Todo ha acabado, por fin, para todos ellos. Adriana era una miembro del grupo B. Después de juntarse con todas sus compañeras, ayudar a las que se encontraban heridas, y revisar las bajas, se fue. Encontró un sitio tranquilo en un acantilado que daba directamente al mar, desde donde se podía observar cómo las olas rompían contra las rocas. Ya no quería mirarse más las heridas, ya sabía que estaba llena de rasguños, pero, aunque mezclado con la tristeza debido a las pérdidas, sentía un alivio tremendo, y es que no paraba de repetirse a sí misma: "Todo ha acabado, Adriana. Todo ha acabado. Desde ahora mismo empezaremos una nueva vida".

Ni siquiera nadie había intentado hacer algo para poner en marcha las cosas, pero pasarían unos días hasta que eso ocurriera, ya que todos estaban muy cansados, algunos incluso probablemente no hubieran tenido tiempo ni de digerir que ahora eran libres.

Sin embargo, el algún momento aquello debería empezar a funcionar como una comunidad, alguien se pondría al mando, y los demás buscarían trabajos para contribuir al bien común y mantenerse ocupados.

Aunque ella había sido co-líder en el Grupo B, no tenía ninguna gana de mantener su puesto. Quería empezar su nueva vida de otra manera. Ella apoyaría a Thomas hacia ese puesto, ya que él era la principal razón de que todos estuvieran allí sanos y salvos, o al menos, todos los que habían sido posibles.

Pero, muy en el fondo, aunque Adriana estaba demasiado cansada como para tener miedo en esos momentos y en su interior aún se preocupaba de que eso pudiera no ser realmente el final de su lucha, la chica se tumbó en el prado vivo y cerró sus ojos, descansando por fin.

Se despertó ligeramente cuando notó una presencia a su lado, se giró frotándose los ojos y se sobresaltó al ver a la persona que estaba ahí. En ese momento se dio cuenta de que realmente no sabía prácticamente nada de las personas junto a las que había conseguido escapar de CRUEL.