Raso Blanco, Seda Negra.
CAPÍTULO 1
El sol golpeaba fuerte en la ventana y le daba directo en los ojos. Parpadeó un par de veces, tratando de hacer desaparecer el resplandor, pero no se fue. Por supuesto que en un primer momento pensó que sí existía una vida después de la muerte, lo cual lo llenó de sorpresa y de una insólita esperanza, pero un segundo más tarde, al tratar de moverse, cada célula de su cuerpo estalló de dolor. Oh, no. No era la vida después de la muerte, era sólo el sol en la ventana. Qué inapropiado. Todo lo que hubiera querido era morir y descansar en paz, ya ni siquiera pensaba en una vida después de la muerte, sino simplemente en desaparecer, ser nada, no sentir... pero en cambio lo que le esperaba era una vida más miserable aún que la que ya había tenido, sumido en el dolor más devastador que hubiera sentido en su vida, ¡y además el sol se burlaba de él en su misma cara!
Sintió unas voces familiares hablando de él con una mezcla de repulsión y lástima. Estaba acostumbrado a la repulsión, lo de la lástima era algo nuevo para él. Pero no alcanzó a escuchar demasiado.
-Y al final le pudieron reparar las vértebras, pero no sé si será capaz de caminar... pobre hombre, a veces me pregunto si no hubiera sido mejor que...
-Poppy, cierra las cortinas, ¡se está despertando!
Por lo menos Minerva se había dado cuenta de que el sol le hacía daño en los ojos. Pronto la sala estuvo lo suficientemente oscura como para que Severus abriera sus ojos. Las dos mujeres aparecieron dentro del rango de su visión con el ceño fruncido en un gesto de preocupación.
-¿Severus? ¿Nos oyes?
-No se mueva profesor, no sería prudente.
Severus hizo rodar los ojos. ¿Moverse? ¿Con ese dolor horrendo prendido a su cuello? Trató de hacer un comentario sarcástico al respecto, pero abrió la boca y al tratar de proyectar la voz sólo obtuvo un gruñido sordo y una sensación quemante en la garganta. ¡Merlín, qué sed maldita, y ni siquiera podía pedir un vaso de agua!
-Oh, lo siento profesor, pero aún no hemos logrado sanar su herida del todo. Las lágrimas de fénix hicieron gran parte del trabajo, pero la herida fue... en algún momento pensamos que ni siquiera con las lágrimas de fénix podríamos... así que de alguna forma estamos agradecidos de que haya funcionado sólo en parte. –explicó Madam Pomfrey mientras le daba suaves golpecitos de aliento en el dorso de su mano. –Pero estamos haciendo todo lo posible.
-Supongo que te preguntas qué haces aquí en Hogwarts en vez de estar en San Mungo, ¿verdad? –Agregó Minerva. –Pensamos en trasladarte, pero tu condición no permitía el moverte de donde estabas, así que los sanadores de San Mungo vienen a verte todos los días acá.
"¿Todos los días?" Pensó Severus. "Vaya, de pronto me convertí alguien importante"
-Estarás preocupado por el resultado de la batalla. Ganamos, Severus. –Severus rodó los ojos. ¿No era obvio que habían ganado? No habría estado en la enfermería de Hogwarts hablando con Minerva McGonagall si no fuera así. Ella tomó su mano mientras los ojos se humedecían y prosiguió. –Muchos murieron: Lupin, Tonks, Fred Weasley. Pero Harry sobrevivió. Los tres muchachos sobrevivieron bastante ilesos. Los que quedamos estamos tratando de reconstruir lo que perdimos.
"Y yo no tuve el buen gusto de morirme, ¿verdad? Ah, de seguro ahora el Wizengamot se encargará de hacer lo que me queda de vida una pesadilla. Cretinos."
-Kingsley y los muchachos están preparando tu defensa, ayudados por lo recuerdos y evidencias que Albus preparó para ti en caso de que sobrevivieras a la guerra. De todos modos el Wizengamot no pretende que te presentes hasta que te hayas recuperado lo suficiente, creemos que para entonces ya habremos probado tu inocencia. No tienes nada de qué preocuparte. Nos encargaremos de todo.
-Los sanadores de San Mungo vendrán más tarde a buscarte para trasladarte...
"¡NO!" Trató de gritar, pero sólo salió un gruñido ronco de la garganta de Severus. No iba a dar con sus huesos a San Mungo, donde cualquiera podría poner sus manos sobre él. La mayoría de la gente aún creía que él era un Mortífago, no era poco probable que alguien quisiera ajustar cuentas con él... porque a pesar de haber estado en el bando de los buenos, había tenido que hacer unas cuantas cosas feas para ocultar su identidad... no, San Mungo no era una opción.
Minerva y Madam Pomfrey se miraron. A pesar de que Severus no podía hablar estaba bastante claro que no quería ir a San Mungo.
-Bueno... –concedió Poppy –ya que ha pasado aquí la peor parte de la recuperación, no veo por qué no podamos cuidar de él ahora...
Severus cerró los ojos en un gesto de alivio. Movió la mano hacia su cuello. Se sentía tan débil que le parecía que sus huesos estaban hechos de algodón y sus músculos chillaban de dolor. Aún así llegó hasta su cuello, donde encontró unos vendajes de un tamaño digno de Hagrid.
-¡No te toques la herida! –chilló Poppy –No hemos logrado cerrarla del todo, la harás sangrar de nuevo.
Ella le puso un frasco en los labios y lo obligó a tomar una poción. Y el mundo volvió a ser negro de nuevo. Bendito olvido, bendita nada.
Cuando volvió a despertar hacía mucho que el sol se había ocultado, lo que le causó una sensación de alivio. Pero no duró mucho, pues se do cuenta de que ahora habían tres personas alrededor de su cama. Las tres personas que menos habría querido ver. Como un ladrillazo en la cabeza, el recuerdo de su último momento consciente después de la mordedura de Nagini lo golpeó. Creyendo que había llegado su hora, le había dado sus recuerdos a Potter. El amor que había sentido por Lily, su promesa, su sacrificio. Y ahora estaba él delante suyo y Severus pensó que iba a morir de humillación. Pero al ver sus ojos verdes pensó: "Lo logré Lily, cuidé de tu hijo."
Al ver que Severus abría los ojos, los tres se acercaron más a su cama.
-Profesor. –Saludó Harry con una venia. –Oímos que había recuperado la conciencia y venimos a... saludarlo.
Severus rodó los ojos. Potter, siempre tan elocuente. Ah, ahora que él sabía la verdad lo más probable era que lo rondaría a todas horas para mostrarle "agradecimiento", cuando lo que realmente habría querido era que lo dejaran en paz. Pero no podía hablar, qué frustrante.
La chica Granger habló. Tenía un ramo de rosas rojas en las manos.
-Hemos vuelto para terminar nuestros estudios. Hay un programa especial para nosotros, los de 7º año, para que podamos rendir nuestros EXTASIS y graduarnos sin tener que tomar todo el año de nuevo. Así que estaremos cerca por un tiempo. Le trajimos esto.
Y acercándose a la mesita de noche tomó un vaso, lo transformó en un florero y le aplicó un rápido aguamenti para llenarlo de agua y poner allí las flores.
-Hubiéramos querido traerle algunos dulces también, pero... –Ron trató de decir algo por no quedarse callado, pero hubiera hecho mejor en cerrar la boca, aunque no se percató hasta que vio tres pares de ojos mirando el cielo.
-Profesor. –Potter le dio la espalda a sus amigos y se acercó al oído de Severus para hablarle en un susurro. –Sé que usted no desea escuchar esto, pero aún así debo decirlo. No tema, no lo repetiré: le agradezco de todo corazón lo que hizo por mí y por el recuerdo de mi madre. Sé que ella debe estar agradecida por lo que hizo, esté donde esté. Mi deuda es tan grande que no creo que pueda lograr pagarla alguna vez. Aún así intentaré retribuir lo que hizo por mí en la forma que pueda, durante el resto de mi vida. Sé que no le soy agradable y que no desea que esté cerca suyo, y no voy a agobiarlo con mi presencia más de lo necesario. Pero estaré cerca. Para lo que sea que me necesite.
Severus se sintió aturdido por un momento. Aún estaba removido por las emociones del final de la guerra y su enfrentamiento con la propia mortalidad, y no estaba preparado aún para recibir el reconocimiento por lo que había hecho. Y sintió temor de que los ojos se le llenaran de lágrimas, así que cerró los ojos y dejó que los muchachos pensaran que estaba cansado y quería dormir.
-Bueno, muchachos, hay que dejar que el profesor descanse. Vamos, fuera. –Escuchó la voz de Poppy y abrió los ojos. Llevaba un cuenco de caldo en las manos y el aroma lo inundó: no se había dado cuenta de lo hambriento que estaba hasta que olió la comida.
Los muchachos salieron y Poppy inclinó la cama con un golpe de la varita para que él quedara en una posición más cómoda para recibir el caldo. Severus comprendió que ella iba a alimentarlo como a un bebé, humillante, pero estaba tan hambriento y débil que se resignó. La primera cucharada de caldo fue como el maná del cielo en su boca. Jamás en su vida había probado algo más sabroso, aunque sólo se trataba de un simple caldo de pollo tibio. Poppy vio su expresión y sonrió.
-Está bueno, ¿eh? Los que se sienten mejor no piensan lo mismo. Malagradecidos.
-Hum... ¿Madam Pomfrey? –Hermione se asomó por la puerta. –¿Puede venir por favor? Hay una emergencia. Hubo un accidente en pociones...
-¡Oh, querida! Voy de inmediato.-Dijo estrujando la servilleta de lino en sus manos. –Lo siento, Severus, vendré más tarde a darte tu sopa.
Severus no pudo evitar dar un gemido de angustia. Típico de su suerte. Su destino era tener que esperar por todo, incluso por un cuenco de sopa tibia cuando estaba al borde de la inanición. ¡Y por culpa de la estupidez de algún alumno, para colmo!
Poppy salió de la habitación, dejando a Hermione de pie en el umbral de la puerta. Notando cómo los ojos del profesor estaban fijos en el cuenco, se acercó despacio. Se detuvo, suspiró y tomó una gran bocanada de aire para darse valor y se acercó con decisión hacia el cuenco y lo tomó.
-No se lo diré a nadie. –Dijo y se sentó en borde de la cama, frente a él. Acercó la cuchara a los labios de él, y para su sorpresa, el profesor abrió la boca.
"Más te vale cumplir tu promesa, muchacha" pensó Severus.
Cucharada tras cucharada, Severus abrió la boca obedientemente y tomó su caldo. Su garganta dañada agradeció el baño tibio y su estómago cantó de felicidad, saciando su hambre y su sed al mismo tiempo. Hermione estaba asombrada de que él aceptara comer de su mano. "Sí que debe estar hambriento" pensó. Al terminar la última cucharada, Hermione buscó la servilleta, pero recordó que Madam Pomfrey la tenía en sus manos al salir, así que tiró de la manga de su túnica negra del colegio y limpió los labios del profesor con ella, con delicadeza, mientras él cerraba los ojos.
-Gracias –Dijo él con una voz ronca y desajustada. El caldo había logrado relajar sus cuerdas vocales lo suficiente como para poder decir una palabra.
-No es nada... –dijo ella avergonzada, bajando la vista. Después de todo lo que había hecho él por ellos, por todos, el gesto de ayudarlo a comer parecía tan poca cosa...
Madam Pomfrey apareció entonces por la puerta.
-¡Oh, veo que ayudaste al profesor! Muchas gracias, Hermione. ¡Hay tanto que hacer aquí que a veces no me alcanza el tiempo!
-No fue nada... –repitió ella, avergonzada.
-Me pregunto... me pregunto si querrías ganar un par de créditos extra y darme una mano con el profesor...
Hermione quedó congelada al oír su proposición. Suponía que el profesor Snape no querría verla más de lo que querría ver a Ron o a Harry, pero tampoco quería hacerlo sentirse rechazado. Y además había considerado la idea de estudiar medimagia, pero no sabía si tenía la vocación para ello. Tal vez sería una buena forma de averiguarlo: si podía soportar a un enfermo como Severus Snape, podría soportar hasta al enfermo más terrible.
Se volteó para mirar la expresión de su profesor. Vio su cara de horror y casi pudo leer su pensamiento: "No te atreverías". "¿No me atrevería? Pues mírame." Pensó ella a su vez.
-Tendré que revisar mis horarios. Pero me encantaría. –Respondió con una sonrisa.
