Lo que Gumball calla.
Y en el arco de tu espalda, se extendió mi flecha insinuante, y mis manos se hicieron a los mechones obscuros de tu cabello. Perverso me sentí al saborear la sal de tus hombros, y tus manos crispadas en las sábanas, se veían blancas como fantasmas. Mi pecho tenía un sol que bajaba por mis entrañas, y me hacía hervir; se concentró ese sol, y me dilató tanto que se disparó la flecha, y una lluvia te bañó por dentro, y mi voz ronca te dijo dos palabras que eran una como nuestros cuerpos en ese instante, te dije "te quiero", y lo repetí por si no habías escuchado, en tu oído y pude sentir como mi corazón volvía a latía como inflamándose.
Giraste el rostro y me miraste con los ojos aún hambrientos, pero yo no te tuve miedo, porque sabía que tú eras mío, y que todos tus movimientos estaban calculados. Tu cuerpo se giró para que tu boca me encarara, y no resistí besarte, más mi cuerpo se rindió y no pude soportar más mi peso sobre mis brazos. Quedé agotado sobre ti, y tú soltaste una risa suave; en dos segundos estaba descansando debajo de tu cuerpo.
Tu boca no paraba de besarme, tus manos frías comenzaron de nuevo a tentarme, me sentí crecer contra tu vientre y se me cerraron los ojos. "Tan rápido" reíste… y yo no quise mirar, porque sabía exactamente como era tu sonrisa, y como tu mano estaba a punto de tomarme en su agarre firme, y yo estaría indefenso.
Lo siguiente fue tu boca, y fue sentir hasta el fondo tu garganta, y ese sonido de arcadas… y tu saliva mojándome, y tus manos marcando el ritmo; mi cadera elevándose, mi respiración extenuante, y de pronto se me vinieron los gemidos roncos, y abrí los ojos, y bajé la mirada, y te vi como siempre, mirándome, mirándome mirarte…
Y mis manos se enredaron de nuevo en tu cabello, y te halé de ahí contra mi ser, y pensé todas esas cosas que nunca te digo por vergüenza en voz alta, pero que tú sabes bien. Pensé que te veías tan bien complaciéndome, en que si cada día pudiéramos estar así, no me cansaría de tu boca y tus labios envolventes, pensé que tu trabajo era ese, y el mío llenarte la boca de mí, y embestir contra tu garganta. Y sabía que no te apartarías, ni que te quejarías, pero si lo hicieras… no te haría caso.
Entonces todo el ritmo falla y me brinco un latido, y tú tomas una bocanada de aire, y me pongo furioso, y cuando menos espero, te subo a mi boca y te coloco debajo de mí, y comienzo a cogerte con desesperación, y mis brazos están en tu cadera, y tus manos sostienen la parte de atrás de tus rodillas, y pareces sorprendido, pero tu piel se ve casi rosa, ahí en tus mejillas. Y entonces tu acabas... y lo haces sobre ti, y decido hacer lo mismo, y salgo de tu interior y acabo de una vez en tu torso. Sonríes de nuevo, y yo cierro los ojos, sonriendo también.
