Antes que nada, espero que les agrade éste nuevo Fic, y ojalá puedan decirme sí lo estoy haciendo muy complicado, sí tienen dudas o sí solo dejan un review. Gracias.
Mi nombre es Lucy Quinn Fabray… y este no es mi mundo.
Hay veces en que te das cuenta de que eres diferente de los demás, pues ese es mi caso; tengo 17, casi 18 años, vivo en
Ohaio, Lima Ohaio; el que debe ser el pueblo más miserable del mundo, y digo miserable no por ser pobre, sino porque no hay
nada aquí que valga la pena, nada excepto ella. Así empieza mi historia, ah, olvide decirles… no soy un humano.
Toco comenzó una noche de invierno, sólo tenía 12 años, sentía un calor extremo, completamente raro considerando los
-12°C de afuera, creo que mi cuerpo me avisaba del cambio. Constantemente soñaba con esa dulce voz de ángel que ha
obsesionado mi vida desde la primer nota que escuché salir de su boca, pero ésta vez era diferente, sentía como si mi cuerpo
se separara justo por la mitad, como si mi alma abandonara mi inútil y relleno cuerpo. Así fue, llegue a un infinito donde la
única constante era una interminable oscuridad, después hubo un destello de luz, casi blanca, fresca, y escuché la voz del
destino, ustedes pensaran que estoy loca, yo también lo creí, aún lo creo, supe por la voz clara y dominante que emergió de
la luz que era el "tempus Spatio" (el Tiempo espacio), que yo era su hija, su heredera, y que mi misión era viajar por las
diversas tierras para prevenir los desastres inminentes creados por los humanos, me dijo que era "el guerrero de las mil
almas" y que mi destino era la eterna lucha en su nombre, para dejarles claro a sus demás hijos que no están solos. (Algunos
le llamarían Dios)
Obviamente desperté muy alterada, diciéndome a mí misma que nunca más me zamparía una bolsa completa de malvaviscos
antes de ir a dormir, ustedes comprenderán mi sorpresa al ver que mi cabello castaño oscuro se había tornado rubio de la
noche a la mañana. Mi madre, Judy, no lo comprendió, pensó que me había vaciado una botella entera de peróxido; Russel en
definitiva se sintió ofendido y allí empezaron las interminables golpizas que sigo recibiendo hasta hoy. Decidió que lo mejor era
mudarnos de Lima hasta que mi cabello regresara a la normalidad, hasta que regresara su hija, nunca pasó. Los días dieron
paso a las semanas, y éstas a los meses y mi cabello no regresaba a la normalidad; es lógico que cuando se entra a la
adolescencia los niños buscamos aceptación, pues yo no la obtuve, mis kilos de más me hicieron ganarme el sobrenombre de
Lucy Kaboosie, pero el tiempo se encargó de llevarse eso, convirtió mi desproporcional cuerpo en una máquina, Mis piernas se
hicieron torneadas y largas, mi abdomen pasó de flácido a atlético y mi rostro se afiló tras 4 años los que antes me
hostigaban ahora me pedían salir con ellos, y yo creí ser feliz, ya no era Lucy, ahora me llamaban Quinn.
De nuevo regresamos a Lima, de nuevo llegó a mí el calor, ése horrible calor, lo atribuí al verano, llegué una mañana a
Mackinley High, mi actitud dura y mi cuerpo (sin trabajar) me llevarón a la cima de la cadena estudiantil y de nuevo la escuché,
la maldita voz que llevaba atormentándome desde los 12 años. La voz, ésa voz era de Rachel Berry. Recuerdo que alguna
vez compartimos clase de ballet, mi única clase de ballet, y la escuché cantar, sólo teníamos 8 años por aquél entonces.
Ésa misma noche Rachel vino a mí en sueños, era fantástico poder darle un rostro a la dulce voz. La tomé por el brazo y la
encerré un el tocador de chicas. – ¡Canta para mi pajarito! –dije mientas miraba sus bellos ojos cafés, tuve el impulso de
besarla, y lo hice, el más delicado de los chocolates invadió mi lengua, no resistí llevarla hasta el lavamanos y meter mis
manos bajo su falda, su pecaminosamente corta falda, y tocar sus bronceadas y suaves piernas. –Estás desenfocada hija
mía. –Mi fantasía se desvaneció y llegué de nuevo ante aquella luz –no puedes desviarte ante los placeres carnales sin
antes terminar tu entrenamiento. –No deseo ningún entrenamiento. –Mi voz atravesó en vacío, arrogante, segura. –no me interesa, tu entrenamiento comienza hoy.
