El Potterverso pertenece a J. K. Rowling.
Este fic participa en el minireto de septiembre para La Copa de las Casas del foro Provocare Ravenclaw.
El peor cumpleaños
o—o
James sabe, nada más abrir los ojos, que su undécimo cumpleaños va a ser un asco.
Se arrebuja entre las mantas tratando de conservar el calor y observa los copos que llevan toda la noche cayendo con el ceño fruncido; odia el frío. A su padre le gusta decirle que el día que nació se registró la temperatura más baja en los últimos veinte años. James está seguro de que hoy se está batiendo otro récord, porque el frío que tiene no puede ser normal.
Cuando su madre, tras darse cuenta de que James está tardando mucho en levantarse, sube a su dormitorio y dictamina que tiene fiebre, el niño no se sorprende. Mete la cabeza bajo la almohada y desea que su cumpleaños pase rápido.
No es hasta que escucha un golpeteo que James sale de su escondrijo. Mira alrededor; su madre se ha ido hace un rato, y el dormitorio está vacío. Cuando el sonido se repite, el niño localiza su origen: una lechuza gris está dando con el pico en el cristal de su ventana.
Necesita armarse de valor para salir de la cama; sigue estando helado. James respira hondo,aparta las mantas, corre hacia la ventana, la abre, alarga el brazo para que la lechuza se pose en él y cierra la ventana de golpe, tiritando y odiando aún más el frío.
El ave revolotea hasta la cama del niño, dejando las sábanas empapadas. James la mira con desagrado y decide que, definitivamente, éste está siendo su peor cumpleaños.
Le quita la carta a la lechuza sin cuidado, haciéndole daño en la pata y ganándose un picotazo indignado en un dedo. Sin pararse a observar la herida, James mira el sello del sobre, sintiendo que algo da saltitos en su interior.
Sabe lo que pone en la carta, pero aun así la abre y la lee, sonriendo cada vez más conforme avanza. Ha estado tan ocupado odiando su cumpleaños que no se ha acordado de por qué cumplir once años es tan importante.
Olvidando el frío, James abre la puerta, recorre el corto pasillo y baja las escaleras de tres en tres, ignorando que podría abrirse la cabeza.
—¡Mamá, papá!—los llama. Ambos se asoman desde la cocina.
—¡James! ¡No corras!
A James no le importa mucho que le regañen. Y menos hoy, el mejor cumpleaños de su vida.
