La deuda de los Ojos rojos…

El sonido de una taza rompiéndose al caer contra el suelo. Su contenido se desparrama por el suelo lentamente, mientras su color café… al igual que la sustancia…pierde su calor. El recipiente se rompe en miles de pedazos mientras las miradas buscan las manos que ha dejado caer dicha taza. Cuatro de los nórdicos observan al más pequeño de ellos, el que ha dejado caer su café, Islandia.

De repente la tonalidad del líquido que ha caído al suelo cambia….pues de las manos del islandés comienza a caer unas gotas de sangre. Eso hace que la alarma se expanda entre los demás y todos traten de ver que es lo que ha pasado, pero la mirada del menor sigue siendo sorprendida, fija en algún punto de la habitación en el cual seguramente no había nada.

-¡Islandia!-gritó el finlandés. A pesar de que ya lo había hecho varias veces, el nombrado era la primera vez que alcanzaba a escucharlo, así que le miró mientras el sueco y el danés se peleaban por tapar el corte que se había hecho, y el noruego no apartaba su vista de su hermano- ¿Estás bien?...

Entonces fue cuando el albino se percató de la situación… Le dolía la mano pero no demasiado. No sabía que había pasado, de repente, en un segundo había tenido un mal presentimiento, tan malo hasta el punto de que había perdido la noción de sus acciones y del tiempo. Pero debía contestar algo rápidamente, pero estaba totalmente en blanco, como la nieve que caía en el exterior y se podía observar a través de la ventana.

-¿Estás enfermo?-susurró levemente el noruego llevando su mano a la frente del islandés notando que la respuesta su pregunta era negativa. No podía comprender que le pasaba al menor, así que dirigió su mirada al danés y al sueco.

-Is será mejor que vayas a dormir-susurró el danés.

Finalmente el sueco optó por cargar el islandés hasta su habitación y arroparlo. Se quedó con él hasta que finalmente se quedó dormido. Perdido en sus pensamientos salió y se acercó a los restantes nórdicos. Habían venido de visita a Islandia para pasar un rato juntos, pero tras unas horas había pasado eso. El sueco se quedó mirando la mancha que el café había dejado en el suelo.

-¿Islandia está enfermó?-le preguntó su esposa, pero cuando justo iba a contestarle el danés se le adelantó.

-A lo mejor estuvo fuera esperándonos mucho tiempo…-Dinamarca esperaba la aprobación del noruego, pero este se encontraba mirando indiferentemente a la habitación donde se encontraba el pequeño.

Ni el mismísimo Islandia sabía lo que había pasado, pero era difícil imaginar lo que iba a suceder al día siguiente. Ni los pensamientos más oscuros de una persona ni país podrían averiguarlo…bueno quizás alguien sí, el autor.

Cuando el islandés abrió los ojos era noche cerrada, más cerca del amanecer que de la media noche. Aún no conseguía comprender lo que había sucedido, pero se preguntaba si sus hermanos aún estarían en su casa, aunque lo dudada, ya que algunos tenían trabajo. Se sorprendió al notar al noruego dormitar sentado en una silla a su lado. Se levantó dándole su manta para que no cogiese frío y salió en silencio notando de nuevo su solitaria casa, pero al pasar por el salón observó al danés dormido echado en su sillón. También notó a Hanatamago durmiendo junto a su frailecillo, eso significaba que todos estaban en su casa. Sonrió brevemente y escuchó unos leves golpes en la puerta.

Se encaminó hacia ella mientras se preguntaba quién podría ser. Probó a abrir la puerta con cuidado para no despertar a nadie. Tuvo de nuevo un mal presentimiento que ignoró ante la tontería que suponía, pero cuando la entreabrió le llego un olor desagradable. Olía a alcohol…Sintió como entraba más frío a medida que abría la puerta, y se sorprendió al observar al Ruso en su puerta, hasta tal punto que retrocedió unos pasos inútilmente.

-Islandia…-susurró mientras mostraba esa sonrisa que hacía que el pequeño se erizase. Llevaba un girasol y la tubería. ¿Qué quería?- he venido a cobrar mi deuda…

El nórdico no tuvo tiempo para nada más que darse la vuelta, pues las manos del ruso le apresaron con fuerza mientras le tapa la boca para que no gritase. EL girasol cayó al suelo mientras algunos pétalos se desprendían de las estructura y el ruso arrastraba al pequeño e indefenso islandés al frío del exterior. A pesar que intentó soltarse propinando patadas Iván, el ruso, tenía muchísima más fuerza, y menos paciencia, así que tomó la tubería y golpeó la cabeza del menor que cayó inconsciente en la nieve y el líquido de color carmesí comenzó a manchar la blanca nieve.

-No debes ser tan impaciente…-susurró mientras la sonrisa macabra se formaba en su rostro y tomaba a Islandia para llevárselo del lugar dejando únicamente dos pruebas de su presencia, un girasol con la mitad de sus pétalos esparcidos por el suelo, y una mancha de sangre, de tamaño considerable en la nieve.