Dolor.

Solo dolor. Ese es mi mundo ahora. No soy lo que solía ser, ya no más. Encadenado a este trono, no soy más que su juguete, su perra.

¿Por qué duele tanto?.

No sé que me han hecho, o que es lo que soy ahora, pero vivo sumergido en el dolor permanentemente. Aunque prefiero que me azote o que me torture a que me toque, porque cada vez que me toca, mi piel arde con un dolor mucho peor que el de ninguna Cruciatus, y mi sangre se revuelve en mis venas.

Le gusta oírme gritar de dolor, pero me resisto tenazmente a darle ese placer. Y grito aunque mi garganta ya no emita sonido alguno, grito en silencio porque este dolor es insoportable, y me desgarra por dentro, incluso aunque no me haga daño físicamente.

Aunque el dolor también es bueno, me dice que estoy vivo, que aun respiro, pese a que me parece que me estoy ahogando, asfixiándome...abrumado por los olores que me rodean.

A veces, acurrucado en mi rincón, me despierto temblando a medianoche con la sensación de que hay algo que tengo que encontrar, que hacer, no sé que es, pero la tristeza me embarga y lloro en silencio y sin lágrimas, lloro por algo, por alguien...

La cadena que me ata lastima mi piel, me oprime y me vuelve loco, pero no puedo librarme de ella. Se ríe, tira de ella y mis ojos se hunden de nuevo en el suelo, mientras me fuerza, una vez más. Me encojo, asqueado, sintiéndome sucio, y vomito en mi rincón, hasta que en mi estomago no queda nada más.

La única gracia de la que disfruto es su avaricia. No me comparte con nadie, todos saben a lo que se arriesgan. Ellos me llevan a los baños, y aunque sus manos me tocan con lujuria, ninguno es lo bastante valiente como para intentar algo más.

Mi piel arde de fiebre, estoy cubierto de sudor pese a que hace frío esta noche y mis gemidos le han despertado. Me patea con furia, pero no me importa, ni siquiera lo noto. Alguien me saca a rastras de sus habitaciones, y me deja en el frío suelo de un baño próximo. Las heladas losas de mármol alivian mi desazón, y me tumbo sobre el vientre en ellas, agradecido, hasta que pierdo el sentido.

Unos pasos se aproximan y recobro a duras penas la consciencia.

¿Cuánto tiempo llevo aquí?

Un aroma increíblemente dulce me llena.

¿Cómo pude alguien oler así de bien?

Mi vista esta nublada, pero trato de incorporarme y unas manos firmes pero suaves me ayudan a sentarme sobre mis talones.

Estas manos no queman, no me dañan, sino que me calman y me hacen sentir...humano. Mi cabeza da vueltas, pero el dolor constante de mi cuerpo parece disminuir poco a poco mientras abre los grifos y el vapor inunda el ambiente.

En silencio, me lleva hasta la ducha y esas manos blancas me lavan con delicadeza bajo la cálida cortina de agua. Suspiró y por primera vez desde que estoy aquí, mi cuerpo experimenta el deseo. Quiero regalarle a esta persona lo que él me arrebata, y miro al frente.

Su ingle está frente a mi rostro, y mi mano húmeda se posa sobre ella, notando la erección bajo las ropas. Mi corazón palpita, porque él me desea, y torpemente, desabotono su túnica. Su miembro es grande, casi tanto como el mío, rosado y envuelto en suaves rizos dorados. Lo tomo entre mis labios y lo recorro con la lengua antes de meterlo en la boca, gozando con sus gemidos y sus manos se aferran suavemente a mi pelo, acariciándome. Cuando se corre en mi boca, gritando mi nombre – ahora recuerdo cual es mi nombre – mi cuerpo se estremece y el orgasmo me recorre a mí también.

Me ayuda a levantarme, y me obliga a alzar la cabeza, y por fin, poco a poco, mis ojos se recobran y puedo ver su rostro. Conozco muy bien esos ojos y esos labios, y me estremezco de terror, pero me sonríe y se inclina sobre mí para besarme.

Aun tengo en la boca el sabor de su semen, pero no parece importarle y cedo al beso finalmente, de nuevo envuelto en el fuego que su contacto me provoca. Sus manos juegan con mi cadena, pero apenas lo noto, y cuando el beso finalmente se rompe susurra sobre mis labios hinchados: "Eres mío". Cabeceó levemente, totalmente de acuerdo con él.

Se marcha con una sonrisa traviesa y mi cuerpo y mi mente gritan por seguirle, pero antes de que pueda hacer nada, otra persona viene a devolverme a mi rincón. La cadena duele mas que nunca, al igual que el contacto de otras manos, pero me acurruco en la oscuridad, oliendo el fantasmal rastro de su olor en mi piel y mis manos.

Él esta de nuevo en su trono, y como siempre, me encadena a sus pies. Mi dueño entra con su paso orgulloso en el salón y mis ojos se iluminan en secreto al verle. No se muy bien que ocurre, pero una furia inmensa me embarga y de repente, ya no hay cadena ni collar que me retengan. Mis manos se cierran en su garganta y la sangre brota a raudales de las heridas que mis garras dejan en su cuerpo.

Estoy casi desnudo, bañado en su sangre, jadeando, con su cuerpo destrozado a mis pies, mientras mis alas de negras plumas se ciernen sobre mi cabeza. Aúllo y los mortifagos se arrodillan aterrados cuando parto en dos su varita y una lluvia de chispas me baña.

Sus ojos de plata me miran, sonrientes y de nuevo, su olor me calma y avanzo hasta él. Me veo en los espejos de sus ojos, parezco el ángel de la muerte y sonrío ampliamente.

Acaricio su mejilla y su cabello, manchándolos de sangre, y él besa mi mano y murmura: "feliz cumpleaños".

Ahora lo entiendo, y le beso vehementemente, notando su calurosa reacción. Ya nada importa, solo nosotros y le oigo murmurar mientras me besa el cuello: "Eres mío Harry". Me río y le cojo súbitamente en brazos, sorprendiéndole, y mientras me echa los brazos al cuello exclamo con fervor, mientras estiro las alas totalmente: " No, tú eres mío Draco".

Sus ojos chispean y asiente mientras me besa de nuevo. Alzo el vuelo, y dejo atrás el pasado, mientras mi compañero ríe de júbilo, por fin entre mis brazos y murmura en mi oído: "¿Soy tuyo para siempre Harry?" " Como yo soy tuyo Draco" contesto entre risas y besos, mientras surcamos el cielo, rumbo al futuro.