Twilight y sus personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es mía.
Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite fanfiction)
Capítulo 1: What a day.
Tomé una enorme bocanada de aire y caminé hasta la sala, en la que mi hermano, Alex, veía la televisión con expresión aburrida. Al verme parada junto a él, puso los ojos en blanco. Yo sabía que él había dado el tema por terminado, pero yo no me daría por vencida hasta obtener lo que quería.
—No —negó antes de que yo abriera la boca—. Ahora vete, quiero ver la televisión.
—Oh, vamos. —Hice un puchero y puse la que yo creía era mi mejor cara de ángel—. ¿Por favor?
Llevaba tres malditos días intentando convencerlo para que me llevara a una estúpida fiesta de disfraces en casa de los Denali.
—Ya dije que no. —Cambió el canal antes de hablar nuevamente—. Eres muy pequeña para ese tipo de fiestas.
—¿De qué estás hablando? Ya casi tengo diecisiete —solté viéndolo molesta—. Además a mi edad tú ni siquiera te molestabas en avisar si ibas a salir.
—Eran otros tiempos. —Se encogió de hombros, relajado.
Bufé, viéndolo con los ojos entrecerrados.
—Son solo cuatro años de diferencia, Alex, no décadas. —Le arrojé un cojín a la cara.
—Siempre tan agresiva —se burló cuando lo interceptó en el aire—. Deberías relajarte, o van a salirte arrugas antes de tiempo —bromeó.
—Jódete, imb… —Cuando iba a terminar de insultarlo alguien llamó a la puerta, me quedé viendo a mi hermano con una ceja alzada, esperando a que fuera a atender.
—Rápido, rubia —se atrevió a ordenarme—, ve a ver quién es.
—Ve tú —repliqué indignada—, no tienes el sofá pegado al trasero.
Escuché a alguien aclararse la garganta y me volteé, olvidando mi discusión con Alex por completo. Ahí parado con expresión divertida, estaba Jackson, el tercero de mis hermanos y el más divertido.
—Qué bien se siente estar en casa —dijo suspirando con dramatismo—. ¿Me extrañaron mucho? —Alex puso los ojos y regresó a su programa, cuando Jackson fijó la vista en mí, le sonreí—. ¿Qué hay de ti, peque, me extrañaste?
Bufé ante la mención del estúpido apodo.
—No me digas así —le reclamé—, sabes que lo odio.
Él solo sonrió divertido y me desordenó el cabello, idiota.
—¿Y dónde están los demás? —preguntó Jack acomodándose en el sofá junto a Alex—. Esperaba un recibimiento más caluroso.
—Están trabajando —respondí viéndolo con una ceja alzada—. Nadie sabía que llegabas hoy.
—¿En serio? —preguntó visiblemente sorprendido—. Que extraño.
—Papá ha estado muy ocupado últimamente —hice una mueca—, tal vez lo olvidó.
—Bueno —se encogió de hombros—, supongo que tendré que esperar para mi bienvenida calurosa. —Yo lo abracé divertida, en realidad sí lo había extrañado.
Jackson era el divertido de la familia, siempre estaba haciéndonos reír con sus chistes ridículos y comentarios sin sentido. Era difícil no echarle de menos cuando estaba fuera, estudiando en la Universidad de Seattle.
Mientras pensaba en ello desvié mi mirada hacia mi otro hermano, quien no había dejado de ver la televisión en ningún momento. Suspiré, se suponía que el idiota de Alex asistía a la misma universidad que Jackson, pero claro, era demasiado holgazán para mover su trasero hasta allá.
Alex era un dolor en el culo para mí y el mayor de los dolores de cabezas para papá. Todos los días traía un nuevo problema a casa, de los cuales muchos tenían nombre y apellido, mi padre había tenido que hacer uso de todos sus recursos y conocimientos como abogado para sacarlo de sus embrollos. Era por eso que cuando tuvo que escoger una carrera no lo dudó ni un instante y siguió los pasos de nuestro padre y de Ethan, mi otro hermano mayor.
Jackson cursaba su cuarto año de ingeniería civil, o más bien dicho el sexto, ya que los primeros dos años reprobó todos los ramos porque se dedicó a "explorar la vida universitaria" o al menos esa fue la excusa que le dio a papá.
—Me muero de hambre —reclamó Jackson sacándome de mis pensamientos—. Rosie, prepara algo de comer.
—Sí, buena idea —se unió Alex—. A mi tráeme unos nachos, y una soda —agregó sin desviar la vista del televisor, yo los observé indignada.
Ninguno de los dos se inmutó al verme parada con los brazos cruzados fulminándolos con la mirada.
—¿Creen que soy su sirvienta? —solté indignada—. Si quieren comer, preparen su comida solos —espeté furiosa, antes de largarme a mi habitación.
Mientras subía las escaleras los escuché carcajearse, idiotas. Frustrada, cerré la puerta con un portazo y encendí mi computadora, Cry de Aerosmith comenzó a tocar y me relajé, olvidándome de mis tontos hermanos.
Al cabo de un rato escuché ruido en mi ventana y, sin sorprenderme, caminé pesado hasta ella y la abrí sabiendo que Jacob, mi mejor amigo, estaría ahí afuera esperando.
—Hello, Barbie —saludó desordenándome el cabello, yo puse los ojos ante el ridículo apodo.
—Hola, chimpancé —respondí con una sonrisa burlona—. ¿Sabes que tenemos escaleras, no? Son muy fáciles de usar.
Jacob tenía la mala costumbre de treparse en el árbol que llegaba a mi ventana, lo que era bastante útil cuando estaba castigada.
—Muy graciosa, bien sabes que prefiero las cosas difíciles. —Sonrió con socarronería.
—¿Qué haces aquí? —solté, aunque en realidad no importaba, Jake pasaba más tiempo en mi casa que en la suya.
—Vine porque tengo algo que contarte. —Fruncí el ceño al ver que se quedó callado, solo para dejarme curiosa.
—Ya dilo si no quieres que te corra a patadas —mascullé impaciente. No estaba de ánimo para rodeos y mi amigo lo notó, por lo que fue directo al grano.
—Alguien compró la casa del bosque. —Abrí los ojos sorprendida al escucharlo decir esto.
—Por favor, dime que no han sido los Mallory —rogué, conociendo a Lauren y su mal gusto, no me extrañaría que fuese capaz de pintar la hermosa casa colonial de un rosa chillón y de paso plantarle uno de esos flamencos idiotas que tiene adornando el patio de su casa.
—No fueron los Mallory —negó, viéndome con un aire misterioso—. En realidad, no son de aquí.
—¿Cómo dices? —pregunté sorprendida. ¿Quién, en su sano juicio, se mudaría a un pueblucho aburrido como Forks?—. ¿Estás seguro?
—Claro que sí —asintió enérgicamente—. Hace un rato me he encontrado con la chica nueva en el mercado —dijo mientras sonreía como bobo, yo lo miré extrañada.
—¿Chica? ¿Qué chica? —cuestioné aún sin convencerme del todo. ¿Una nueva familia en Forks? Eso sí que era un acontecimiento.
—Se llama Bella y tiene diecisiete. —Yo lo miré con el ceño fruncido, algo me decía que a mi amigo le gustaba la chica nueva.
—¿Es guapa? —solté sonriendo con picardía. Mi amigo asintió sonrojándose—. ¿Y al menos es simpática? —No iba a dejar que mi mejor amigo se enamorara de una perra.
—Es muy tímida, y buena onda. —Sonrió como recordando algo—. Igual de torpe que tú.
Le enseñé el dedo del medio y él se largó a reír. Bufé frustrada, por más que le repitiera que en realidad yo no era torpe y que todo lo que me pasaba se debía a mi mala suerte y a que estuviera en los lugares equivocados en momentos equivocados, Jacob seguía diciendo que yo había nacido con dos pies izquierdos.
—¡Rosie, vamos a pedir pizza! —El grito de Jackson desde el piso de abajo interrumpió mis pensamientos—. ¿Vas a querer? —Antes de que yo pudiese responder, Jake se adelantó.
—¡SÍ QUEREMOS, y por favor sin pepperoni! —Se quedó pensativo unos segundos antes de agregar—: Y pide alitas de pollo.
Mis hermanos estaban tan acostumbrados como yo a Jacob y a que estuviera aquí siempre. Jake era un hermano más.
Cuando la pizza llegó, bajamos a comer de inmediato, sabía muy bien que el par de trogloditas que tenía por hermanos se la comerían si nos tardábamos demasiado.
Nos acomodamos los cuatro en el sofá para comer viendo la televisión, estaban pasando un programa de coches de carreras.
Mi padre dedicaba gran parte de su tiempo libre a arreglar carros, y gracias a eso todos en la familia compartíamos amor por los coches.
—Oh mierda, ¿qué hora es? —Alex saltó cuando el programa de coches hubo terminado. Aún tenía la boca llena de comida.
—Las nueve —respondió Jack arrojándole una servilleta sucia a la cara—. ¿Por qué tan preocupado por la hora?
—Tengo una "cita" con Kathy Moore. —Sonrió dejando ver toda la comida que tenía en la boca y levantando las cejas de forma sugestiva.
—¡Asco! —Hice una mueca y no precisamente por la comida en la boca de mi hermano.
—¿Kathy? ¿La de los senos saltantes? ¿O Kathy la del trasero? —cuestionó Jackson interesado.
—La de los senos —soltó Alex guiñándole un ojo—. No se molesten en esperarme despiertos —dijo poniéndose de pie y chocando los cinco con mi otro hermano, Jake los observaba con admiración, como si mis hermanos fuesen dioses o algo así, hombres.
—Son unos idiotas —murmuré mientras los veía subir las escaleras juntos, hablando de sus conquistas.
—A mí me parece genial, pueden tener a la chica que se les antoje —habló Jacob con respeto y admiración.
Lo vi con expresión molesta, las chicas con las que mis hermanos solían salir eran detestables. Zorras con letras mayúsculas, puaj.
—A mí me parece asqueroso. —Hice una mueca, Jake solo puso los ojos—. En pocos años estarán llenos de enfermedades. —Suspiré exageradamente—. Y yo tendré que cuidarlos —dramaticé.
—¿De quién vas a tener que cuidar, Rosie? —escuché la voz de mi padre a mis espaldas.
—De tus hijos, claro. —Mi padre se echó a reír mientras saludaba a Jake—. Aún queda algo de pizza en el horno, ve antes de que Alex lo recuerde, come como una bestia.
—Gracias, cariño —dijo besando mi frente y caminando hasta la cocina.
—Será mejor que me vaya, ya es tarde y tengo que ayudar a Billy con la leña —se despidió Jake y caminó inseguro hasta la puerta—. Nos vemos mañana.
...
La alarma de mi celular sonó y yo caí de la cama, como todas las mañanas. Finalmente era viernes, el día de la fiesta de disfraces de Tanya, por primera vez en mucho tiempo me habían invitado a una fiesta, bueno técnicamente todo el instituto había sido invitado, pero aun así yo no perdería la oportunidad de ir por nada del mundo.
Me vestí rápido, colocándome lo primero que encontré en el armario, y mis tenis preferidos. Tomé un desayuno rápido y amarré mi cabello en una coleta. Sin preocuparme en mirarme al espejo, salí de casa y caminé hasta la de Jake. Como todos los días nos fuimos juntos al instituto, y como todos los días llegamos tarde.
—Supongo que tenemos que ir por el maldito papel —recordó Jacob cuando cruzábamos la puerta.
—Sí, no creo que la señora Pope se ponga muy feliz al vernos. —Siempre que llegábamos tarde, lo que pasaba muy a menudo, la señora Pope, que estaba encargada de ver quién llegaba tarde, suspiraba, bufaba, nos mataba con la mirada y suspiraba otra vez.
—Bromeas, somos nosotros quienes alegramos sus mañanas —rio, y yo lo seguí.
—¿Qué es tan divertido? —Jessica Stanley nos examinaba de pies a cabeza, como si fuésemos bichos raros. Algo que hacía siempre con las personas que no eran de su agrado.
—Tu cara —respondí aburrida. Jessica y sus amigas me molestaban desde que éramos bebés, ella no me intimidaba.
—Ros… —Antes de que pudiese responderme, la señora Pope apareció en la pequeña sala.
—Señorita Stanley, ¿necesita algo? —arrastró las palabras aburrida, esta mujer necesitaba algo de diversión en su vida.
—Sí, vengo a hablar con el director. —Sonrió con falsedad, víbora.
La mujer asintió y le señaló la silla para que tomase asiento.
—Hale y Black… —suspiró, bufó, nos observó con odio y volvió a suspirar. Escribió nuestros nombres y el horario en su libro y luego nos dio los malditos papeles que nos permitían entrar en la clase.
—¿Qué clase tenemos ahora? —pregunté ofreciéndole a Jacob una goma de mascar.
—Creo que biología. —Yo asentí y caminamos en silencio hasta el aula.
—Hale, Black, qué honor tenerlos con nosotros —ironizó el señor Banner, y gran parte de la clase se largó a reír—. Tomen asiento.
Jacob tomó el primer lugar que encontró, junto a Angela Weber, lo fulminé con la mirada, Angela me caía bien no era como las otras perras del instituto. Suspiré y caminé pesadamente al próximo lugar que se encontraba vacío, al fondo del salón. Ahí, escondiéndose tras un enorme libro de biología, estaba una chica a la que nunca había visto.
Al recordar dónde estaba y que probablemente me veía como una loca acosadora, me senté rápidamente haciendo que las cosas de la extraña cayeran al suelo y se esparcieran por todas partes. «Bien hecho, Rose», me regañé al ver que la chica parecía querer que la tragara la tierra, y que todos se nos habían quedado mirando con sonrisas burlonas. Idiotas.
—Lo siento —dije apenada, mientras reunía las cosas que había tirado y se las entregaba.
—Está bien, yo estaba distraída —murmuró bajito, mientras escondía el rostro con su cabello color chocolate.
—¿Quién eres? —solté impulsivamente. Ella pareció sorprendida—. Nunca te había visto aquí —expliqué, cuando vi que ella me observaba con el ceño fruncido.
—Isabella, pero todos me llaman Bella. —Sonrió rápidamente para luego volver su atención a la clase.
Bella, esta era la chica de la que Jacob me había estado hablando, la misma que lo tenía sonriendo como un bobo en nuestra dirección. Examiné a la chica de reojo, hasta el momento parecía simpática, algo tímida, pero eso era solo la primera impresión, para estar segura debía ponerla a prueba.
—Rosalie —dije de forma efusiva, tendiéndole la mano, lo que hizo que me ganara una mirada venenosa del señor Banner.
Ella asintió y sin decir ninguna palabra, volvió a concentrarse en la clase. Hice una mueca, esa no era la reacción que estaba buscando. Al terminar la clase decidí darle una oportunidad de redimirse cuando la invitara a almorzar con nosotros, pero prácticamente corrió hacia la puerta dejándome con la palabra en la boca.
—Rosalie, ¿podrías venir un minuto? —llamó el señor Banner cuando estaba saliendo del salón. Le hice señas a Jacob para que me esperara en la puerta.
—¿Qué hay, profe? —Sonreí con dulzura, intentando amenizar la tensión del hombre, él solo me observó con el ceño fruncido.
—Es acerca de tus calificaciones y tu comportamiento. —Mi sonrisa se borró por completo.
Está bien, lo admito no soy precisamente una alumna estrella, ni mucho menos una santa. Soy más bien Bart Simpson en versión femenina. Bueno, eso es lo que siempre dice Ethan.
—¿Qué hay con ellas? —murmuré. Jake, que estaba escuchando todo, ponía los ojos al otro lado de la puerta.
—Tus calificaciones están bajísimas, si no las mejoras, me temo que tendré que reprobarte. —Me vio serio. Auch, era el mismo sermón del año pasado, genial, iba a perder todo mi intervalo—. Y tu comportamiento durante las clases deja mucho que desear. —Sí, exactamente el mismo sermón—. No quiero volver a verte conversando durante mis clases, ni arrojándole objetos a tus compañeros, ni haciendo cualquier cosa que pueda distraer a los demás. ¿Me has entendido?
—Sí, señor Banner —respondí poniendo los ojos. Solo le había arrojado mi lapicera a Jake, una vez, y él lo hacía parecer como si fuese cosa de todos los días.
—A partir de ahora te sentarás aquí adelante —señaló la mesa junto a la del raro de la clase. Gemí—. Y te asignaré un tutor.
—¿Qué? —exclamé, pero antes de que pudiese responderme salió de la sala.
—¿Y bien? ¿Te han asignado el lugar junto al raro Francis? —cuestionó Jacob riéndose, mientras yo me reunía con él en el pasillo.
—Y no solo eso, ahora tendré que soportar a un maldito nerd dándome clases de biología —murmuré, pateando una lata de soda que había en el pasillo.
—Eso es nuevo —comentó Jake para luego lanzar una carcajada al aire—. Al menos ahora no te sugirió que le pidieras ayuda a Alex.
—No me lo recuerdes —lloriqueé, recordando cuando Banner me habló del más despreciable de mis hermanos.
—Créeme, no dejaré que lo olvides. —Íbamos caminando hasta el patio de la escuela, cuando vi que Bella conversaba animadamente con Alice Cullen.
—Demonios —dramaticé—, hemos perdido a la nueva —comenté. Jacob vio hacia la misma dirección que yo.
—Alice me cae bien, no es tan vacía como las demás. —Mi mejor amigo defendió a su antiguo amor platónico.
—Oh, sí, me deslumbra con su inteligencia. —Lancé una risotada sarcástica—. Recuerda que fue su hermano el que me llamó lesbiana, ahora toda la escuela cree que lo soy —recordé rodando los ojos.
—Fue Edward quien lo dijo, no Alice —continuó Jacob.
—Pero ella no lo negó, lo que la hace tan culpable como su odioso gemelo —dije sentándome en un escalón de los que daban al patio.
—Al menos Cullen se disculpó —me recordó Jake. Yo lo vi molesta.
—Solo lo hizo porque Jackson y Alex lo amenazaron. —Sonreí al revivir la escena en mi mente.
Desde que éramos pequeños, Edward Cullen siempre se había encargado de hacerme la vida imposible. Cuando estábamos en preescolar Cullen robó al señor bigotes, mi conejo de peluche, y nunca lo devolvió; el primer día de primaria les dijo a todos los niños que yo tenía la peste y que si me tocaban se les caerían los brazos; y así me jugó millones de bromas pesadas. Pero lo peor fue cuando entramos en el instituto, Edward se estaba formando su fama de mujeriego irresistible, por lo que cuando lo mandé a la mierda frente a todos en la clase de química decidió esparcir un ridículo rumor y decirles a todos que la razón por la que lo había rechazado era porque me gustaban las mujeres. Y obviamente, todos le creyeron.
Alice se había ganado mi odio por el simple hecho de que salía con mi amor platónico, Jasper Whitlock, no que la chica no fuera un dolor en el culo. Alice Cullen era la perfección en persona, o al menos eso es lo que quería que todos creyeran. Suspiré, Jasper era demasiado bueno para ella. Él me había defendido de algunos comentarios mal intencionados sin siquiera conocerme, yo lo veía como a un superhéroe. Hasta que apareció Alice, claro.
—Le va a llenar la cabeza de estupideces a la pobre de Bella —hablé—. Te apuesto el dinero del almuerzo, a que de aquí a dos semanas, la nueva se va a apuntar al bando de hienas.
—Hecho —aceptó mi amigo, escupiéndose la mano y ofreciéndomela, yo hice lo mismo—. Pero debo decirte, que no me parece que Bella sea del tipo al que le gusta bailar agitando sus brazos y dándole ánimos al equipo de fútbol.
—Bromeas, no hay chica que no quiera entrar al equipo de animadoras —chillé imitando la voz de Lauren Mallory. Jake rio y yo lo seguí.
Al poco rato tocó la campana para regresar a clases, Jacob y yo caminamos animadamente hasta el gimnasio, preparados para nuestra clase de educación física. La única en la que yo era realmente buena.
Nos separaron entre hombres y mujeres, los chicos jugarían soccer afuera y nosotras tendríamos danza. A los niños siempre les toca lo más divertido. Todas mis compañeras de clase parecían animadas con la idea de practicar un baile. Alice y Tanya guiarían la coreografía y nosotras tendríamos que imitarlas. Simplemente genial. Definitivamente este no era mi día.
Alice conectó el radio y colocó el CD, con la ridícula canción que bailaríamos. Mientras Tanya les enseñaba lo que parecía ser un paso sacado de un club de striptease, conseguí fugarme por la puerta trasera. Afuera hacía frío, y yo solo llevaba mi equipo de educación física, calzas cortas y ajustadas y un top que me quedaba algo pequeño.
—¡Oye, Blondie! —escuché a Edward Cullen gritar mi nombre. Yo lo ignoré y continué caminando—. ¿A dónde vas? —preguntó, mientras intentaba alcanzarme.
—¿Qué te importa? —escupí mirándolo con odio, él sonrió con burla.
—Eh, en realidad no me importa. —Se encogió de hombros—. Veo que acabas de salirte de clase —añadió examinando mi ropa.
—Vaya, sí que eres observador, Cullen —solté con sarcasmo.
—¿Nadie te ha visto salir? —Ignoró mi comentario para luego hacer una pregunta idiota, lo vi con mi mejor cara de ERES-UN-IDIOTA.
—Si me hubiesen visto, no estaría aquí fuera desperdiciando mi tiempo contigo —pronuncié todo lentamente, para que el muy idiota comprendiera lo que trataba de decirle.
—Claro —asintió como atontado, fruncí el ceño al verlo actuar tan extraño—. Ayúdame a entrar —ordenó tomándome el brazo y arrastrándome hasta el gimnasio.
—¿Estás de broma? —solté confundida, el muy idiota me había tomado por sorpresa—. ¿Por qué te ayudaría yo a entrar?
—Porque quiero ver a las chicas sudadas —habló con deseo, yo lo miré asqueada.
—¿Y qué demonios gano yo con eso? —Sacudí mi brazo intentando soltarme de su agarre. Pero el tipo era fuerte.
—Te propongo un trato, tú me ayudas a entrar —propuso, yo lo observé curiosa—, y yo le diré a todos que te acostaste conmigo, y así nadie creerá que eres lesbiana —terminó de hablar mientras sonreía como un idiota, dejándome con los ojos muy abiertos y cara de estúpida.
—Muy gracioso, Cullen —lo fulminé con la mirada—, pero prefiero que crean que pateo para el otro lado a que piensen que he contraído una de tus enfermedades. —Con eso me solté de su agarre, dándole una patada en la entrepierna. Lo dejé retorciéndose de dolor y caminé hasta casa con una enorme sonrisa en el rostro. Mi día estaba mejorando.
Aún era temprano y como se suponía que yo aún estaba en la escuela, el que no hubiese nadie en casa era un punto a mi favor. Me senté en el gran sofá de la sala y encendí la televisión, estaban pasando una de esas comedias románticas con final feliz. Yo bufé mientras la chica lloraba desconsoladamente porque se había dado cuenta que estaba enamorada de una mentira, decidí escribirle un mensaje a Jake y avisarle que me había regresado a casa.
Tomé mi celular rosa, el que había sido un regalo de mi padre, y le escribí a mi amigo:
"Me regresé a casa, la clase estaba ridícula… Y tuve una interesante discusión con el idiota de Cullen :D". —Escribí y lo envié inmediatamente, a los cinco segundos Jake respondió.
"Entonces, ¡es gracias a ti que Edward se ha paseado por el instituto con una bolsa de hielo en sus partes nobles… AUCH! Nos vemos luego, pasaré a tu casa antes de la fiesta, tenemos que pensar en nuestros disfraces". —Yo reí al imaginar la escena.
No sé a qué hora me quedé dormida en el sofá, pero cuando desperté Alex ya estaba en casa.
—Oh, pensé que habías muerto. —Fingió decepción al verme parada en la puerta de la cocina. Yo lo ignoré y caminé hasta la nevera.
—Papá ha dicho que no vendrá a almorzar, por lo que seremos solo tú y yo. Propongo que pidamos una pizza. —Tomó su teléfono celular de última generación, que por supuesto no era rosa, y comenzó a marcar.
—¿Pizza? ¿Otra vez? —Solté un bufido ya aburrida de nuestra comida habitual.
—¿Y qué más se te ocurre? —Dejó de marcar para verme con el ceño fruncido.
—Cualquier cosa menos eso. —Fui hasta el congelador y lo examiné esperando encontrar algún tesoro—. ¡Raviolis! —exclamé sintiéndome como si en realidad hubiese encontrado oro—. Aquí dice que solo debemos hervir agua —leí, creyendo que sería la cosa más fácil del mundo.
—Entonces, si es tan fácil, hazlo —masculló volviendo a marcar el número de la pizzería—. Tú puedes comer eso —señaló con su dedo índice los raviolis que tenía en mi mano—, yo comeré mi pizza.
La pizza tardaría treinta minutos en llegar, por lo que mi comida debía estar lista antes de que eso pasara, así mi querido hermano se arrepentiría de desafiarme. Lo que yo no esperaba era que los ravioles quedaran más tiempo del que deberían en el agua hirviendo. Cuando la pizza de mi hermano llegó, yo estaba intentando despegar la masa de la olla en la que los había puesto a cocinar.
Maldije a Alex y su pizza, a los putos raviolis pegados en el fondo de la olla y sobre todo maldije a Josh, el mayor de mis hermanos y su aventura con la mujer que nos ayudaba en casa, desde que ella nos dejó, vivíamos de comida rápida y alimentos congelados. El microondas era nuestro mejor amigo.
—Vaya, eso se ve apetitoso —se burló Alex viendo la masa quemada y deforme en mi plato.
—No debemos juzgar a un libro por su portada —dije orgullosa, sentándome a la mesa. Mi hermano me observaba animándome a probar mi comida. Tomé el tenedor y lo llevé a mi boca. No estaban tan mal, tal vez algo blandos y sin sabor, pero podía comerlos… sin vomitar.
—¿Y bien? —Mi hermano tenía una sonrisa exageradamente grande—. ¿Qué tal está?
—Delicioso, un manjar de dioses —mentí, fingiendo que me saboreaba con cada bocado.
—Sí, eso parece —concluyó con una risotada.
Luego de terminar mi almuerzo, tuve que lavar todo lo que había ensuciado. Definitivamente cocinar no había sido una buena idea. Luego de lavar, secar y guardar todo, pude subir a mi cuarto.
—¿¡Qué demonios! —grité asustada al ver a Jake sentado en mi cama disfrazado de lo que parecía ser un zombi—. ¿Quieres matarme? —lo regañé, tomando una bola de billar que reposaba en una repisa de mi cuarto y arrojándosela.
—¡Oh, vamos! Tu expresión fue graciosísima —dijo entre carcajadas—. Desearía haber tenido una cámara.
—¿Para que yo te deformara la cara con ella? —murmuré molesta.
—No sabía que te asustaban los zombis —comentó al cabo de un rato.
—No me asustan los zombis —respondí conteniendo un grito de rabia—, lo que me asustó fue encontrar a un loco vestido de zombi en mi cuarto.
—Como digas. —La sonrisa de idiota no desaparecía de su rostro.
—¿Planeas ir vestido así a la fiesta? —Me acerqué para examinar el ridículo maquillaje de zombi de Jake.
—No. —Se quitó la chaqueta rasgada que llevaba—. Tengo una idea mucho más original.
—¿Ah, sí? —Alcé una ceja viéndolo aburrida—. ¿Qué es? Espero que no tenga nada que ver con vampiros extraterrestres, esa idea ya está algo pasada de moda —comenté, recordando el disfraz que mi amigo me había hecho usar cuatro años atrás, cuando aún pedíamos golosinas en las noches de Halloween.
—Vamos, debes admitir que todo el mundo envidiaba nuestros disfraces. —Sonrió orgulloso de su penosa creación.
—Claro. —Puse los ojos, él frunció el ceño.
—Como sea, ahora tengo una idea mucho mejor. —Levantó las cejas.
—Ya, escúpelo —animé, curiosa.
—Tú serás una conejita de playboy y yo seré el viejo ese —soltó rápidamente, dejándome con la boca abierta.
—Muy buen chiste, Jake. —Me largué a reír.
—No te rías, es en serio. —Hizo un puchero—. Lo vi en una película.
—Ni en broma, no voy a vestirme como una puta —exclamé, escuché que a Alex se le caía alguna cosa en el primer piso.
—Sabía que no estarías de acuerdo —suspiró con pesar—. Entonces traje lo primero que encontré en la tienda.
—¿Qué? —pregunté recelosa, viéndolo con los ojos entrecerrados. Mi mejor amigo sacó de su enorme mochila lo que parecía una cortina de un rosa chillón—. ¿Es en serio, Jake? —mascullé furiosa—. Parece que Lauren le vomitó encima.
—Calma —pidió retrocediendo—. Era el único que había...
—Me pregunto por qué —lo corté.
—Oh vamos, es solo un disfraz —argumentó.
—Voy a verme ridícula —exclamé—. No usaré eso ni aunque me paguen.
—Yo voy de Shrek —comentó, tampoco parecía muy convencido con la idea de vestirse de ogro verde.
—Ni en broma, no seremos Cenicienta y Shrek —suspiré—. Es mi turno de escoger. —Lo arrastré hasta el sótano.
—¿Qué hacemos aquí? —Jake observaba alrededor algo temeroso, cuando éramos pequeños creíamos que mi sótano estaba embrujado y la verdad aún me parecía un poco tétrico.
—Estoy buscando algo —hablé concentrada en la caja que decía "cosas de Jackson", había de todo ahí dentro: revistas, para nada inocentes; viejos CD; pósteres de chicas en bikini; una bola de fútbol autografiada; un viejo trofeo y por último una desgastada prenda de ropa. La tomé cuidadosamente y la examiné, estaba en perfecto estado, para tener más de diez años.
—¿Qué es eso? —preguntó Jake extrañado.
—Es el disfraz de los caza fantasmas —respondí saltando de alegría—. Ahora busca la caja de Alex, ahí debe estar el otro.
Poco tiempo después, Jake y yo estábamos listos, vestidos de caza fantasmas, él usaba el viejo disfraz de Jackson y yo el de Alex, el cual me quedaba algo grande, pero aun así era mucho mejor que el vestido de princesa que Jake había escogido para mí.
Como aún faltaba bastante tiempo para la fiesta, decidimos que lo mejor era ver las películas, para así poder entrar en nuestro personaje. Resultó que los efectos especiales eran pésimos, pero era muy divertida, yo no podía parar de reír, y Jake pasó la mitad del tiempo recostado en el piso intentando calmarse.
Ya eran las diez cuando terminamos nuestra sesión de películas. Papá, Jackson, Alex y Ethan estaban abajo, y a juzgar por los gritos, estaban viendo un partido de fútbol.
Jacob y yo bajamos las escaleras, listos para convencer a mi padre para que me dejase ir a la fiesta. Cuando ingresamos a la sala, los cuatro se nos quedaron mirando.
—¿No crees que estás algo grande para andar jugando a los disfraces, hermanita? —soltó Jackson, rompiendo el silencio. Alex estalló en carcajadas.
—No estábamos jugando —respondí seria—, vamos a una fiesta... —expliqué, mirándolos a todos— de disfraces —terminé.
—¿Quién te dio permiso? —Fue Ethan quien preguntó, mirándome con el ceño fruncido.
Ethan era un excelente abogado, de aquellos que sacan la verdad de ti con una sola mirada, a pesar de ser el más tranquilo de los cuatro era sin dudas quien más me intimidaba. Estúpido Ethan y sus juegos mentales.
—Papá, ¿puedo ir? —Me volteé hacia mi padre con mi mejor cara de ángel—. Llegaremos temprano, lo prometo.
—Bueno, no veo nada de malo en que… —comenzó papá, pero Jackson lo cortó.
—Nada de eso, olvídalo, Rosalie, tú no vas a ninguna parte —declaró como si lo que él dijera fuera la ley, y para empeorar la situación, Ethan asentía concordando con él.
—Tú no mandas en mí, idiota —escupí, mirando a mi papá que nos veía con reproche.
—No puedes dejarla ir —se dirigió Alex a nuestro padre—, esas fiestas no son para niñas pequeñas como Rose.
—No soy una niña pequeña —dije indignada, pero todos me ignoraron.
—Rosie, tal vez tus hermanos tengan razón —habló papá, mirándome con severidad—. No quiero que vayas, podría ser peligroso.
—¿Peligroso? —exclamé, esto era ridículo—. Toda la escuela estará ahí, los conoces a todos.
—No sabemos cómo actúan los otros cuando tienen alcohol en la sangre, Rose —soltó Ethan viéndome serio.
—Especialmente los hombres —agregó Jackson.
—Podrían aprovecharse de ti —finalizó Alex con una mirada severa, poniéndose en el plan de hermano sobreprotector.
—Ya basta —los detuve fulminándolos con la mirada—. Iré a la fiesta, lo quieran o no. El único que manda en mí es papá —exploté volteándome hacia mi padre, quien me observaba apenado.
—Me temo que estoy de acuerdo con tus hermanos. —Me sorprendí al escucharlo decir eso, pensé que él estaba de mi lado.
—Papá, por favor… —rogué, él solo negó.
—Lo siento, cariño, pero no irás. —Se acercó para depositar un beso en mi cabello y susurrar en mi oído algo que lejos de hacerme sentir bien, hizo mi sangre hervir—. Tal vez la próxima vez. —Esas fueron sus palabras antes de retirarse junto a mis sonrientes hermanos y volver su atención a la televisión.
Las palabras de mi padre dolieron más de lo que me hubiese gustado admitir, no habría una próxima vez, sabía muy bien que solo había sido invitada a la fiesta de Tanya por un error. Era mi única oportunidad y no iba a desperdiciarla porque mis hermanos se pusieran en plan sobreprotector.
Sin decir nada caminé con la cabeza en alto hasta mi habitación, consciente de que Jake venía tras de mí. Cerré con un portazo y me lancé a mi cama, con dramatismo. Jacob me observaba desde la puerta, como evaluando si era inteligente decir algo.
—No creo que sea tan interesante —habló finalmente, sentándose en el suelo—. Hay una maratón de películas de terror en el cable —recordó intentando animarme—, podemos tener nuestra propia fiesta con palomitas quemadas y patatas baratas.
—Pero yo quería ir. —Me puse de pie decidida, nadie me impediría ir a esa fiesta—. Y eso es exactamente lo que voy a hacer, quieran o no.
—Rose, no creo que sea una buena idea —comenzó Jacob, viendo hacia la puerta como si mis hermanos fueran a aparecer en cualquier momento. Puse los ojos al verlo tan nervioso, gallina.
—¿Vienes o no? —Lo vi con una ceja alzada sabiendo que no me dejaría sola en esto, él quería ir tanto como yo.
Abrí la ventana y con cuidado me trepé en el árbol frente a mi ventana, y esperé a que me siguiera.
—Supongo que no tengo opción —suspiró bajando por las ramas con mucha más destreza que yo—. Cuando nos descubran… van a matarnos —comentó en el momento que sus pies tocaron el suelo.
Puse los ojos. ¿Dónde estaba su sentido de la aventura?
—Tal vez. —Me encogí de hombros no muy preocupada—. Ahora, deja de ser tan gallina y vamos a esa fiesta —exclamé animada, caminando en dirección a la enorme casa de los Denali en la que sería la fiesta de disfraces. Suspiré viendo hacia atrás, y sonreí. Vaya, qué día.
Este capítulo fue beteado por yanina barboza, muchas gracias por toda la ayuda y tiempo dedicado.
Les agradezco por el apoyo y por continuar aquí todo este tiempo ¡son las mejores!
Espero que les haya gustado la nueva versión del capítulo, sé que está lejos de ser perfecto, pero siento que al menos tiene menos errores que el anterior. Comencé a escribir esta historia en 2011 y quiero creer que mi forma de escribir ha mejorado al menos un poquito.
Para las que leen mis otras historias y no siguen el grupo, no voy a abandonarlas, pero también van a pasar por un proceso de edición.
xoxo
Ella Rose.
