Tenía unas ganas enormes de escribir Fire Emblem: Awakening. Ya me he pasado el juego en modo normal y dios, me he enamorado de todos y cada uno de los personajes, eso habiendo cogido a Fem!Avatar. Mi segunda partida apenas comienza como Male!Avatar, pero juro que me voy a casar con Emmeryn (la cual ha sido elegida tras un arduo proceso de selección junto a Kai). Espero que os guste, aunque no se me de muy bien este raiting. Participa en la tabla de retos personales que me cree y que está en la zona de 'Retos Fanfic Retos Personales' de La Web AnimeATO, el foro al que pertenezco desde hace mucho y al cual os invito a pasaros, por si queréis dejar alguna petición.
Disclaimer: Los personajes pertenecen a los creadores del impresionante juego de Fire Emblem: Awakening. Espero vuestro nuevo juego, xoxo 3
Aquella noche era de las peores que habían visto y con diferencia. La lluvia era casi torrencial, los truenos y los relámpagos retumbaban en le cielo, haciendo que las sombras casuales de la noche se volvieran mas terroríficas para aquellos que temían la oscuridad. Emmeryn era una de aquellos y Brontë lo sabía muy bien. Durante dos horas la estrechó contra su pecho para que no temblara y pudiera descansar. Desde que la habían encontrado sin memoria en aquel valle, les había costado dios y ayuda que confiara un poco en ellos, aunque la mayor confianza la tenía para con Brontë. Le había costado mucho más llegar hasta el punto en que juró proteger a su esposa con todo su ser y que ella le recordase levemente incluso. Aún no le había contado sobre Aversa, sobre la extraña relación que mantenía con ella o que él había sido el que había convertido en verdaderas mujeres a todas en el campamento. No estaba preparada para tal cantidad de información, al menos de momento.
Brontë acarició con delicadeza los bucles dorados de Emmy, que yacía acurrucada en su pecho, y pensaba en cuanto había esperado poder tenerla por completo para él y enmendar sus errores para con ella. Aunque no dejaba de pensar si él tendría un hijo o una hija como había ocurrido con todos...tocó la marca del Emblema de Fuego en la frente de la mujer, pensando donde su hijo la tendría o si le pasaría como a Lissa que no la tenía.
Brontë suspiró y con mucho cuidado la colocó en su lado de la cama para que descansara. Se sentó en el borde y tomó algo de aire, mirando el notable bulto que se formaba en sus pantalones de dormir. Ahg...debería hacer algo con esto...quizás si me despejo un poco se me pase. Pensó el estratega levantándose del sitio y yendo a beber un poco de agua.
Tomando dos vasos completos del tirón, Brontë se sintió algo mejor aunque su problema aún seguía ahí abajo. Se estiró con cuidado haciendo crujir sus huesos, haciendo que aquello no le permitiera escuchar como alguien se deslizaba dentro de la tienda. Se acostó de nuevo, dándole la espalda a su esposa para aguantar la tentación de tomarla por las caderas y metérsela mientras dormía.
Cerró los ojos y escuchó una risa muy suave, casi malvada, que reconocía muy bien. También notó como unas finas manos le tocaban y deslizaban la colcha de forma suave para dejarlo descubierto. Pronto la presión contra algo caliente y en cierta forma húmedo le llevó a abrir los ojos y a tomar de la cadera a Aversa, que lo observaba con sus ojos sangre y una sonrisa suave. "Ah...y-yo también me alegro de verte Bron...de hecho te deseaba desde hace días..." el suave gemido de la mujer fue contestado por un gruñido de réplica cuando movió sus caderas, presionando ambas zonas. Brontë la tomó del cabello suelto y estiró hacia atrás para hacerla arquearse y poder el incorporarse y morder su cuello con tal fuerza que dejó sin duda una buena marca. "No la despiertes ¿me oyes? Si lo haces te juro que no podrás andar en días." La amenaza sonaba totalmente seria y Aversa lo sabía. Aun recordaba como la había hecho suya aquella primera vez en la armería.
Brontë se incorporó levemente en la cama para poder liberarse con una mano e introducirse en Aversa sin preguntar, la cual solo llevaba aquel batín negro, acomodándose mejor entre sus piernas tomándola de los muslos con firmeza. La fulminó con la mirada, capturando sus labios con fiereza y comenzando a besarla para acallar sus gemidos cada que se movía de forma corta e intensa, entrando por completo en ella e intentando no mover tanto la cama.
Aversa era todo lo contrario a Emmy. Era salvaje e intensa, le gustaba aquel trato rudo de Brontë pues sabía cuánto se contenía cuando lo hacía con la Venerable. Ella le permitía desfogarse, dejarle marcas por el cuerpo de mordiscos y chupetones, de los dedos debido al potente climax al que llegaban y Brontë tenía que admitir que le encantaba que le arañase la espalda y le mordiese también. Brontë sentía su cabeza en otro lugar, estaba entregado a lo que hacía y se sentía mas cachondo a cada segundo que pasaba con el simple recuerdo fugaz de que Emmy podría despertar en cualquier momento...
...cosa que ocurrió cuando Brontë se dedicaba a succionar uno de los pechos morenos de Aversa y a morderlo. Un brazo timido se coló por un hueco entre el cuerpo de los amantes y Brontë sintió los labios de Emmy bajo la oreja: su punto débil.
"Brontë..." susurró comenzando a dejar un suave camino de besos por su mejilla marcada. Brontë unió sus bocas con suavidad y soltó un brazo de la figura de Aversa para rodear a su esposa contra él, cosa que a la maga no le hizo gracia. Con un movimiento de cadera, Aversa gimió alto en lo que clavaba sus uñas en el brazo de su amante, aquello era como un aviso de que todo continuaba y que un jugador más se había unido. Cosa que pudo verificar cuando escuchó el suave jadeo de Emmeryn salir de sus labios a razón de lo que Brontë le hacía.
Había deslizado una mano por su cadera, levantando el sedoso camisón verde pálido, para introducir su mano en su intimidad, atendiéndola de aquella forma también a ella. ¿Cómo era posible que las tuviera a las dos controladas? Aversa decidió que no le importaba dada su posición en la situación. Solo se dedicó a moverse, dando suaves saltitos para hacer que Brontë gimiera por lo que le hacía, cosa que consiguió a pesar de estar besando a Emmeryn. Ambas mujeres se miraron mientras gemían y jadeaban, llevadas por aquel hombre en cada movimiento, haciendo que Aversa se preguntara si alguna vez Brontë había tenido la experiencia de hacer un trío.
"A-amor..." jadeó la Venerable contra el cuello de Brontë, sin dejar de mirar a Aversa, que comenzaba a sentir como el pelo se le pegaba un poco a la espalda por el sudor. "Dime mi reina..." gruñó en un tono que a ambas les puso la piel de gallina. "Arriba...qui-quiero arriba..."
La risa de Brontë ante aquello retumbó en el pecho de Aversa y un segundo después ya no tenía los ojos castaños de su amado frente a los suyos, si no los verdes de Emmeryn. Los fuertes brazos del hombre abrazaron a ambas y las embestidas comenzaron a ser mucho más placenteras. No solo por el hecho de que Brontë tenía un mejor dominio y más libertad, si no que al estar Emmeryn entre ellos, sus clítoris rozaban y todo abajo estaba más húmedo y cálido de lo normal.
Brontë se deshizo del camisón de la rubia apenas de un tirón, haciendo que los pechos de ambas chocaran y rozaron piel con piel al haberse deshecho también del batín de la otra mujer. Aversa se acercó al oído de Emmeryn con una sonrisa malvada. "¿Quién está en mejor posición, mi reina?" susurró de forma socarrona mientras llevaba sus manos al culo de la rubia y lo tomaba con fuerza para hacer que rozara de forma más intensa contra ella.
El gemido algo furioso de Emmeryn les saco a Brontë y Aversa y un gruñido de placer de forma inexplicable. "Recuerda que es mi marido bruja, si estás ahí es porque yo lo permito...a-aah..." Emmeryn se acercó al oído de Aversa y empezó a morderle allí, bajando y dejando un camino de fuertes mordiscos mientras se abrazaba a su cuello.
Brontë sintió como la Maga Oscura comenzaba a estar más caliente y apretada de la cuenta y como él mismo se sentía estallar en cualquier momento. Sabía que Emmeryn tampoco le faltaba demasiado pues una de sus manos había bajado y apretaba su antebrazo con tal fuerza que le clavaba las uñas.
Su movimiento final tomó por sorpresa a ambas mujeres, que abrieron los ojos impresionadas mientras se aferraban la una a la otra. Las uñas de Emmeryn se clavaron en la espalda morena de Aversa; las uñas de Aversa en los palidos muslos de Emmy. Ambas gimieron al mismo tiempo que Brontë gruñía de forma lastimera, saliendo de Aversa para quedar entre ambas y sentir como todo venía demasiado fuerte para él.
Sintió su tripa y sus muslos mojados por los fluidos de ambas y sintió caer unas gotitas de lo que supuso que era su semen por su miembro. Éste había quedado repartido por ambas, que jadeaban cansadas por la intensidad de sus propios orgasmos, apoyando la cabeza en el hombro de la otra.
Se sentían desfallecer de forma extraña. Brontë tomó algo de aire e hizo que ambas cayeran a un lado de la cama, jadeantes y sudadas, pero manteniendo un suave abrazo en lo que sus pechos se acompasaban al ir estabilizando sus respiraciones. Se limpió un poco con sus pantalones ya sucios y se los quitó. "Veamos...¿podrían hacerme un pequeño hueco en la cama estas hermosas damas?" susurró mientras las miraba desde arriba. Debía admitir que verlas desnudas de aquella forma era lo más hermoso que había visto en mucho tiempo. Aversa era varios centímetros más alta que Emmy y Emmy algo más ancha de caderas que Aversa y eso las hacía quedar en buena conjunción.
Ambas le miraron cansadas, viendo como se había echado por los hombros la colcha. Antes de que se dieran cuenta, estaban arropadas no solo por el gran cuerpo de Brontë, si no por la manta. Él las había recogido bien de forma protectora y primero le dio un suave beso a su esposa en los labios y después en la frente, haciendo que Aversa escondiera el rostro en su hombro para no verlo.
Le dolía no haber sido la elegida por él. Le dolía no llevar el anillo que Emmy llevaba.
Con los ojos cerrados, al borde del sueño y las lágrimas, le escuchaba murmurar cosas que no entendía. Pero de un momento a otro sintió como una mano fresca y femenina tomaba la suya ardiente, apretándola un poco. Al abrir los ojos se encontró al matrimonio mirándola y sintió como una lágrima resbalaba de su ojo. Emmy acercó su cabeza y besó la lágrima rebelde y todas las que se escaparon; Brontë la beso profundamente pero lo que encontró fue algo dulce y lleno de amor. "Aversa, eres parte de esto, no creas que juego contigo...A Emmy le costará acostumbrarse pero sé que los tres podremos con esto. No llores cielo...Os amo a ambas, amo todo de vosotras..." la voz de Brontë fue un bálsamo que cubrió el pecho tatuado de Aversa.
Y sin darse apenas cuenta los tres cayeron dormidos plácidamente tras unas cuantas lágrimas más de parte de la maga. Horas después, Brontë las observaba dormir desde su escritorio, donde repasaba uno de sus manuales de estrategia y magia.
Si...quién dijera que no tenía a las mujeres más bellas y buenas del mundo es que era un pobre iluso.
¿Alguna opinión al respecto?
