Nota del autor: A todos los que han leídos mis fanfics y a los que les gustaron, voy a decirles que este podria ser mi último trabajo, porque le estoy dedicando más tiempo a mis historias originales como a mi estudio, y les confieso que me gustaba más Inuyasha que Hellsing, en fin, les dejo este fanfic de mi héroe favorito.
La idea del Zorro solo pertenece al genio Johnston McCulley.
I
Don Heraldo era un veinteañero de una familia que poseía una pequeña hacienda, andaba de paseo con su criado el Pepe por la Ciudad de México; por ahí en la década de los años cuarenta en el siglo XIX, en donde ese país era gobernado por el general Santa Anna.
Al joven le andaba preocupando que aún no tuviera una novia con la que pudiera compartir su amor y su ternura, ya que por eso sentía envidia por los que tenían pareja, del cual tenía una baja autoestima.
Su criado trataba de que se divierta para que sea feliz y que se le vaya la tristeza y pudiera seguir adelante:
-Tranquilo amo, a veces hay que ser paciente para el amor y para hallar a la mujer indicada-Le decía el Pepe, aunque este era de poco hablar, trataba de animarlo.
-Puede ser-Le contesto.
Los días que pasaron en la capital fueron aburridos y que no compraron muchas cosas, del cual estaban planeando volver a Tijuana.
Antes de que volviera a su hogar, visito a una dama que era una mujer fatal para muchos hombres, su nombre era María Belén.
Tratando de cortejar a la dama, lo único que pudo conseguir es que saliera de paseo y que tuviera al menos una aventura con ella, pero era bastante difícil conquistarla:
-Mira señorito, no trates de convencerme que sea tu esposa, pues no pienso malgastar mi preciosa juventud con un matrimonio.
-Bueno, pero al menos pasemos una noche de aventura-Le dijo el joven.
Cuando estaba a punto de hacerla suya en la cama, apareció un amigo de la dama, era otro hombre de apellido Santos, conocido por cortejar damas, y aunque era un hombre casado le era infiel a su mujer.
Este se le acerco a Heraldo desenvainando una espada y diciéndole:
-Oye tú, deja a Belén.
-Mira amigo, tú debes serle fiel a tu esposa, no eres más que un adultero y pienso decírselo a todos así te calumnian-Le contesto Heraldo.
-Pero antes te matare-Dijo Santos abalanzándose a él.
Pero el joven sabía luchar con espadas, gracias al entrenamiento con sus padres y con un sable contuvo los ataques de su adversario.
En medio de la pelea, apareció el Pepe por su amo para saber lo que pasaba, ahí el joven le dijo:
-Pepe, prepara nuestro equipaje, porque nos vamos enseguida de esta ciudad.
Para no perder más el tiempo, le cortó el cinturón de los pantalones de su oponente y le dio un empujón, tirándolo al piso.
Antes de huir, se despidió de Belén con un beso en la mano, y escapo corriendo con su criado.
Por lo que sucedió, estaba pensando en irse en la diligencia de la mañana, rumbo a su pueblo natal.
Después de madrugar, se levantaron y al salir del hotel, se dirigieron a la diligencia para abandonar la capital.
Amo y criado estaban contentos de abandonar la ciudad, pero sus padres estaban de viaje por Europa y podrían tardar si ellos lo quisieran, pero en su hacienda lo esperaban sus vaqueros que ya eran parte de su familia por la confianza que se tenían.
El viaje en el coche fue rápido, aunque paraban en algunas estaciones para comer algo y para que el cochero descanse un poco, además que el dúo estaba muy ansiosos por llegar.
Días después, estaban aproximándose a su pueblo, pero en el camino se encontraron con algo inesperado: una banda de cuatro forajidos comenzó a seguirles.
Ambos dormían, pero la prisa del vehículo los hizo despertar, cuando Heraldo pregunto qué pasaba, el cochero contesto:
-Nos persiguen unos bandidos.
Si llegaban a alcanzarlos, ambos andaban preparando sus armas para defenderse pase lo que pase.
Uno de los bandidos se acercó y detuvo a los caballos, apuntando con una pistola al cochero, mientras que otro que quiso abrir la puerta fue empujado por el joven que salió a encararlos.
Mientras Heraldo combatía al jefe y a uno de ellos, Pepe le pego en la cabeza al que fue empujado con el mango de la espada, y el cochero se lanzó contra quien le estaba apuntando, del cual forcejeo con el ladrón.
El joven no se dejaba vencer, después de matar a uno, despojo al cabecilla de su espada y le dio unos golpes, conduciéndolo a un lugar lleno de cactus donde cayó.
Con ayuda del Pepe, el cochero agredió al ladrón y lo lanzo a donde estaba su jefe, el trio se reía de ellos.
Volviendo con el viaje, el joven le dijo a su criado:
-Con estos bandidos, me parece que las cosas no andan bien en Tijuana.
