Sé que debería estar haciendo EL epílogo, y trabajar en mi otro fic, pero es que no pude sacarme esta idea de la cabeza.

Y todo esto lo causaron dos personas, y ellas saben que hablo de ellas. XD Así que les dedico este capi esperando que no me demanden por plagio. *-*

Bueno, esto se me ocurrió al juntar esos dos nombres de dos fics diferentes, y oír una canción llamada "Amor Inmortal"

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Disclaimer: Bones no me pertenece. Es de FOX, Hart Hanson, Stephen Nathan y todos sus productores. Incluyendo a Kathy Reichs quien hizo esos maravillosos libros sobre Temperance Brennan. No lo hago con fines de lucro sino por diversión, ningún personaje me pertenece.

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Teresa y Sebastián

Prólogo

Inglaterra 1815

El joven Sebastián Jeremiah Born corría por las transitadas calles de Gran Bretaña, iba tarde a la escuela, sabía lo mucho que su padre se esforzaba para pagarle la educación, él, siendo herrero, jamás había dejado que su hijo trabajase en su taller, así que Sebastián agradecía cada día que podía ir y educarse, pero ese día en particular, estaba retrasado. En medio de su carrera, no vio a la persona que se cruzó en su camino, chocó contra ella haciendo que soltara la caja que llevaba en las manos.

Montones de naranjas cayeron al suelo con gran estruendo.

-¡Lo siento! ¡No vi!- exclamó, y comenzó a recogerlas.

-No se preocupe.- dijo una voz femenina.

Luego de que todas las frutas estuvieran de nuevo en su lugar, Sebastián levantó el rostro, se encontró con dos ojos azules viéndolo directamente, le parecieron hermosos, luego notó su piel blanca que contrastaba perfectamente con esos luceros…

-¿Disculpe? ¿Está bien?

-Ah, sí.- respondió medio distraído, no había notado en qué momento se había perdido tanto en sus cavilaciones. –Siento lo que ha pasado, debí haber sido más precavido.

-No, está bien, eso nos pasa a todo mundo.- Dijo sonriendo. Ella encontraba al muchacho con el que se acababa de topar, sumamente atractivo, sonrió ante el pensamiento, su madrastra le diría que no tenía pudor alguno, pero era la simple verdad.

-¿Cómo se llama?- le preguntó.

Estuvo a punto de responderle, pero alguien lo hizo por ella. -¡Teresa! ¡Será mejor que traigas esas naranjas aquí o ya verás lo que te pasara!

La chica se estremeció al oír esa voz llamarla. –Lo siento, me tengo que ir.- dijo alejándose de él.

-Espera, ¿La volveré a ver?

-No lo creo.- respondió riendo.

Sus pies lo incitaron a correr en dirección hacia ella, estuvo a punto de hacerlo, pero luego recordó que debía llegar a la escuela, indeciso, gritó. –Mi nombre es Sebastián.

Pero ella no lo escuchó. Reanudo su marcha, pero sabía que no podría quitarse a "Teresa" de su mente por el resto del día.

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-¡Eres una pequeña zorra!- le gritó su madrastra. -¡Crees que no vi como seducías al joven Born!

Lo primero que se le ocurrió fue preguntar quién era el muchacho, pero desechó ese pensamiento, sólo la metería en más problemas.

-Pero Deborah, yo no…

-No me vengas con excusas, le diré a tu padre.- Teresa tuvo que contener las ganas de empujar a la esposa de su padre contra el lodo que estaba a las orillas del camino, sabía que si lo hacía se ganaría un castigo increíblemente grande, pero esa mujer colmaba su paciencia con cada segundo que pasaba.

Así que lo único que pudo hacer fue bajar la cabeza y asentir.

La mujer rubia comenzó a caminar en dirección hacia su hogar, el padre de Teresa era burgués, era extremadamente rico, por lo cual su casa tenía varios lujos, pero el único que a ella le interesaba era el del estudio, pero su padre no estaba dispuesto a dárselo, ya que consideraba que su deber era realizar las tareas domésticas, no pensar ni mucho menos opinar.

-¡No sé por qué no puedes ser una jovencita normal! Si yo fuera tú, me preocuparía, tienes diecisiete años y no has conseguido un buen pretendiente, si dejas pasar más tiempo los hombres ya no te querrán. Ellos quieren a las jóvenes.

-Claro, no como tú.- murmuró entre dientes.

-¿Disculpa?

-No te preocupes, lo haré.

-Créeme que sí lo harás, tu padre no te mantendrá toda la vida, tienes que buscar a un hombre que lo haga por él.

No necesito a ningún hombre. Pensó para sus adentros.

Deborah suspiró pesadamente. –Creo que tendremos que empezar a buscar.

Entraron a la enorme casa, su padre estaba discutiendo con un comerciante en la sala, no debía molestarlos, así que subió directamente a su recámara. Su madrastra se encargaría de llevarles el té, y no habría merienda, ya que ella siempre despreciaba la comida que preparaba Teresa, y jamás cocinaba para su hijastra.

Las horas pasaban lentamente, no podía salir de su habitación, al menos no tenía permitido salir, pero al ver que eran las cuatro de la tarde y la charla se oía a viva voz debajo de su alcoba, supo que nadie notaría se iba por una hora o dos, quizás tres.

Abrió la ventana que daba al amplio jardín, tomó la enredadera que estaba al lado de ésta, y bajó lentamente tratando de hacer el menor ruido posible. Cuando sus pies tocaron el suelo, se sintió libre, y corrió hacia la pared que delimitaba su hogar.

Es más bien para impedir que salgan, que para quien intente entrar. Pensó irónicamente.

Escaló la pared, la cual estaba construida de piedras, le fue fácil hacerlo, a pesar de que llevaba puesto un vestido. Cuando ya estuvo fuera, volvió a correr, esta vez, con más libertad que antes, no tenía un rumbo fijo, pero no lo necesitaba, podía perderse horas en los más densos bosques pero siempre regresaba.

Echó otro vistazo a su hogar, cualquier mujer se sentiría dichosa de vivir en ella, pero no Teresa, ella no era cualquier mujer, lo que no sabía, es que no sería la única que pensaría aquello.

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Bien, aquí está. ¿Qué les pareció?

¿Debe continuar?