Prologo.

A paso lento me dirigía a la muerte. No tenía caso seguir viviendo, no si ya no tenía un motivo o razón. Lo había perdido, todo. Se lo había llevado todo. Mi futuro, mi destino, mi amor… por la vida. Solo había dejado una cascara vacía, que respiraba, comía, dormía… solo eso. Ya no era nada más. Mis pies se posicionaron en la orilla de la tierra, en cualquier momento podía caer a las violentas aguas, que escuchaba chocaban contras las rocas. Cerré los ojos e inspire una de los últimos tragos de aire. Ya que pronto dejaría que el mar hiciera de mi lo que quisiera. Solté mi cabello, me despoje de mi s zapatos y abrigo. Quería sentirme libre, al momento de caer, solo esperar que la muerte y la paz me recibieran con los brazos abiertos.

Di un paso adelante, extendí mis brazos y el cabello que me azotaba la cara con la fuerza del viento, solo me solté y mi cuerpo se inclinó en dirección hacía al mar, pude verlo venir.

Dispuesta a caer contra al mar, algo me tomo por sorpresa. Ese tacto que solo estaba mi mente entre los recuerdos más escondidos de mi mente –dolorosos pero maravillosos a la vez– se hicieron realidad. Esa mano fría, pero suave me detuvo posicionándose en mi abdomen y me jalo hacia él. Giré y me encontré con su mirada topacia…

– Edward… –susurre.