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Kagura piensa que Kamui sabe demasiado bien dónde y cómo tocarla como para quedarse solo en una relación de hermanos. Porque cuando él la toca siente fuego quemando, dentro y fuera.
Kamui la toca y es como si se desarmase y, al mismo tiempo, se volviera a armar en sus brazos, con sus besos. Pudiera ser inmoral e, incluso, un tabú en toda su regla. Pero no puede detenerse, y tampoco es como si a alguno de los dos le importara.
Cuando él desliza sus manos hacia su cadera o cuando le besa el cuello, Kagura no piensa que algo esté mal, en ningún momento. Es más tarde cuando la conciencia le recuerda que tiene personas que ama y que no quiere decepcionar, cuando rememora a su más grande amor, su pilar, Gintoki. Allí piensa que quizás esté sucia, que debería detenerse antes de que todo llegue más lejos, que quiere ir a los brazos de su inspiración. Pero Kamui la lee, como si fuese transparente, y le besa con fuerza, le atrapa en sus manos, y Kagura piensa que es su forma de pedirle que no lo deje.
A ella le gusta sentirse necesitada por él, después de tantos años de abandono, de soledad y tristeza. Por eso le toma entre sus manos, sobre su pecho, y le jura que no se irá porque le ama. Él se conforma, aunque nunca corresponde al afecto verbal, y se duerme abrazado a ella.
Kagura olvida la moralidad que le enseñaron en la Tierra, y es capaz de olvidar hasta su sangre por Kamui.
Pero por Gin... por él moriría.
Pensando en ello, se lamenta por no poder estar con él, por no ser correspondida de la misma forma. Quizás... descarta la idea, Gintoki no podría amar a nadie de forma distinta, siempre ha sido así. Tan noble como si no fuera un vago idiota.
Le revive en su mente, tan claro y brillante como es, con su espalda firme y su cabello vibrando por el viento. Como un emblema de libertad, esa que ella misma buscó no tener desde que vio a Kamui de nuevo. Le anhela, recordando cómo le acariciaba la cabeza cuando la veía vulnerable, o esas veces en las que la acompañaba en sus tonterías para desquiciar a Shinpachi.
Quiere llorar. Qué difícil es elegir entre amor y necesidad, cuán frágiles son nuestros corazones en esos casos. Kagura sabe que su amor por su hermano, en realidad, es la necesidad disfrazada. El deseo de llenar el vacío que prefirió dejar Kamui cuando la dejó, ese es el que la lleva a confundir formas y colores. O quizás solo trata de eximirse, pretendiendo no tener incidencia en los encuentros carnales con el que es familia.
Gintoki siempre ha llenado el espacio que su hermano dejó, estando allí en todo momento. Ese amor, el que él le hace sentir, se le presenta como el más puro que ha conocido en su vida, después del de su amada madre.
Manchada y sucia. Así se siente, como si la verdad se le apareciera en forma de remembranzas.
Kamui se remueve y murmura su nombre, allí siente que, de nuevo, la necesidad gana. Mientras, él vuelve a cerrar sus ojos, sin pena ni gloria, proponiéndose dormir.
