue tan fuerte que me costó mucho y mi poder simplemente llegó a su límite, así que me fue de lo más natural tomar una siesta a mitad del bosque, desprotegida y a merced de los demonios, pueden si lo desean notar el sarcasmo.

Creo que lo sentí, era un han'you en toda la extensión de la palabra, notorio por esa pérdida de poder que sufren periódicamente, ese era su día humano. Se acercó, no sé qué tanto lo hizo pero no me lastimó, tocó o intentó ultrajarme. No lo apreciaba, pero en un tiempo en que si te ven vulnerable te cazan, eso me hizo sentir especial.

Más se desvaneció cuando me intentó a atacar la primera vez "¡Dame la Shikon no Tama o te mataré!" dijo; supongo que si te están amenazando de muerte no vas a ponerte a negociar. Y el tonto era persistente y obstinado tanto que dos veces intentó conseguir la perla, ignoro para qué pero me doy una idea. Si contamos que estuvo conmigo cuando pude darle la pauta, fueron tres.

Sé que me perseguía y que se la pasaba todo el tiempo tramando cómo huir tras propiciar su atraco. Pero sinceramente era muy torpe, supongo que huérfano, y si me dejaran admitirlo, tenía el rostro de un chiquillo, a pesar de aparentar quince o dieciséis años, jovencito tomando en cuenta sus ya no tan jóvenes doscientos y pico de años.

Su nombre lo llevo grabado desde hace años: Inuyasha.

Pasaron días y semanas, y noté que ese medio demonio no me dejaba, que me defendía y me admiraba. Me sentí mal por haberlo menospreciado, puesto que a pesar de eso no me dejaba sola. Quería que no me odiara por mi descortesía y un día que me desperté con buen humor lo invité a jugar con los niños y yo, se mostró reacio, eso está por demás decirlo, pero al fin y al cabo acabó divirtiéndose, por mucho que ese carácter arrogante suyo no lo deseara aceptar.

Pasaba mucho cerca de la aldea, y se volvió mi compañía, mi protector y más tarde mi amigo. Todo bajo la excusa de que me quería bien para que pudiera enfrentarme en condiciones y robarme la joya "justamente".

Pasó más tiempo y ese sentimiento nombrado amor floreció y maduró, ambos pasábamos tiempo juntos y a solas, iba conmigo a las otras aldeas y me cuidaba, y yo procuraba cuidarlo, quizá nunca he sido cariñosa pero sé que sabía que lo amaba. Incluso sé que él hacía siempre más, por y para mí. Pero puedo jurar que nunca más volví a verlo convertirse en ser humano.

Todo sería feliz ¿Verdad?

La ironía es deliciosa…

… pero esa ironía que solía emplear en mis actos y frases también se volvió mi propia enemiga…

En primer lugar puedo agregar que Tsubaki fue quien, envidiosa de lo que pude lograr, consiguió todo el embrollo que desencadenó mi primera muerte. Aunque el principió ignoré su maldición, ¡bah! Cuando me enamorara terminaría muerta gracias a esa relación ¿Yo? ¿Acaso era eso posible? Una sacerdotisa no puede enamorarse y si lo hace, debe abandonar su labor. Yo nunca podría aunque lo deseara; pues tal como Midoriko, mi deber estaba con la Shikon no tama hasta mi fin.

Lo pasé de largo, aunque cuando menos me di cuenta, me enamoré de Inuyasha sin remedio. Y entonces nos situamos en la tragedia:

Era una mañana. No sé bien si nublada o soleada pero sé que era una mañana. Tras haberme insistido toda la noche en que deseaba convertirse en humano para quedarse a mi lado. Algo gracioso que rescato es que creí que al conocer su personalidad impaciente, era él el que me solicitaba sin una pizca de sensatez aquella locura.

"Si pides el deseo correcto entonces la esfera se destruirá"

"¿Qué sucederá contigo?"

"Me convertiré en una mujer normal"

Admito que mi petición era egoísta, de antemano sabía que eso no era el deseo correcto, pero la esfera no me importaba más, de hecho desgastaba mi cuerpo y mis energías purificar semejante poder. Mi personalidad propia de una adolescente, que por primera vez en mucho tiempo demostré: impulsiva y desacertada me dominó en aquél momento.

Eso pensaba cuando iba en aquél claro desprotegida. Sólo podía pensar en él.

Su amor.

Y yo lo correspondía.

Por primera vez me sentía feliz abiertamente

El precio de mi libertad.

Lo comprendí con su único regalo. Había significado mucho para mí, no es sólo el hecho de que era maquillaje, sino de lo que representaba al haberlo guardado tanto tiempo, esperando a la mujer indicada, esperándome. Nació para conocerme y yo nací para conocerlo. Recuerdo también mi arrepentimiento al haber pretendido darle un regalo tan grosero, pero en ese momento tan fatídico y tan cargado de dramatismo me arrepentí de no hacerlo. ¡Vamos! Todos sabemos de qué va.

Sentí la presencia del han'you que amé acercándose, su aura envenenada me advertía que algo no iba bien, pero no quise pensar en lo que seguro iba a suceder. Quizá era esa justificación que todos le brindamos a aquella persona que amamos, de no creerlo capaz de lo que hizo hasta que ya no hay un retorno que te salve. Sólo recuerdo el gran dolor que me provocaron unas garras filosas y certeras en el hombro.

Era la impresión o no, me rehusé a pensar que él fue el responsable. Teniendo ante mí a mi verdugo igual me daba el porqué, pero eso de alguna forma no tenía sentido, y algo me decía a pesar de tenerlo ahí que ese hombre no podía ser Inuyasha. Me di asco, me dio asco, sentí una gran tristeza inundando mi ser, un nudo en el estómago y en la garganta, deseaba llorar o gritar.

"¡Te maldigo!"

Supe que en ese momento no era ni prudente ni oportuno llorar, mi destino lo tracé aquél día con la tal Tsubaki y lo sellé con la traición de InuYasha. Supe que no quedaba vuelta atrás…

"Prometiste protegerme" (Pero no lo cumpliste).

Se había marchado con mi orgullo en sus manos, ahora ya sabía de qué iba eso, ya no se trataba de mi vida o de mis emociones, sino del uso que le daría a lo que protegía, debía llegar pronto si por lo menos deseaba intentar detenerlo.

Un paso…

Otro…

Uno más…

No recuerdo cómo me las arreglé para atravesar el bosque y llegar a la aldea. No recuerdo cómo le hice para llegar a usar mi arco aun estando tan mal herida. Pero sí recuerdo el grito que lancé.

"―¡Inuyasha!"

"Me mentiste…"

"¡¿Cómo pudiste hacerme esto?!"

Mis recuerdos me indican que la flecha limpia y certera atravesó su pecho y lo clavó sin más en el Goshinboku, su rostro al verme mostraba desconcierto y apenas algo de rencor hasta que se desvaneció. Todavía así pensé que podía salvarme, quizá un poco más que aguantara y mis heridas podrían ser sanadas, pero no fue de esa manera.

Apenas conseguí avanzar un par de pasos y caí al intentar recoger la perla. Lo supe todo ese tiempo pero no lo conseguía aceptar, es de seres humanos aferrarse a la vida, pero viendo esa esperanza desvanecerse, dolía ¿Qué sería de mi hermana Kaede? ¿Qué sería de la perla? ¿Qué sería de InuYasha? Aunque era obvio lo que sucedería no lo quería creer.

Reconocí su voz, tan inocente y desesperada, no tengo idea de qué es lo que decía, pero podría jurar que pretendía lo mismo que yo hacía unos instantes. Era obvio, era mi hermana y por lógica no iba a acceder a que la muerte me arrebatara con tanta facilidad de su lado, quedando totalmente sola.

―Escúchame Kaede, quema la joya con mi cadáver, sólo así podré evitar más tragedias.

Ni siquiera pude verla…

Sé qué pensaba…

Sé qué es lo que deseaba…

Y aun así también era consciente de que si bien la amaba con todas mis fuerzas, no era ni la mitad de cercana a mí hermanita, de alguna forma quise creer que cuidarían de ella. ¿De qué le iba a servir que la cuidara una osamenta vacía y muerta?

Supongo que la muerte es así, pero a pesar de ya haber muerto una vez no puedo describirla correctamente. Todo era confuso. Como esas veces en que creemos que vamos a caer de nuestro lecho y despertamos de golpe, pero esta vez no hubo susto repentino ni fuerzas ni nada. Incluso aunque sentí el dolor del golpe cuando mi cabeza impactó el suelo, no me importó, después de todo tampoco me levantaría.

OoOoO

Nunca pensé que reencarnaría, y mucho menos que renacería, pero sé que si algo era cierto es que me desperté herida y llena de rencor.

Lo odiaba y él no podía comprender mi odio.

No odiaba el que él estuviera ahí, me alegró verlo vivo y feliz, me enceló verlo con esa mujer escalofriantemente parecida a mí ¿Tan pronto me había reemplazado?

No entendí por qué ella estaba ahí, en un momento creí que habían pasado a lo mucho dos años, pero no fue así, lo que para mí fue un pestañeo se convirtieron en cincuenta años.

Kaede cuando me fui tenía diez años, ahora ya era una anciana. Tan joven y tan vieja, tan inocente y tan llena de experiencias, no le hice falta, ya no era requerida en ese mundo. Una vez fallecí las vidas de todos se prolongaron y concluyeron, incluida la de ella. La mía ya no.

En sí nunca pude odiar a esa tal Kagome Higurashi, pude incluso admirar que con tanta inexperiencia dominara los poderes que una vez fueron míos, tampoco podría odiar a InuYasha, comprendí que ya no me correspondía permanecer a su lado.

Pero algo en mí me decía que no era justo, algo me decía que ella estorbaba, que ella no merecía acompañarlo, ni ella ni su ridículo grupo de amigos. Quizá eran la falta de amigos o aliados, me encargue en vida de llenarme de enemigos, pero no de gente que me amara por cómo era y no por el bien que yo representaba. Cuando me di cuenta estaba sola.

No odiaba que los demás estuviesen vivos. Odiaba que todo siguió, y que a pesar que continuara con vida, ya no pertenecía a esa realidad, que a pesar de tener esa segunda oportunidad, ni siquiera era mi oportunidad, en un mundo que alguna vez me acogía y me hizo sentir protegida yo era la intrusa.

La frustración de que mi vida se había perdido hace ya mucho tiempo y de que jamás volvería, y de que peor aún yo debía morir sí o sí, también me hicieron darme cuenta de que podía sentir con más libertad. Ironías de la vida (o muerte, como le quieran ver) ¿Verdad? Muerta podía sentir más que en vida.

Hace poco oí de parte de una de esas patéticas extensiones del semi demonio que nos engañó que una de ellas ha muerto.

La ironía es inmensa.

Ella también deseaba su libertad.

Ella también amaba a alguien.

Sé que mi muerte está próxima, ya no me importa con tanto ímpetu el amor que conservo hacia InuYasha o lo que suceda con Kagome, la cual seguro terminará a su lado, deseo descansar, ya no soporto vivir en este mundo al que hace más de cincuenta y un años dejé de pertenecer.

Y hoy frente al Goshinboku recuerdo todo esto...

Porque necesito saber por qué lucho y por qué debo ofrecer mi vida a cambio de la Shikon.

Porque mi gran amiga la ironía me recuerda a cada rato que nunca me pude eximir de esa gran responsabilidad.

Porque deseo que si vuelvo a nacer en otra oportunidad, esta vez me sea permitido ser una mujer plena y normal.

OoOoO

Sí, sé que se me olvidaron los diálogos de esos capítulos pero no creo que sea importante mientras se conserve lo que quiero decir.

Por fin pude expresar cómo siento a la sacerdotisa. Ella no es mala, tampoco hay que detestarla por haber regresado a la vida si no lo deseaba, de hecho ella es incluso más fuerte que Kagome y en mi opinión más inteligente. Aunque sólo es un personaje ficticio, tampoco es como si hubiera que hacer un debate televisivo del tema.

¡Los veo en otro capítulo!

Chiru.