Disclaimer: Nada es mío, todos los personajes pertenecen a George R.R. Martin (ojalá lo fuera, así nuestros personajes preferidos podrían ser felices, pero la vida es cruel)
El príncipe Orys y la zapatilla bordada de Lannisport
(Inspirado en "La Cenicienta" de los Grimm)
Dedicado a Direwolf86.
Muchísimas gracias por tus comentarios. Aquí está "la Cenicienta" y poco más de fluff y enredos.
Cap.1
El Consejo se levantó temprano. A veces, Gendry se sentía de regreso en la tienda del maestro Tobho. Al final todo se trataba de trabajo duro la mayor parte del día, comprar y vender, cobrar y gastar. Ser Davos se encargaba de la flota, una que al pasar los años servía más como decoración o para hacer los viajes de la familia real más cortos que para la guerra. "Causar una impresión", así lo llamaba Ser Davos. Después sería tiempo de las audiencias y los juicios. Un arriero que había matado a algún guardia en permiso durante una pelea de taberna, un vecino que argumentaba que otro vecino le había robado algún cerdo o alguna mujer que reclamaba la paternidad de un hombre que la negaba. A él sólo llegaban los casos de Desembarco del Rey, o los que los Guardianes de los reinos no resolvían por alguna razón. Algunas veces pensaba que la paz trae aburrimiento y la gente empieza a buscar problemas para pasar el tiempo, pero no había nada más importante que conservarla y eso significaba mucho trabajo.
Si había algo que evitaba a toda costa era el peligro de más tiempo de guerra. Quisiera con todas sus fuerzas borrar casi todos los recuerdos que tenía de los saqueos y batallas que todavía le provocaban horrendas pesadillas, de las que despertaba sudoroso y confundido. A veces tardaba en recordar dónde estaba, hasta que la trenza de Arya, dispersa sobre la almohada le recordaba dónde estaba y quién se suponía que era entonces. Claro, era el Rey. Le parecía tan absurdo y sin embargo había tenido que acostumbrarse. A veces llevaba a cabo el protocolo como lo había hecho al principio, pretendiendo, como si estuviera haciéndose pasar por alguien más, como cuando temía que todo acabaría en cuestión de días cuando apareciera un noble legítimo que quisiera quitarle a su esposa e hijo, el techo sobre su cabeza y la comida de la mesa.
Cuando todavía era un bastardo y Arya y él llegaron con el pequeño Ned recién nacido a Invernalia, la confusión y el miedo a la guerra, a la caída del muro, los salvajes, la muerte… o peor aún, los Otros, provocaron que el que apareciera la hermana del rey del norte con un hombre de baja cuna, uno de los hijos esparcidos del Rey Robert que el mismo Stannis había estado a punto de quemar, y un hijo al que todos consideraban bastardo, no fuera tan importante como habría sido en otros tiempos. El rey Jon no le cortó la cabeza, para empezar, estaba contento con ver a su hermana. Lo demás importaba poco. Eso no evitó que apareciera de entre la nieve el estúpido de Ned Dayne una vez más para intentar meterse entre Arya y él. El muy imbécil le había ofrecido a Arya, de la manera más solemne, casarse con ella y darle un nombre a su hijo. Estuvo a punto de aplastarle la cara con un martillo, pero Arya lo resolvió todo gritando a pulmón que se habían casado.
Las batallas que siguieron y la reconstrucción de todo lo que se había perdido enterró el asunto hasta que Stannis lo nombró su heredero… habían pasado veinte años, y sin embargo, escuchar el nombre de Ned Dayne lo desquiciaba.
―Debe haber una forma de evitar a ese imbécil ― le insitió Gendry a Ser Davos― Se supone que los que se casan son mi sobrina y tu hijo, nadie lo invitó.
―De hecho, sí fue invitado. Lord Tyrion y Lady Sansa extendieron la invitación y no hay razón para creer que no asista. Por otro lado, no veo por qué el Rey (siempre ponía un énfasis en la palabra que bien podía sonar a reprimenda) deba molestarse por un asunto tan pequeño. Escúchame muchacho, sí, porque para mí siempre serás un muchacho, eres Rey, te los has ganado, y eres esposo, no tienes que pasar los días mirando sobre tu hombre buscando amenazas.
― ¡Ja! ¿Amenaza, esa dama perfumada? No creo que sea una amenaza, sólo lo detesto. No lo quiero revoloteando alrededor de Arya, recordándole que fue hermano de leche de su hermano y demás historias que ya ha escuchado varias veces. Tampoco quiero a su prole cerca de mis hijas.
― Yo no me preocuparía por eso. Por otro lado, habrá demasiada gente y demasiadas casas como para que Lord Dayne se escabulla hasta la reina.
Tenía razón. Los festejos que lanzaban Lord y Lady Lannister eran legendarios. Lady Sansa era delicada, elegante y refinada, mientras que Lord Tyrion era generoso y demasiado inteligente como para permitir que el reino a su resguardo se aburriera. El pueblo aburrido era peligroso y mientras los mantuviera ocupados y bien alimentados, su posición estaba segura. Ningún Lannister perdido, ningún primo advenedizo o sobrino nieto con aspiraciones podría aparecerse en la Roca a alborotar los ánimos en su contra. En los espectáculos que seguramente estaba preparando para la boda de su hija menor, habría suficientes distracciones y maravillas exóticas como para mantener feliz a todo Lannisport por al menos unas temporadas más… y a Ned Dayne ocupado en los ornatos y brillos que tanto le gustaban a los de alta cuna, para beneficio de Gendry, que no tenía mucha paciencia para los desfiles de nobles.
Y la boda de Marla Lannister sería un gran desfile en verdad, aunque en opinión de Sansa Lannister, los preparativos eran más sencillos de lo que habían sido las bodas de sus hijas mayores. Al menos no tendría que ser tan ingeniosa tratando de hacer parecer los colores rojo y negro más festivos, tratándose de una boda. A diferencia de las bodas con un príncipe, heredero de todo el Este, el matrimonio con un mero caballero, no era un evento importante por sí mismo, así que tendrían que hacerlo ver importante.
La última boda que se había visto en la Roca Casterly había sido un descalabro económico, aunque afortunadamente las minas producían y la política de imponer al menos un día de descanso para los mineros así como un porcentaje para cada trabajador cada temporada de todo el oro y plata que se obtuviera había resultado en un aumento nunca antes visto de recursos. Lannisport y en consecuencia, la Roca y los Lannister eran tan ricos como antes de Tytos Lannister, incluso más. De cualquier forma, Lady Sansa Lannister prefería supervisar personalmente los preparativos de la boda de su hija Marla con Steffon Seaworth. Quería que la primavera que acababa de llegar fuera el tema predominante de la boda. Necesitaba las flores indicadas, la capa nueva que había mandado bordar, los bocadillos y el festín, de tal forma que se honrara al antiguo linaje de su esposo, pero también los méritos de la mano del rey, Ser Davos, que al final era el padre del novio y Sansa recordaba bien que a él le debían haber encontrado a su hermano, Rickon.
Las cebollas al salazón habían salvado al rey Stannis, entonces Sansa trabajó una semana entera en la cocina en compañía del cocinero principal de la Roca para lograr el que sería el platillo principal durante el banquete. Una gigantesca cebolla rellena de una pasta hecha con tres variedades de pescados que sólo podían encontrarse en la costa de Lannisport y fuertes especias del norte, decorada con salsa color verde, muy condimentada y pequeños cebollinos pelados en forma de flores. Los bocadillos tendrían temas marítimos, nudos y velas. Un bello platillo, aunque serían siete en total. Tres entradas, el principal, la cebolla, y tres postres.
El pastel nupcial sería gigantesco. Hasta el momento el pastelero de la Roca había ensayado con cinco pisos de una gran tarta decorada con betún color blanco y espigas de trigo para atraer la fertilidad. Sansa estaba decidiendo si se añadirían rosas azules al pastel, como decoración, igual que a los otros platillos del festín cuando entró Gerion a la cocina. Sansa había intentado mantenerlo lejos de la cocina pero al muchacho le encantaba cocinar y comer, extraño, dado que no ganaba peso. No era muy alto, pero era fuerte, de cabello dorado y ojos verdes. Tal vez su opinión no era justa, después de todo era su madre, pero ella lo consideraba el joven más guapo del Este y el Oeste y aunque había preferido pasar su juventud con pinceles y orfebres, en lugar de guerreros, Sansa podía entender las canciones de su juventud sobre caballeros cuando lo veía. Era su orgullo. Lo mismo le pasaba a Tyrion. Los dos se habían resistido a enviarlo a cualquier otra familia en su niñez, había tenido maestros de armas, por supuesto, en especial dos o tres que habían llegado del Este para entrenarlo, pero saber manejar una espada no significaba que lo disfrutara y él prefería quedarse en las gradas arreglando apuestas durante los torneos.
Gerion era muy fuerte y desde pequeño se le veía cargar en hombros a sus dos hermanas mayores y después, a Marla, la alegría de toda la Roca. El matrimonio había sido convenido con pocos problemas. Ser Davos quería que los recién casados se quedaran en la capital o en las tierras de Tormentas, pero Tyrion se negaba a perder a otra hija y dado que había entregado a las dos mayores al príncipe Rhaego, alejarse de la pequeña Marla le resultaba insoportable. Al final optaron por dejar la decisión en manos de los novios y Marla, como la excelente Lannister que era, se las arregló para convencer a su novio de quedarse en la Roca al menos durante los primeros tiempos del matrimonio, hasta que naciera un vástago. Marla obtuvo todo lo que quería, como solía pasar con los Lannister.
Hacía mucho tiempo que Sansa había dejado de sentir el dolor en la punta del estómago cuando veía un estandarte con el león, tal vez porque Tyrion había insistido en usar un fondo gris para fundir sus emblemas. Lo había hecho por ella, porque la amaba, y entonces, en momentos como esos, ella descubría que lo amaba también, aunque no supiera cómo ni cuándo había comenzado a hacerlo.
―Lo siento, madre, pero Marla me exigió que supervisara el pastel yo mismo y no quiero decepcionarla, pensé que un tema marítimo seria adecuado. ¿Qué te parece?
Sansa no podía negarle nada a Gerión. Las espigas y las rosas se olvidarían. La comitiva real estaba en camino y la Roca debía prepararse. Gerión podía entretenerse decorando un pastel si quería, ella debía ocuparse del vino que debía llegar de Mereen en cuestión de días y en cómo evitar que su esposo acabara con él antes de la boda.
―Sólo un trago para probar su calidad― Sansa descubrió que Tyrion ya había recibido el embarque de vino.
―Es para la boda, si quieres vino traeremos algo del dorniense de la bodega, o algo del Rejo, el de Mereen es demasiado raro.
―¡Podemos ostentar! La producción de esta temporada ha sido muy buena y el pago de impuestos ha sido puntual y generoso, hasta he pensado en bajar las cuotas pero eso le quitaría algo de orgullo a las familias de Lannisport que disfrutan exhibir cuánto han gastado para obtener productos de nuestra reina del este.
―Tu Reina, tal vez, mi Rey está en Desembarco del Rey con mi hermana.
―Claro, claro, cinco reinos no son nada despreciables, pero no tienen dragones, ni vino como este. Pruébalo, es excelente― le dijo su esposo atrayéndola hacia él por la cintura. En momentos como esos no recordaba el porqué había sufrido tanto por su fealdad en su fallida primera noche de bodas. Tyrion era mucho más que una nariz o un ojo dispar.
Sansa había aprendido a amar a Tyrion, a apreciarlo, igual que él a ella. Los matrimonios arreglados podían resultar en uniones felices, como la suya, como la de sus hijas. El día en que Tyrion llegó con la noticia de que el príncipe Rhaego pretendía casarse no sólo con Joanna, sino también con Catelyn, se había escandalizado, pero al descubrir que su hija mayor, la rubia Joanna, y la pelirroja Catelyn, con rasgos de Tully, como los suyos, tenían razones para aceptar había dado su consentimiento. Joanna quería reinar sobre el Este y Cat amaba al príncipe. Tyrion lo razonó, como esperaba. Joanna y Cat se complementaban, si una encantaba, la otra gobernaría, y si una fallaba en proporcionar un heredero, la otra seguramente lo lograría.
Por el acuerdo, se suponía que Joanna sería la esposa del príncipe, pero algo inesperado pasó… y él prefirió a Cat. Como resultado, las dos se convirtieron en reinas. El que el hijo de Daenerys Targeryen te rechace es una cosa, pero el que te deje por la hermana menor es una muy distinta. Tyrion no lo podía permitir, tampoco Joanna, y así fue que al igual que Aegon el conquistador, Rhaego se casó con unas hermanas. Sansa no estaba feliz, pero como veía a cada una de sus hijas obtener lo que quería, lo dejó pasar. Ahora, Marla, la preferida, la más pequeña, se había decidido a casarse con el joven Seaworth. ¿Cuándo se fijo en él? Nadie podría decir, pero le había puesto el ojo encima y los Lannister no sólo pagaban sus deudas, también obtenían lo que querían.
¿A quién invitar? A la mayores familias, por supuesto, primero a la Casas emparentadas, los Tully, las norteñas, las del Sur que eran leales a la Corona, los dornienses, claro, habría que incluir algunas salsas condimentadas para sus mesas, con unas cuatro cinco diferentes bastarían. Las familias importantes de Lannisport también tendrían que asistir, aunque no ocuparían un lugar en el septo, podrían estar en el festín. Entre ellas, tal vez incluiría a las ramas pequeñas de los Lannister; los Lannys, los Lannetts o los Lantells, aunque hubieran caído en desgracia, debían ser generosos. ¡Faltaban muchas cosas por hacer! Y Tyrion estaba completamente ensimismado desde que apareció Steffon en la Roca. Según él Marla era demasiado joven para casarse pero cuando ella le recordó que era mayor de lo que había sido ella en su primera boda, Tyrion soltó un bufido y cambió de tema.
Empezó a introducir sutilmente algo sobre la posibilidad de buscar entre los Manderly una esposa para Gerion. Sus alianzas por sangre con el norte eran firmes, pero no estaría de más extenderlas, en especial con Puerto Blanco, no por nada era la boca del norte y podrían llegarse a ciertos acuerdos comerciales ventajosos como parte de las negociaciones.
― Tú sabes que Gerion no aceptará.
―Y también sé la razón. No quiero romperle el corazón pero cuando no hay esperanza no tiene sentido extender la agonía. Le encontraremos otra norteña bonita que sea salvaje y sepa tirar flechas y tal vez se contente.
― Disfrutas contrariarme.
―No lo voy a negar, te hace ver particularmente hermosa― los gestos y el cinismo de su esposo la hacían reír. Podía sentirse joven una vez más, como cuando era niña y anhelaba la llegada de un bardo a Invernalia, pero ya tendría tiempo para interrumpir los cálculos y estudios de su esposo.
Sólo era cuestión de tiempo para que la comitiva real llegara a Lannisport. Probablemente llegaría el rey, con Arya y al menos cuatro de sus seis hijos, Sansa esperaba al príncipe heredero, Caeta, Orys y Elenei.
Si todo salía de acuerdo con el plan de Sansa, no sólo Marla estaría casada con el caballero de sus sueños, también Gerion tendría a su princesa, aunque su pequeña hermana no le hubiera dado una respuesta definitiva al respecto.
―Sus majestades son demasiado permisivos con sus hijos, se dice que la princesa Caeta se casará con un caballero menor― le recordó Tyrion. Eran rumores, un pobre desgraciado que había perdido lo menos importante del mundo con la guerra: oro. Su familia se había adherido a los Lannister y luego a los Tyrell, lo que resultó en una gran desgracia. Ahora, el más joven, abusando de su buen talante y fama como cazador cortejaba a la princesa que su hijo amaba. ¡No iba a suceder! Tyrion tendría que hacer el trabajo. Ella no podría convencer a Arya y se sabía que en asuntos de guerra y familia Gendry siempre seguía a su esposa, vaya, hasta había canciones sobre eso. O tal vez, si los dioses eran generosos, esa princesa testaruda abriría los ojos y vería a su primo con mejores ojos que a un caballero sin honor y muchos intereses.
―Los rumores dicen que al bastardo no le gusta nada ese matrimonio, pero Caeta es la preferida y...
―No lo llames "bastardo", es nuestro rey.
―¿Y a mí dejarán de llamarme "el enano de la Roca"? Podríamos pedir que se dejara de cantar esa canción del "enano y la princesa", o...
―Tyrion, estás evitando el problema. Gerion se las ha arreglado para desdeñar todos los posibles enlaces que le hemos propuesto por una razón: Caeta. No lo ha dicho nunca en voz alta pero todos lo sabemos.
―Porque Marla nos vendió los poemas que le escribe a escondidas y los dibujos que ha hecho de ella por tres dragones de oro, ¡TRES! Esa chiquilla es una desalmada.
―Esa chiquilla pronto será una esposa.
―No me lo recuerdes. ¿Ves? Todo padre necesita un poco de vino antes de entregar a su pequeña, en especial si debe padecer el que una princesa ciega desaire a su heredero durante semanas enteras.
―No lo hará, al menos mientras yo pueda evitarlo.
Al abandonar el estudio de Tyrion, Sansa se asomó a uno de los jardines que rodeaban la torre mayor, ahí, Marla bailaba alrededor de Steffon que intentaba atraparla con una banda tapándole los ojos. Sus damas de compañía lo empujaban y hacían girar. Todos reían, en especial él. Si pudiera, Sansa se detendría a disfrutar su alegría, pero todavía hacía falta escuchar a dos o tres bardos que habían llegado a la Roca atraídos por las noticias de la boda. El ajuar de novia de Marla era primordial. Debía repasar el inventario: Vestidos nuevos, ropa interior, platería, ropa de cama, algunos tapices de Astapor, zapatillas bordadas, pieles, muebles, alhajas nuevas, entre ellas algunas que Tyrion y ella habían diseñado exclusivamente para la ocasión. El vestido de novia sería de un color parecido al del pergamino, habían traído seda cruda desde Qarth y las bordadoras de Lannisport habían dejado todo trabajo para dedicarse al adorno de las mangas. El cinturón sería holgado y muy delgado, desembocando en una cinta enjoyada frontal que caería casi hasta el borde de la falda, con pequeñas piedras color ámbar rodeadas por diminutas perlas. Aparte de la cinta que caería por la cintura llevaría una guirnalda completa hecha de pequeñas placas de oro modeladas como flores de azar, pensamientos y hojas de parra.
¿Qué le faltaba? Ya había previsto las carpas para la escolta de la comitiva real, la cerveza, la carne seca, el pescado salado y los aposentos de los invitados estaban listos. Tal vez no estaría de más poner uno de los dibujos de Gerión en la habitación destinada a las princesas. Como si se tratara de un simple olvido, algo que un talentoso y gentil señor dejó tirado por ahí.
― ¿Falta mucho?― Volvió a preguntar Elenei que a diferencia de sus hermanos nunca había estado en la Roca Casterly.
―Al menos unos días más, tres o cuatro, depende del camino―le respondió su hermano Yoren, que pasaba los días en el camino dentro de la casa rodante, leyendo poesía y escuchando a su esposa Alerie tocar el laúd. Ese par estaba tan enamorado que daba asco.
― ¿Por qué debemos ir?― preguntó Caeta, que no quería dejar Desembarco del Rey, ni a su buen amigo, el más joven de la Casa Tanner. Algunos decían que quería casarse con él, pero Caeta no estaba segura de qué era lo que sentía. Cazaban juntos a menudo, pero vivir con él por siempre parecía ser demasiado. Sólo le había permitido besarla una vez, pero en lugar de sentirse abrumada por la emoción se sintió incómoda. "Húmedo y extraño". Le había propuesto fugarse con él muchas veces pero ella había puesto de excusa los deberes para con sus padres, cuando en realidad lo que sucedía es que no estaba segura de querer casarse con él, aunque apreciara su compañía y extrañara salir de cacería con él. Tal vez por eso la obligaron a ir a la boda de su prima Marla. El rey detestaba al joven Ser Tanner. Lo llamaba "Ser papanatas" y juraba que ese tipo de nobles no podrían sobrevivir solos en el bosque un sólo día de invierno. Caeta no lo contradecía, era un cazador hábil, pero a veces le parecía que a él le gustaba era la parte de la matanza y no el momento de poner la presa cocinada sobre la mesa.
Tal vez sería una buena idea pasar una temporada en la Roca, aunque tuviera que ir en ese coche con ruedas acompañada de casi todos sus hermanos, sabiendo que su tía Sansa esperaba casarla con su heredero. No tenía nada en contra de su primo, no lo conocía mucho, tal vez nunca había hablado realmente con él, pero no quería que lo arrastraran hacia un matrimonio con ella sólo porque el tío Tyrion ya tuviera dos reinas en el Este y necesitara una princesa norteña o sureña, daba igual, para igualar las cosas ahora que Marla se había decidido por un caballero.
Creía que Gerion estaba siendo obligado, o al menos convencido. Desde niños, cuando estaba a su alrededor, él desviaba la mirada y evitaba todo juego o plática con ella, pero hacía muchos años la había sacado de un lío. Durante una visita a la Roca, Caeta había desobedecido a sus padres nadando en la costa. Fue demasiado lejos y casi se ahoga. Sólo recordaba un fuerte jalón y de repente, su rostro. Gerion nadó hasta ella y la llevó hasta la orilla. También le guardó el secreto, no se lo dijeron a nadie y siguieron sin hablarse. A Caeta no le gustaban las deudas, en ese aspecto, entendía a los Lannister.
Yoren estaba hipnotizado con la canción que entonaba su esposa Alerie en el laud y Elenei seguía asomándose a la ventana con la esperanza de ver la Roca Casterly en cualquier momento. El único que cabalgaba feliz unos pasos atrás del rey Gendry y la reina Arya era el príncipe Orys. A él sí que le gustaban las celebraciones, en general le gustaba pasar tiempo con la gente, todo tipo de gente y nada llamaba más variedad que una boda. Le gustaban las justas, sí, pero era en los combates cuerpo a cuerpo donde podía medir sus fuerzas en verdad. A veces salía en compañía de su paje y algunos criados a las tabernas del Lecho de Pulgas para participar en peleas a puño limpio que se recompensaban con algunos venados de plata. Cuando ganaba, depositaba los venados en el orfanato más cercano y regresaba en silencio a la Fortaleza Roja procurando que sus padres no lo vieran. Ya se imaginaba a su padre, el Rey, diciéndole: "Si quieres usar tus fuerzas para algo útil, toma un martillo y construye algo". No era mala idea, pero, siendo honestos, Orys era fuerte, pero no muy hábil con las manos.
Por otro lado, si se lo decía a su madre, probablemente lo mandaría con las patrullas nocturnas para caminar horas enteras con un montón de soldados callados para arrestar ladrones comunes y borrachos escandalosos. ¡No lo entendían! Lo que disfrutaba era el ruido, el bullicio y la vida. Nadie sabía lo divertido que era pasar las noches en el anonimato, enfrentándose con arrieros o caballerangos que a veces lo vencían, pero que otras veces se rendían.
También le gustaban los bailes porque había música y bebida, esos siempre volvía a la gente más honesta. Nada como un par de copas de vino o garrafas de cerveza para que empezaran a escucharse las verdades. Sólo en esas circunstancias se podía separar a los amigos de verdad. Yoren lo acusaba de ser como el abuelo Robert y Ned estaba muy preocupado siendo honorable y ocupándose de sólo los dioses saben cuántas obligaciones. En cambio, él era libre y la vida muy corta.
Al entrar a Lannisport los recibió un mar de personas. Orys se sintió encantado con el bullicio, los olores, los cantos, los gritos, la conmoción, las flores que tiraban al pasar los caballos. El aire olía a mar, a sal y estaba impregnado de humedad. El sol brillaba en todo su esplendor y las torres doradas de la Roca se alzaban en lo más alto de un risco junto al mar.
Sospechaba que le iba a gustar Lannisport. Parecía que todo el reino se había reunido para recibirlos. No pudo evitarlo, se quito la capa e hizo relinchar a su caballo un par de veces, ganándose una risa de su madre y un bufido irritado de su padre.
¡Todo Lannisport había salido a recibirlos, lo menos que podían hacer era darles un buen saludo!
Pero el príncipe Orys se equivocaba, no todo Lannisport había salido a recibirlos. Faltaba la última de los Lantell, Cinella.
