Hola gente, vengo con otro fic de uno de mis anime favoritos. Esta historia se va a contar desde dos puntos de vista distintos, que van a estar marcados por el nombre antes de que empiece el texto. Espero que les guste y comenten.
Aya
El sudor me resbalaba por el pecho, trazando un camino desde mi estómago y descendiendo hasta perderse entre mis piernas. Recubría cada centímetro de mi cuerpo, como si fuera una segunda piel, haciéndome sentir terriblemente acalorada pero sin que me importara. Ya nada me importaba una vez que había llegado a ese punto, el momento en el cual lo único que mi mente era capaz de procesar, era porque ese par de caderas que se estrellaban contra las mías no podían moverse más rápido, más fuerte.
- Por favor… - rogué, arqueando la espalda contra el colchón – más.
Cada nervio en mi interior pedía a gritos por una liberación que no había sentido nunca pero de la que estaba segura sería magnífica. Mi cuerpo prometía gloria y yo necesitaba experimentarla con urgencia.
Para dejar mi punto claro y perfectamente entendible, llevé mis manos hacia el cuerpo que se movía sobre el mío, y haciendo presión sobre la baja espalda, le urgí a que se enterrara más profundo en mi interior. Él no tardó en comprender mi indirecta, y de inmediato apuró el ritmo de sus estocadas, dejándome absolutamente perdida en el placer.
"Un poco más…", canturreaba una voz en mi interior, "Solo un poco más..."
Mi corazón comenzó a latir a 1000 km por hora, mi respiración haciéndose cada vez más y más difícil, mientras sentía la dulce liberación tan cerca, tan cerca…casi a mi alcance…
Pero esta nunca llegó.
Desperté de repente sobre mi cama, rodeada de sábanas sudorosas y desordenadas, probablemente gracias a que me había movido como una posesa durante gran parte de la noche. Tenía el corazón en la garganta y la respiración irregular en mis pulmones.
A cualquiera le habría sorprendido esta faceta mía, ya que por lo general yo era la viva imagen de la conducta perfecta. No fumaba ni tomaba, o me escapaba de clases, a diferencia de la mayoría de las chicos de mi edad. Me esforzaba en ser un ejemplo a seguir, y en lo posible que no se notaran mis errores. La gente me temía y respetaba, y así lo prefería. Pero estos sueños eran definitivamente mi punto débil. Alteraban completamente mi comportamiento y me hacían sentirme como una hipócrita cuando le chillaba a Akira o Kengo por su actitud irresponsable. ¿Cómo podía gritarles cuando yo terminaba haciendo este tipo de cosas?
Suspiré audiblemente, y me rodeé con los brazos, sintiendo una mezcla de sensaciones que nunca estaba demasiado contenta por sentir, pero que de todos modos, no me daban tregua a la hora de embargarme.
Sin falta, siempre después de estos sueños terminaba sintiéndome asquerosa conmigo misma, como si hubiera hecho algo malo o decepcionado a alguien. Lo cual no tenía sentido porque no podía tener control sobre mis sueños, y eso que lo había intentado, sin éxito alguno. Me recriminaba sin parar por ser como una gata en celo, deseando y pensando nada más que sexo aun en la inconsciencia, y eso que todavía era virgen. Ya estaba claro que las hormonas me matarían algún dia.
Por otro lado (y esta es la parte que prefería no pensar) no podía evitar sentirme completa y absolutamente frustrada. Cada noche mi subconsciente creaba escenarios tentadores, y que lograban explotar mis sentidos, hasta el punto en que olvidaba completamente cual era la realidad, y dejaba de importarme si volvía a ella o no. Mi cuerpo se hundía en el placer más perfecto que había sentido nunca, elevándose cada vez más alto, hasta casi tocar el mismo cielo. Sin embargo, cada vez que estaba en las puertas del éxtasis más puro…todo se terminaba y yo despertaba en mi propia cama, sola.
No se lo admitiría a nadie nunca (apenas si me lo podía admitir a mí misma), pero ya estaba harta. No importaba que tan maravillosos fueran aquellos sueños, no me servía de nada si me dejaban con las ganas. Si me dejaban deseando más.
"Realmente soy un animal", pensé, tapándome la cara con las manos. No había nadie en mi habitación que pudiera verme, y dudaba que mi familia entrara a mi cuerpo a chequear que todo estuviera en orden, pero aún así, no podía soportar el hecho de que mi rostro estuviera rojo con vergüenza por lo que había soñado. Si dejaba que estos meros sueños me afectasen, estaría dejando a entender que me importaban, que me preocupaban, y eso era inaceptable. Yo no le tenía miedo a algunas ilusiones falsas, así que no las reconocería como enemigos hacia mi persona, aunque tuviera que ocultarlo por el resto de mi vida.
Sintiéndome más calmada, me levanté de la cama de un salto y me dirigí hacia el baño. Debía ser bastante temprano, ya que no podía ver el sol por la ventana todavía, y sin embargo, yo estaba con toda la energía del mundo.
Mirando mi cara en el espejo sobre la pared, agradecí de nuevo que nadie pudiera verme, ya que mi estado físico era realmente degradante. Mis labios estaban hinchados, probablemente de tanto mordérmelos para reprimir los gemidos, mi pelo pegado a la frente con una gruesa capa de sudor, y mi pijama arrugado, semi caído sobre un hombro. Pero lo peor era sin duda mis ojos. Mi par de ojos marrón oscuro que ahora estaban nublados con deseo, esperando la continuación de aquel sueño que nunca ocurriría. Deseando esa liberación que había tenido casi al alcance de mis dedos.
Rápidamente aparté la mirada del cristal, sintiendo los inicios de un ataque de rabia embargarme. ¿Pero que le costaba a mi mente tener sueños normales? ¿Por qué tenían que ser puras escenas sexuales que me dejaban tan rara y confundida? Probablemente hasta el día en que saciara mis apetitos, no conocería la respuesta.
Me incliné sobre el lavabo y me lavé la cara, suspirando de puro gozo al sentir el agua fría sobre mi piel sobrecalentada. Decidí que una ducha helada me haría sentir mucho mejor y me quitaría la mente de aquel tema tan delicado (al menos por un rato). Me sonreí a mi misma ante mi plan, y procedí a quitarme la ropa, adorando el aire fresco sobre mi piel. Una vez bajo el agua, me sentí infinitamente más tranquila, más relajada y cómoda en mi propia piel. Con cuidado y sin apuro alguno, me lavé todo rincón de mi cuerpo, intentando quitarme una suciedad que sabía que no estaba ahí, pero que sin embargo, igual me molestaba. Para cuando hube terminado, estaba prácticamente reluciente y pude volver a la cama con más dignidad que antes.
Al recostarme, sentí el cansancio apoderarse de mi mente y cerré los ojos, dejando que el sueño poco a poco me consumiera. No estaba preocupada por soñar de nuevo, usualmente este tipo de sueños solo ocurrían una vez por noche, a veces ni siquiera se manifestaban, por lo que no estaba preocupada en absoluto. Es más, una vez despierta y consiente, apenas si podía recordarlos después de 10 minutos.
Ni aunque lo intentara con todas mis fuerzas podía recordar más que meras sensaciones, como una caricia o un beso, y ni que hablar del rostro de quien me tocaba. Aquel siempre sería un misterio, no sabía si porque ni mi propia mente quería darle una cara, o si solo lo olvidaba al despertar como todo lo demás. En fin, nunca había podido enterarme quien me enloquecía en sueños. ¿Era el mismo hombre, o muchos distintos? Realmente no tenía forma de saberlo, ni me interesaba llegar a aquella conclusión. Él estaba bien en las sombras de mi mente, muchas gracias.
"Ya está, tengo que dejar de pensar en esto", me dije, decidida a volver a dormirme, esta vez en un sueño tranquilo. No me hacía bien pensar estas cosas y lo sabía, pero a veces no podía evitarlo. ¿Me gustaría ponerle cara a aquel hombre? ¿Saber quien se escondía en las sombras?
"No, eso solo lo complicaría todo", me aseguré, bostezando contra mi almohada. Cerré los ojos, y me deje llevar hasta dormirme.
Kou
Llevé el cigarrillo a mis labios y le di una buena calada, cerrando los ojos y disfrutando del humo en mi boca antes de dejarlo salir con un suspiro suave.
- Estuvo bien, ¿no es verdad? – preguntó una voz ligeramente chillona a mi lado.
Me giré hacia mi izquierda y fingí mi mejor sonrisa a la chica desnuda que estaba recostada a mi lado. Era probablemente una de las chicas más lindas que habían pasado por mi cama, rubia, de cabello lacio y suave que caía en una cascada perfecta hasta la altura de sus caderas, ojos azules, piel de porcelana y un cuerpo por el que mucha gente mataría. Creía haberla escuchado decir en algún punto de la noche, que era aspirante a modelo, o que ya lo era, o quizás me lo había imaginado, ya ni sabía. No me había enfocado tanto en escucharla, si no que había preferido sacarle la ropa lo más pronto posible. Me consideraba afortunado de poder recordar su nombre, después de tantas horas.
- Por supuesto que estuvo bien, conmigo nunca puedes equivocarte, dulzura – dije en broma, mientras le guiñaba un ojo.
Ella sonrío y se acercó para besarme. Francamente yo ya estaba un tanto harto y no esperaba más para que se largara de mi casa. Puede sonar un poco brusco, pero es que pierdo el interés muy rápido y no me interesa fingir estar en una situación que no es real. Tanto ella como yo sabíamos que después de esta noche yo no volvería a llamarla, y si me la encontraba por la calle, no recordaría su cara. Me había propuesto el desafío de seducirla esta noche en el bar, la había conseguido y me la había follado, casi siendo la situación demasiado fácil para mi gusto. Ella había caído como un animalillo a mis pies, demasiado cegada por mi apariencia y mi personalidad atrayente como para negarse. Y una vez que el ciclo se había completado, ya no tenía ningún interés en seguir alargando nuestras horas juntos. ¿Realmente cual era el sentido?
Cuando nos separamos, ella respiraba con dificultad, pero yo apenas había perdido el aliento. Al notar lo poco receptivo que yo me encontraba, algo en su mirada pareció cambiar, en sus ojos hubo un click y supe que entendió. Comprendió que ella había tomado el papel de la chica que se acuesta con un extraño de un bar, y que ahora no tiene derecho a esperar nada de mí, porque yo no le prometí nada. Lo supe y me alegré, así no tendría nada que explicarle.
- Bien… bueno, creo que me voy entonces – masculló ella por lo bajo, como esperando que yo le rogara que se quedara.
"Ni en tus más dulces sueños, princesa", pensé.
- Si, creo que es buena idea, tengo que levantarme temprano hoy.
Ella asintió y supo que mentía, que le estaba dando una excusa barata, pero de todos modos no dijo nada, quizás un poco agradecida de que no le estaba echando en cara que no quería volver a verla.
En silencio ella se vistió, y yo me recubrí las caderas con una sábana. Tomando el cigarrillo de nuevo, la acompañé hasta la puerta y la abrí para ella. Le ofrecí otra sonrisa mientras ella atravesaba el umbral principal y me hacía un gesto con la mano para despedirse. Creí ver un cierto atisbo de tristeza en sus ojos, pero cerré la puerta antes de que pudiera ahondar mucho en el tema. Sin una pizca de remordimiento volví a la cama y me terminé el cigarrillo, apagándolo contra el cenicero cuando no quedaba mas que la colilla.
Mi mente derivó antes de permitirme conciliar el sueño, pero no sobre la despampanante rubia que había echado casi a patadas de mi casa hacía no más de 15 minutos, ni sobre la increíble sesión de sexo realizada horas antes. No, mi mente me recordaba a las parejas felices que uno ve caminando mano a mano por la calle, besándose y abrazándose como si no necesitaran nada mas que el uno al otro. Me hacía recordar y al mismo tiempo preguntarme si existiría alguien en el mundo que me hiciera desear esas cursilerías.
Probablemente no la había, pero no lastimaba soñar.
