Disclaimer: Tolkien ni ninguno de sus personajes nos pertenece. Alguno que otro por allí es nuestro y usted se dará cuenta de ello.
Resumen: Dos elfas, dos tragedias entrelazadas. Una maldición... las fuerzas enemigas se alzan en el Oeste, el reino del bosque y el reino de los humanos se unen para liquidar un mal en común y bajo su alero una fuerza temida que deberá ser controlada. La batalla se acerca…
Comentario de Autores: ¡BIENVENIDOS amigas, amigos, trasgos y gusanos de fuego! Así como leen, he vuelto… -como que nunca me voy la verdad-… pero no vuelvo sola… no, no lo hermosa historia… que tiene como siete años si no es que más, viene con ayuda, porque si, esta es una historia de dos personas… mi compañera de travesías Tere y yo, Vindictia, para hacerlos sufrir con nuestro drama al por mayor. Esta historia tiene de todo, drama, romance, drama, familia, drama, dragones, drama, Legolas, drama, más drama y torturas. Así que por favor… tenednos paciencia, dejad vuestras amenazas de muerte y dejad vuestros comentarios. No os defraudaremos.
Retorno
Capítulo 1
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Un portazo resonó por todo el castillo, su autora, una joven de cabellera rubia larga como toda elfa y de profundos ojos grises sale hecha una furia del despacho real. Tres segundos después de aquel golpe la puerta vuelve a abrirse, un elfo de edad adulta sale enfurecido, larga cabellera rubia entrelazada con una corona real de bayas y sus ojos azules crispados por la falta de respeto de la joven.
— ¡Vuelve de inmediato aquí, Nissan!- vociferó el respetado hijo de Orophen, rey del Bosque Negro, Thranduil.
La joven sigue caminando, no le hace caso a su enojado padre. Sus ojos grises se esfuerzan en no echarse a llorar y mostrar su desconsuelo frente a él.
— ¡Ven aquí!- vuelve a gritar el rey, dando unos pasos. El silencio en el castillo es digno de comentar, desde hace tiempo no se veía o escuchaba al rey de los Bosques tan enojado como ahora.- ¡Nissan, vuelve!- la chica se detiene, se gira y con su cara llena de incontenibles lágrimas le dice:
— ¡Te odio! ¡Te odio hoy, mañana y siempre! ¡Eres mi ada antes que mi rey, y al parecer lo olvidaste desde que mamá murió!
Nissan Se marchó en el silencio de sus palabras. Por primera vez en mucho tiempo el Rey Thranduil se quedó observando sin hablar, la silueta de su hija se perdió en los corredores, sus palabras le duelen.
Dos sombras se mantienen en silencio mientras se miran nerviosos. Son los mejores guerreros del bosque y los encargados del bienestar del pueblo, pero más que nada son los mejores amigos del rey, y las noticias que traen no son nada buenas. Este día oscuro para la familia Mirkwood.
El rey mira en silencio la dirección por la que ha salido su hija, Bresair carraspea y, haciendo un mohín a su compañero se acerca al elfo.
— ¿Thranduil?- preguntó Elarion. Un elfo adulto, de cabellera plateada: lleva la típica vestimenta de descanso de los guerreros del Bosque, sus ojos cafés observan preocupado a su amigo y rey.
— ¿De verdad he sido tan mal padre?- preguntó de pronto, baja la mirada y entra al despacho con los otros dos detrás, enviándose miradas.
— No eres mal padre, sólo te has dejado abandonar un poco en el rubro- contestó sinceramente Bresair, quien viste de la misma manera que Elarion; es más moreno y de ojos verde claros. Elarion le manda una mirada de advertencia mientras el rey se deja caer en su asiento- además, es lo mejor para ella.
— Sólo quiero lo mejor- contestó- creí que iba a estar feliz con la noticia, siempre dice que se aburre aquí y… jamás pensaría en decirle del peligro que la acecha.
— Ciertamente es lo mejor para ella, para su seguridad, ¿Quieres que le diga a Eris que hable con ella?- preguntó Elarion, mientras el rey le mira atentamente y en sus ojos azules había dolor ante el futuro que le depara a su joven hija.
— ¿Podrías?
— Yo creo que ya lo está haciendo.
— Espero que pueda cambiar su forma de pensar, será mejor si no se entera de lo que está sucediendo.
— Hacemos el intento, no milagros Thranduil- sonrió Bresair, llevándose otra vez la mirada de advertencia de Elarion, pero el rey sonrió- tus hijos son todo menos sumisos, y ya lo sabemos nosotros que aguantamos al príncipe y a mi hijo que revuelven a los soldados todos los días.
El rey sonríe tristemente mientras se quita la corona, por lo que los dos hombre se sienten un poco más aliviados. Thranduil está cansado y dolido por las palabras de su hija, está herido, pero espera que se le pase en el transcurso del día. Si Eru así quería.
— ¿Qué noticias me traéis? ¿Algo bueno?- preguntó luego de unos momentos.
— No - suspiró el elfo platinado- hace tres años que la Guerra del Anillo ha culminado… - comentó- ha llegado un mensajero de Rivendel: Han dado por culminada la búsqueda de la hija de Itanar. Elrond nos agradece por la ayuda brindada.
— Pero sólo ha pasado un año- contestó sorprendido por esa noticia.
Itanar era un excelente guerrero, lamentablemente Mandos requirió de él y murió en batalla. Legolas le había notificado que el elfo en su último esfuerzo había destruido a uno de los dragones que estaban a la merced de Sauron.
Noticias sorprendentes, ya que todos ellos habían creído que los dragones no existían más en las tierras habitadas.
— No hay pistas de su paradero en ningún lugar, ya no saben dónde buscar y la esperanza se ha ido apagando de a poco.
— Es una pena.
— Tenemos el otro problema.
— ¿Ha llegado algún otro mensajero?
— No, están utilizando las mismas aves de rapiña de siempre. Nada bueno, las amenazas persisten y ya hemos corroborado lo que se ha visto, ¡Dragones negros! ¡Cómo puede ser!
— En el peor de los casos, Thranduil, si Nissa les ha llamado tanto la atención es porque tienes a alguien quien les da información, lo mejor que podemos hacer es mantener su partida en silencio...
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Con otro portazo entra en su habitación, se quita las lágrimas con rabia mientras se lanza contra su cama.
No lo puede creer, tan sólo, no. ¿Cómo podía hacerle esto a ella? ¡Era su hija, no una sirvienta y ni siquiera sobre las doncellas tenía ese poder de autoridad! No tenía derecho a hacerle esto a ella. No se iba a marchar de allí... Sabía que siempre estaba alegando que se aburría, pero era porque a su hermano mayor después de que llegó de la Guerra del Anillo le permitían todo y a ella aun le mandaban con guardia para ir al jardín, era tan injusto.
Siempre era lo mismo, siempre era manejar su vida de una forma tan burda, tan sosa y aburrida, y ahora la querían enviar a Valinor porque allí podría estar mejor, ¿Qué se creía? Ella no quiería abandonar la Tierra Media, aun no, aún no conoce a un Hobbit, aún no conoce Minas Thirith con lo hermoso que lo cuenta su hermano, aun quiere mantener conversaciones sin sentido con el maestro Gimli.
— ¡Es tan injusto!
Golpeó una y otra vez la almohada, lágrimas de impotencia salen de su rostro, hasta que la risa de Eris le hace crisparse.
— ¿Qué te hizo la almohada?- preguntó, mientras se sentaba en el alfeizar de la ventana por donde había entrado. El día en que él conociera las puertas se caerían las estrellas.
Eris siempre había sido bienvenido... Pero esta vez, Nissan no tenía ánimos para verle.
— Vete, ¿Quieres?- le dice quitándose las lágrimas sin mirarle
— No, no quiero. Te he escuchado gritar desde los jardines, ¿Qué sucedió? Nunca te habías enfadado tanto con alguien como para decirle que le odiarías hasta los fines de las épocas, en especial si ese es tú ada y no yo o Belian.
— No me hables de ese- Belian era el mejor amigo de Legolas y no había día en que no le molestara- Vete, Eris, por favor. No quiero hablar con nadie- en especial contigo- déjame sola.
— Lamentablemente, Nissa, soy tú mejor amigo desde hace mil quinientos noventa y dos años, así que me debo negar a tal petición- se acerca a la cama y se sienta detrás de esta, colocándole una mano sobre el hombro- Vamos ¿Qué sucede? Sabes que si es en serio no me burlaré, en especial ahora.
La escucha sollozar, pero no le dice nada. Comienza a sentir una presión horrible en el pecho, porque su amiga no le dice nada y se siente idiota. No quita su mano de su hombro, y cuando Nissan se gira y carga su cabeza contra su hombro, se pasma. Nissan no es de las que ven y abrazan, ese movimiento realmente le desconcertó. Tonta y lentamente la abraza de la cintura.
— Mi padre me quiere enviar a Valinor.
— ¿Valinor? ¿Al mar...?- preguntó medio tartamudo, dentro se le apretó algo que no le agradó. ¿Verla lejos? ¿No verla? Se tira el cabello gris hacía atrás con un movimiento nervioso.
— Lo odio, lo odio tanto.
— Vamos- se positivo, ¡Se positivo!- no puede ser tan malo- le acarició el cabello- puedes crear caos en otro lado ¿No?
— Dijo que si me vivo quejando de estar aburrida por qué no me iba a Valinor, así como así, sin siquiera darme otro argumento que el de estar aburrida.
— Pero te puedes negar, ¿No?
— Ya he enviado por una barcaza, es irme o irme, ¡No me quieto ir, Eris, no quiero! ¡Quiero conocer un Hobbit o un Ent! ¡Quiero ir a Fangorn! ¡Quiero viajar!- nuevas lágrimas caen de sus ojos.
— No puede ser tan malo- susurró con la voz cortada. Tiembla pensando que si Nissa se marchaba, él iba quedar solo. No, Nissa es su mejor amiga y... bueno... era su amiga, había sido así desde siempre.
— Tú también quieres que me vaya- no era una pregunta sino una afirmación.
— Claro que no, tonta, ¿Cómo voy a querer que te vayas?- preguntó con los ojos húmedos sin verle, mientras seguía acariciando su cabello.
— Ayúdame a quedarme entonces...
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Un suave susurro en la oscuridad, un suave lamento en las húmedas cuevas, la melodía que la tranquiliza, la melodía que le acompaña siempre.
El tintineo de cadenas, sus ojos se apagan en las penumbras, está cansada. Se mira las manos observando cómo las escamas desaparecen. Observa su celda. Un año. . . hacía un año que estaba allí, apagándose lentamente, sufriendo en su soledad, en su miedo, en su maldición. Oculta la flauta en su desmadejado morral y saca un peine brillante.
Las risas roncas de sus captores llegan desde las profundas cuevas del interior. Un ruido, un golpe y lo que debería ser comida aparece por debajo de la puerta. Un ronco gruñido y ella se acerca para beber un poco de agua y comer fruta sucia que lava con un poco del líquido. Desde hace un año allí, un año desde que hizo tanto daño, desde que le hizo daño a él y escapo por miedo al rechazo. ¿Por qué? ¿Por qué no moría?¿A que le temía?
Tomó entre sus manos el hermoso peine que los orkos no le habían quitado, era una flor de lily hecho con mithril y esmeraldas, un recuerdo de su madre. Echaba de menos ver el sol, ver la luna, observar las estrellas, ser libre, echaba de menos muchas cosas, echaba de menos su hogar.
Lloró en silencio, esperando que Mandos le llamara de una vez por todas, ¿Por qué seguir torturándole de esta forma? ¿Por qué?... Porque sabía que los orkos no le darían ese dulce castigo, les encantaba torturarla, verla y escucharle gimotear; ver cómo se moría lentamente era su placer más grande desde que su señor había caído y vivían en esas cuevas, comiendo basura y carne podrida.
Les gustaba torturarla, molestarla y hacerle sufrir para ver su cuerpo mutar. Usaban sus látigos en la dura superficies de su armadura negra, veían sus ojos rojos, furiosos de dolor y miedo. Torturarle era su mejor pasatiempo en su oscura y malvada realidad.
Pero ahora era más fuerte y había aprendido a controlar un poco su maldición; al menos ya sabía cómo evitar la constante transformación; sólo sucedía cuando realmente estaba enfadada o temerosa. La música de su flauta era lo único que la tranquilizaba, la sumía y amansaba a su maldición. . .
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Su hermano golpeó la puerta por quinta vez. Ella había corrido un mueble para que no entrara nadie. Estaba en la cama estirada, Eris se había marchado diciendo algo de que volvería en la noche. Ya era tarde y la hora de la cena ya había pasado.
— ¿Puedes abrir la puerta, Nissan?- preguntó Legolas, advirtiendo que empujar la puerta no iba a servir de nada.
— ¡Déjame sola!- respondió.
Se marchó.
Lo escuchó marcharse y se tranquilizó un poco, lo último que le faltaba es que su hermano le llegara con sus reproches. Ella amaba a su hermano y se había deprimido cuando se había marchado a la Guerra, pero aun así se colocaba tan pesado cuando había una regla de parte de su padre en medio. Se maldijo cuando lo vio en la ventana, entrando sin molestia alguna.
— Acuérdame felicitar a Eris, esto sí que sirve- comentó mientras se acercaba- mi padre me ha dicho...
— Ahórrate lo que tengas que decirme, no me quiero ir. Ni tú ni tus argumentos sobre mi bien, van a cambiar mi forma de odiarlo en este momento- le cortó de corrido.
Sus ojos azules se fijaron en la figura de su hermana menor, bastante sorprendido. No venía a eso, ya que él también encontraba burda la respuesta de su padre hacia el viaje. Y a pesar de que siempre le escuchaba quejarse, sabía que las ganas de ella de conocer eran tan intensas como la suya.
— Sabes perfectamente que es lo que tú siempre dices, que te aburres- pero primero iba a sacar en cara algunas cosas.
— Es porque a ti te dejan hacer todo- eso no se lo esperaba, ¿Estaba celosa?, ¡¿Por qué nunca se daba cuenta antes de las cosas?!- estás en la guardia, puedes ir de caza, puedes salir al establo sin una escolta detrás de ti- la voz se le estranguló cuando comenzó a llorar- puedes andar con armas, puedes salir de las lindes, fuiste a una guerra y conociste casi la Tierra Media completa, ¿Yo que he hecho? Saberme de memorias los corredores, aprender lenguas que jamás me servirán de algo, ni siquiera sé usar un arma decentemente. Estoy aburrida, sí, porque no me dejan hacer nada y a ti te dejan hacer todo.
— Nissan- susurró y se sentó a su lado- sé que papá se coloca pesado.
— Lo odio.
— No digas eso, papá te ama, por eso hace esto.
— ¿Y que acaso a ti no?
— ¿Y quién dice que a mí no me castigó por irme sin permiso a la Guerra?- los ojos grises muy parecidos a los de su madre le observaron- yo sólo debía ir a dar la noticia del escape de Gollum, no irme sin permiso a una misión de tal peligro.
— Pero papá estaba orgulloso cuando volviste.
— Yo creo que estaba más feliz de que volviera vivo y entero. Pero ya sabes por qué la biblioteca antigua está ordenaba por clase, año y papel. Sin arañas y sin polvo acumulado por años.- la chica aclaró una de sus tantas dudas de por qué su hermano se la pasaba encerrado en esa biblioteca sucia.
— No me quiero ir- susurró luego secándose las lágrimas. Su hermano le acarició la cabellera.
— Vamos, yo intercederé por ti, yo tan poco quiero que te vayas.
— ¿En serio?
— ¡Ah! ¿Crees que no me divierto verte alegar con Belian?
— No me hables de ese...
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Hacía tan solo tres meses que la guerra del anillo había culminado, tres meses que la soledad y la pena se llevaron a su madre. No había podido aguantar estar sin su padre, y la entendía. Su hermosa madre se pasaba los días enteros mirando por la ventana esperando que por allí viniera un sonriente elfo a abrazarle, tocando una flauta que en tiempos antiguos era la melodía más alegre de su hogar y luego se volvió fúnebre y sin sentimientos. Mandos se la llevó para dejarla huérfana, Mandos se la llevó con su padre para dejarla sola.
De allí paso a las manos de Lord Elrond quien le dio una habitación en su casa para que se hospedara.
Fue allí cuando el señor de la casa le contó cómo había muerto su padre. El ser oscuro, el dragón, sus ojos rojos, su dientes, su rabia en cada escama negra. Se sentía orgullosa, su padre había matado un dragón, un peligroso dragón sin saber aún qué maldición había caído en ella por ello.
Aun así la soledad pudo más que ella, y cambió. Le pidió a Glorfindel, quien era el nuevo comandante (puesto que había ocupado su padre) le enseñara a usar las armas gemelas que éste había ocupado: unas hermosas dagas gemelas de plata. Fue entonces sí, en esos entrenamientos que ella cambio su actitud tierna y predecible, por una fría y distante.. Que ella sintió que no era igual que antes, que no podría ser igual que antes. Cuando cumplió sus 24, cuando Glorfindel le sacó de quicio. Cuando le dijo esas cosas que le dolieron tanto, en especial porque venían de él. Ella tuvo miedo de ella misma y escapó."
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— ¡Claro que no! Nissan se ira en el barco que llegara en dos semanas y es mi última palabra.
Su hermana lloraba nuevamente, no se había marchado porque él le estaba abrazando. Y él se estaba alterando, en realidad, su padre no podía ser tan cabeza dura con tan pocos argumentos para alejar a su única hija de su lecho.
— ¡No entiendo esta actitud!- alegó Legolas manteniendo su postura inferior pero a la vez contrariada- la vas a sacar del reino sólo porque se aburre.
— No quiero que esté en peligro.
— ¿En peligro de qué?- preguntó, viendo que el tema iba hacía otro lado.
— Mira Legolas, tú mismo eres demasiado impredecible, y sabes cómo es tú hermana.
— No culpes a Nissa de mis decisiones.
— Casi te pierdo, no quiero perderla a ella.
— ¿Perderla de qué?- su padre se levantó de la silla y bufó cansado. A estado todo el día de un humor horrible, lo que pasa en las lindes no es algo que su hijo o los soldados de la guardia sepan, si no de las guardias del este. Ya era hora de decirlo, pero no frente a su hija.
— Nissa vete a tu cuarto, por favor.
— No- negó Legolas, Nissa ocultaba su cara entre los brazos de éste. Su padre se giró y bufo otra vez, ¿Por qué había tenido hijos tan orgullosos y persistentes? ¡Eru! Está bien, era hora de terminar con esto.
— Hace un par de semanas- comenzó, sin mirarles a la cara, en cambio se giró a la ventana-, recibimos un mensajero de un señor del desierto al Este, Rhunioranos (léase que provienen de Rhun), pidieron permiso para alojarse en nuestro bosque porque estaban pasando un mal tiempo. Se lo dimos, pero empezaron a cazar y a acercarse cada vez más a nuestro pueblo, comenzamos a tener problemas porque estaba echando a nuestros cazadores, por lo que enviamos un mensajero diciendo que debían marcharse a sus tierras y no volver a cazar en las nuestras por el sin-respeto.
— ¿Y eso qué tiene que ver?- preguntó sorprendido por la información, él siempre iba de caza al este, no se había percatado de eso. Estaba sorprendido, los Rhunorianos eran un pueblo grande de humanos, era imposible no haberles visto.
— Me amenazaron con llevarse a tu hermana con ellos.
— ¿Y porque yo? yo no vi al mensajero- dijo la chica con la cara roja indignada.
— Al parecer él sí te vio a ti. Y no pienso dejar que nada te suceda; te iras pasado mañana a Lothoriel y luego te marcharas a Valinor.
— No quiero- negó testarudamente.
— Es una orden, Nissa. No una petición.
Tranduil sintió el peso de su mirada de odio cuando esos ojos grises que había sacado de su hermosa esposa le miraron por una fracción de segundo y se marchó de la habitación.
— ¿Por qué no me habías dicho antes?
— No lo creímos importante, hasta que Bresair y Elarion dijeron que la guardia había visto unos seres enormes con alas, al parecer dragones.
— Pero yo creía...
— Todos creíamos que Smaug era el último dragón, luego tú viste cómo Itanar mataba a otro ¿Por qué no habrían de haber más? Ocultos, domados y servibles para los humanos; peligrosos para nosotros, peligrosos para tú hermana y nuestro reino, no voy a dejar que un simple humano venga a quitarme mis tierras y menos a mi hija, Legolas, espero que lo entiendas; pronto vas a ser rey y tendrás que tomar decisiones que duelan en especial con tú familia.
Legolas entendió, él tan poco deseaba que algo le ocurriera a su hermana, estaba ahora de acuerdo con su padre. Nissa debía marcharse.
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¡Bien! Hasta el momento todo iba bien, todo lo bien que podía estar. Respiró profundo mientras se tapaba más con su capa de viaje. Eris no había llegado y eso realmente le había dolido; por lo menos le hubiera gustado decirle que... bueno, que le iba a echar de menos y tenía la esperanza realmente que él le detuviera, pero no había aparecido. Sintió la cara caliente mientras pensaba en eso.
Arreó silenciosa a su caballo pardo, Sili, mientras se perdía por los frondosos árboles del Bosque Oscuro. No iba a marcharse de la Tierra Media sin haber visto por lo menos Minas Thirith, no iba a marcharse así como así sólo porque un humano la había amenazaba a su padre, tal vez ni siquiera era ella a quien había visto. Había sacado de la habitación de su padre, un collar de su madre que guardaba en un joyero de diamantes, un collar que resplandecía y que tenía la forma de un halcón. Había hecho un viaje a la herrería, y robado una daga, una espada que NO sabia utilizar, y una lanza de dos piezas con la que tenía mejor dominio. Si con dominio se refería con tomar varas largas y perseguir a Belian o Eris y atacarlos con estas, pero en fin.
De su pieza había sacado unas capas, ropa; de la cocina robó un bolso lleno de lembas y una cantimplora con agua. ¡Bien! Pero... ¿Dónde estás valentía y dónde estás determinación?
¡Vala! Se recostó en la crin de su caballo. ¿Y si volvía? ¡Oh sí, muy valiente de su parte! Pero... aggg bueno... ella no podía hacer esto, jamás se había metido de esa forma en el bosque y sola además.
— Volvamos, cariño, yo no puedo con esto- susurró abrumada.
El caballo relinchó feliz de no introducirse de noche en el bosque. Desmontó cuando volvían por el lado seguro del reino. Y allí lo vio. Se escondió en una esquina alejada de la entrada principal. Su padre gritaba de un lado a otro. Sus comandantes caminaban esquivando a los pequeños grupos de búsqueda que se movían nerviosos ante su rey. Elarion le gritaba enojado, a un Eris bastante abatido; sus ojos azul cielo con una leve capa de lágrimas. Legolas y Belian miraban un mapa.
— ¡La quiero de vuelta en este momento! Que falta de respeto más grande.
— Padre por favor- le pidió Legolas. ¡La habían pillado! ¡Genial!
— Tu hermana me ha desobedecido, Legolas ¡Cuando la tenga delante de mí sabrá lo que es tener guardia toda la eternidad! Se marchará a Valinor aunque sea lo último que haga.
En ese momento Nissan tuvo miedo de su padre, de su cólera. Se alejó rápido con su caballo. No miró hacia atrás, no volvió, no quería ser presa de la furia de su... rey.
Sólo bastaba recordar su horrible y desilusionante día para arrear a Sili al penumbroso bosque.
"En aquel momento los guardias de escolta realmente se sintieron intimidados por la mirada de su princesa, sus grises eran dos pequeñas esferas olvidadas, frías y resentidas. Había tanto dolor en aquella mirada que se quedaron un poco atareados antes de reaccionar e ir tras de ella cuando se dirigió al ala de entrenamiento.
Era parte de su caminata diaria, o por lo menos eso se daba entender ya que no debía haber nada raro en su rutina que hiciera que su padre o hermano le tuvieran un ojo encima, aunque su corazón y su alma se destrozaban lentamente al pensar que nunca más caminaría por aquellos senderos y correría por aquellos árboles, se moría sólo con pensarlo.
Sólo caminó taciturna, aunque sabía que en esa caminata se encontraría con su hermano, a quien, luego de que él le hubiera abandonado el sentimiento de celos e injusticia que siempre le había tenido que por lo menos siempre había sido menor al de cariño, en ese momento era una mancha enorme en su corazón y se sentía sucia, pero no quería dejar de sentirlo porque era su única pieza a su favor que le daba valor a su loco plan. Miles de preguntas golpearon esa vez para ayudarla o condenarla, pero, ¿Por qué él sí y ella no? ¿Por qué era una joven? ¿Por qué era una niña? Que injusto era todo, en otras partes, con los villanos humanos, por lo menos las mujeres tenían un poco más de consentimiento que ella, si ella fuera humana o si sólo tuviera la oportunidad de poder conocer a la raza humana como tal. ¿Por qué su hermano sí y ella no? Era siempre tan injusto. Por eso había planeado todo lo que hizo, porque ella quería esa oportunidad, porque no se la quitarían así nada más, siempre había logrado lo que quería y esta no sería la primera vez que no hiciera de las suyas.
En su mente se generaba lo único sensato en ese momento y por ello había citado a Eris esa tarde a su pieza, porque quería hablar con él, que él le acompañara temerariamente en lo que tenía en su cabeza o que en un caso muy remoto le hiciera quedarse- cosa que tampoco le importaba, solo, si le daba una buena excusa para ello.
Sintió una ráfaga pasarle por el lado; Belian le había tirado una ramita para provocarle; junto a su lado estaba un serio Legolas, sus ojos azules buscándola para hablar con ella y aclarar todo. Ella no devolvió la mirada y vio al otro chico que tenía una sonrisa enorme en su rostro, sus verdes claros estaban esperando el ataque de su parte; era un elfo guapo, atrevido, curioso e increíblemente irritante; tan parecido a su padre que daba miedo. Ella sólo le miró y se giró, ni siquiera tenía ganas de pelear con Belian, de hecho, hasta le echaría de menos si la mandaban lejos. Cosa que él nunca se enteraría, prefería lavarle los pies a un Balrog.
— ¿Qué le sucede a tú hermana? el aire denso hasta me dolió- preguntó Belian afectado.
— Se va a Valinor- contestó serio el príncipe.
— ¡¿Qué?!
No quiso seguir escuchando, los ojos se le apañaron en lágrimas y sintió a los dos guardias suspirar, entendidos antes que las lágrimas dejaran bañar su rostro comenzó a correr...
Se cubrió más en su capucha y un sollozo ahogado se le escapó, su caballo relinchó un poco y siguió por aquel sendero perdido. Tenía las dagas en las manos, manos que le temblaban a cada momento, el día ya se apagaba por completo. El silencio le mataba y el miedo se inyectaba en su cuerpo de manera indiscriminada.
Los guardias no se fueron cuando ella les grito que se marcharan, pero le dieron su espacio. Se subió a un árbol rápidamente y se aferró al tronco llorando. Lamentándose por lo injusto de todo esto, de lo patética que debía verse y el odio intenso que le tenía a todos. Observó el movimiento de las nubes mientras el sol se iba ocultando, le dolían los ojos, pero bajó de un salto sólo para asustar a los guardias que se enderezaron en el acto. Debía hacer un plan; debía hacer algo y lo haría aunque fuera lo último que hiciera. Sólo debía esperar a Eris, él podía cambiar una que otra cosa si es que lo hacía bien.
Caminó con tranquilidad hacía su habitación, cuando cerca de la armería, Legolas le salió al paso como si le hubiera estado esperando o siguiendo.
Ella no le miró a la cara.
— Déjennos solos- ordenó a los guardias que haciendo un saludo se alejaron- Nissa- susurró acercándose. Ella le miró a la cara deteniéndole en el acto.- es...
— Si vienes a decirme que es por mi bien, mejor vete por donde viniste- le contestó con agresividad. Legolas abrió los ojos asombrado, su hermana nunca le había hablado así.
— No sé entonces qué es lo que quieres que te diga.- soltó en un bufido entrecerrando el cejo por la conducta de ésta. Sabía que sufría, pero ¿Por qué no entendía?
— Dime que me voy a quedar.
— No te voy a mentir- susurró con la voz tensa.
— Entonces no me hables más.
— Nissa no seas exagerada- le contestó un poco enfadado por lo dramática que estaba siendo. Su hermana lo miró por un momento sin mostrar el dolor que sentía en esos momentos
— Acompañadme a Valinor- soltó así de simple. El abrió la boca, la abrió y cerró una vez más.
— ¿Qué?- preguntó, sólo para que su hermana entrecerrara el cejo como dando con el asunto de su "exageración".
— Vámonos a Valinor
— No- y se arrepintió de haberlo dicho en el exacto momento en que las palabras salieron de su boca. Había sido demasiado rápido, demasiado efusivo, demasiado obvio. Él aun no deseaba marcharse de la Tierra media, no cuando había comenzado hacía tan poco a conocerla.
Su hermana no dijo nada más y él incapaz de refutar, se quedó parado observando cómo se iba. El apretón en el pecho le hizo soltar un suspiro cansado. Cuando ésta giró por una de las esquina, una tímida lagrima cayo.
Tenía frío, tenía miedo y se sentía más patética que nunca. ¿Por qué había sido tan impulsiva? Porque era una niña, una tonta princesita que debía de hacer lo que quería. Ahora estaba perdida en el bosque, más lejos de casa que nunca y temerosa en aquel bosque que por muchos años había sido guardián de múltiples seres horribles. Sintió un escalofrió recorrerle la espina y Sili relinchó mientras ella se apretaba al costado de su caballo para mantener el calor. Las cosas podían haber sido bastante diferente si Eris hubiera aparecido, si su mejor amigo hubiera llegado a la cita esperada, pero él no llegó, él no apareció y su ausencia impulsó más que nada su misión suicida.
Estaba sentada en su cama, el sol ya despuntaba en el horizonte y Eris llevaba veinte minutos de retraso. No quería que las lágrimas se apoderaran de ella nuevamente, no quería, pero era imposible porque realmente había querido que su mejor amigo estuviera allí con ella a su lado.
Habían sido amigos desde que tenía conciencia. Acérrimos enemigos cuando pequeños desde que él le jalaba las trenzas y ella le perseguía con sus muñecas, luego fueron compañeros de batallas contra su primo Belian que molestaba a ambos y luego nada más que los mejores amigos; no había uno sin el otro y era algo que todo el pueblo sabía, que si uno andaba solo por el camino es que el otro estaba cerca para acechar. Peleaban y a la hora siguiente estaban correteando por el castillo luego de alguna travesura.
Era uno de los pocos en que su padre soltaba la mano para no dejarles con guardias, pero no porque quisiera si no porque Eris recibió entrenamiento para ser soldado, más se alegraba que el chico había elegido un futuro como estratega que como combatiente.
Observó el collar que había sido de su madre, los hermosos grabados en las alas del halcón. Si su madre estuviera viva... ¿Cuántas cosas hubieran sido diferentes?...
Un ruido le puso los pelos de punta, Sili empezó a retroceder y mover la cabeza de un lado a otro. Un olor putrefacto le llegó como una bofetada. Su cuerpo se petrificó en un acto de auténtico pánico.
Sili relinchó y se encabritó, la empujó con el hocico pero ella no se pudo mover a tiempo. Ni siquiera pudo hacer algo cuando las amarras de su caballo se soltaron y Sili se alejó a galope, porque el olor la cubrió y el golpe en las sienes le volvió a un poso de oscuridad en tan sólo un latido de su histérico corazón.
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Continuara… ¿Y? ¿Que tal? Comentarios para estas dos autoras por favor.
