Esta es una adaptación de la saga de libros Gifted.
Espero que lo disfruten!
Capitulo 1
Había 342 estudiantes en la Escuela Secundaria Konoha y tres períodos de almuerzo cada día. Eso significaba que durante cualquier período del almuerzo podría haber más de 114 estudiantes en la cafetería. El ruido y la conmoción, sin embargo, sugerían que la mitad de la población del continente de China comían el almuerzo juntos.
Los estudiantes recorrían el espacio cavernoso, gritando, corriendo de un extremo a otro, derribando sillas, bandejas cayéndose bajo las mesas. Había un par de profesores que se suponía supervisaban la escena y el mantenimiento del orden, pero no podían detener las albóndigas ocasionales volando sobre el Espagueti Especial o el largo alcance que tenía una botella de soda que había sido intencionadamente sacudida antes de ser abierta.
Desde su asiento de primera clase en la mejor mesa, Ino Yamanaka inspeccionó la caótica escena con una sensación de bienestar. La cafetería era ruidosa y sucia y no muy atractiva, pero era parte de su pequeño reino—o reinado, si tal palabra existiera. No llevaba ninguna clase de corona, desde luego, pero se sentía segura con el conocimiento de que en esta sección en particular, era generalmente reconocida como la abeja reina.
A sus lados se sentaban dos princesas—Karin y Tayuya. Las tres estaban a punto de comenzar con su evaluación diaria de clase su sus compañeros. Como siempre, Ino empezó la conversación. "¡Oh mi dios, ve el suéter de Tifa! Es demasiado apretado."
"No es broma," dijo Karin. "Es como si ella le pidiera a los chicos que la mirasen."
"Y no es como si ella tuviera algo sobre su Top para ver," añadió Tayuya.
Ino miró a su alrededor por más víctimas. "Alguien debería decirle a Shannon Fields que las chicas con rodillas gordas no deben usar faldas cortas." "Terri Boyd tiene una nueva bolsa," indicó Tayuya. "¿Es un Coach?" Ino sacudió su cabeza. "De ninguna forma. Es una falsificación." "¿Cómo puedes saberlo desde tan lejos?" Karin quiso saber.
Ino le lanzo una mirada fulminante. "¡Oh, por-favor! Coach no hace bolsas hobo2 en ese tono de verde." La detección de imitaciones de diseñador era su juego favorito, y Ino inspeccionó a la multitud por otro ejemplo. "Mira el suéter de Cara Winters." "¿Juicy Couture?" Karin preguntó. "No. Puedes darte cuenta por los botones." Karin la miró con admiración. Ino respondió mirando de forma significativa al artículo en la mano de Karin. "¿Karin, en realidad vas a comer ese pastelito? Pensé que estabas a dieta." Karin suspiró y empujó el pastelito al borde de su bandeja. Ino se volvió hacia otro lado. "¿Por qué me miras así?" Tayuya preguntó. "Tienes un gran grano saliendo en tu barbilla." Tayuya saco un espejo de su bolsa. "No es tan grande," Karin le aseguró. "Nadie puede verlo." "Yo puedo," declaró Ino.
"¿En serio?" Tayuya se miró más fijamente en el espejo. Ino creyó ver su labio inferior temblar, y durante un momento estuvo a punto de sentir lástima por ella. Todo el mundo sabía que Tayuya estaba obsesionada con su tez. Estaba constantemente buscando su reflejo por cualquier prueba de un desglose inminente, pasaba la mitad de una asignatura con cremas para la cara, e inclusive veía a un dermatólogo una vez al mes. No es que realmente tuviera que darle a su piel toda aquella atención. Si la cara de Tayuya hubiera sido casi tan mala como ella pensaba que era, no se sentaría en la mesa de Ino. Pero ella todavía se miraba en su pequeño espejo, y ahora Ino podía ver sus ojos ponerse llorosos.
Oh no, no dejes que llore, ella pensó. A Ino no le gustaban las demostraciones públicas de emoción. Siempre tenía miedo de que fuera atrapada en ellos ella misma.
Tres más de sus amigas—Emma, Katie, y Nina–se les unieron en la mesa, y Tayuya consiguió más tranquilidad sobre el estado de su piel. Finalmente, Ino dijo. "Tú sabes, creo que hay una mancha sobre uno de mis lentes de contacto. Todo el mundo parece tener granos."
Tayuya lucia aliviada, y Ino hizo una nota mental para no gastar sus insultos en sus amigos. No quería tener que sentirse mal por algo que dijo. Los sentimientos pueden ser tan peligrosos.
Por suerte, Emma trajo un nuevo tema a colación. "Heather Todd consiguió un corte de pelo."
"Propio de la Peluquería Scissors," declaró Ino, refiriéndose a una cadena de peluquerías que hacían cortes a bajo costo.
"¿En serio?"
"Eso es lo que parece."
Katie se rió tontamente. "¡Ino, eres terrible!"
Ino sabía que esto estaba previsto como un elogio, y ella lo aceptó con una sonrisa cortes. Katie emitió en destello en la aureola de su sonrisa, y Ino decidió no mencionar el hecho de que el brillo de labios de Katie había manchado uno de sus dientes.
Además, había tantos otros que merecían más su atención crítica. Como la chica que se dirigía hacia su mesa ahora mismo: Hinata Hyuga, la chica más triste en el octavo grado, la criatura más patética en la clase entera—tal vez incluso en la escuela entera.
En la experiencia de Ino, con toda honestidad, sabía que aún los individuos más profundamente dañados tenían algo de valor sobre ellos. Un completo inadaptado social podría ser un cerebro, un chico feo podría ser un gran atleta, y una chica enormemente gorda podría tener una buena voz para cantar. Pero Hinata Hyuga no tenía absolutamente nada a su favor.
Ella era delgada—no de un modo de superior modelo, pero muy flacucha y huesuda que sus codos y rodillas parecían anormalmente grandes. No tenía caderas y, peor aún, no tenía busto.
No se depilaba sus piernas. El hecho de que era rubia y su cabello apenas lucia estaba fuera de lugar. Todas las chicas que Ino conocía habían comenzado a depilarse sus piernas a la edad de 11 años. Luego estaba el pelo sobre su cabeza—era plano, fibroso, y siempre luciendo con la necesidad de un lavado. Su rostro era suave e incoloro, no tenía cejas de las cuales criticar, y sus labios eran tan delgados que parecía que no tenía una boca, tampoco. Lo mejor que alguien podía decir sobre su cara era que ella no tenía granos—pero ella tenía bastantes pecas para compensar eso.
En cuanto a su ropa, olvida las cosas de diseñador—los trajes de Hinata estaban más allá de lo terrible. Desigual la parte de arriba y la de abajo, vestidos de mangas hinchadas que parecían que fueron hechos para personas-de-cinco-años, zapatos con cordones, y calcetines cortos. ¡Calcetines!
Y no era todo. El especial y único desorden de Hinata estaba mucho más allá de la superficie. Ella caminaba con sus hombros encorvados y su cabeza inclinada. Hablaba en susurros—la gente apenas podía oírla, y cuando ellos lo hacían, nunca parecía decir algo que valiese la pena escuchar. Era como si no estuviera ahí, en cualquier parte donde estuviera.
Pero en ese mismo momento estaba definitivamente en su mesa, y Ino se puso rígida. "¿Qué quieres?" ella exigió.
Hinata masculló algo, pero la única palabra que Ino cogió fue Katie. Llamó al otro extremo de la mesa. "Katie, tu nueva mejor amiga, Hinata Hyuga, necesita hablar contigo."
Katie frunció su frente. "¿Quién?"
"¡Hinata Hyuga! ¿Estás ciega? Ella está de pie aquí."
Katie le echó un vistazo vagamente a la visitante no deseada. "Oh, bien. ¿Qué quieres?"
De algún modo, Hinata logro hacer que su petición fuera audible. "¿Me podrías dejar tus apuntes de ayer?"
Katie todavía miraba perpleja. "¿Apuntes para qué? ¿Estás en una de mis clases?"
"Historia," la ayudo Hinata en un susurro. "Oh sí, bien. ¿Por qué necesitas mis apuntes?" "Yo no estaba en clases. Estaba enferma." "Enferma," Ino repitió. "Eso es interesante. No sabía que la fealdad era una enfermedad." No era uno de sus mejores chistes, pero eso consiguió una respuesta de Hinata. Ella levantó su cabeza lo bastante alto para que Ino y los demás pudieran ver el rubor que cruzó su rostro y las lagrimas que brotaban de sus ojos. Luego se dio la vuelta y se apresuró a alejarse. "Acabo de recordar – que ha tomado prestado mis apuntes, antes," comentó Katie. Un destello de preocupación cruzó la cara de Tayuya. "¿Ella se enferma mucho?" Katie se encogió de hombros. "¿Quién sabe? Nunca noto si ella está allí o no. Es como si fuera una de esas personas que no ves." Ella tomó un bocado de su sándwich, y los demás la siguieron.
Pero Ino no podía comer. Ella estaba demasiado – demasiado algo. ¿Enfadada? Tal vez. Debido a que era tan exasperante, el modo en que Hinata era. Era culpa suya que Ino pudiera burlarse de ella tan fácilmente. Era como si quisiera ser molestada. Ella no hacia el menor esfuerzo para mejorar, y solamente tomaba los insultos de Ino sin hacer ningún intento de vengarse. Había muchos otros tipos espeluznantes en Konoha, pero al menos ellos se defendían. Como Jenna Kelley, la chica que se vestía de negro y tenía una reputación terrible. Si la acusabas de ser un vampiro, ella te diría a donde ir3. ¿Por qué nunca se defendió Hinata? Las amigas de Ino habían vuelto a comer y charlar por ahora. Claramente, ellas habían olvidado todo sobre la interrupción de Hinata. Probablemente consideraban a Hinata por debajo de su desprecio, ni siquiera valiendo la pena de insultar. Solo Ino estaba aun en plena ebullición.
Apretó sus puños. ¡Uh-oh! Esto no estaba bien. Podía sentir su cara calentarse y su acelerado ritmo cardiaco. Demasiados sentimientos.
"Tengo que conseguir algo de mi casillero," le refunfuñó a los demás. Antes de que nadie pudiera responderle, se dio la vuelta y se apresuró hacia la salida. No tenía un pase de pasillo, y si un monitor la veía, podría ser arrastrada a la oficina del director, pero tenía que arriesgarse.
Por suerte, fue capaz de llegar al final del pasillo y bajar dos escaleras al sótano de la escuela sin ser atrapada. Había un baño que rara vez se usaba allí, y se metió en el. Salpico un poco de agua en su cara, agarró los lados del fregadero, se miró en el espejo, y se concentró en empujar cualquier compasión, cualquier ira—cualquier sentimiento en absoluto hacia Hinata Hyuga—fuera de su mente.
No sientas lastima por ella, se ordenó a sí misma. No merece ninguna compasión.
En realidad, a Ino no le habría importado si alguien quisiera compadecerse de Hinata Hyuga. Pero ese alguien no podía ser Ino Yamanaka. Ella sabía demasiado bien las terribles consecuencias de la preocupación. Y se aseguro de recordarlo, se permitió que los recuerdos regresaran a su cabeza.
La primera vez... no podía haber tenido más de cinco. Ella se vio a sí misma en una tarde fría de invierno, caminando por una concurrida calle de compras, agarrando la mano de su madre, y mirando a la gente que pasaban. Una en particular agarró su atención.
Ella estaba acurrucada en la entrada de un viejo edificio abandonado, con su espalda contra la puerta de entrada. Un tazón con unas pocas monedas yacía a su lado, y había una mano garabateando signos apoyada contra la pared. Canas tenues se asomaban de un pañuelo sucio que estaba envuelto alrededor de su cabeza. Su cuerpo estaba vestido con harapos sucios, y aunque Ino no estaba lo bastante cerca para olerla, de algún modo sabía que la mujer emanaba un olor repugnante. Y a pesar de que Ino no podía leer los signos, sabía que la mujer tenía hambre.
La madre de Ino no la había notado, pero ella se había detenido delante del escaparate al lado del edificio. Algo en la demostración debió haber percibido, porque ella paso algún tiempo buscándola, lo que le dio a la pequeña Ino más tiempo para mirar a la pobre mujer.
Ahora, ocho años más tarde, Ino todavía podía recordar como se había sentido– triste, insoportablemente triste, más triste de lo que se había sentido cuando su pececito dorado mascota había muerto. ¿Por qué esta mujer tuvo que sentarse allí en el frío, absolutamente sola? ¿No tenía alguna familia? ¿No la amaba alguien? ¡Esa pobre mujer! ¿Cómo se sentía?
Entonces, de repente, Ino sabía lo que la mujer sentía. Porque ella era la mujer. Frío, hambre, y confusión, también. Y ella miraba hacia una pequeña niña–linda-de-cinco-años, con el pelo largo, brillante coronado por un gorro de lana. Robusta, de ojos brillantes, y envuelta en una chaqueta hinchada. De la mano de una bien vestida, elegante mujer en un abrigo de piel.
¿Y si Ino se había convertido en la vieja señora, quién estaba siendo mirada por una pequeña niña?
Su madre habló. "¿Ino, dónde están tus guantes?"
"Están en mi bolsillo," contestó la niña con la voz muy propia de Ino.
"Póntelos. Hace frío," dijo su madre.
"Bien." Ella tomó sus guantes de su bolsillo y se los puso, tal como Ino habría hecho. La Ino-la-vieja-dama estaba desconcertada. Así que, ella estaba aquí – y estaba allí. ¿Cómo podía ser eso?
En la confusión de su mente confundida, había sentimientos que destacaban—envidia, nostalgia, soledad. ¡Oh, era tan horrible ser esta mujer que Ino no podía soportarlo!
Le tomó sólo un tirón de la mano de su madre para regresar a ella misma. En el momento siguiente, estaba en una esquina de la calle al lado de su madre, a la espera del cambio de luz. Sabía que la mujer triste estaba justo detrás de ella, pero no se atrevió a volver a mirar.
La próxima vez que sucedió, ella era mucho mayor—ocho o nueve. Debía de haber sido verano, porque estaba en el patio trasero, llevando pantalones cortos y un top halter, teniendo un picnic con un par de amigas. Desde la casa de al lado vino el sonido de dos personas que se gritan el uno al otro. Ino reconoció las voces incluso antes de que el hombre y la mujer surgieran–el Sr. Blakely primero, seguido por la Sra. Blakely. A Ino le gustaba la Sra. Blakely—tenía un pequeño niño bebé, y a veces le dejaba a Ino sostenerlo. El Sr. Blakely no era tan amistoso. En ese mismo momento, el Sr. Blakely lucia muy enfadado, y la Sra. Blakely lucia asustada. Entonces, para horror de Ino, el Sr. Blakely golpeo a la Sra. Blakely—le pegó una bofetada justo en su cara—y la Sra. Blakely comenzó a llorar.
Fue horrible—Ino nunca había visto a un adulto llorar así antes. ¿Cómo pudo el Sr. Blakely hacer eso? ¿Y por qué la Sra. Blakely no hizo algo como devolver el golpe? ¡La Sra. Blakely era agradable, quién orneaba galletas con chispas de chocolate y le cantaba a su bebé y le había prometido a Ino que podría ser la niñera de él cuando fuera lo bastante grande! ¿Por qué pasaba esto? ¿Qué podría ella hacer? ¿Qué era lo que la Sra. Blakely iba a hacer?
Nada. Debido a que su marido era más fuerte, y estaba enfadado, y aun cuando él la golpeara a veces, lo amaba mucho y tenía miedo de que él la dejara sola con el bebé... Ino sabía todo eso porque se había convertido en la Sra. Blakely, y cuando el Sr. Blakely la golpeo otra vez, era Ino quien sintió la punzada sobre su mejilla. Fue terrible; estaba adolorida, apenas por encima del seto podía ver a dos niñas mirando con horror junto con Ino, quien no pareció molestarle en lo más mínimo. Era como si ella no tuviera ningún sentimiento en absoluto. Lo cual le causo una extraña sensación, porque Ino tenía sentimientos en el cuerpo de la Sra. Blakely.
El resto del recuerdo era un borrón, pero de algún modo Ino regreso dentro de su propio cuerpo. Poco después, el Sr. y la Sra. Blakely se alejaron.
Hubo otras experiencias. Dos se destacaron—en aquel tiempo en el cuarto grado cuando ella vio que una compañera de clases fue golpeada por un coche delante de la escuela y luego se sintió a si misma tirada sobre la calle, asustada y con dolor y oyendo el sonido de la ambulancia. Y otra vez, solo hace tres años, cuando se convirtió en un chico– un flaco, nerd, quejumbroso chico llamado Martin, más joven que ella, que había vivido al lado de la calle. En la vecindad a nadie le gustaba Martin, y su madre siempre se quejaba con otras madres del modo en que sus niños lo trataban. Pero entonces un día lo vio rodeado por chicos más grandes, que lo empujaban hacia adelante y hacia atrás y se reían de él, y ella lo compadeció...
Fue el último. Porque para entonces, lo había descubierto. Sentir demasiado – ese era el problema. Cuando se sentía mal por alguien más, era cuando sucedía. Ahora, a la edad de 13 años, sabía las palabras: simpatía, compasión, piedad. Aquellas eran las emociones que provocaban el extraño arrebatamiento de cuerpo, que la transportaban a otras personas y la hacían sentir lo que ellos sentían.
Una vez que lo entendió, sabía lo que tenía que hacer para impedir que le pasara otra vez. Tuvo que dejar de sentir esas emociones. Si no se preocupaba por alguien, no se convertiría en aquella persona.
Así que dejó de preocuparse. No fue fácil, y muchas veces tuvo que luchar, pero valió la pena de modo que nunca sufrió esa experiencia de nuevo. Al
principio, solamente trató de bloquear los sentimientos de compasión, pero entonces se dio cuenta que sería útil luchar contra ellos. Se enfocó en el comportamiento que funcionaria en contra de la compasión—burlas, ridículos, insultos creativos. Y en el proceso descubrió una extraña verdad—la gente admiraba su mezquindad, o bien solo tenían miedo de ella. En cualquier caso, funciono a su favor.
Y ahora tenía una vida fabulosa. Era la Reina de la Mezquindad y gobernaba la escuela—o al menos el octavo grado, aunque se sentía bastante segura de que su fama se había extendido a los grados menores. Nunca estaba sola; sus compañeros de clase buscaban su aprobación y era admirada. Sabía que había gente que decía que la odiaba, pero no tenía duda de que lo que ellos realmente querían era ser ella.
Después de unas respiraciones profundas, otro poco de agua sobre la cara, y una reparación rápida de maquillaje, estaba lista para volver a la cafetería y seguir desde donde se había quedado. Y paso el día sin sentir pena por alguien otra vez.
Pero más tarde esa noche, en su hermoso dormitorio rosa y blanco, acostada en su cama con cuatro pilares bajo un dosel de encaje, Ino pensó en el extraño suceso del día y se preguntó cómo había llegado pasar. ¿Por qué había sentido un atisbo de compasión por Hinata Hyuga? Cierto, Hinata era patética, pero no era una víctima como la Sra. Blakely o la chica que había sido golpeada por el coche.
¿Qué sabía sobre Hinata de todos modos? No mucho. Sabía que Hinata era uno de esos chicos "frikis" que asistían a una clase especial en Konoha. Que era algo difícil de creer, porque para Ino ella no daba la impresión de ser ningún tipo de genio. Habían ido a la misma escuela primaria, y Hinata había estado en la clase del segundo grado de Ino. No habían sido las mejores amigas—ella era solo otra compañera de clases—pero no había nada especialmente terrible en ella. Hinata había estado bien en ese entonces.
De hecho, había sido casi famosa. Todos en el pueblo hablaban de la familia de Hinata ese año—su madre acababa de dar a luz a septillizos, siete niñas bebés idénticas. Estaban en la TV, por las noticias. "Las Siete Hyugas"—que es como los reporteros las llamaban. Las bebés estuvieron en muchos comerciales, y posaban para anuncios, y cada año después de ese un programa de noticias de la TV incluía un segmento especial mostrándolas en sus cumpleaños. Las Siete Hyugas eran famosas.
Pero no lo era Hinata Hyuga. Ella no estaba en aquellos programas de televisión especiales. No era sorprendente, en la opinión de Ino. ¿Quién querría ver a una nerd como Hinata por la TV?
Ino se dio cuenta entonces de lo que realmente la molestaba—el hecho de que Hinata no tenía que ser una nerd. No tenía que vestirse tan mal o actuar tan nerviosa. ¿Por qué no se defendía a si misma? ¿Por qué toma todos los insultos que todos amontonan sobre ella? Era más que una nerd—era una cobarde, nunca se resistía, ni siquiera lo intentaba. Era una total, completa, y absoluta perdedora...
Ino era consciente de las gotas de sudor que se formaban en su frente. Sus sentimientos funcionando toda otra vez. Esto no serviría de nada. No podía dejar que Hinata la molestara. Todos los demás solo la ignoraban, ¿Así que por qué no podía Ino?
Tenía que calmarse o nunca conseguiría dormir.
Durmió finalmente.
Cuando volvió a abrir sus ojos, no había luz del sol que se vertiera por su ventana... lo que era extraño, porque su madre siempre la despertaba cuando entraba para abrir las persianas en las ventanas de Ino. Pero no había nadie más en la habitación...
Parpadeó. ¿Dónde estaba su dosel? ¿Por qué miraba al techo? ¿Se había caído de su cama? Porque esto no se sentía como su cama—esta era más dura. Cuando sus ojos comenzaron a enfocarse, los primeros indicios reales de miedo comenzaron. Notó la cómoda delante de ella. Era amarillo, no rosa. ¿Y donde estaban esas cortinas floreadas a los lados de su ventana? No... no era su ventana. No era su habitación.
Se incorporo de repente, y fue cuando notó sus manos. ¿Qué le había pasado a su manicura – el lindo esmalte rosa? ¿De quién eran estas uñas rechonchas, mordidas?
Su corazón le latía con furia, pero su cuerpo se movía en cámara lenta. El levantamiento de las piernas que no eran sus piernas. Poniendo los pies en el piso, experimentando la nueva sensación de una alfombra en vez de una alfombra mullida. Caminando hacia un espejo que colgaba encima de la cómoda desconocida.
Mirando al espejo pudo ver... a Hinata Hyuga.
Espero les haya gustado!
Sakura Sayouri.
