Disclaimer: Inazuma Eleven pertenece exclusivamente a Level-5 y esta historia está creada sin ningún fin de lucro.
"Apostando esclavos"
Prólogo: El camino del dragón verde
{9 años atrás}
Sus piernas dolían por la incómoda posición en la que estaba. Hacía pocos meses que había cumplido los ocho años y, según la tradición familiar, debió comenzar lo que sería una especie de entrenamiento para convertirse en un sacerdote del templo de la Diosa Gaia, como lo había hecho anteriormente su padre y mucho más antes su abuelo y sus antepasados. Para él, que había crecido sabiendo la responsabilidad que un Midorikawa tenía con la gran diosa, el comenzar su entrenamiento había sido un evento muy importante y que lo había hecho muy feliz. ¡Él había deseado toda su corta vida en poder ser un sacerdote como su padre y por fin lo sería! Claro, era un entrenamiento largo, de años y que decían que realmente nunca terminaba, incluso al ostentar el título de sacerdote, pero él estaba más que dispuesto a hacerlo y por lo mismo ahora se encontraba sentado sobre sus piernas, en la posición Seiza(1), meditando junto a su maestro.
Sin embargo, incluso con su fuerte fuerza de voluntad, la situación lo estaba superando. Él siempre había sido alguien reconocido por su alegría e hiperactividad, por lo que las largas sesiones de meditación lo solían aburrir y desesperar. Quería moverse, saltar, correr y gritar, pero no podía y aunque daba todo de sí por mantenerse quieto, la expresión en su rostro lo delataba.
— Reize-dono, puede marcharse —el niño se sobresaltó al oír tan de repente la voz de su maestro, casi cayendo al perder la concentración y por ende el equilibrio.
— ¿E-Eh? P-Pero aún no oscurece, Taishou-sama(2) —le respondió él, viendo aún el cielo claro pero con unos nacientes matices anaranjados que indicaban el cercano ocaso.
— Hoy es una excepción —le dijo el mayor, que pese a su edad, aparentaba bastante menos que sus actuales treinta años. Le sonrió condescendiente y se levantó, impulsando al pequeño a hacer lo mismo aunque de manera torpe por el aturdimiento de sus piernas— Le recomiendo ir con sus padres, Reize-dono. Seguramente le estarán buscando —agregó con una expresión que extrañó al menor. No podía calificarse de otra manera que "misteriosa" y algo oscura.
El sacerdote entró por una puerta corrediza y desapareció de su vista. El pequeño Midorikawa lo vio hasta que la alta figura del sacerdote se perdió tras la puerta y luego miró el pequeño altar en donde dejaba diariamente un pequeño tributo a la Diosa. Hizo una pronunciada reverencia y luego, en respetuoso silencio se retiró del templo. Apenas estuvo afuera, respiró hondo y una sonrisa afloró en su rostro. Se largó a correr, recorriendo todo el camino de vuelta a su hogar a trote rápido, incluso cuando sintió sus piernas doler por el esfuerzo y su garganta arder por su respiración forzada. Divisó a algunos sirvientes arreglando el jardín cuando dejó atrás el modesto bosque que rodeaba parte de su "humilde" hogar y los saludó tan ruidosamente como siempre lo hacía, arrancándoles una sonrisa alegre a todos. El pequeño siempre irradiaba una alegría e inocencia tan pura que lograba conmover los corazones de todos los que le llegaban a conocer.
El niño quería jugar un poco con los criados, sintiéndose afortunado de tener tiempo para hacerlo ya que desde que su entrenamiento había comenzado, su tiempo libre se había reducido bastante según su nuevo horario; pero sus planes se vieron opacados cuando la voz de la que era la ama de llaves, jefa de todos los criados, le llamó diciéndole que su madre lo buscaba y que le estaba esperando en el salón de los tronos. Hizo un puchero al despedirse de los sirvientes y trotó hacia el salón donde su madre lo estaba esperando. Tardó casi cinco minutos en llegar, pero inmediatamente reconoció la figura de su madre quien estaba junto a ambos tronos, acariciando el hermoso metal trabajado y deslizando sus dedos por el suave terciopelo burdeo. Apenas oyó a su hijo entrar, la mujer volteó a verlo y le dedicó una hermosa sonrisa al tiempo que lo invitaba a pasar.
Mientras caminaba por la larga y angosta alfombra de terciopelo rojo con hilos de oro que se encontraba al centro del salón, dirigiendo directamente hacia el lugar donde ambos tronos reposaban sobre una pequeña plataforma, el pequeño Midorikawa observaba la figura de su madre con admiración y con alegría. La mujer era joven, como era de esperarse, y muy bella; la mujer más bella del reino. Poseía una piel anormalmente pálida y su cabello era largo, sedoso y de un rubio platinado que brillaba con el sol. Empero, aquellos atributos no eran lo que reafirmaban su belleza. Eran sus ojos. Dos enormes y almendrados orbes de un color negro abismal, pero que aún así brillaban con cada emoción que su corazón albergaba y que estaba constantemente pintado con matices de amabilidad y una oculta fortaleza. Para él, su madre era la mujer más perfecta del mundo y en su fuero interno se lamentaba de no poder parecerse más a ella en cuanto al físico. Lo único que había heredado de su hermosa madre fue, para su alegría, sus ojos. Los de él eran réplicas de las orbes maternas, del mismo negro y de la misma forma agraciada, sólo que los suyos eran aún los de un infante y no escondían más que sueños y fantasías.
— Reize-chan, ¿cómo ha estado el entrenamiento hoy? —preguntó mientras se agachaba para besar la frente de su hijo, quien hizo una mueca al ver cómo se dirigía su madre hacia él.
— Bien. Taishou-sama decidió que tenía que dedicar más horas a la meditación, así que eso hicimos hoy —contestó recordando esas cinco agónicas horas para sus piernas que seguramente desde ya se repetirían diriamente— Oka-san, ¿por qué me llamas así? Dime R… —pero su madre cortó su diálogo al abrazarlo, descolocándolo y apenas pudiéndole devolver el gesto con algo de inseguridad— ¿O-Oka…san?
— Hay sirvientes cerca, Reize-chan. Sabes que es mi deber llamarte así cuando hay gente cerca —le contestó en un susurro al oído, depositando un beso en su sien mientras se separaba de él. Le dio una mirada significativa que él pudo captar, asintiendo débilmente con la cabeza— Bueno. Tu padre nos espera. No queremos hacerlo esperar más, ¿no, Reize-chan?
— ¿Otou-san? ¿Dónde? —preguntó curioso viendo a su alrededor, pero no encontró al hombre por ningún lado— Oka-san, ¿dónde está Otou-san? —preguntó, tomando de la mano a su madre mientras comenzaban a caminar, abandonando el salón de los tronos.
— No seas impaciente, Reize-chan —le dijo amorosamente, caminando a ritmo lento para que el niño no tuviese que esforzarse demasiado.
En un agradable silencio, ambos caminaron de la mano hasta que se encontraron frente a las puertas del castillo. Bajo la araña de cristal, que en ese momento estaban recién encendidas, ambos se encontraban detenidos y contemplando la figura de un hombre que les daba la espalda, no muy alto (aunque sí más que su esposa) y con un parecido abrumador al físico del pequeño. Al voltearse, el hombre se mantuvo serio y sereno, asintiendo con la cabeza al intercambiar una mirada con su mujer, quien soltó la mano del niño y le dio un empujoncito, dándole valor para ir.
— Buenas tardes, Otou-san —saludó respetuosamente, mientras se reverenciaba frente a su padre.
— Andando, Reize —fue todo lo que le dijo, marchando hacia las grandes puertas de madera que fueron abiertas por dos soldados. El niño volteó una vez más a ver a su madre, consternado al ver que ella no iba con ellos, y recibió una sonrisa alentadora y un gesto que indicaba que debía seguir a su padre.
Aunque apenas había dado unos cuantos pasos, fue suficiente para poner una buena distancia entre él y su hijo. El pequeño Midorikawa, algo intimidado por la presencia de su progenitor, temió acercarse demasiado pero terminó decidiendo que era mejor ir junto a él que estar tras de él. Tras un breve trote logró estar a la altura de su padre y caminó con la vista pegada a sus zapatos. El silencio los rodeaba y, repentinamente, el niño se dio cuenta que el clásico sonido del metal rozando con más metal que solían hacer los soldados con sus armaduras no estaba por ningún lado. Volteó a todos lados y se sorprendió (y asustó) al notar que ningún guardia real los estaba escoltando. Alzó la vista para ver a su padre, pero éste tenía la mirada pegada en el camino y se sintió demasiado cobarde para hablar.
Manteniendo el tenso silencio, el menor daba breves y poco discretas miradas a su padre. El hombre, que lucía por lo menos unos diez años mayor que su mujer, poseía una tez morena y un abundante cabello verde pistacho que su único hijo había heredado, haciéndolos ver como dos gotas de agua. A diferencia de él y de su esposa, el hombre poseía ojos castaños y con una forma más alargada que causaban que su mirar fuera intimidante. De hecho, a primera vista el hombre no daba una imagen paternal, pero realmente era todo lo contrario. Hasta que su hijo cumplió los seis años, él era un hombre cariñoso y un padre ejemplar. Pese a todas las obligaciones que tenía con su reino y con la diosa Gaia, siempre parecía hacerse con el tiempo necesario para estar con su niño, para hacerlo feliz. No obstante, cuando las tensiones entre los reinos de la región comenzaron a aumentar, el tiempo que disponía para el pequeño Midorikawa se vio reducido drásticamente y finalmente tomó una decisión importante: debía priorizar las necesidades del reino y permitir la crianza de su hijo comenzara a ser llevada con un poco de antelación por el tutor que le sería designado a los ocho años y no a los seis. No había dejado de ser el mismo hombre cariñoso y afectivo de siempre, sólo que ahora más que nunca era importante mantener las apariencias; demostrar ser un digno monarca.
Pero ello había logrado crear una distancia que lamentaba con su primogénito. El niño, no pudiendo entender la situación que lo rodeaba a él y a su pueblo, creía que su padre "no lo quería" hasta que fuera un sacerdote como él y esa, ocultamente, era otra de las razones por las que se dedicaba tanto a su entrenamiento. No podía estar más equivocado, pero no había nada que hacerle. Además, aunque se sintiera cohibido ante la presencia de su progenitor, considerando ahora el poco tiempo que se veían y el poco espacio que tenían para una relación padre-hijo como se debía, seguía amando y admirando a su padre como a nadie en el mundo. Y en su fuero interno estaba más que feliz de poder salir con él, aunque estaba muy intrigado por las razones y algo atemorizado de no ser escoltados por la guardia real.
Siguieron caminando en silencio por casi quince minutos, pero afortunadamente la tensión entre ambos disminuyó hasta que desapareció por completo. Ahora el menor disfrutaba del paisaje, pues era una parte que él definitivamente no conocía, y seguía a su padre en la más pura ignorancia, deseando saber dónde finalmente arribarían.
— Reize —lo llamó el hombre, sobresaltándolo por lo repentino de su llamado.
— ¿S-Sí… Otou-san? —preguntó con algo de miedo. ¿Qué querría decirle? ¿Y por qué allí, tan lejos de casa?
— Ha llegado el momento de que te sea entregado el mayor secreto de nuestra familia, como a mí se me fue entregado a tu misma edad por mi padre —el pequeño abrió los ojos con asombro e incredulidad al escuchar esas palabras. ¿Qué secreto?— Sabes que como un Midorikawa, no sólo serás rey de Gemini algún día, sino que también serás el supremo sacerdote como hoy es tu abuelo, a quien yo sucederé cuando tú tomes el trono. Te preguntarás por qué nuestra familia se dedica al sacerdocio de la Diosa Gaia, mientras ninguna de las otras familias de los otros reinos lo hace —honestamente aquella duda nunca estuvo en la mente del niño, pero al momento en que su padre la pronunció, la semilla de la duda comenzó a crecer rápidamente, llenándolo de incredulidad y de miedo a lo desconocido— Es momento que sepas la verdad.
Cuando aún no se habían formado ninguno de los cinco reinos del círculo Gaia, había cinco familias que luego serían quienes fundarían los reinos y se convertirían en las familias reales. No obstante, en un momento de la historia, al patriarca de la familia Midorikawa, de nombre Reize, se le fue concedido una gran verdad por la Diosa Gaia, que luego sería el secreto más poderoso y mejor guardado de toda la región. Muchos querían saber aquello que nuestro antepasado Reize sabía, pero él guardó recelosamente el secreto y antes de morir se lo reveló a su hijo. Por ser dueños de tan importante secreto, la familia Midorikawa, desde entonces, ha cumplido una doble labor: monarcas del reino Gemini Storm y sacerdotes del santuario de la Diosa Gaia. Para poder velar por la seguridad de nuestro reino y de toda la región.
No obstante, a medida que pasaba el tiempo, nuestra familia se vio amenazada por el secreto que guardábamos. Éramos una familia pequeña, pero poderosa, por lo que al poco tiempo de formarse el pacto del círculo Gaia, los monarcas de cada reino se reunieron y decidieron tomar una medida de seguridad para todas las familias reales: los nombres serían un completo secreto. Nadie que no fuera familiar directo, entiéndase padre, madre o abuelos, sabría el nombre de los reyes y así sería por la eternidad. Nuestra familia decidió ocultarse bajo el nombre de Reize y así, con el paso del tiempo, nuestro linaje se perdió. Por eso, así como yo, tú también eres llamado "Reize" y tu abuelo también es llamado por el mismo nombre. Cada familia real guarda un secreto, pero el nuestro es el secreto más importante, el más antiguo, el más poderoso y el más peligroso. Lo que te enseñaré ahora nunca podrás decírselo a nadie, sino hasta que tengas un hijo y éste cumpla ocho años. Hasta entonces, deberás ser capaz de llevarte este secreto a la tumba —culminó con un tono serio, siendo acompañado por un silencio que el niño fue incapaz de romper para decir nada.
El pequeño Midorikawa estaba confundido, apenas procesando la información que se le había dado. ¿Un secreto? ¿Qué sería ese secreto, que es tan importante para todos? Nunca había oído de algo parecido, pero ahora sentía un extraño e invisible peso sobre sus hombros que le incomodaba y que lo hacía sentir inquieto. ¿Podría con las expectativas de su padre y de su abuelo? ¿Podría servir debidamente a la Diosa Gaia, protegiendo el secreto que su familia protegía desde tiempos inmemorables? Sentía miedo y confusión, pero sus piernas siguieron moviéndose como si él fuera un autómata y no fue hasta que su padre se detuvo que él no lo hizo.
Observó aún algo aturdido a su padre y notó como él, del agujero del tronco de un gran árbol, extraía lo que parecía una lámpara de aceite. Con cuidado la dejó en el suelo y con un par de rocas creó una chispa, haciendo que algo hiciera ignición y él la levantara satisfecho. Siguieron caminando, notando que la "lámpara" no emitía ningún tipo de luz, pero caminando seguros por aquel extraño lugar sin importarles que el ocaso ya estaba en su fin y el manto nocturno les caía encima junto con las brisas heladas de la noche. El pequeño se abrazó a sí mismo y tembló un poco, pero intentó mostrarse fuerte ante su magnánimo padre. ¿Cuánto más caminarían? ¿Por qué sentía que caminaban en círculos?
— No te preocupes, hijo —escuchó algo lejana la voz de su padre— El efecto no durará mucho y pronto olvidarás todo. Sólo controla el mareo hasta que lleguemos a nuestro destino.
¿Mareos? ¿Olvidar? ¿A qué se refería? Midorikawa no entendía nada y se llevó una mano a la frente, sintiéndose ligeramente mal. Casi cayó, siendo atajado por su padre antes de darse de bruces contra el suelo, pero tuvo que seguir caminando solo pese a que el suelo se movía bajo sus pies alocadamente. Sus sentidos le fallaban y lo único que podía hacer era mantenerse despierto, aunque la cabeza le diera vueltas y el olor vicioso que recién notaba le impregnaba las fosas nasHeales, aturdiéndolo y mareándolo.
No supo por cuánto más caminaron, pero repentinamente un extraño resplandor llamó su atención y sus confundidos sentidos le hicieron creer que estaba soñando. Pero no, aquel resplandor púrpura había refulgido a la lejanía y algo en su interior le indicó que ya habían llegado a su destino.
— Ryuuji —escuchó por primera vez durante ese día su nombre, su auténtico nombre y no el nombre de "Reize" que debía usar—, este es el camino del dragón verde. Todos los primogénitos varones de la familia hemos sido nombrados de esta manera por nuestro destino. Tú conoces el camino, aunque creas después haberlo olvidado. La respuesta siempre estará en tus ojos, hijo mío. Siempre, dragón verde. Es mi destino y ahora también es el tuyo.
Se fuerte, Ryuuji.
Y con esas últimas palabras, Midorikawa Ryuuji, príncipe de Gemini Storm, cayó al vacío.
(1) Seiza: Forma tradicional de sentarse en Japón. También puede asociarse con un castigo al obligar a alguien a sentarse por prologadas horas en dicha posición.
(2) Kakita Taishou: Personaje de la segunda temporada de Inazuma Eleven (arca del conflicto con Aliea Gakuen). Capitán del equipo Manyuuji, equipo al que pertenecía originalmente Kogure. Para fines de la historia, le he cambiado la edad, pero imagínenselo igual, sólo que más viejo.
Si leíste hasta aquí, muchas gracias~
N/A: Eme aquí otra vez, publicando nueva historia (la prometida, de hecho). Como entré a la universidad, me ha costado acostumbrarme al ritmo que ahora llevo, así que recién pude volver a escribir y publicarles nuevas historias. Así que doy rienda suelta al nuevo fanfic, cuyo personaje principal será, como ya adivinarán, Midorikawa Ryuuji. Me gustó mucho planear esta historia, porque amo a este personaje y quería ponerlo como protagonista.
Para que se hagan una idea más o menos clara del tipo de época en la que están, es una época más o menos medieval. Sin embargo, las cosas no son tan anti-higiénicas y el no son tan cavernícolas como realmente eran las personas de la Era Medieval. ¿Por qué? Simple. La religión retrasó mucho el progreso de la ciencia, así que como acá no existe esa religión (entiéndase cristianismo), sino que es algo catalogable como pagano, dicho impedimento para el progreso no existió y las cosas no son tan rústicas como en la Historia fueron.
Como sea, este es sólo el prólogo. Espero sea de su agrado :) Y no puedo prometer fecha para la continuación, porque entenderán que aún no me adapto bien y no tengo una pauta de tiempo libre; a veces tengo más un día y otras veces tengo menos. Pero espero no tardar un mes o algo así xD Así que, nos leemos~
