Al despertar en una tierra claramente depravada de toda vida, con una niebla tan densa que sería casi imposible de respirar, es difícil de creer que alguien no recordaría que hizo para llegar a ese punto.

Porqué se ve como se ve, porqué su cuerpo se siente como si hubiera estado al borde de la muerte desde hace mucho, porqué no ha podido dejar de llorar desde que despertó.

Deranni; recordaba esa parte, su nombre. Pero era lo único que se le venía a la mente en ese momento.

La sensación en sus piernas le hacía pensar que tenía púas enterradas en sus rodillas entre más peso ponía en ellas, pero eventualmente logro pararse y mirar mejor a su alrededor.

Le tomo algo de tiempo ver que se encontraba en lo que podía describirse como un camino rocoso. A donde llevaba, no sabía si quería averiguarlo, pero no había más que hacer ahí, y caminó.

Caminó hasta no poder más, y sólo se dio cuenta de que había una colina en frente de ella cuando sus rodillas tocaron el suelo de piedra en vez de arena. Pero con gases más densos que la neblina anterior y la extraña lluvia de cenizas que ahora la rodeaba hacía imposible ver que había enfrente, o a su alrededor.

Deranni se quedó quieta, tanto por el cansancio como por la sensación que algo más estaba acercándose, pero el sonido de sus pasos era muy frecuente como para ser algo de solo dos piernas.

Su cabeza empezó a doler entre más fuerte se hacia el sonido, y una vez que empezó a multiplicarse y a escucharse a todo su alrededor, Deranni sintió un enorme terror y se impulsó con toda la fuerza que le quedaba hacia la colina.

Lo que haya sido que la estaba persiguiendo, Deranni ni volteo para averiguarlo. Su vista estaba en frente, a un gran faro de luz que parecía perder su fuerza entre más se acercaba a la punta de la colina.

Y justo cuando parecía que el sonido la rodearía por completo, la luz misma parecía tomar forma humana para alcanzar a Deranni, la elfa perdida en el velo.

No teniendo otra elección, Deranni toco la luz y rogo porque esta no fuera la última vez que la viera.


No había más que hacer que morir, ambos soldados sabían esto, pero el pensar en su propio fin los aterraba y hacia que se aferraran más a sus vidas.

—¡No saldremos de aquí! —grito el soldado ya solo usando un escudo para defenderse de cualquiera que intentara rodearlos.

—¡Tenemos que intentarlo, no podemos morir aquí. No después de lo que vimos! —le respondió su compañero quien usaba tanto una espada como un bastón quemado para repelar a las criaturas de ocho patas.

Estaban siendo acorralados, ya ni siquiera las criaturas parecían querer matarlos si no jugar con ellos, hasta que ellos mismos se quebraran, y lo estaban logrando.

Solo un poco más y estarían con el talón de sus botas contra el borde de lo que era una vez fue el gran Templo de las Cenizas Sagradas.

Pero justo cuando parecía que perderían sus vidas, todas las criaturas rápidamente deshicieron el círculo que habían hecho alrededor de ellos y desaparecieron ante la vista de la mano que desterraba el mismo espacio en el cielo para hacerse libre del horror en donde se encontraba.

Ambos soldados miraron perplejos mientras una elfa, que había salido del velo, lentamente flotaba hacia ellos.