Hola, amigos. Esta es una pequeña continuación de la última historia que hice la semana pasada. Se me ocurrió la idea, la noche que fui a ver la "lluvia de estrellas" en mi pueblo y dije: ¿por qué no?
¡Leed y disfrutad!
CAPÍTULO 2: UN CUERPO SEXY, UN INVENTO ¿QUE FUNCIONA? Y UNAS PALABRAS DE AMOR.
Era una tranquila tarde de verano en Mema. Hipo trabajaba tranquilamente en la fragua haciendo unos últimos retoques a su nuevo invento, mientras Desdentado se echaba la siesta en la sombra de un árbol cercano al arsenal.
—"Bien, esto por aquí y este engranaje tengo que ajustarlo un poco más..." —pensaba Hipo haciendo lo último.
Astrid entró por la puerta sigilosamente, oculta entre las sombras. Con una cesta en la mano, observaba un tanto sorprendida a Hipo. Él estaba de espaldas, y el calor de la fragua le había obligado a quitarse la camiseta, estando solo con unos pantalones cortos que le llegaban un poco más arriba de las rodillas. Su cuerpo estaba cubierto por un contorno de formados músculos que no eran exagerados pero le hacían una hermosa figura masculina y joven; y un tanto vikinga, aunque para Astrid era todo sexy. Y más en ese momento, que casi nunca había tenido la oportunidad de ver el cuerpo de Hipo, salvo en los entrenamientos, aunque antes era un pobre cuerpo flaco y débil, todo lo contrario a lo que era ahora.
En todo ese tiempo, el mundo se había parado, hasta que...
—Tierra llamando a Astrid —dijo Hipo en tono burlón.
Astrid con un leve parpadeo volvió en sí. El castaño estaba frente a ella, frotándose las manos con un paño intentando quitarse el aceite y mirándola con una pequeña carcajada.
— ¿Se puede saber de qué te estás riendo, Haddock? —dijo Astrid con mirada asesina.
—"Ya la he fastidiado" —pensó el chico.
Hipo dejó de reír y solo podía ver a Astrid con terror, esperando a que lo matara o algo parecido. Unos minutos incómodos duró esa escena, pero Astrid por un momento desvió la mirada hacia el antebrazo izquierdo de Hipo y vio algo que no le gustó.
La chica se acercó, dejando la cesta en una mesa que había a unos metros de ella.
— ¿Qué te ha pasado en el brazo? —dijo ella con preocupación. Hipo aún con el miedo en el cuerpo, miró con timidez lo que le había ocurrido.
—Al... algo parecido a... a lo tuyo... —dijo con un leve tartamudeo—. Hemos visto algo tan hermoso que nos hemos despistado por un momento y uno de los dos lo ha tenido que pagar —dijo con un pequeño sonrojo en la cara—. Por cierto, me gusta mucho tu colgante.
Astrid miró su collar: era la caracola que le había regalado Hipo, en invierno, colgando de una fina cadena de oro haciendo que la boquilla de la caracola mirara hacia arriba.
—"Qué mono está cuando sonríe..." —pensó la rubia.
Ella tampoco tardó en sonrojarse también, pero por cambiar de tema y que no la viera con una leve sonrisa, volvió a ver detenidamente el brazo del castaño.
—Mmm... Menuda quemadura, está bastante mal —dijo ella buscando en una pequeña estantería, algo con lo que sanarla.
Hipo se sentó en una silla que había a su lado y extendió el brazo con un pequeño quejido de dolor. Astrid volvió con unas vendas y un poco de aceite de centeno. Se sentó en una silla delante de Hipo y empezó a curarle la quemadura.
Astrid reunió valor y volvió al tema que dejaron a medias unos minutos antes.
—Supongo que somos un poco idiotas —dijo ella lavando la herida.
— ¡Ay! —se quejó Hipo.
—Lo siento, sé que escuece —su voz parecía arrepentida.
—Tranquila, no importa —dijo el castaño con un pequeño quejido—. Además, ha sido culpa mía.
—Je, en realidad ha sido culpa mía. Tenía que haberte saludado desde el principio, en vez de... —dijo esto último la chica, volviendo a sonrojarse— en vez de... —suspiró— en vez de haberme dejado llevar —dijo agachando la cabeza con vergüenza.
Hipo se miró así mismo y comprendió lo que quería decir su chica. Volvió a mirarla y ella seguía cabizbajo. Él se apresuró a extender su mano, hasta la barbilla de la chica haciendo que volviera a levantar la mirada.
—No vuelvas a hacerme sufrir, Astrid, no soporto verte así —dijo Hipo—. No me importa si me miras de esa manera, eres mi novia y tienes todo el derecho del mundo —dijo acariciando las mejillas de la chica haciendo que ella se aliviara.
En todo ese tiempo no se habían tomado cuenta de que sus labios se habían acercado demasiado, pero, pensemos: ¿acaso era algo malo?... Por los dioses, se amaban. En realidad era todo lo contrario a lo malo.
Los pocos milímetros que separaban sus labios fueron sellados y ahora solo disfrutaban del sabor de los labios del otro.
Hipo empezó a acariciar los delgados, pero, fuertes brazos de Astrid. Mientras que ella no pudo aguantar más sus ansias y empezó acariciar delicadamente el fornido pecho del chico, desde uno de sus pectorales hasta los abdominales con una mano, mientras que la otra acariciaba su espalda. Hipo se la acercó más para disfrutar de su fragancia corporal.
Y así estuvieron un buen rato hasta que les faltó el aliento. Los dos lentamente separaron sus labios del otro, tristemente, como si de alguna manera, si pudieran, no les importaría estar para siempre besándose.
Tras varios minutos de recuperación, Astrid fue la primera en hablar:
—Ah, casi se me olvida —dijo cogiendo la cesta que había dejado en la mesa—. Te he traído la merienda —Sacó de la cesta un buen trozo de queso y una pequeña barra de pan, y un tarrito de cerámica donde había unos frescos arándanos como postre.
—Siempre sabes qué hacer para hacerme feliz —dijo Hipo hincándole el diente al trozo de queso.
—Te lo mereces después de un día tan duro —dijo feliz Astrid, al ver el gesto del chico.
Mientras Hipo terminaba la merienda, Astrid observaba con curiosidad su nuevo invento, intentando averiguar cómo funcionaba.
El invento era bastante complejo. Se componía de un montón de piezas de diferentes tamaños y todas formaban una función con otras parecidas a ellas. La base se componía de un trípode unido a una pieza de metal capaz de rodar los 360 grados. Unido esta en la mitad un tubo hueco donde en el extremo más ancho tenía una lente redonda para modificar la entrada de la luz. Y en la parte más alta, un pequeño tubito también hueco unido verticalmente al tubo grande.
— ¿Qué es exactamente? —dijo Astrid viendo que Hipo había terminado de merendar.
—Yo lo llamaría un telescopio —dijo Hipo aun sentado en la silla—. Ha sido muy complicado de hacer; las piezas, las lentes, el buscador...
— ¿Qué ocurre? —dijo la rubia sabiendo que algo le pasaba al chico.
Él se limitó a suspirar, derrotado por el cansancio, pero, ¿era solo el cansancio o había algo más?
—Había pensado en utilizarlo esta noche... —dijo él—, en la lluvia de estrellas... pero...
— ¿Sí? —preguntó Astrid, esperando la respuesta.
—No... No creo que funcione. —dijo al final, amargamente el chico.
—"No creo que funcione..., no creo que funcione..., no creo que funcione...".
Esas fueron las palabras que retumbaron una y otra vez en la cabeza de Astrid, haciendo que el corazón se le resquebrajara. No dudó ni un instante en sentarse delante del chico y darle un puñetazo en el hombro.
—Jamás... y digo jamás dudes de tu potencial —dijo la chica amenazándole con el dedo.
Él no dijo nada. Simplemente bajo la cabeza derrotado. La chica ya no podía soportarlo más y cogió las manos del chico y las levantó, haciendo que el chico de verdes ojos levantara también su cabeza viendo frente a frente a la chica de ojos azules.
La joven vikinga le daba pequeñas caricias y besos a las manos del vikingo, mientras él la observaba como si fuera un hermoso atardecer.
—Tus manos son fuertes, Hipo —dijo dulcemente Astrid.
Después apoyó una de sus manos en los extremos de los pectorales, cerca del corazón, sintiendo los latidos del chico aumentando el ritmo. Los dos se sonrojaron pero ella siguió con la conversación.
—Y... tu corazón es puro... Posiblemente el más puro que haya visto nunca —suspiró intentado no perder el control otra vez; Hipo necesitaba escuchar lo que quería decirle—. Lo que quiero decir es que solo los grandes hombres tienen esas cualidades y... están destinados a hacer grandes cosas... Tú eres uno de esos hombres, Hipo —dijo con una sonrisa—. Me hiciste un hacha. Un lanza redes móvil, una cola nueva y una silla para Desdentado. Derrotaste a Muerte Roja, hiciste las paces con los dragones y... ¡lo que te queda por hacer!
Hipo la miró con admiración y felicidad. Se preguntaba qué había hecho él para merecerse una chica tan dulce de novia. Dulce y terca, pero esas eran las cualidades que más le gustaban de Astrid.
Hipo le quiso dar las gracias por confiar en él ¿y qué mejor que un beso?
Se acercó a sus labios nuevamente, con un pequeño roce al principio, haciendo que sintieran una suave chispa eléctrica. Luego, más tarde pronunciándolo con una leve sacudida de lenguas cruzando sus bocas. Astrid dejó caer su mano que tenia cogida las manos de Hipo y le acarició el pelo por detrás de la nuca, haciendo que las manos sueltas del chico agarraran la cintura de la chica.
Tras un breve tiempo, el castaño pasó de los labios de la chica a su delgado cuello, acariciándolo dulcemente con su lengua. Ella no quería quedarse atrás y apretó fuertemente su mano que aun tenía en el pecho del chico. Él la copió, apretando más sus manos en la cintura de la rubia y volviendo a sus labios.
El aliento les volvió a faltar, separaron sus labios, dejando un fino hilillo de saliva unido a los dos labios.
— ¿Te he dicho alguna vez que eres lo mejor que me ha pasado en la vida? —dijo Astrid apoyando su frente en la de Hipo.
—Sí... muchas veces... pero no me cansaría nunca de escuchar tu dulce voz diciéndomelo —dijo suavemente el muchacho.
—Me debías el beso en el cuello —dijo la chica con una pequeña carcajada.
—Mi venganza se ha llevado a cabo tal y cómo esperaba —dijo él, también entre carcajadas.
—Te estás volviendo malote —dijo pícaramente.
—Tengo una buena maestra —dijo esto antes de volver a besarla.
Tras dejar de besarse, la chica ayudó a Hipo a levantarse teniendo cuidado con su brazo vendado y se dedicaron unas miradas.
—Me tengo que arreglar para esta noche —dijo la rubia—. Ponte guapo y que no se te olvide avisar a los demás.
—Tranquila. Te va a gustar lo que me voy a poner, es una pasada —dijo él con total seguridad.
—Sí, seguro... —dijo ella sin confiar mucho en sus palabras—. Bueno, hasta la noche.
Astrid ya se iba por la puerta, cuando notó que una mano le había cogido del brazo y le hacía voltear hacia atrás. Era Hipo que quería volver a besarla antes de que se fuera.
Al terminar, la rubia estaba un tanto sorprendida, nunca Hipo le había hecho eso, pero la verdad es que no le importó.
—Se te había olvidado algo —dijo Hipo inocentemente.
—Ah, es verdad... —dijo Astrid antes de darle otro puñetazo en el brazo-. Eso por robarme un beso.
— ¿Y un "por todo lo demás"? —dijo Hipo viendo que la chica se iba. La vikinga se dio la vuelta y le dedicó un guillo.
—Ya veremos... —dijo ella volviéndose.
Desdentado, que había estado observando todo, se acercó a su jinete y le dedicó una mirada curiosa.
—"Los humanos sois muy raros, amigo. Os ganáis a la chica, pero en realidad es la chica quien os gana a vosotros" —pensó Desdentado.
—No hay quién entienda a las mujeres y menos a Astrid, pero -suspiró-, no puedo vivir sin ella —dijo acariciando la cabeza de su dragón—. Bueno, a ver qué tal me queda esta maravilla —se volvió para ver una caja que estaba en la estantería de la fragua.
¿Qué demonios podía ser?...
Continuará…
¿Bueno qué os ha parecido? ¿Muy lento, muy pesado, muy rápido, sin detalles? Decídmelo porfi en los reviews si no os ha gustado algo para que pueda mejorar, gracias.
La verdad es que ha sido este fic un poco cursi, pero cuando te pegas una hora por la mañana corriendo bajo la lluvia un sábado, la inspiración te llega así XD XD Qué le vamos a hacer, soy así.
Ah y recordad: "Los verdaderos valientes se enfrentan a sus miedos con la cabeza bien alta".
Un abrazo a todos y nos vemos la próxima semana, aunque no sé si podre, pero lo intentaré por vosotros ;)
¡Nos rockeamos y leemos!
