Bajé aquella tarde a la cocina, recogiéndome el pelo en una coleta mal hecha. Llevaba un jersey holgado de color blanco con detalles en gris y un pantalón vaquero.
La luz del atardecer entraba anaranjada por los cristales que daban al jardín y desde donde podía ver todo el vecindario. Me agaché y recogí los zapatos que Beth había dejado tirados en el sofá al quedarse viendo la tele.
-Beth, te he dicho mil veces que no dejes los zapatos por el salón. -Dije enfadada, guardando los zapatos en el zapatero de la entrada. -Beth, espero que estés estudiando. -Resoplé echando la cabeza hacia atrás, yendo a la cocina y echándome un vaso de zumo. Beth bajó y la miré por el rabillo del ojo. -¿Has estudiado?
-Eres cansina. -Me respondió sentándose en la mesa con el móvil entre las manos.
-No, no lo soy. Seré cansina cuando apruebes matemáticas de una vez. -Me bebí el zumo de un trago. Beth resopló, echando la cabeza hacia atrás.
-Mamá, tengo quince años. -Levantó la vista del móvil para mirarme.
-Ya. Yo con un año más estaba embarazada de ti. -Ella calló y me quedé mirándola pasándome las manos por la cara.
-¿Cuando viene la abuela Judy? -Bajó la mirada a su móvil, jugueteando con las teclas. No sabía cómo podía escribir tan rápido.
-No lo sé, cielo. -Comencé a fregar el vaso mirando por la ventana el jardín trasero que daba a la piscina.
-¿Y cuando conoceré al abuelo? -Ella levantó la mirada y agaché la cabeza, limpiándome las manos.
-No lo sé. No quiero ver a tu abuelo. -Rodé los ojos y vi la mirada de Beth clavada en mí. Era justo igual que yo. Era la pequeña niñita que sostuve entre mis brazos por primera vez, que lloraba desconsoladamente y que luego di, arrepintiéndome cada día de mi vida. Nunca le había contado que su abuelo me echó de casa porque me quedé embarazada de ella. Y no quiero que lo sepa. No quiero que se sienta culpable de algo que ella no pudo remediar.
-¿Por qué? -Preguntó frunciendo el ceño. -Deberías echarlo de menos. -Agaché la cabeza y negué mirándola.
En ese momento y justo cuando lo necesitaba, sonó el timbre de la puerta. Dejé que ella siguiera a lo suyo y abrí.
Estaba allí, con el pelo perfectamente peinado hacia un lado, su chaqueta azul, una camisa del mismo color pero más claro y una corbata de color azul marino. Algunas canas brotaban de su pelo, pero no demasiadas. Estaba igual que hacía quince años, excepto porque en su chaqueta portaba más de una medalla. Me quedé con la boca entreabierta, mirándolo.
-Estás preciosa. -Me dijo con el tono de voz suave y cálido que tenía cada vez que me hablaba al oído.
-Mamá, ¿quién es? -Me dijo Beth asomándose desde la cocina. -¡Papá! -Noah inclinó un poco la cabeza sin darme tiempo a contestar cuando Beth salió corriendo hacia él, abrazándolo con fuerza. Puck hundió su cara en su pelo, dándole un sonoro beso en la frente.
Noah alzó la mirada hacia mí con una leve media sonrisa, levantando la mano y acariciando mi mejilla.
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Tras dos horas que estuvo Beth abrazada a Noah sin soltarlo, salió porque había quedado con sus amigas. Acababa de ver a su padre después de siete años y estaba rebosante de felicidad.
Me levanté del sillón de enfrente y me senté al lado de Puck, abrazándolo con fuerza, cerrando los ojos apretando los párpados y escondiendo la cabeza en su pecho. Él me rodeó con sus brazos, haciéndome sentir segura, protegida, y en algún momento.. Amada.
Beth hacía siete años que no veía a su padre, pero yo sólo había visto a Noah en un par de ocasiones tras el instituto, y seguía enamorada de él.
-Quinn... -Me susurró al oído, haciendo que un escalofrío me recorriera todo el cuerpo. -Te he echado de menos. -Me separé de él mirándolo a los ojos. Lo quería, sin duda alguna. Lo seguía queriendo después de todo este tiempo.
-Y yo. -Demasiado, debí añadir, pero me callé y lo miré a los ojos, sin decir nada más.
-Estuve buscándote. -Me miró a los ojos, cogiendo mi mano y acariciándome. Me quedé mirándolo embobada por sus palabras apretando sus dedos.
-Esperaba que estuvieras buscándome. -Le digo sincera.
-¿Qué has hecho todos estos años? -Me preguntó acercándose un poco más a mi, con la mano sobre mi rodilla.
-Musicales. -Murmuré mirándolo a los ojos. -Hago de Cosette en Los Miserables de Nueva York. -Él esbozó media sonrisa, satisfecho.
-Sabía que llegarías lejos. Lo has hecho. -Asintió, acariciándome la mejilla con el dedo pulgar.
-Beth te echaba de menos, y no sé qué he hecho durante todo este tiempo. Esta agresiva conmigo, no estudia.. Y siempre me echaba en cara que no estabas. -Me encogí de hombros casi a punto de llorar.
-¿Recuerdas como eras tú a su edad? -Me dijo sonriendo. Solté un bufido riendo y asentí. -Eras mucho peor. Incluso te teñiste el pelo de rosa, Quinn. -Nos reímos los dos a la vez. -Está pasando por la misma etapa que pasaste tú.
-Ya, pero yo me quedé embarazada a los dieciséis y ella no. -Lo miré y me mordí el labio.
-¿Ves? Eras mucho peor que ella. -Nos reímos y al terminar nos quedamos en silencio, mirándonos a los ojos. Noah cogió mi mano y la apretó, agachando la mirada. -He pensado mucho en ti, aunque no lo creas, ¿sabes? -Apreté su mano sintiendo cómo la respiración se me aceleraba al escucharlo, mirándolo tímida. -Cada vez que por la noche me acostaba en el campamento y había sobrevivido, sacaba una foto tuya con Beth en brazos, del día en que nació, en el hospital, y la besaba. Y rezaba para que Beth no se olvidara de mí, y para que tú tampoco. Érais lo único que me quedaba por lo que salvarme. Mi madre murió, mi hermano Jake casi ni me habla y mi padre... Perdido. Quería volver, verte feliz, ver cómo Beth crecía a tu lado. Estoy aquí gracias a ti, Quinn. -Parpadeé mirándolo a los ojos, sin saber muy bien qué quería decir con eso. Me arriesgué.
Lo cogí de la mejilla con una mano acercándome a él, juntando sus labios con los míos suavemente, cerrando los ojos. Tuve miedo por un momento de que no me respondiera, de que dijera que no era eso lo que quería decirme. Pero sí, me respondió. Sus labios se movieron rozando los míos, continuando un beso que hizo que me pegara más a él. Sus manos pasaron por mi cintura pegándome contra él, mientras mi mano bajaba con su nuca. Sentí cómo su boca estallaba contra la mía después de casi doce años sin besarlo, acariciando sus mejillas sintiendo cómo sus labios ardían contra los míos.
Tras un rato besándonos, nos quedamos en silencio. Recostados en el sofá él me sostenía entre sus brazos, con una de nuestras manos enlazadas, acariciándonos los dedos con delicadeza, haciéndolo íntimo, haciéndolo nuestro. Su barbilla se apoyaba en mi cabeza, y mi cara se hundía en su pecho aspirando su aroma. Lo había echado demasiado de menos.
-Quinn. -Me llamó Puck, haciendo que levantara la cabeza.
-Quiero formar parte de esta familia. -Me dijo serio. Negué y él abrió los ojos preocupado por mi respuesta.
-Esta es tu familia.
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Beth llegó y volvió a engancharse a su padre, abrazándolo con fuerza mientras yo los miraba con ternura.
-Papá. -Llamó Beth a Puck, mientras yo repartía un poco de puré de patatas, filete de cerdo, guisantes y mini zanahorias en sus platos.
-Dime. -Levantó la cabeza del plato Noah, que seguía vestido con la camisa del ejército.
-¿Te quedarás con nosotras? -Beth cogió un poco de puré con el tenedor y se quedó mirándolo. Noah asintió mientras comía, y yo me senté en la mesa.
-Sí, cielo. Me quedaré con mamá y contigo. -Sonrió, dedicándome una tierna mirada mientras Beth no se apartaba de su lado.
-Papá, me refiero a... -Tragó lo que estaba comiendo mientras yo los miraba atentos. -Si te quedarás para siempre. -Noah giró la cabeza hacia mí, sonriendo.
-Para siempre.
