Disclaimer: Nuevamente dejo aclarado desde el principio que los personajes no son míos, sino de Stephanie Meyer y su compañía Editorial.
Volterra – Italia
Bella
Nos tenían uno frente al otro a una distancia corta pero para mi era enorme, sólo verlo atado con grilletes en sus muñecas era la escena más macabra jamás imaginada. Mi amado Edward permanecía impertérrito mirándome fijamente, tratando de controlar el terror que seguro estaba sintiendo, trataba de infundarme valor con sus miradas, pude ver que hacia un esfuerzo sobre humano para suavizar su expresión de tortura. Fue en ese minuto al contemplar la lúgubre habitación donde estábamos que me pregunte ¿Cómo habíamos llegado a esto?, analice nuestra situación por medio segundo, miré a mi alrededor y el panorama no era alentador.
Estábamos rodeados por vampiros, todos allí reunidos con un solo propósito ser ministros de fe, para mi tan solo eran convenientes testigos mirando como se ejecutaría la sentencia que habían impuestos los Volturis. ¿Unirse o morir? Había sido la pregunta hecha por Edward, y ahora estábamos conociendo la respuesta.
Mi cuerpo temblaba, al principio pensaba que era el acto reflejo o la consecuencia del terror que estaba sintiendo, después me percaté que hacia demasiado frío en aquella habitación, estaba congelándome, pero no debía preocuparme no moriría congelada eso era seguro. Miré aquellos ojos rojos como el fuego, estaban satisfechos, flameaban de orgullo, él me dedico una sonrisa de victoria. Yo había sido la causante de todo esto, y pagaría mi precio. La ley los reclama había dicho a su hermano.
Como hubiera deseado que hubiéramos evitado esta situación, como hubiera deseado no enamorarme de mi Edward, maldecía una y otra vez haberme cruzado en su camino, pero ya era demasiado tarde para arrepentimientos, tendría mi oportunidad de redimirme cuando el espectáculo comenzara. Aunque no sabía que estaban planeando, ver a mi amado atado me daba una pequeña idea, él sería testigo como los otros de mi muerte.
Ambos estábamos atados, yo en un mástil, él con cadenas al suelo, uno en cada lado, pero al centro de la habitación. Estábamos parados sobre un suelo de piedra, donde se dibujaba una circunferencia y al medio había una pequeña ventanilla parecida a un desagüe, con que objeto estaría puesta ahí me pregunte.
De pronto las vocecillas se acallaron, y vi como Jane, se acerco a mi a paso solemne, levanto su rostro angelical mirando a su maestro – nuestros verdugos – he hizo una pausa macabra, con aquellos labios voluptuosos y carmesí me dedico una sonrisa maquiavélica de aquellas que sólo una Volturi podría dar. Sus ojos flamearon alegría, y para cuando adivine sus intenciones fue demasiado tarde.
Distinguí como saco de entre sus prendas un objeto metálico, que resplandeció al contacto con la luz de la luna que se escabullía por las ventanas, mis ojos se abrieron expectantes mientras veía el objeto acercarse peligrosamente a mis brazos que permanecían atados sobre mi cabeza.
El filo de la navaja destello en mis ojos, haciendo que por un momento tuviera que apartarlos de su contacto. En ese momento busque los ojos de Edward, aquellos líquidos y hermosos ojos dorados, como el oro.
Y le pedí perdón con la mirada, si tan solo hubiera llegado unos minutos antes y lo hubiera detenido, esto no estaría pasando. Perdóname le gesticule y lagrimas comenzaron a caer de mis ojos, viajaron por mis mejillas y sentí como cayeron al suelo cuando terminaron de recorrerlo. Él negó con su cabeza sin quitarme la vista de encima, no había nada que perdonar.
Sentí como Jane se puso frente a mí de un ágil movimiento, sus ojos estaban frente a los míos, y denotaban el más amargo júbilo que nunca había visto antes. Rozo con sus dedos mi rostro, lo recorrió hasta llegar a mi cuello, aparto mis cabellos, y se acerco a mi oído donde susurro: Qué disfrutes la cena mi querido Edward… y luego se separo guiñándome el ojo. Trague saliva en un acto reflejo y desesperado, constante por fin que había llegado mi hora, hoy me convertiría en el verdugo de mi amado.
De pronto sentí un escozor y un frío que calo hondo en mi interior, sentí como mi piel se rasgaba al contacto de la navaja y como de la herida comenzaba a borbotear una tibia sustancia y sentí como corría por mis brazos, gire mi rostro a un costado para contemplar en todo su esplendor aquel rojo y exquisito líquido escurrir haciendo un camino por mi piel translucida.
Fue entonces cuando con pánico supe las intenciones de Cayo, no sólo me mataría sino que haría que él lo hiciera. Todo tiene un precio mí querido Edward y tú vas a conocerlo en toda su magnificencia. Habían sido sus palabras al dictar su veredicto.
Todo comenzó a tener sentido, las imágenes se sucedían unas a otras, el rostro de mi amado Edward cuando me había conocido aquel día en el laboratorio de biología, su rostro de enojo y desesperación cuando me acerque hasta el pupitre para sentarme a su lado, sus continuos forcejeos, aquellos ojos negros mirándome como si quisiera devorarme.
– Jamás había deseado tanto la sangre de un humano como la tuya… eres como una heroína para mí, eres perfectamente mi tipo de heroína – había dicho en más de una oportunidad, mi muerte sólo era detenida por su autocontrol, pero jamás había estado expuesto a mi sangre de esa manera. Ahora estaba frente mí, un sediento Edward, yo su amada bañada en sangre, la sangre más tentadora que él había olido en siglos. De pronto todas las piezas comenzaron a encajar en ese diabólico plan.
Mire sus ojos desesperada cuando sentí el otro corte, pero él permanecía con su cabeza agacha, cuando me sintió dar un gemido la levanto y pude ver sus facciones, eran las mismas de aquella vez, estaba luchando, mi amado Edward trataba de luchar por contener su sed.
Al principio cuando habían pasado tantos días pensé que tal vez ellos se habían apiadado de nosotros, pero ahora entendía lo que estaban esperando, estaban esperando que él estuviera tan sediento, para presentarme a mi en bandeja de plata como la solución.
Las relaciones entre humanos y vampiros no deben darse, mucho menos una relación tan fuerte como la de ellos. Había espetado Marco, durante nuestro juicio.
Reparé con terror como las cadenas de sus brazos se aflojaron de tal manera que estaba completamente libre de abalanzarse sobre mí. Jane se acerco a Edward que permanecía en el suelo arrodillado. Noté como levanto su vista tomando de su pelo y tirando su cabeza hacía atrás – Que la disfrutes – le susurro acercando la navaja a su cara pero éste la empujo lejos aullando de una forma desgarradora.
¡No!
Corrió desesperado hasta las enormes puertas que custodiaban la salida de aquel lugar, y las golpeo una y otra vez pero estas no se abrieron. Había un silencio sepulcral en la habitación y levante mi vista a donde se encontraba Cayo, Marco y Aro mirando la ejecución
Por favor… detenlos
Le suplique a Aro quien evito mi mirada y se retiro de la escena sin emitir palabra alguna, era el único que no estaba de acuerdo con nuestra sentencia.
Edward se giro a mirarme desesperado, trataba de mantenerse lejos de mí, tenia su espalda puesta contra la pared y sus manos le ayudaban a encontrar el camino mientras se deslizaba de un lado a otro como león enjaulado.
Sus ojos estaban tan negros que incluso podía reflejarme en ellos. Traté de soltarme pero solo ayude a que la sangre saliera con más fuerza y más rápido. Tiré en un intento vano, pero no había manera que pudiera soltarme de aquellas cadenas, si seguía sangrando a ese ritmo moriría al cabo de unos pocos minutos más. Desangrada.
¡Por favor Cayo… no me hagas esto… no hemos hecho nada malo… te lo suplico!.
Grito desesperado cayendo al suelo donde miro hacia las alturas y levanto sus manos.
Debes elegir Edward, ella no puede permanecer como humano más tiempo… sabe demasiado… Puedes verla morir o convertirla. Tú eliges.
¡Sabes que no podré detenerme!
Gruño apretando sus dientes que se sintió como el golpe de dos rocas.
Hubo un breve momento de silencio que fue interrumpido por el latido frenético de mi corazón, mi respiración era pesada y comencé a sentir que no podía permanecer de pie por mucho más tiempo, de seguro era el efecto de la hemorragia.
Estaba desangrándome, y no había nadie que pudiera detenerlo. De pronto enfoque desesperadamente mis ojos en él, empecé a pedir que levantará su vista para poder observarlo una vez más, ver aquellos hermosos ojos dorados que me habían cautivado, pero él permanecía con sus ojos cerrados, tenia su cabeza entre sus manos, estaba arrodillado como un niño pequeño, trataba de ocultarse, de ocultarse de lo que estaba sucediendo.
Sabía que su autocontrol estaba a punto de terminar, estaba luchando con todas sus fuerzas por no acercarse a mi, pero por otro lado también quería terminar con esta agonía
Edward por favor
Le suplique y mi voz se quebró, sólo había una alternativa y era él quien tenía la solución para parar mi sufrimiento, me estaba acercando peligrosamente a un punto sin retorno, uno del que ni él podría salvarme.
Morirá si no lo haces.
Instó Marco mirándolo expectante.
¡No puedo!… Bella… no podré detenerme… es demasiado… mi garganta quema demasiado…
Comenzó a decirme a medida que se acercaba a mi, estaba perdiendo la batalla.
Mi instinto de supervivencia se activo y como en piloto automático, mis pies comenzaron a tratar de quitar mi cuerpo de mi predador.
Sus ojos se hacían cada vez más negros, más profundos y cuando vi que su mirada se torno dura y fría, sus palabras se vinieron a mi mente: como si pudieras detenerme, como si pudieras escapar, como si pudieras tener alguna oportunidad, me había gritado en el claro al mostrarme lo que él era.
Irónicamente estaba a punto de comprobar de primera mano de lo que mi amado Edward era capaz.
No alcance a pestañar cuando ya estaba frente a mi, pude ver que no era él, no era mi Edward quien estaba frente a mí, su mirada estaba perdida, inmersa en algo más, si apostaba todo lo que tenía que su mente y su espíritu estaba con el llamado de la sangre, ganaría de seguro.
Él estaba con el liquido que corría como un río sin cause por mis brazos, se acerco a ellos y sentí como la olía, era como ver a un alcohólico disfruta el olor de su vaso antes de deleitarse con el contenido. Mi corazón comenzó a latir menos fuertes, y serena me rendí, acabaríamos como ellos lo habían planeado desde el principio.
Su aroma exquisito invadió mi sentido del olfato cuando se aproximo y sentí su halito cerca de mi boca. Sentí como sus labios rozaron mi cuello, como lo habían hecho cuando yo le había pedido que me convirtiera: Estas lista para morir. Me había dicho, yo había entregado mi cuello voluntariamente aquella noche, Aquí y ahora había preguntado dudosa que él fuera a cumplirme el deseo. Aja. Contesto él, pero en esa oportunidad solo conseguí su frío beso en mi cuello.
Hoy conseguiría conocer el dolor que me inflingirían sus dientes cuando diseccionara mi piel como filosas navajas untando mantequilla. El final se aproximaba a pasos agigantados, sujeto mi cuello firmemente, no hubo duda ni cavilación estaba desesperadamente succionando mi sangre, cada gota, cada ultima parte de mi ser.
Cuando mi corazón se detuvo el quito su boca de mi cuello separándose, y mi cuerpo cayo pesado al suelo frente a sus pies, lo único que impedía que estuviera totalmente en el suelo eran las cadenas que me mantenían sujeta al mástil que había oficiado de prisión. Sus ojos ocres se tornaron de un color rojo intenso y entonces supe que él se había ido para siempre.
¡¡¡No Edward… no!!!
Chillo histérica de entre la multitud Alice, quien era contenida por Demetri. ¿Cómo habíamos llegado a esto me pregunté?
