Guió sus manos al cabello de él, enredando sus dedos en los mechones castaños que tocaba y le sonrió. Se acercó a su rostro y beso sus labios con fiereza, mientras marcaba el ritmo de las embestidas, provocándole a los dos, el placer que anhelaban en cada encuentro. Se separó solo unos milímetros de el para susurrarle algunas palabras en su boca, palabras que a él le encendían, y se sintió con fuerza sabiendo que le provocaba. Era todo lo mejor que tenían, esos momentos juntos. La sesión les agoto tanto que no se dieron cuenta cuando los ojos de ambos se cerraron y se dejaron abrazar por Morfeo.
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— ¡Clara! Maldita sea. . . ¡Clara!
Los ojos de la aludida se abrieron lentamente dejando ver aquellos ambarinos orbes que hacían su rostro más atractivo de lo que era. La castaña apretó sus ojos acostumbrándose a la luz que el día le hacía cegar, y froto sus parpados, más como una maña que por necesidad.
—Al fin… Vamos tarde, Clara, vístete.
La voz del solicitante era de Bruno, quien se encontraba a medio vestir frente a ella moviéndose frenéticamente. Según recuerda, habían pasado otra vez la noche juntos y ahora estaba tan apurado que se pregunta internamente el por qué. Como si leyera su mente, Bruno se apresura a responderle su pregunta.
—Reunión. Jefe. Empresa. 30 minutos. ¡Ya!
— ¡Mierda! —Exclamo la hispana levantándose inmediatamente. Lo había olvidado. Claro, hoy era la reunión mensual de la empresa VoctroLabs, la empresa que los promocionaba como cantantes. Desde que entraron a la industria musical, la empresa les obliga a reunirse mensualmente con ellos para discutir futuros proyectos, finanzas, o la publicidad que se creaban. Eran un buen equipo, pero a los miembros cantantes les cansaban un poco. Claro que la compañía Vocaloid, el jefe del jefe por así decirlo, era quienes ayudaban a organizar todo y por ello tenían éxito.
Solo bastaron quince minutos para que Bruno y Clara estuvieran listos y bajaran del apartamento donde estaban. El ascensor estaba silencioso, pero no era un silencio molestoso, sino uno raramente agradable. La puerta del cubículo se abrió y se dirigieron al auto. Clara tomo el asiento del copiloto para dejar esta vez conducir a Bruno. No tenían ansias por manejar esa mañana ya que, después de todo, eran las 07:47 según el reloj analógico del auto. La mano de Clara se estiro al reproductor y lo encendió, para que "Keane" rellenara el ambiente interior. Bruno la miro alzando una ceja, y sonrió. Está claro que si se pone a pelear con ella por la música que pone, ganaría ella con sus extrañas formas de razonar. Una ocasión, recuerda él, alego que el grupo que colocó en el reproductor, concientizaba a las personas del medio ambiente. Al recordarlo, rió silenciosamente, pero Clara no se dio cuenta de ello, por cantar, pronunciando muy mal el inglés, la canción que pasaban. Bruno regresó la vista a la carretera y siguió hasta llegar al edificio de la empresa.
— ¿Sabes la pereza que tengo de entrar allí? Es como ir a un matadero, tío.
—Pues, ese matadero, es el que te hace permitirte tus lujos, Cla-ri-ta.
—Ahrg.
Los ocupantes del vehículo le dejaron las llaves al encargado de acomodar los autos. A veces se preguntan el por qué existe ese servicio si la persona misma que maneja lo puede hacer. Frente a ellos se mostraba el gran edificio que, como identificación, mostraba el logo "VOCTROLABS" muy grande y llamativo. Al inicio de la carrera de ellos, cuando se paraban allí, les impresionaba la vista, ahora la ignoran. La costumbre, dicen ellos.
Tras las puertas de cristal que cruzaron, se encuentra una sala de espera bellamente trabajada, con plantas y colores que la hacen sentir acogedora. Es la parte que a Clara le gusta de llegar, esa sala. Pero ninguno de los dos se detienen, sino que se dirigen al ascensor, donde ya hay un hombre que los espera y aprieta el botón que hay en la pared para subir. Las puertas se cierran y esperan a llegar a la planta alta.
—Hola Mario ¿todo bien? — Pregunta Bruno al botones como de costumbre. El empleado responde e inician una breve conversación mientas que Clara mira a través del vidrio del ascensor, la vista que le da, la cual es el jardín del edificio, el cual consta de arbustos recortados con las letras de la empresa y muchas flores rojas, azules y blancas, representándolos a ellos. Es una lástima que no hubiera el negro para ella, pero es difícil encontrar una flor de ese color. Le llamó la atención que una parte del jardín estuviera sin la cama verde de césped, y se dio cuenta que estaban sembrando unas flores nuevas, más no pudo distinguir el color. ¿Era rosa, lila o rojo? Tan extraño.
El sonido de llegada los hizo voltear a los dos cantantes a las puertas, y estos esperaron que se abriera. Bruno se despidió del botones, y Clara, internamente, del empleado que sembraba las flores.
La secretaria del jefe los dirigió a la puerta de la oficina, y estos abrieron la puerta y entraron.
Como siempre, todos los miembros de publicidad y marketing, finanzas, productores, directores de apariencia y demás estaban sentados en la mesa larga y voltearon a verlos.
—2 minutos y medio de retraso. Solo tres segundos menos que la última vez. — Dijo la voz de un chico con traje que escribía en su libreta. Clara lo miro de mala forma y se dirigió a la parte de la mesa que le correspondía, junto a Bruno que hacía lo mismo.
—Buenos días, Bruno, Clara, es un placer verlos otra vez —Pronunció el jefe de vestimenta.
—Hablen y ya. ¿Pueden? —Dijo Clara recostando su codo en la mesa con su mano sosteniendo su cabeza. Bruno rió ligeramente y se recostó en el espaldar de la silla y se cruzó de brazos.
—Cortés como siempre, Clara. —Dice el productor.
—No me pagan por ser cortés— Contesto ella.
—Si fuera sí estarías sin blanca — Dijo el jefe y todos rieron, excepto Clara, por supuesto.
Pero todos dejaron de reír cuando comenzó la reunión y se enfocaron en el trabajo por hacer. Todos Estuvieron de acuerdo en que Clara debía mostrarse más al público, y Bruno menos, en que debían empezar otra canción juntos y que tenían que tener algo de publicidad de farándula para promocionarlos, tal vez como un escándalo. El productor sugirió cambiar la imagen e Clara y darle un look más provocador, pero Clara desechó esa idea enérgicamente. Ya habían hecho mucho con esos shorts cortos y la camisa transparente como para empezar otra cosa. Y aunque a Bruno le sugirieron cambiar de sombrero, también se negó. La junta fue casi una tortura, ordenándoles que tuvieran que hacer con la fama que se habían creado. Sí, es cierto que ellos tuvieron ayuda en llegar a donde estaban, pero eso no significaba nada. Pero siguieron escuchando sugerencias por tres horas.
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Se encontraban los dos hispanos en la cafetería cercana a la empresa, desayunando y pensando en silencio sobre la reunión que tuvieron. El local era el preferido de los dos por muchas razones, pero las resaltantes era su buena comida y el adorno del lugar. Era sencillo, acogedor y cálido. Clara había pedido un pastel de chocolate y café incluso aunque Bruno le insistiera que le podía hacer daño comer dulces sin comer algo salado antes, pero claro que ella nunca le hacía caso alguno. En cambio él ordeno tostadas francesas con jugo de naranja. Esperaban ahora que les trajeran la cuenta.
—No sé por qué me quieren quitar mi sombrero. Me veo genial con él — Se quejó Bruno tocando la copa de su accesorio.
—Si te lo quitan, verán tu cabello desastroso. Pelea por él. — Clara le dio un sorbo a su café.
—Vamos, Clara, tú mejor que nadie sabes que mi cabello no es desastroso.
—Sí, claro.
—Admítelo. Te gusta tocarlo. — Bruno le dio una sonrisa complice.
La joven quedo en silencio por unos segundos antes de volver a tomar su bebida, la cual se acabó. Es verdad que le gusta tocarlo, sobre todo cuando compartían intimidad. En ninguna ocasión a ella se le pasaba tocarle el cabello, ya que era una de sus cosas favoritas. Era suave y sedoso aunque pareciera una maraña sin control, y saber ese detalle, que nadie más sabía, le satisfacía. Se sentía con poder por conocimiento. Pero no lo diría, aunque los dos supieran la verdad.
Habían empezado con ello después del año de trabajar juntos, cuando en una noche donde los dos, borrachos por celebrar el aniversario de lanzamiento, terminaron en la cama. Superada la sorpresa inicial, se dieron cuenta que realmente siempre hubo esa tensión sexual entre ellos, así que cuando paso la segunda vez, y la tercera, dejaron de contar y solo se dejaban llevar. Algo secreto entre ellos, ya que nadie sospechaba eso. Solo en el sexo eran unidos, más fuera de ellos, eran un lío. Todos decían eso y ellos, satisfechos de que no sospechasen, seguían con ello.
La camarera, una chica bien parecida, llegó con la cuenta. Bruno pagó, y Clara no protestó. Cuando la camarera se disponía a irse, deslizo un retazo de papel en el bolsillo de la camisa del joven y se fue. Clara lo miro con suspicacia.
—Ya sabes, soy irresistible — Dijo Bruno, luego de cerciorarse de que si, era el número de la chica.
Clara negó con la cabeza y se levantó del asiento. —Vámonos, señor irresistible. Quiero acostarme y ver tele.
Los dos salieron del local y se dirigían al auto. Clara esta vez quiso conducir así que le tomo las llaves a su compañero y se dirigió a la puerta del conductor. Bruno, por su parte, tomo el papel que le dio la camarera del restaurante, lo arrugó, sin que su amiga lo viera, y lo arrojó al bote de basura que estaba cerca de ellos. No le interesaba tener una relación con nadie ahora, no era de los que se comprometían, y si solo era sexo o que buscaba, sabía que nadie reemplazaría a su Clarita. Volteó a donde estaba Clara acomodándose el cabello frente al volate y se preguntó por un instante si ella pensaba lo mismo.
