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21 de diciembre de 2007.
Odiaba dejar todo para última hora. Cada año, cuando los centros comerciales comenzaban a engalanarse, Mikasa se repetía lo mismo: "La próxima semana haré las compras, así no estaré a última hora". Y siempre terminaba comprando cuando la gente parecía invadida de una especie de fiebre de compras.
Ingresó a la joyería, como siempre directo a su objetivo. Las bolsas de otros regalos en sus manos, mientras varias personas miraban las vitrinas. Su madre era una mujer sencilla, pero tenía una debilidad por las joyas. Este año quería regalarle algo especial, ya llevaba un año trabajando y sentía que correspondía.
Asomó su cabeza entre un par de mujeres y mientras sus ojos vagaban por la vitrina, de soslayo divisó un perfil familiar muy concentrado. Salió de entre las personas y se asomó junto a su amigo.
-Muy serio, Jean -dijo logrando que él pegara un saltito.
-Me asustaste, Mikasa -exclamó llevándose una mano al pecho -Tú y tu complejo de ninja.
Ella le sonrió amistosa y bajó la vista a la vitrina que tan concentrado tenía a Jean. Se sorprendió cuando vio que eran anillos. Volvió la mirada al rostro de su amigo, quien se sonrojó ligero.
-Wow -salió de la boca de Mikasa.
-Sí, wow -repitió con un dejo de vergüenza.
Mikasa le sonrió amplio y eso lo tranquilizó. Eran los nervios propios de un momento así, aunque sabía que debió comprar el anillo antes y las fechas no le daban demasiadas opciones, ni tiempo, de regodearse.
-¡Es una gran noticia! -exclamó Mikasa golpeándolo suave en el brazo.
-Bueno, lo será si dice "sí, acepto" -comentó Jean restándole importancia, más por su propia tranquilidad que otra cosa.
-¿Bromeas? -preguntó Mikasa -Hitch te adora. ¡Es que no puedo creerlo! La última navidad nos comentabas que se irían a vivir juntos y ahora esto. Es… ¡wow! -él le sonrió aun avergonzado, nervioso… algo incómodo -Pensaba que Connie y Sasha serían los primeros, pero ya ves cómo les ganaste -respiró profundo -Me alegro, me alegro mucho.
-No cantes victoria, Mika. Me sumas ansiedad.
-No seas derrotista. Como diría tu mamá "Mi Jeanbo es el premio gordo de la lotería" -bromeó -Si no aceptara sería una gran tonta -lo miró fijo y profundo a los ojos -Y Hitch no es ninguna tonta.
Jean asintió. Mikasa le daba algo más de seguridad. Claro que todo iría bien, obvio que todo iría bien. Había sido un año de acostumbrarse a sus mañas, a transar y también estaban los buenos momentos. De esos podía contar muchos más que los "malos".
-¿Y tú? -preguntó Jean a Mikasa -¿Buscando algo para tu mamá?
-Exacto. Si siempre me escuchas cuando hablo -le pellizcó la mejilla juguetona -Este es el momento de devolver en algo todos los años de consentida y malacrianza -bromeó.
-Hizo un pésimo trabajo -Jean le siguió el juego.
El muchacho volvió a mirar a la vitrina con concentración. Mikasa había realizado lo mismo sin pensarlo. Todos eran hermosos, más allá de su forma y piedra, lo bello de ellos era la significancia. Lo que representaban. El querer compartir la vida junto a otra persona.
-El que elijas le encantará. Lo sé.
-Hablamos de Hitch, no de ti -respondió él revolviéndole el cabello -Tú eres una romántica. Guardabas hasta las flores de papel de cigarrillo que te regalaba ese novio hippie tuyo.
-Eran bellas y tenía su ciencia hacerlas. No eran cualquier cosa, ¿ok? -excusó, pero con una actitud risueña.
Guardó silencio cuando vio a Jean volverse a la vitrina nuevamente. Se le veía tan nervioso, pero tan ilusionado. Lo conocía desde los doce años, podría leer lo que fuese en él, tampoco era como si fuese tan difícil de hacerlo tampoco.
Una de las vendedoras se acercó hasta ellos.
-¿Puedo ayudarlos? -preguntó.
Jean miró a Mikasa intentando decirle que la atendieran primero, que él tardaría. Pero Mikasa sabía que Jean era capaz de dilatar los asuntos eternamente.
-El joven necesita que lo asesore con anillos de compromiso.
-P-pero el regalo de tu madre… -balbuceó Jean.
-Lo tuyo es más importante -respondió Mikasa -El que sea que escojas le encantará, de verdad.
Jean asintió.
-Nos vemos el 26 -se despidió Mikasa -En casa de Eren, recuérdalo. A las ocho de la noche.
-¿Y si me mandas un mensaje de texto para recordármelo?
No iba en broma, era verdad. Mikasa durante mucho tiempo, y aun un poco, funcionaba como la agenda de su amigo. A ella le gustaba ayudar a quienes quería y ser de utilidad.
-Lo haré, cabeza de pollo -le sonrió -Éxito, señor futuro casado.
-Gracias, Mika.
Mikasa salió de la joyería y vio que la vendedora comenzaba a sacar varios modelos de tras de la vitrina enseñándoselos a Jean.
Sacó el móvil de su bolso y digitó para luego ponérselo al oído.
-Hey, desaparecida -la voz de Armin sonaba del otro lado -¿A qué debo este placer?
-Hola, Armin -murmuró son una ligera sonrisa vacía.
Un silencio siguió a aquello.
-¿Quieres venir?
-Sí…
-Te espero. Compraré helado de chocolate, el que te gusta.
-Gracias.
Mikasa cortó la llamada y se perdió entre la multitud que repletaba el centro comercial. Sin duda debió comprar sus regalos mucho antes, cuando se lo propuso en noviembre.
Mucho antes…
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