Sólo bastaron palabras para que él se alejara.
Sólo bastó que él dijera cuatro palabras para desencadenar el infierno.
Cuando un alma se rompe siempre se va algo de ella, en este caso murió casi todo lo bueno que había en él.
Tal vez fue lo que dijo Joe o la muerte de Iris, aunque podría ser la desolación que sentía en el alma por las palabras de Oliver.
Aún no lograba digerir nada de eso, y pensar que todo sucedió en dos días, cuando él enfrentaba la muerte de la morena fue Oliver su verdugo con simples palabras: ya no te amo.
Aunque fue en medio de una pelea, fue lo suficientemente duro como para salir corriendo del loft y no querer regresar más. Él amaba a Oliver, más de lo permitido. Pero el arquero se negaba a sentir lo mismo.
Fue todo eso lo que motivó correr con desesperación y luego de unos minutos los rayos rojos eran grises y negros, todo el dolor lo llevó a otro nivel.
Cuando se detuvo recordó lo ocurrido dos días antes, cuando Iris y él fueron secuestrados y Joe le confesó al villano que podría vivir con la muerte de Barry, pero si algo ocurría con Iris, no sabría seguir.
Lo siguiente fue ver como en un intercambio de balas su mejor amiga era asesinada. Luego vino lo peor, ver que sus poderes no habían regresado y estuvieron neutralizados por las siguientes 24 horas.
Sin embargo, le dolió la declaración del arquero, luego de tanto tiempo juntos le decía ya no te amo. Tal vez fue en un arranque de furia o sólo trataba de justificarlo. Incluso escucho como le gritaba que él tampoco lo amaba. Pero no se quedó a contradecir sus palabras.
Por eso ahora luchaba contra Killer Frost, Arrow y Vibe. Los tres le decían que se detuviera, que no siguiera asesinando ni torturando ¿Quién se creía Oliver al exigir eso? Él sólo vengaba a Iris y destruía la posibilidad de que le hicieran lo mismo a alguien más.
-Barry detente-susurró Caitlin paralizada, veía con terror como su amigo golpeaba sin descanso al arquero-¡lo vas a matar!-gritó horrorizada y fue ahí cuando el castaño se alejó. Miró a su ex amante y noto que no estaba al borde de la muerte, que aún podía lanzarle una flecha.
-Mátame-dijo dándole la espalda-después de todo no tengo nada por qué seguir-dijo alejándose lentamente.
Pasaron unos segundos y escucho como se tensaba la cuerda del arco, luego sintió el silbido y movimiento de la flecha que iba directo a su espalda, a la altura de su pecho.
No la esquivo.
No corrió.
No miró atrás.
Y fue libre de no sentir más.
