Hola chicas. Lo prometido es deuda. Aquí estamos con este fantástico fic. Se titula Ce train, cette femme, cette place, que titularé Ese tren, esa mujer, ese asiento, escrito por EvilQueen3381. Se trata de una historia AU, muy swanqueen. Advierto que vamos a llorar, a reír, a querer matar a cierta persona, jajajajaaj. Si os fijáis es la misma autora que Solamente tú y yo y Un contrato y sus consecuencias, así que ya sabéis por dónde van los tiros. Espero que os guste.

Ha ocupado mi sitio

Día 1: Tren de las 06:22

Como cada mañana desde hacía un año, Emma Swan subió de prisa en el tren de las 06:22 que tardaría cincuenta minutos en llevarla a Boston donde trabajaba. A esa hora, todos los pasajeros se conocían de vista pues todos se cruzaban cada mañana en su camino al trabajo. Implícitamente, cada uno se había apropiado de un lugar, estirándose sobre dos asientos para acabar su noche tranquilamente antes de tener que realmente comenzar su jornada laboral.

Pero esa mañana, cuando Emma subió al tren, lo primero que observó fue la diosa morena sentada en su sitio. Al entrar se quedó quieta, poco acostumbrada a darse cuenta de los encantos del personal femenino. Como cualquier persona, podía encontrar guapa a una mujer, pero nunca se había cruzado con una que emanara tanta prestancia en un solo vistazo.

Era la primera vez en un año que alguien se encontraba sentado en el asiento 108, su sitio, al lado de la ventana donde ella habitualmente se sentaba, estirando las piernas hacia el pasillo para dormir profundamente hasta su llegada a Boston. Inspiró profundamente, tragándose la cólera que quería salírsele de un tiempo a esta parte a la menor ocasión, y decidió no hacer caso. Deseaba estar tranquila, pero no contaba con ceder su territorio así como así.

Así que, retomó el camino por el pasillo del tren y se sentó en el lado del pasillo, al lado de la bella morena que se sobresaltó por su simple presencia, su rutina matinal bien fijada.

Apenas se hubo sentado, dos ojos chocolate la traspasaron literalmente. La bella morena miró a su alrededor, notando con fastidio que otros muchos asientos estaban libres, preguntándose qué podría haber hecho para que esa recién llegada se pegara a ella e invadiera su espacio.

Emma no hizo caso del descontento manifestado por la morena y se rio por lo bajo colocándose confortablemente en el asiento.

«¿Piensa mirar por la ventana o es posible pasar la cortina?» pidió educadamente.

«Deseo mirar por la ventana» replicó su vecina a la defensiva.

«Hum..ok…»

Emma se hundió en su asiento y estiró sus piernas hacia el pasillo para no invadir el espacio de la morena. Conectó sus auriculares a su teléfono y encendió la música para relajarse. Rápidamente, notó a la joven a su lado agitarse. Abrió discretamente un ojo y la observó.

Ella movía frenéticamente la rodilla, visiblemente molesta y le lanzaba regularmente miradas asesinas mientras resoplaba. Después de un rato, Emma comprendió que era el sonido de la música lo que indisponía a su vecina, y tuvo que luchar contra un irreprensible deseo de subir un poco el volumen. Decidida a ser civilizada, se resignó a escuchar menos alto y sintió a la morena gruñir algo.

«¿Me ha hablado?» preguntó ella retirándose un auricular.

Su vecina la miró sorprendida, pero no manifestó su desconcierto antes de responder.

«No particularmente, expresaba mi alivio por no tener su ruidosa y molesta música de fondo» dijo ella secamente.

«Ok» exclamó Emma, comenzando a cansarse del comportamiento de esa estirada.

Como respuesta a su comportamiento, ella subió el volumen mirándola a los ojos y se permitió una sonrisa provocadora.

«¿Se está riendo de mí?» exclamó la morena

«Sencillamente reacciono a su amabilidad»

«¿Y a usted no lo importa que el sonido desagradable proveniente de sus auriculares moleste a todos los pasajeros del vagón?»

Emma miró alrededor de ella y se divirtió al ver que no había sino una decena de personas alrededor, todos durmiendo o escuchando música como ella.

«Por lo que veo, solo le molesta a usted»

«Sea un poco civilizada y escuche su música a un volumen decente»

«Sea un poco civilizada y pídalo más educadamente»

La morena se puso rígida apretando los dientes, luchando contra las ganas de darle una bofetada por su insolencia. Inspiró y expiró profundamente un momento antes de ceder.

«¿Puede bajar el volumen de su música…por favor?»

Lo último costó en salir y fue dicho de forma muy seca, pero Emma estaba satisfecha por esa pequeña victoria. Bajó entonces el volumen, permitiéndose una pequeña sonrisa provocadora que hizo suspirar de exasperación a su vecina.

«Ve, cuando quiere…»

La morena movió la mano como diciéndole que no añadiera nada más, y se concentró en la ventana. La rubia se tomó tiempo para observarla, sorprendiéndose ella misma de su irresistible deseo de analizarla. Admiró sus formas, deteniéndose sus ojos durante un buen rato en las largas piernas desnudas de su vecina.

Llevaba una falda negra que llegaba justo por encima de las rodillas, desvelando una piel ambarina y unas piernas perfectas. Emma sacudió la cabeza para detener su contemplación, mientras se decía que era necesario que encontrara a toda costa un hombre si estaba comenzando a fijarse en una mujer.

Lanzó una mirada al rostro de la morena y la vio preocupada, observando el paisaje sin realmente verlo, hundida en sus pensamientos que la hacían fruncir el ceño. Pensó que quizás habían empezado con mal pie y decidió intentar entablar una conversación más cordial para no quedarse con su pelea verbal.

En otro momento no habría hecho caso de ese incidente, pero esa mañana había sido difícil para ella, y si pudiera tener un contacto social que no fuera conflictivo, quería intentarlo con esa mujer.

«Me llamo Emma Swan, ¿y usted?» preguntó ella amablemente para intentar establecer un primer contacto.

La mujer se dio la vuelta de un solo movimiento, analizándola de arriba abajo y Emma sintió inmediatamente que ella no era definitivamente el blanco adecuado para una tentativa civilizada.

«Señorita» casi ladró la morena «No sé cómo es la gente normalmente aquí, pero sepa que yo no tengo ninguna intención de entablar cualquier lazo social con los pasajeros. No cojo este…» ella miró el vagón con asco antes de continuar «tren sino porque mi coche está averiado, y espero, por mi propia salud, que no dure así mucho tiempo. Así que es inútil que pierda mi tiempo dándole conversación»

Había hablado con un aire altanero y superior que hizo gruñir a Emma interiormente. Unos segundos hablando con ella y ya sabía que esa mujer era una gilipollas de primera, seguramente una niña rica de papá, mimada, que no soportaba que las personas no actuaran como sus sirvientes. Apretó los dientes, decidida a calmarse y aceptar el desafío. Esa mujer quería imponer su superioridad como debía hacerlo con todo el mundo, pero nunca se había tenido que enfrentar a Emma Swan.

«Ah ya veo» dijo Emma con aire de entendimiento colocándose mejor en su asiento antes de afirmar simplemente «Usted es una zorra»

«¿Disculpe?» se asombró la joven fusilándola con la mirada

«Disculpas aceptadas» respondió Emma desinteresadamente

«¿Disculpe?» repitió la morena aún más enfadada

«No insista, le he dicho que acepto sus disculpas»

«No le he presentado en ningún caso mis disculpas, es más no tengo por qué pedirle disculpas»

«Sí, ha ocupado mi sitio»

«¿Su sitio?»

«Sí, el 108…Es mi sitio» dijo ella con naturalidad

«No se puede reservar plaza en este tren, ningún sitio es de nadie»

«Es el tren de las 06:22 para…»

«Las 06:01» la interrumpió la joven

«¿Qué?»

«Para mí es el tren de las 06:01»

«Ok, vale, para mí…es el tren de las 06:22 para Boston. Más o menos siempre son las mismas personas que toman este tren a esa hora para ir a trabajar. Y cada uno en su sitio»

«Salvo que yo he subido antes que usted, este sitio en pues mío»

«Salvo que yo no funciono así, ese asiento es mío. Si usted se queda ahí, muy bien, pero va a tener que soportarme. Si usted quiere estar tranquila, es libre de cambiar de asiento»

«De eso nada» dijo con los dientes apretados y enfadada

«Entonces, sopórteme. Así que, ¿cuál es su nombre?» preguntó ella decidida a no soltarla durante el viaje.

«Mi nombre no es de su incumbencia»

«Pero su culo sí»

«¿Perdón?» exclamó asombrada por la declaración de esa insolente rubia

«Disculpas aceptadas» dijo Emma tan naturalmente como la primera vez

«Oh, pare con eso» se enervó aún más, para alegría de su vecina.

«Entonces, deje de pedir perdón» respondió simplemente la rubia como si fuera una evidencia.

«Sabe muy bien que no le estoy pidiendo perdón»

«Sí»

«Entonces, ¿por qué responde "disculpas aceptadas"?»

«Porque me divierte»

«¿Y en qué le incumben mis nalgas?» dijo suspirando

«Porque están en mi sitio»

«Es usted…» la morena no acabó su frase, liberando su pensamiento con ayuda de un gruñido de fastidio

«Soy…» la provocó la rubia

«Es usted una plaga» dijo con voz fuerte, incapaz de controlarse por más tiempo «Una mujer insolente e irrespetuosa, le gusta enfadar a la gente porque es un don natural en usted, no sabe dónde está su lugar y le importa bien poco ser un parásito para la gente que la rodea»

Se detuvo, después de esa retahíla, la respiración entre cortada por su enfado. Se enderezó, una sonrisa victoriosa en sus labios, satisfecha de haberle cerrado la boca a su vecina.

«¿Ha acabado?» preguntó Emma, no afectada en nada por sus palabras, haciéndole perder la sonrisa y debilitando su seguridad de haber ganado ese round.

«Heu…Bueno…»

«Entonces es mi turno» la interrumpió la rubia «Usted es una gilipollas de primera. Es una mujer mimada y caprichosa acostumbrada a que todo el mundo la obedezca y que no soporta que "el pueblo bajo" se tome libertades con usted. Es altanera, pedante e irrespetuosa. Cree que todo le es debido y se siente superior cuando realmente no lo es. Mire, está en este tren desde hace una hora y ha juzgado todo. Juzga a la gente que lo coge todos los días mirando con asco el vagón. La manera en la que me ha hablado, la manera en la que justifica su presencia aquí a causa de la avería de su coche. Para usted coger este tren es degradante y una humillación, pero sepa que valemos mucho más que usted. Toda la gente aquí vale mucho más que usted, porque ellos tienen valores, compasión, están bien educados…»

«¿Bien educados?» se enfadó la morena «¿Usted se considera bien educada con sus palabras dirigidas a mí, su música a volumen excesivo, sus modales? En fin, mírese, tirada sin clase ninguna»

Emma la miró desafiantemente y se espatarró aún más en su asiento, separando las piernas y apoyando un pie contra el respaldo del asiento de delante. Alzó la cabeza, provocándola con la mirada.

«Tener buenas maneras, ropas caras y un palo de escoba metido por el culo hasta la cabeza no la hace alguien bien educada. Estar bien educado es tener respeto por el otro, es tener compasión y valores»

«Yo tengo valores»

«Para vivir feliz aplastemos a los demás»

«No me conoce así que no me juzgue»

«Eso es seguro, no la conozco, ni siquiera quiere darme su nombre»

«No doy mi nombre a desconocidos»

«No seríamos desconocidas si me diera su nombre»

«Es usted insoportable»

«Y usted muy fácil de enfadar» dijo Emma con una gran sonrisa

«¿Cómo deshacerme de usted?»

«Cambie de asiento»

La morena gruñó y se concentró de nuevo en el paisaje sin volverle a dirigir la palabra en lo que quedaba de viaje.

Día 1: Tren de las 17:15

Cuando Emma subió al tren, rota de cansancio, pudo ver inmediatamente que la maldita morena de esta mañana no estaba. Se sentó en su sitio y miró a su alrededor un momento y comenzó a relajarse, diciéndose que no cogería el mismo tren de regreso para su gran alivio. Se apoyó contra la ventana esperando la salida inminente del tren. Miró por la ventana y allí la vio. La morena salía corriendo de la estación, subida sobre sus tacones de veinte centímetros, y Emma se preguntó cómo hacía para no caerse y mantener su prestancia. No pudo evitar contener su aliento, mientras esperaba ver si ella iba a subir a tiempo al tren o se le escaparía, y quedó impresionada al verla saltar con gracia un segundo antes del cierre de las puertas.

La morena, sin respiración, hizo lo que pudo para recomponer un poco su ropa y su peinado y entró en el vagón. Divisó a Emma y frunció el ceño antes de irse a sentar en el asiento justo detrás de ella.

La rubia la escuchó encender su teléfono y dejó que sus oídos indiscretos se paseasen hacia ella.

«Sí, soy yo» la escuchó decir, y rabió al no poder saber quién estaba al otro lado del hilo telefónico

«Ha logrado coger el tren, así que estaré en casa un poco antes de las 19:00. ¿Todo bien?»

Emma se permitió echar un vistazo por el espacio entre la ventana y su asiento y vio la tierna sonrisa que aparecía en el rostro de la joven mujer tan severa.

«Genial, nada de noticias de…hum…ok…Bueno, hasta luego»

«Sí, yo también te quiero papá»

«¿Papá?» pensó la rubia, y antes de que pudiera controlarse, las palabras salieron solas de su boca

«¿A su edad y viviendo aún en casa de sus padres?»

El tono no era agresivo, una simple pregunta sin segundas intenciones, pero la mirada que recibió le hizo inmediatamente lamentar su incapacidad para morderse la lengua antes de hablar.

«¿Y qué edad tengo según usted?»

"Terreno resbaladizo, tema peligroso" le gritó su mente.

«Hum…No lo sé, diría…treinta años» dijo ella haciendo una mueca, temiendo lo que iba a venir

La morena sonrió ligeramente relajándose en su asiento.

«Casi. Treinta y dos»

«Oh, yo veintiocho»

«No los aparenta»

«¿Parezco más niña?»

«No, simplemente más joven que veintiocho años»

Emma estaba contenta de verla más relajada y deseaba aprovecharlo para poder establecer un contacto más civilizado que esa mañana.

«Me lo tomo como un cumplido. Otra cosa, es usted muy hábil sobre esos tacones. Yo, si hubiera tenido que correr como usted ahí abajo, seguramente me la habría pegado con gracia»

«Oh, sí, con gracia» dijo divertida la morena, sin duda de mejor humor.

Emma sonrió como una idiota y se colocó para hablarle de forma más cómoda.

«¿Ha ido bien su día?»

Su vecina levantó una ceja mirándola durante unos minutos, como si pesara los pros y los contras para responderle.

«Sí» dijo finalmente sin añadir nada más

«¿En qué trabaja…o qué estudia ya que aún vive con sus padres?»

La pregunta de Emma quería ser cortes y amable, pero la morena la miró y su mirada se hizo oscura ante la rubia.

«Mi manera de vivir no le incumbe»

«Hey» dijo Emma sonriendo «La zorra ha vuelto, no se había ido muy lejos»

«¿Disculpe?»

«Discul…»

«Oh, no, cállese con eso» la interrumpió abruptamente «¿Es más por qué me habla? Ha recuperado su asiento, déjeme tranquila y deje de contaminar mi espacio»

La joven fue perdiendo progresivamente su sonrisa y se recolocó en su asiento. No volvió a lanzar un vistazo hacia la morena, rumiando todo lo que le gustaría lanzarle a la cara si no se estuviera conteniendo.

Se quedaron en silencio un momento, Emma luchando por no llorar de enfado. No comprendía su propia reacción. Esa mujer era una engreída pretenciosa, ¿por qué quiso hablarle desde el principio? Estaba cansada de sus días, de su vida, de sus problemas. Sabía que estaba reaccionando de forma desproporcionada, pero era más fuerte que ella, la gota de agua en la amargura que era su vida. Estaba frustrada, herida, y sobre todo, en cólera. Tenía ganas de golpear a esa mujer que se consideraba superior sin conocerla, quería cantarle las cuarenta a la cara.

«Señorita Swan, yo…»

«Me bajo aquí» dijo Emma levantándose, ignorando la mirada turbada de la morena que parecía lamentar su arrebato «Así su pequeño espacio de princesita se volverá otra vez limpio» añadió secamente.

Su vecina pareció volver a cerrarse y volvió a adquirir ese aire altanero al verla partir. Se desafiaron con la mirada una última vez cuando Emma estuvo en el andén, ambas queriendo imponer su superioridad y fue el arranque del tren el que las hizo romper el contacto, ninguna quería desviar la mirada.

Día 2. Tren de las 06:22

Emma estaba segura, esa mañana iba a perder el tren. Acababa de comprar el billete, maldiciéndose como cada mañana por no haber sido previsora y haberlo comprado la víspera, maldiciéndose aún más por no haber comprado un bono para no tener que preocuparse con eso.

Corría asfixiada por el andén y aceleró al escuchar la bocina anunciando el cierre de las puertas. El despertar había sido difícil esa mañana, había dormido mal, pensando durante toda la noche en la insoportable morena encontrada el día anterior. Esa engreída había invadido sus pensamientos toda la noche y es lo que más le molestaba. Se estrelló literalmente contra la puerta recién cerrada, y suspiró de alivio al presionar el botón y ver que esta se abría. Subió, jadeante y casi sin respiración y tuvo que esperar algunos segundos antes de estar suficientemente segura de sus piernas para avanzar.

Finalmente entró en el vagón y divisó inmediatamente a la misma morena en su sitio. La joven la miraba directamente a los ojos, una sonrisa de victoria en el rostro. Su mirada decía mucho, había vuelto a sentarse en ese sitio a pesar de los acontecimientos del día anterior…

Era una declaración de guerra.