Sonríele a la muerte, Draco... acaba de brindarte amor
Draco sabe qué diría Blaise Zabini en esos momentos:
- Sonríele a la muerte, Draco... acaba de brindarte amor.
Draco sonrió. Si, eso diría. Blaise había sido el único amigo que el rubio había tenido. Y la muerte se lo había llevado, pero también le había brindado a él la libertad que nunca había logrado tener.
Blaise se había sacrificado por él. Había tomado su lugar, muy a pesar de sus quejas, el maldito moreno Slytherin había tenido la osadía de hacerlo desmayar y suplantarlo en sus misiones. Y aunque Draco aún no podía terminar de perdonarlo por ello, también sentía la enorme necesidad de agradecérselo con toda su alma.
Apuesto a que el moreno sabía lo que Draco sentía, desde siempre. Y lo había ayudado a descubrirlo. Aunque debía admitirlo, eligió la manera más cruel.
Ahora sólo le tocaba arriesgarse por la tercer persona más importante que él consideraba digna de su compañía. Claro, después de su madre, en primer lugar; y de su mejor amigo, Blaise, en el segundo puesto.
Draco les debía mucho a ambos, pero a Harry Potter le debía la vida. Sino fuera por la curiosidad innata que caracterizaba al Gryffindor, nunca podría haber permanecido con él más de unos minutos. Pero ahora podía decir con orgullo, que bajo la forma animal de un águila, la forma de su propia mascota que siempre solía llevarle la correspondencia, pudo y aún podía disfrutar de días placenteros, noches en exquisita vela y tardes tranquilas en la habitación de Harry, en el numero 4 de Privet Drive.
Pero Draco sabía que la felicidad no duraría por siempre.
Harry corría el mismo peligro que él había corrido cuando se suponía estaba aún "vivo".
Y le tocaba a él protegerlo. A como dé lugar.
