Los personajes de esta historia no me pertenecen, yo me limito a hacerlos sufrir y a cambiar los escenarios.
En un primer momento vereis que los personajes no se llaman Edward y Bella aunque los reconocereis físicamente, dadme un poco de tiempo y por favor seguid leyendo. Gracias ;)
ESCLAVA ETERNA DE TUS CARICIAS
Encuentro:
-Yo, os deseo mi señora, mi amor y devoción por vos van más allá de lo que corresponde a un esclavo por su ama. Se que tan solo soy el más humilde de vuestros esclavos pero no puedo reprimir lo que mi corazón lleva gritando tanto tiempo. Se que estoy siendo muy osado y está fuera de lugar de manera que aceptaré de buena gana el castigo que deseéis imponerme tan solo porque es vuestra voluntad- el joven Spurius temblaba de temor ante el castigo que estaba por venir.
La reprimenda y los azotes nunca llegaron, no al menos de manos de su joven ama Laetitia, quien se arrodilló frente a él para quedar a su altura y situando ambas manos en las mejillas del esclavo, acercó sus labios a los de él hasta que se unieron. El muchacho había soñado con este momento desde que Laetitia apareció en la casa de su señor Tolomeo tras casarse con éste, quedando prendado al instante de su belleza pura.
Laetitia, a sus catorce años se había visto obligada a casarse por conveniencia con un rico mercader de la ciudad. Éste, aunque cuidaba bien de ella y le dedicaba todas sus atenciones, nunca había poseído el corazón de la muchacha, muy al contrario que su cuerpo, que tomaba cuando le venía en gana.
Tolomeo era envidiado en toda la ciudad por poseer una de las mujeres más hermosas del imperio romano y además haberla adquirido por muy poca dote puesto que procedía de una familia humilde.
Laetitia tenía un cuerpo estilizado, con curvas suaves que la hacían similar a una estatua esculpida en mármol puesto que su piel era igual de pálida que esta piedra. Su largo y ondulado cabello castaño solía estar recogido en un moño que le hacía su esclava cada mañana y adornaba su cuerpo con las telas más maravillosas y finas gracias a las riquezas de su marido. Su rostro aniñado tenía forma de corazón y en él lucían sus grandiosos orbes marrones que iluminaban más que el faro de la cercana ciudad de Alejandría. La chica era además diestra en las artes de la música y la literatura.
Al escuchar las palabras de Spurius su corazón se había detenido por un instante, pues llevaba un tiempo observándolo disimuladamente, suspirando por el en cada esquina e imaginando que eran sus manos las que la tocaban cuando estaba en la intimidad con su marido. El momento en el que comprendió que el joven esclavo correspondía sus sentimientos fue el momento más feliz y a la vez más triste de su vida puesto que aún sabiéndose dichosa de ser amada ese amor nunca podría ser cierto por sus condiciones.
Aún con todo Laetitia se dejó llevar por la pasión que prendió su cuerpo en aquel mismo instante, deseando a sus diecinueve años saber que era sentirse realmente entre los brazos de alguien que la amase en cuerpo y alma.
Aquel beso que había comenzado como algo tierno y dulce en el que los labios de ambos se movían al compás y se amoldaban a la perfección fue aumentando su intensidad. Spirus acarició con su lengua el labio inferior de Laetitia pidiéndole permiso para adentrarse en su boca, cosa que esta le concedió al instante.
Nunca había recibido aquel tipo de besos por parte de Tolomeo, le agradó pensar en lo diferente que se sentía con el joven muchacho que la acariciaba en estos momentos. Sus manos se desplazaron a la nuca del muchacho, acercándolo más a ella intentando profundizar el beso.
Spurius tomó confianza y pasó sus manos por la cintura de la chica acercándola a él, sintiendo su calor a través de la tela que los cubría.
Sin romper la danza de sus lenguas que se frotaban y acariciaban, fueron levantándose del suelo, quedando de pie uno frente al otro. Necesitaban oxigeno pero la necesidad de uno por el otro les hacía retrasar el momento lo máximo posible.
Cuando decidieron separarse para tomar una bocanada de aire se fundieron en un abrazo en el que ambos sintieron que por fin habían encontrado su lugar en el mundo.
-Mi señora, me hacéis el hombre más feliz del mundo al aceptarme de tal forma- Suspiró Spurius mientras besaba primero una de las mejillas de la chica, luego la otra, sus labios, su mentón y descendió hacía su clavícula.
-Spurius, ahora no soy tu señora, soy Laetitia, una mujer, una que te ama más que a su vida
La lengua del chico acarició suavemente desde el hueso de su clavícula hasta la base de su nuca, mientras con sus manos retiró el pasador que le recogía el pelo de Laetitia.. En aquel momento Spurius pensó que las diosas en el Olimpo estarían celosas por la belleza de su dueña, pues ella podía disponer de él a placer y él solo por cumplir su voluntad sería feliz.
La joven acarició los trabajados y musculosos brazos del muchacho, su pecho… deslizó las manos agarrando la gruesa tela que cubría aquel apetecible cuerpo y tiró hacia arriba para poder apreciarlo en su completa desnudez.
Su cuerpo era atlético, con cada uno de sus marcados músculos, su piel, bronceada por el sol mediterráneo. Mechones de su extraño pelo cobrizo desordenado caían por su frente ocultando, en ocasiones, unos llamativos ojos verdes que desprendían ahora una ternura infinita. Sus labios finos eran tan suaves y cálidos como la chica había soñado.
Laetitia atacó de nuevo los labios del muchacho que la fue acorralando contra la pared. Posó las manos en los muslos del chico y fue ascendiendo con sus manos, acercándose a su creciente erección. Pasó a besar cada músculo, cada línea que se formaba en el pecho de su esclavo mientras este, jadeando, llevó sus manos hacia la aguja que retenía el vestido de Laetitia sobre su cuerpo.
La caricia de la suave tela al deslizarse por su cuerpo y el roce de su largo cabello en su espalda desnuda mandó una descarga eléctrica a cada terminación nerviosa y contribuyó a aumentar la sensación de humedad en su sexo.
Los jadeos de ambos retumbaban en la habitación que olía a sudor y excitación.
A Spurius se le detuvo la respiración al verla completamente desnuda frente a él, no se explicaba como era tan afortunado de ser él quien pudiese tocarla y amarla.
Las manos de Laetitia frotaron suavemente el miembro del moreno haciéndolo crecer al máximo. Su cuerpo perlado de sudor la reclamaba al instante.
Con sus manos acarició aquellos cálidos y níveos pechos frotando con los pulgares los rosados pezones, que al instante se irguieron y endurecieron. Los jadeos y gemidos de Laetitia eran como un coro de ángeles instalados en su cabeza.
Sustituyó una de sus manos por su boca, lamiendo y mordiéndolo suavemente, desplazando las atenciones de su mano al bajo vientre de la chica.
Sus muslos y aquellos pequeños rizos brillaban por la humedad que se deslizaba desde su centro. Con un simple toque en este, Spurius logró que Laetitia susurrase su nombre. Siguió trabajando sobre su clítoris a la vez que introducía un dedo dentro de ella, bombeando suavemente para añadir otro poco después y deleitarse con la voz de la chica llamándolo poco antes de lamer y morder el lóbulo de su oreja.
Spurius, tremendamente excitado y dejándose llevar por sus más bajos instintos se posicionó en la entrada de la chica y la penetró de un solo golpe, sin interrumpir el contacto visual con los ojos de la chica en ningún momento y gimiendo su nombre en ese preciso momento.
La joven castaña subió las piernas a las caderas de su amante reclinándose contra la pared y enterrando su rostro en el hueco del cuello de este, mientras él la sujetaba por el trasero con una de sus manos y entrelazaba los dedos de la otra con los de la muchacha.
Sus pechos subían y bajaban acelerados por la dificultad de la respiración, la fricción de los pezones de la chica sobre los pectorales del esclavo el provocaba escalofríos de placer.
-Te amo, por siempre y para siempre, Laetitia
-Por siempre y para siempre Spurius, mi gran y único amor, con toda la fuerza de mi ser
Él embestía fuerte y rápido, con movimientos enérgicos que los estaban acercando al cielo. Comenzó a sentir los espasmos en las paredes de Laetitia que se ceñían más sobre su miembro y con dos estocadas más la lava de ambos cuerpos se fundió dentro de ella, dejándoles sentir un tropel de sensaciones en el borde del abismo de la liberación: placer, satisfacción, ternura y por supuesto el gran amor que escapaba por cada uno de los poros de ambos cuerpos.
Aún sin salir del cálido y estrecho interior de Laetitia, Spurius los llevó hasta el montón de paja que le servía de lecho, dejando descansar allí sus agotados cuerpos.
La muchacha tomó una fina cadena de plata que llevaba en la muñeca y la depositó en la mano del chico cerrándola con fuerza después.
-Guarda esto siempre contigo como parte de mi y yo te acompañaré, pues aunque me debo a mi señor Tolomeo yo solo pensaré en ti
-Mi Venus- dijo el joven descolgando de su cuello un pequeño colgante que denotaba su condición de esclavo- toma este presente, pues desde el día en que mi vista se posó en ti te he pertenecido y seré tu siervo hasta el fin del mundo
Spurius colgó aquella alhaja hecha de hueso alrededor del cuello de la chica y después de esto ambos volvieron a abrazarse hasta que el ruido de la puerta al abrirse y los gritos los hicieron separarse.
Ambos se miraban a los ojos temiendo al destino. En aquel momento con una sola mirada se dijeron tácitas promesas de amor eterno sin importar nada alrededor. En aquel instante se despidieron de la felicidad que juntos habían alcanzado por primera vez en sus vidas.
Os ha gustado? de verdad os ha gustado? pues por favor dejad un review ;) prometo agradecerlo mucho mucho y mandarte un edward esclavo jijiji xD
