A Ricken le encantaba luchar en el bando de Chrom. Eran los buenos, los que siempre ganaban. Los fuertes.
Era el más pequeño del equipo, muy a su pesar, aunque poco a poco se hacía más hábil y cada vez le tenían más respeto. Se sentía útil, hacía más amistades con cada batalla y recuperaba el honor de su familia. Comían pieles de oso para cenar, siempre hacía buen tiempo y podía salir al aire libre en sus ratos a solas para practicar su magia. Además hablaba con una nueva amiga que había hecho, Robin, que le ayudaba en todo (sin no antes hacer una broma sobre su estatura).
Luchar al lado de Chrom era genial, era hacerte fuerte y entrenar al tiempo que te diviertes y salvas Ylisse...
...
Hasta que llegó él.
En esos días soleados y preciosos en los que la vida es bonita y feliz...
De repente todo se oscureció y apareció una bandada de cuervos.
Y entre ellos, él.
Desde el primer momento le revolvió la barriga.
Tenía el pelo blanco, un poco largo. Tan solo recuerda que hizo un chiste sobre de dónde venían los muertos: no escuchó muy bien lo que decía entre risas y chistes malos.
Se lanzó hacia el bando enemigo gritando algo tipo: "¡SANGREEEEEEEEE!" y así le noquearon al poco. Tuvo que irse antes de morir.
Y en el combate siguiente, lo mismo.
Y al siguiente.
Y al siguiente.
No piensa, solo se lanza al ataque para ver sangre y cuerpos destruidos y reirse. No estudia magia, observa a los cuervos. No es gracioso, hace chistes negros.
Y lo peor es que Robin y Chrom lo quieren en el plantel. ¡A pesar de que antes luchaba ellos y si hubiera podido, le habría lanzado más de un Nosferatu! Es el único que sabe usar magia negra del equipo, ¿a nadie le ha dado nada qué pensar?
Ricken no le odiaba, no, pero preferiría que aquel chico se quedase en el cuartel buscando esos objetos que aparecen de la nada y que no son de nadie, o afuera, estudiando los ciervos o los resurrectos sin cabeza que solían aparecer.
Llegó la batalla más importante y difícil de todas. Robin llevaba media hora estudiando el campo y a los enemigos con todas sus fuerzas y concentración. Ricken estaba listo, con su Edwing en la mano y su poción en la otra, preparado para demostrar lo que era capaz de hacer.
-Bien... Frederick, avanza. - Y Frederick avanzó hacia delante, como ordenó Robin. - Y ahora, Chrom, lucha contra aquel. - Y Chrom le derrotó usando su Estoque.
-Ahora, Henry... Escóndete en el bosque y que los enemigos vayan hacia tí.
-¡Pero yo quiero luchar ahora! ¡Quiero verles suplicándo por su vida...! ...Manchados de sangre... Y después... - Y, sin hacerle caso a nuestro gran estratega, se lanzó al frente.
Le golpearon y el estómago de Ricken se dio la vuelta. Por un segundo... Creyó sentirse preocupado por él. Pero con su Nosferatu recuperó toda la vida, al tiempo que se reía como un maniático del cadaver sin vida que tenía delante.
Pero otro resurrecto apareció por su espalda y le atacó antes de que él se diera cuenta. ¡Ni siquiera era su turno!
-¡Je, je, je! ¡Mi sangre es muy oscura! Parece negra... ¿No es bonita? Me estoy mareando... Mejor me voy antes de que me den otra vez...
Ricken suspiró. ¿Por qué seguían dejando a ese engendro que luchará con ellos?
-¡Ricken! - Se giró, mirando a Robin. - Venga a tu amigo. Adelántate y golpéale desde la fortaleza. - Asintió y se dispuso a arreglar el error que el peliblanco había cometido.
Alzó su libro de magia "Arcfire" y cerró los ojos, preparándose.
-Prepárate para morir...~ - Le gustaba decir una frase sádica antes de golpear a alguien...
Cuál fue su sorpresa cuando el resurrecto esquivó el ataque y contraatacó.
Se cayó al suelo, tirando su enorme gorro. Había fallado a Robin, había fallado a Robin y había fallado a todo el grupo.
¡Todo su entrenamiento para nada! Se sentía tan avergonzado... No solo no había demostrado de qué era capaz, sino que también había estropeado la estrategia de Robin y fastidió a todo su equipo. Cerró los ojos...
... Y se despertó en el cuartel.
-¡Buenos días, Ricken! - Henry estaba enfrente de él, sonriendo. Como siempre.
-¿Dónde estoy...?
-¡Estabas muy mono tirado en el suelo! Parecías un muerto. Muerto. Muerto muerto muerto.
-¿Podrías decirme dónde estoy?
-Tuve que cargarte hasta aquí aún herido. ¡Me retiré porque estuve a punto de morir! Y tu incosciente...
-¡Dime donde estoy!
Q-¡Calla, pequeño!
-¡Ey! - Gritó, poniéndose rojo. Odiaba sobre cualquier cosa que le dijeran algo sobre su edad.
-Te llevé al sabio más cercano para que nos curase con su bastón y después te traje aquí. ¡Mira mi camiseta! Se ha teñido con la sangre de ambos. ¿No te gusta?
-...No... - Se sentía muy incómodo. -¿Y el resto?
-Muertos, no pude salvarlos. - Rió. - Es una broma, siguen en la batalla.
Ricken se había puesto pálido del susto.
-¡Tenemos que ir a ayudarlos!
-No, todavía estás herido.
-¡No estoy herido!
-Claro que sí. Mira.
Y Ricken pegó un grito.
Henry le había agarrado de la túnica y se la estaba levantando. Afortunadamente le agarró la mano antes de que viese nada.
-¡Eh, calma! ¡Iba a enseñarte la herida que tienes en el pecho! Es muy bonita.
-¿Me quitaste la túnica? - Dijo, poniéndose rojo de la verguenza.
-Te la quitó el curandero, ¿cómo sino iba a sanarte? - Se rió. - Aunque ahora que lo pienso no hace falta... Pero somos hombres, no hay nada que yo no tenga. Ademas... - Se acercó a él, sonriendo, haciendo que Ricken se pusiera nervioso al tener a ese chico delante. - Eres muy pequeño todavía, no estás desarrollado.
Ese comentarió terminó de destrozarle.
-¡NO SOY PEQUEÑO! ¡ESTOY DESARROLLADO!
Henry se reía mirándole cabreado. Que estúpido...
Ricken se giró, dándole la espalda.
-Humpf. Vete a observar a tus cuervos y déjame en paz.
-¿A mis cuervos? - Dejó de reirse, pero siguió sonriendo. - ¿Lo único que sabes de mí es que me gustan los cuervos y no sabes que más decirme para que me vaya?
-Sé que te gustan los cuervos, que te paseas de noche por el bosque, que te gusta observar días más tarde los cadáveres que tú mismo has matado para ver cómo han cambiado, admiradlos y reirte de ellos... Se que te compraste esos zapatos porque te hacían parecer idiota y te encanta hacer el ridículo...
-¡Vaya! - Rió - Para no hablar nunca conmigo, sabes mucho de mí. Yo no se nada sobre tí. ¿Me espías acaso? Bueno, se que... Se que calzoncillos usas, vaya.
Ricken estuvo dudando sobre qué calzoncillos se había puesto aquel día. Su verguenza aumentaba por momentos.
Se levantó de su asiento, enfadado.
-¿A dónde vas?
-Voy a practicar mi nuevo hechizo al aire libre. Si no puedo luchar, prefiero entrenar para ser algo útil.
Útil...
-¡Quieto! ¡El médico, sabio, curandero, tipo raro que tenía el pelo verde me dijo reposo!
Y al pararle le tocó el pecho, haciéndole que le empezase a doler la herida.
-¡OH, LO SIENTO!
-Ay... Duele un poco, pero da igual...
-¡No, es terrible! La he tocado...
-¿Por qué te pones así? No es más que una herida...
Volvió a sentarse. Henry se fue corriendo, gritando con las manos en la cabeza.
No había logrado nada en el campo de batalla y no podía entrenar. Vaya estorbo...
¿Y si Robin le había obligado luchar contra aquel resurrecto para que le diese y así poder quitárselo de en medio?
... ¿Y si en realidad no era tan fuerte como él pensaba? ¿Y si era una carga?
Seguro que todos lo veían como un niño pequeño e inmaduro incapaz de cuidar de él mismo...
Y la herida le dolía más a cada segundo.
-¡YA HE LLEGADO! Es una pena que no puedas ver la tumba que h...Ah, ¿sigues vivo?
-¿P-por qué lo dices?
-El resurrecto te mandó una maldición, es la herida en tu pecho. El mago sabio ese raro te la vendó, pero me advirtió de que nada ni nadie podría tocartela o... Se extendería. ¡Lo siento!
-¡¿Qué?! - Ricken empezó a sudar frío. - ¿¡Voy a morir?!
-¡No si te extiendo esta pomada milagrosa sanadora en el pecho antes de que llegue a tu corazón la maldición! Lo cual será muy pronto.
-¡AH, RÁPIDO, HAZLO!
-Pero tendrás que quitarte la túnica para que pueda ver tu pecho.
-¡QUÍTAMELA! - Ricken estaba a punto de llorar de los nervios.
-¡Todo sea por mis aliados! - Y le levantó la túnica. Ricken recordó que se había puesto los calzoncillos negros con estrellitas que le hizo su abuela. Le daba mucha verguenza, pero...
Henry se puso la pomada en la mano y le quitó la venda del pecho. Ricken estaba cada vez más rojo.
Le acarició el torso con los dedos. La herida le resquemó muchisimo y se le escapó un jadeo por el dolor.
-¡Ya estás! ¡Te he salvado la vida! - Rió Henry.
Poco a poco se le fue pasando el dolor y se sintió mejor. Se volvió a vendar alrededor del pecho y buscó su túnica con la mirada.
Henry se agachó para cogerla y se la devolvió.
-Que... Que mal trago he pasado... Gracias... - Sonrió.
-¡De nada! - Rió. - Y mira que estás mono cuando pareces un muerto... Podría haberte dejado morir y admirarte hasta que los microorganismos y mis cuervos te comieran.
-Estás loco... - Sonrió.
-¿Puedo confesarte algo? - Henry se rió nuevamente.
-¿El qué?
-¡Has picado! ¡Ja, ja, ja! Es una herida normal. Y esta es una pomada que te tienes que echar cada cuatro horas.
-¿Y P-POR QUÉ...? - Se sentía humillado y avergonzado.
-Me apetecía reirme un rato y ver de nuevo tu herida. Es tan profunda y tan negra..
-¿A tí qué te pasa en la cabeza?
-Es muy fácil engañar a un niño...
-¡No soy un niño! -Se puso el sombrero y salió enfadado del cuartel.
-Ey, Ricken, espera... - Pero ya había cerrado la puerta.
Se fue muy lejos. Caminó durante dos horas lo más rápido que pudo, cuando le entraba la venada incluso corría. Y cuando vio que por fín se hizo de noche, se sentó debajo de un árbol y cerró los ojos. Lloró.
Porque todo estaba oscuro...
Era una carga para el resto. Hasta un resurrecto podía esquivar sus ataques. Y en un solo golpe podían herirle de gravedad. Seguramente Robin le había enviado a pelear para quitárselo de en medio... Porque solo era un lastre. Un niño pequeño. Y eso que era su amiga...
Además, no era la primera vez que se burlaban de él por ser pequeño, pero ya le había terminado de avergonzar por completo la broma de Henry. No es agradable que un loco te desnude haciéndote creer que vas a morir...
Y... Y... Las burlas que recibían él y su familia. Antes era un noble, ahora su familia pertenece a la pobreza, y sus amigos (nobles) se reían de él por haberlo perdido todo. ¿Cómo le iba a decir a sus padres que no había conseguido recuperar el honor que perdieron? ¿Cómo les iba a explicar... Que no era fuerte?
Y se agarró las rodillas y lloró durante horas.
Hasta que Henry le cogió de los hombros.
-Los niños sois muy monos cuando llorais...
-¿Có...cómo...?
-¡Los cuervos me dijeron que estabas aquí! Cuando muera, quiero que me coman. O mejor, que me coman vivo, así podré sentirlo.
-Eres un idiota. - Se tapó la cara con el sombrero, volviéndose a sonrojar, mientras el peliblanco se sentaba a su lado.
-No te hice la broma para reirme de tí, la hice porque quería verte desnudo.
Ricken se quedó paralizado. ¿Qué clase de persona...? Bah, maldito pervertido...
-Y la batalla se paró en cuanto Robin vio el error que había cometido enviándote a luchar contra alguien tan poderoso.
A Ricken se le soltó una lágrima al sentirse débil.
-Todos te llevamos al cuartel y Maribelle logró curarte, después se fueron a combatir de nuevo. ¡Tenías que ver lo preocupados que estaban! Me quedé contigo y te mentí para... Bueno, para eso. - Rió.
Genial. Ahora se sentía más idiota, más engañado y... Confuso.
-¿Y por qué...?
-Lo entenderás cuando seas mayor. - Se rió más fuerte.
Le irritaba mucho cuando se reía de cosas serias.
-¡No me digas que...!
-Es que me gustas, no se, eres demasiado uke y tal. - Se acercó más a él. - ¿Qué edad decias que tenías?
-Yo.. N... Y.. No... Yo... Eh...
-Bueno... Da igual... Me pareces una persona muy...
-¿Entonces no me habías visto desnudo?
-No, eso fue después, cuando te pusiste nervioso.
-Pero... Cielos, esto es muy confuso... No sabía que fueras gay...
Y entonces, Henry le besó.
-Bueeeno, te he visto desnudo y te he besado, ya he cumplido.
-N-no, espera...
-Cuando me dijeron que te gustaba Maribelle me puse muy triste, pero me dije: "¡No te rindas! ¡Algún dia te convertirás en ciervo y podrás ver como Ricken se cambia sin que sepa que estás ahí!" pero no podía esperar tanto y...
-Yo también te quiero. - Soltó, interumpiéndole.
-Pero... Pero... ¿Es legal salir con alguien tan menor?
-¡No soy un niño! ¡Claro que es legal!
Y se volvieron a besar.
