Capítulo 1: la cita
Adrien ya había perdido la esperanza de que milady cayera en sus amorosos brazos. Eran incontables las veces en que se había insinuado, en un par de ocasiones le había declarado su amor, pero de nada le sirvió. Tanto tiempo dedicado y para nada. Nunca miraba a las otras chicas, y sentía que el tiempo pasaba.
Por eso decidió cerrar esa etapa, seguiría trabajando con su milady en la defensa de París, pero dejaría los requiebros. Mejor fijarse otros objetivos porque, para ser sincero consigo mismo, fuera de Nino, casi no había hecho otros amigos ¿de qué le servía haberse empeñado en ir al instituto? Claro que con las clases del colegio, las de chino, esgrima y piano, mas el trabajo de modelo para su padre, y sumado a ello el ser Chat Noir le dejaba muy poco tiempo libre. Pero aún así anhelaba hacer las cosas que hacían los chicos de su edad. Quería ir al cine, de paseo, salir de noche o ir a fiestas Y no ir solo sino con amigos o amigas, y si encontraba a esa chica especial, mejor.
Revisó su agenda para ese día, viernes, y se dio cuenta de que tenía la tarde libre. Había acabado el día anterior todas las fotos de la nueva colección. Por eso decidió que le apetecía aprovechar la tarde en el cine en vez de perder el tiempo en su casa.
Pero no quería ir solo. Así que pensó que era mejor pedir a alguien que fuera con él. Se lo diría a Nino. Y así lo hizo al llegar a clase.
—Nino, esta tarde la tengo libre ¿te vienes al cine conmigo?
—No puedo, tío. Alya y yo vamos a una fiesta.
—Me alegro por ti —dijo Adrien con cara de pena.
—¿Por qué no se lo pides a Marinette? seguro que te acompaña.
El chico rubio lo pensó y se dijo "¿por qué no? También es mi amiga".
—Se lo pediré, espero que no tenga otros planes.
La clase empezó y, como sucedía con frecuencia, Marinette llegó tarde. Entró intentando no hacer ruido, pero una mirada de Adrien, y el gesto que éste le hizo para indicarle que quería hablar con ella después, provocó que la muchacha se pusiera colorada, trastabillara y se cayera, haciendo mucho ruido.
—Marinette Dupain Cheng, ¿quieres hacer el favor de ocupar tu sitio para que pueda continuar la clase?
—Si, si, lo siento, enseguida.
Marinette ocupó su asiento detrás de su amado, preguntándose qué querría decirle Adrien. Alya, que no había visto el gesto del muchacho, preguntó a su amiga.
—¿Qué te ha pasado? —preguntó en voz baja.
—Que Adrien me ha hecho un gesto de que quiere hablar conmigo.
—Ahora entiendo, jajaja —dijo la morena—. Ánimo, seguro que es tu oportunidad.
El tiempo y las clases pasaron hasta el recreo. Alya, Marinette, Nino y Adrien se retiraron al patio.
—Chicos, nos disculpáis un momento —dijo Adrien a Nino y Alya, y añadió —. Marinette, ¿puedo preguntarte algo?
—Cla... claro que sí —tartamudeó la aludida.
—Os dejamos solos, parejita —dijo Alya sonriendo de ánimo a su amiga.
Alya y Nino siguieron andando, Adrien se llevó a una nerviosa Marinette a una esquina. Se giró hacia la muchacha y, de repente no le pareció buena idea pedírselo, se pasó la mano por el pelo de puro nervioso, respiró hondo y empezó a hablar.
—Marinette, estooo... —empezó titubeando el muchacho—. Verás, se da la circunstancia de que hoy no tengo nada esta tarde, ya sabes todo lo que hago aparte de venir a la escuela. Y me he dicho que no quiero pasar la tarde perdiendo el tiempo, digo, que sabes lo que me costó poder venir porque quería hacer amigos y casi no hago otra cosa que estudiar y trabajar. Y me he dicho también que no sirve de nada todo si sigo como antes. ¿Pero qué estoy diciendo? Al grano, ¿Quieres ir esta tarde al cine conmigo?
Adrien acabó su parrafada un poco colorado, falto de aire y algo desencajado y expectante. La muchacha estaba igual de nerviosa y se empezó a poner encarnada en cuanto abrió la boca para responder.
—¿Qui... Quieres que... que va... vaya con... contigo al ci... ci... cine? Cla... claro que... que no, quierodecirquesí... que sí... que sí.
—Fan... fantástico —dijo Adrien copiandola—. ¿Te parece bien que te recoja en tu casa a las cinco?
—Si... si... sí, a esa hora quedamos.
—Perfecto entonces ¿me dejas que elija la película?
—Si, seguro que eliges bien. Pero cada cual se paga su entrada —Marinette se iba serenando y su habla se normalizaba.
—¿Por qué? Déjame invitarte ya sabes que no tengo problemas económicos.
—No es por el dinero, tienes que entender que los amigos hacen las cosas porque quieren, ni la amistad ni el amor se compran —dijo Marinette, ya segura de sí misma, comprendiendo al muchacho y en el tono seguro que le salía cuando estaba convencida de lo que hablaba—. Me hace ilusión que hayas pensado en mí como amiga. No sabes cuanto, y quiero que lo pasemos bien. Entonces decidido ¿no? Me recoges en casa, a las cinco.
—Vaya, casi parece que me has reñido como haces con Chloé —dijo con una tierna sonrisa mientras se pasaba la mano por el pelo—. Bien, decidido. ¿Volvemos con Nino y Alya?
—Sí, vamos.
Ambos muchachos recorrieron en silencio los metros que les separaban de sus amigos. Alya recibió con una mirada interrogante a su amiga, que le respondió con una amplia sonrisa de felicidad.
—Tío —dijo Nino a Adrien alargando sus auriculares—, tienes que escuchar mi nueva mezcla.
El aludido alargó la mano, cogió los auriculares y se los puso. Alya aprovechó para preguntar a su amiga.
—¿Qué quería Adrien?
—¡Me ha invitado al cine para esta tarde!
—¡Bravo! Tienes la oportunidad de tu vida, aprovéchala.
—¡Seguro! —dijo Marinette con decisión.
El recreo acabó y las clases continuaron con normalidad. Al acabar la mañana y tras el timbre de salida, los muchachos se fueron separando cada cual camino de se casa. Adrien fue recogido por su guardaespaldas en la limusina y se fue en dirección a la mansión Agreste.
—¿Así que tienes una cita con tu novia? —dijo Plagg mientras saboreaba un trozo de Camenbert.
—Te he dicho que no es mi novia —replicó el muchacho—, es solo una amiga.
—Ya, pero seguro que te gusta.
—Bueno... es una gran chica, solo que no sé por qué siembre tartamudea conmigo, ¿será que no le caigo bien?
—O lo contrario —dijo Plagg en tono burlón.
—¿Qué quieres decir?
—Pues que igual está colada por ti, don Juan.
—¿Qué dices? ¿Que le gusto? ¡Eso no es posible!
—Veamos —empezó a enumerar la pequeña criatura—, eres guapo, simpático y bien educado, rico, un modelo reconocido ¿Qué chica no se enamoraría de ti?
—¡Bah! No será para tanto.
