Kate Beckett, una inspectora de homicidios que amaba su trabajo por encima de todo, se metía al 100% en todos sus casos, siempre ponía todas sus fuerzas y todos los sentidos para resolver todos los homicidios que se le presentaban para poder darles a las víctimas la paz que se merecían y a sus familias el consuelo de haber capturado a los verdugos de sus familiares asesinados. Esa era su principal motivación.

Ella estudiaba derecho, su sueño era ser abogada como sus padres, pero su futuro como tal, se vio truncado cuando el asesinato de su madre cuando tenía 19 años se cerró sin detener al culpable. Desde entonces vivió por y para resolver los asesinatos que cada día ocurren en la ciudad de Nueva York.

No era un secreto ni para sus compañeros, los detectives Ryan y Esposito, ni para su amiga Lanie Parish, forense del departamento de la policía de nueva York, ni para su padre Jim Beckett, que los años siguientes a la muerte de su madre habían sido un terrible infierno para ella. Abandonó los estudios sin poder acabarlos y se metió en el cuerpo de policía. El caso de su madre se convirtió en su obsesión y por consiguiente, en su maldición. Su vida personal, si se le podía llamar así, no era como ella deseaba pero no podía permitirse el lujo de tener distracciones ya que, como ella misma decía, su trabajo era demasiado duro y le reclama la mayor parte del día.

Si bien es verdad que ha tenido relaciones sentimentales con algunos hombres, nunca habían sido lo que ella esperaba, o si lo eran pero no estaba preparada para el siguiente paso, o no era el momento para mantener una relación estable, es decir, siempre tenía alguna excusa por la que romper toda relación con algún hombre, y esas excusas le servían para que su muro interior no se cayera, de momento.

Cuando su madre murió, se evadió del mundo, sus amigos dejaron de existir para ella, porque le recordaban a esa vida que tenía y que ya jamás volvería a ser la misma y por si eso fuera poco, su padre se hundió en una terrible depresión que derivó a una vida rodeada de alcohol, llantos y desesperación, así que tampoco podía contar con él, por lo que encontró algo que le calmaba, algo que le hacia evadirse del mundo real por unas horas al día, algo con lo que disfrutaba y la razón por la que supo que el homicidio de su madre debía de ser resuelto. Los maravillosos e increíbles aunque también retorcidos libros del escritor de novelas policíacas Richard Castle.

Dios ese hombre si que sabe plasmar cómo es un homicidio en sus libros. Sus protagonistas no descansan hasta llegar al fondo de todo, hasta atrapar al culpable, hasta hacer justicia. En definitiva, eran buenos policías y ella esperaba, algún día, poder ser igual de inteligentes e igual de metódica que aquellos personajes. Quería ser una buena policía y esos libros le enseñaban cómo llegar a serlo, le animaban a seguir adelante. Ese hombre le había ayudado tanto durante tantos años que lo llegó a idolatrar hasta tal punto de pasarse 3 horas haciendo cola en una librería para poder tener su firma plasmada en la portada de su libro, ese libro que tanto le ayudaba. Todavía lo recuerda como si fuera ayer, la primera vez que lo vio en persona, la primera vez que sus ojos azules miraron sus tristes ojos verdes, la primera vez que vio su sonrisa, la primera vez que vio a su "salvador".

- Buena tardes ¿a nombre de quien?

- Que voz mas bonita – pensó ella – a nombre de Kate –

- Katherine, bonito nombre – le dijo mirándola y dedicándole una sonrisa

- gracias – dijo bajando la vista algo avergonzada – me encantan tus libros por cierto.

- es un halago Kate, me alegra que te gusten – dijo sonriendo mientras escribía la dedicatoria – espero que también te guste la dedicatoria –

- se que sonará como si estuviera loca pero.. – dudó un poco – tus libros me han ayudado mucho a lo largo de estos años y te estoy agradecida por ello – dijo al fin –

- me alegra haberte servido de ayuda Kate, aquí tienes – dijo mirándola a los ojos –

- muchas gracias señor Castle – dijo Kate ofreciéndole la mano –

- llámame Rick por favor, señor Castle suena a viejo – dijo riendo – espero volver a verla pronto – dijo estrechando la mano que ella le había ofrecido.

- en la firma del próximo libro seguramente – dijo sonriendo.

- entonces me pondré a ello hoy mismo – dijo él – cuanto antes lo escriba antes te volveré a ver.

- hasta otra Rick – se despidió finalmente –

- hasta pronto Kate, un placer – le respondió él alegremente.

Salió de la librería con una sonrisa que hacía mucho que no mostraba. Tenía unos ojos preciosos, una voz de lo más encantadora y su pelo, dios no podía describir su pelo, era simplemente perfecto, pero desgraciadamente fuera de su alcance, era un amor platónico, con el que soñaba despierta de vez en cuando imaginando que ella era la heroína de sus novelas, lo que ella no imaginaba en ese momento era que unos años después de ese encuentro sus sueños se harían realidad convirtiéndose en la protagonista de su ultima saga de novelas.

Y eso pasó casi ocho años después de su primer y único encuentro en aquella librería. Kate no volvió a ir a ninguna otra firma de libros de Richard Castle, simplemente pensaba que era una pérdida de tiempo pasar tantas horas esperando en una cola interminable para que un hombre firmara un libro, un hombre que seguramente le dirá a todas las mujeres las mismas palabras, un hombre que seguramente no se acordaría de ella, ¿Por qué iba a hacerlos?, ella era una mujer más, una mujer enamorada de un escritor.

A veces, algunos novios que había tenido a lo largo de esos años llegaron a repudiar al escritor porque ella dedicaba más horas a la lectura de sus libros que a ellos. Y ella lo entendía, ¿Quién querría pasarse horas y horas al lado de una mujer que solamente lee libros sobre homicidios y asesinatos sangrientos cuando llega a casa después de haberse pasado el día entero rodeada de más asesinatos?. Pero esa era su vida, y le gustaba tal cual era, pero ellos no lo entendían, ese era su ritual desde hacía años y eso no lo iba a cambiar nada, porque era lo único que le quedaba, una copa de vino, un baño caliente y un buen libro de su escritor favorito para poder olvidar el infierno en el que se había convertido su vida desde que su madre desapareció del mundo.

Después de ocho años parecía que todo su mundo iba volviendo a la normalidad, lógicamente, su madre no iba a volver, pero por lo menos consiguió que su padre fuera a terapia y al final, no sin esfuerzos por parte de ambos, Jim Beckett dejó la bebida y volvió a trabajar como abogado, por lo menos se le hacían los días más cortos y eso a Kate le daba esperanzas, esperanzas de que algún día no muy lejano, sus vidas volverían a la normalidad. Jim era una persona muy especial, quería a su hija con locura, pero vivía preocupado por ella, ser policía no es un trabajo como otro cualquiera, ser policía significa que el ochenta por ciento del día puedes estar en peligro, disparos, secuestros...

Jim prefería no pensar en todas las cosas horribles que le podrían pasar a su pequeña. Se despertaba todas las mañanas rezando por ella, para que no le pasara nada malo, y siempre que comía con ella, todos los jueves en el restaurante favorito de su él, le suplicaba que tuviera mucho cuidado y que no se hiciera la heroína, pero él sabía que su pequeña Katie era una guerrera y que nada la detenía.

Esta es Katherine Beckett, una inspectora de homicidios dedicada a su trabajo, fuerte, firme, dura pero con un corazón de oro, un corazón que día a día se va curando de las tantas heridas que le ha causado la vida, una dura historia que le ha tocado vivir. Hace cinco años que su vida dios un giro de 360 grados y que, ahora mismo, le sonríe, es feliz, sobretodo desde que consiguió poner punto y final al caso de su madre, por fin ha podido poner la palabra "cerrado" en la caja del sótano de la comisaría 12, en la que guardaban todos los informes, fotografías y documentos de aquel 9 de enero. Aunque ella sabía que no iba a ser plenamente feliz hasta que metiera al culpable en la cárcel, cosa que no podía hacer por falta de pruebas, pero por lo menos sabía quién estaba detrás de toda la trama y lo tenía bien atado.

¿Quien le diría a ella hace 13 años que el hombre que le ha ayudado a superar todo eso, el hombre que ha estado con ella día a día, año tras año, ayudándola a encontrar al culpable de la muerte de su madre, iba a ser el mismo que la había ayudado a superar su muerte con sus libros?

¿Quién le diría a ella que ese hombre ha conseguido lo que nadie había hecho? Ese hombre, Richard Castle, entró en su vida por casualidad, y ahora no imaginaba su vida sin él. Él se ha convertido en todo su mundo, en la razón por la que se levanta de la cama todas las mañanas. Día tras día, él ha derribado su muro, o al menos, una pequeña parte.