Notas previas: de antemano me disculpo por el continuo abandono de Shooting Stars, en mi defensa, he estado trabajando en esto y en un pequeño fic situado en la Alemania de la Segunda Guerra Mundial que no debería tardar en ver la luz. "Found You" podría ser un two o un three-shot, dependiendo de como se desarrollen las cosas, espero que lo disfruten.

Con mucho cariño a mi amada Malasletras, relación con tu servidora sólo parece profundizarse. También y no menos importante para mi hermosa hermana Tempest in Teacup, que me hace feliz con sus palabras y su apoyo.

He decidido no poner detalles en esta historia, ya que sólo sirven para mantener los drabbles siendo drabbles y como éste no lo será, pues no. Sin más, espero que lo disfrutes.

Disclaimer: Si Soul Eater fuera mío, mis ideas se verían publicadas mensualmente en GanGan Magazine, ¿no creen?, así que creo que eso lo dice todo. Get away tampoco me pertenece, es propiedad de la maravillosa banda Holiday Parade. Ya que estamos, la imagen de portada es propiedad de la adorable Jazzie, cuyo perfil de DeviantArt encontrarás en el mío.


Found You

por: Wandering Lilly.

"I spend my days just passing through these roads that lead from me to you, your gravity is what pulls me through, I know she's growing on me."

Es una mañana fría, esa en la que él llega.

Camina por los pasillos de la preparatoria Shibusen con una actitud más bien desinteresada que va de la mano con ese aspecto ligeramente rebelde y la expresión totalmente ininteligible en su cara. Sus ojos, de un color rojo rubí -que más de una vez le han granjeado comentarios como "deben ser lentes de contacto"- se concentran fijamente en la parte de atrás de los zapatos del hombre que le precede:el profesor Stein, su nuevo maestro de biología. Stein es un hombre alto, ataviado con una raída bata de laboratorio llena de parches, y cuya cabeza cruza de un extremo a otro un enorme -y aterrador- tornillo, al cual el profesor tiene por tendencia enroscar un poco más cuando se encuentra en un predicamento -"necesito un mejor enfoque", dice Stein en defensa propia.

Está pensando en todo esto cuando Stein para abruptamente, para luego darse la vuelta y encararlo. Lentamente -con esa pereza que le caracteriza- el muchacho alza la vista. El profesor le está haciendo señas para que pasase primero; mira un poco a la izquierda encontrando una puerta de madera con las palabras "Clase Luna Creciente" rotuladas en la parte superior central. Contiene un bostezo.

Y después entra.

No es un aula fuera de lo común: varias filas de escritorios cuidadosamente colocados de manera que todos estén a la misma distancia unos de otros, y sobre éstos típicos estudiantes de último año de preparatoria. Al fondo se encuentrann los que supone son los más problemáticos, nota especialmente a un chico de rebelde cabello... ¿azul? (Y se burlan de mí... piensa), hablando en voz muy alta con una muchacha de largo cabello negro y sonrisa amable, que mira hacia los lados y murmura cosas a sus compañeros, casi como disculpándose por el comportamiento de su escandaloso compañero.

En la fila de escritorios que divide al salón en dos, justo en lo que él calcula sería el punto medio del aula, se sienta un chico de ojos ambarinos, vestido en un impecable traje negro, cuya corbata sustituye el símbolo de la escuela (una especie de calavera que daba todo menos miedo); su cabello es negro como el carbón, excepto por tres extrañas líneas blancas que cruzan el lado izquierdo de su cabeza. Nota que el joven lo observa tanto como él mismo lo está haciendo, pero disimula su incomodidad con un bostezo y desvía la mirada.

A derecha e izquierda del muchacho de las tres rayas en el pelo hay dos jóvenes, en apariencia mucho mayores que el, ambas rubias de ojos azules -una de cabello largo y la otra no tanto- y con vestimentas similares -la de la derecha usaba jeans y la opuesta pantalones cortos, pero ambas visten una blusa de cuello alto que no les cubre del todo el abdomen, también corbatas blancas y sombreros vaqueros-; algo en su cerebro le dice que probablemente son parientes, pero siendo sinceros, no le interesa.

Observa la primera fila de escritorios con los ojos entrecerrados, en parte por cansancio, pero mayormente por aburrimiento. Alza una ceja con escepticismo al ver a un joven casi completamente calvo, salvo por los dos estoicos mechones de cabello negro azulado a cada lado de su cabeza, mechones que probablemente tienen montones de gel y fijador de cabello para no sucumbir ante la gravedad. Extrañamente, los dos mechones le recuerdan a antenas.

Qué poco cool. Se dice a sí mismo. Al lado del chico de las antenas se sienta un muchacho cuyos ojos están cubiertos por unas gafas al más puro estilo de Cíclope, el superhéroe de los cómics que solía leer en otros tiempos. Fuera de eso, el tipo se ve bastante normal.

Empieza a sentirse incómodo, parado ahí como idiota frente a un grupo de treinta y tantos desconocidos mientras su profesor se fuma su estúpido cigarrillo en la puerta, una mano apretando la correa de su mochila, mientras la otra se esconde en el bolsillo de su abrigo para protegerse del frío que hace esa mañana (extraño, para una ciudad que estaá en medio del desierto).

Luego lo siente. A decir verdad, le sorprende no haberlo notado antes, pero considerando que ha pasado su vida siendo observado, ya no le incomoda. Una joven le mira desde una de las esquinas de la primera fila, lo primero que nota de ella son sus ojos: de un verde olivo que se torna mucho mas claro con la luz del sol que se filtra por la ventana y baña su cara. Tiene el cabello de color rubio cenizo, atado en dos apretadas coletas que enmarcan su rostro delgado y descansan en sus hombros, el flequillo le cubre una buena parte de la cara y casi tapa sus ojos, pero de algún modo eso no le hace ver mal.

Observándola con más detenimiento, nota que probablemente es la única que trae puesto el uniforme en toda la clase: lleva blusa blanca con cuello azul marino al más puro estilo marinero, sujeto por una corbata rojiza; falda plisada azul marino y cubre sus piernas con medias negras y botas blancas. Después de este rápido (pero concienzudo) reconocimiento, sus ojos regresan a la cara de la muchacha, quien ya ha notado su mirada y frunce el entrecejo con indignación.

Él sólo le dirige una torcida sonrisa de suficiencia.

La rubia parece olvidar la indignación por un momento y su enojo da paso a la curiosidad, al notar que todos sus dientes tienen más o menos el mismo tamaño y que terminan en punta, como los de un tiburón.

Tal mueca sólo logra ensanchar la sonrisa del muchacho. Pero no borra el hecho de que sigue parado como imbécil frente a un montón de idiotas que lo miran como si tuviera tres ojos.

Y es entonces que Stein se digna a entrar. No queda nada de su cigarrillo, sólo la certeza de todos los presentes de que existió.

—Bien, chicos, éste es su nuevo compañero, Soul E... — empieza, pero el aludido no tiene intenciones de dejarle terminar.

—Soul Eater. El placer es suyo. ¿Dónde me siento? — dice Soul, sonriéndole con suficiencia a la chica de las coletas, que lo mira como si le hubiera crecido otra cabeza.

A su espalda, Stein le dirige una curiosa mirada. Le envía a un escritorio -el único vacío- detrás de la chica de las coletas. Varias filas más atras, el tipo del pelo azul (cuyo nombre parece ser Black*Star) le grita incoherencias sobre protagonismo robado, y entre él y el de las rayas en el cabello -que casi se había desmayado al examinar más de cerca el completo desastre que es su cabello blanco- se disputan la medalla al chico menos cool/más raro de todo el lugar.

Pero claro, luego llega Ox Ford (o antenitas, como le había puesto en su cabeza), y le aconseja mantenerse alejado de Black Star por el bien de su expediente escolar. Hecho: Ox Ford se acababa de llevar el premio al menos cool en toda la historia de la humanidad.

Un consejo: nunca, nunca, le digas a Soul Ev-... Soul Eater, que hacer.

La respuesta de Soul no es sino otra que ofrecerle la mano a Black Star y marcar con ello el inicio de una de las amistades más duraderas de toda su vida.

En cuanto al resto... la única verdadera fan de Black Star, la chica del cabello negro, se llama Tsubaki y -aunque un poco tímida- es muy agradable; las rubias se llaman Liz y Patty Thompson (Liz había perdido dos años de escuela y por eso está en el mismo grado que el resto), y el chico de las rayas blancas lleva por nombre Death the Kid -Kid para los amigos- y es el hijo del director de la preparatoria.

Qué monton de raros.

Extrañamente, a Soul le agradan.


La chica de las coletas se llama Maka.

Maka Albarn, en realidad. Su padre es Spirit Albarn, el -inútil- subdirector de la escuela y una leyenda del karate. Es una joven muy extraña. Tiene al menos diecisiete, pero fácilmente podrías confundirla con una niña de trece años.

¿Por qué? Bien, para ser honestos: Maka no tiene pecho.

No, en serio. Una tabla de planchar tiene más curvas que ella. Bueno, tal vez no, tal vez tiene un poquito. Pero no le digas.

También tiene un temperamento bastante irritable. Para su desgracia, este conocimiento le llegaría a Soul en forma de un libro de pasta dura aparecido de la maldita nada estampado en su cabeza con la fuerza de un huracán. Obviamente, su reacción inmediata es correr por todo el maldito salón, sujetándose el agujero en su cabeza con ambas manos mientras grita como loco.

—Te lo mereces por atrevido. — rezonga la rubia, negándose a pedirle disculpas. ¡Qué descaro! ¿Quién se cree ella? ¿En qué universo paralelo, retorcido y oscuro, puede una nerd como Maka asesinar las neuronas de un chico cool como Soul, sólo por llamarle pecho-plano cuando ella le preguntó que si por qué la miraba? No en alguno que él conozca, te lo asegura.

—Pfft, ni que estuviera tan guapa, nerd bipolar.— dice para sí mismo en voz baja.


Dos meses más tarde, Soul ya se ha adaptado al ritmo de la clase.

Se pasa los días copiando de las notas de Maka, con quien ha desarrollado una extraña pero creciente amistad, dado que el primer día, al salir de clases, se dirigieron al mismo bloque de apartamentos, y se dieron cuenta de que eran vecinos.

Recuerda la mirada extrañada que le dirigió la rubia y el quedo "¿estás siguiéndome" que musitó, y se le escapa una risita. No debe volver a pasar, esa risita sonó muy femenina y eso no es nada cool.

Maka voltea ligeramente la cabeza hacia él y le envía una mirada que dice "silencio, intento escuchar" y él le dirige una sonrisa de suficiencia como respuesta.

Frente a la clase, Stein lo observa detenidamente, notando la floja manera en que sus ojos cavan hoyos en el suelo, y la postura encorvada del muchacho, casi dormido.

Un bisturí que lo roza lo suficiente para hacerle un fino corte en la mejilla lo despierta.

— ¿QUÉ DEMONIOS... ? —exclama el adolescente. El bisturí va a parar en la pared justo al lado de él. Se sentiría un poco más molesto de no ser por la suave risa que profiere la chica frente a él, inaudible para cualquier otra persona -no para él, Soul es un músico y si los músicos desarrollan un sentido, ese es probablemente el del oído.

— Profesor, ya que trató de matarme, ¿puedo ir a la enfermería? —inquiere, la expresión en su rostro tan impasible como siempre, no así sus ojos, que destilan desafío.

Stein no lo decepciona.

— Adelante, señor Eater —le dice con sorna, sin omitir ni una sola gota de sarcasmo al pronunciar su "apellido"—. Señorita Albarn, ¿sería tan amable de acompañarlo?

En el asiento frente al suyo, Maka suspira y murmura algo sobre idiotas flojos que no pueden mantenerse atentos el suficiente tiempo para que no les pateen el trasero, pero asiente y se pone de pie. Soul hace lo suyo y juntos se encaminan por los largos pasillos de la preparatoria Shibusen, hasta la enfermería que está a medio camino entre el ala este del edificio (en donde se sitúa la clase Luna Creciente, que es de último grado) y el ala oeste (donde están los grupos de grados menores). Maka va un poco adelante de él y se rehúsa a dirigirle la palabra.

— Hey, Maka ¿estás enojada conmigo?

— No, cómo crees. —le dice.— No es como que tenga cosas más importantes qué hacer que llevar al pequeño Soul al hospital porque no puede estarse quieto por dos segundos lo suficiente para que el no-tan-cuerdo profesor de biología lo deje tranquilo. No, qué va.

— Ya, ya. No hay necesidad de ser sarcásticos, no es cool. —la chica suspira y voltea a verlo, notando la sangre resbalar por su mejilla y manchar la blanca camisa de botones de su uniforme; se acerca para examinar su herida.

Un momento está enojada y al otro tiene su cara a dos centímetros de la mía, ¿cuál es el problema con esta chica? Piensa Soul, de repente un poco sofocado -no está acostumbrado a que las personas se le acerquen tanto. Por lo general lo rodean pero se mantienen a una cómoda distancia (o no se le acercan, como en casa).

— ¿Qué haces, comelibros? —le preugunta, tratando de alejar su cara de la de ella pero fallando miserablemente cuando ella le toma el rostro con las manos, manteniéndolo en el lugar para poder examinar mejor el corte.

— Hmm... necesitará desinfectante y un poco de gasa... —murmura más para sí misma que para el chico, soltando al fin su cara y tomando en vez de eso su mano, caminando a paso firme mientras lo arrastra hacia la enfermería. Lo que es inconveniente ya que planeaba lavarse el corte y saltarse el resto de la escuela.

Demonios, Maka, así no se comporta la gente. No con él. Las personas no se interrumpen para acompañarlo a la enfermería, no lo sientan con fuerza en una camilla y ciertamente no se encargan de limpiar el corte hecho por el loco de su maestro y parcharlo de manera limpia y sobre todo no le pincha la mejilla de manera cálida cuando ha terminado con el trabajo.

¿Quién eres? Le grita la voz en su cabeza a la rubia. ¿Qué haces con mi visión del mundo? Devuélvemela.

— ¿Volvemos a clase? —sugiere la chica. Soul está anonadado aún por sus acciones y bastante inseguro de cuál es la manera cool de tomarse las cosas.

No ha tenido nunca un amigo, no realmente. No cuentan los odiosos, presumidos niños ricos de la escuela de música a los que tanta diversión les producía burlarse de su manera de tocar el piano. No lo malentiendas, los chicos de la clase le caen bien (son originales y frescos y despreocupados y un giro de ciento ochenta grados comparados con lo que solía verse obligado a soportar) y está seguro que Black*Star es su alma gemela del vandalismo (si los muros blancos que han asesinado con spray de pintura dicen algo), pero Maka... Maka le da una sensación diferente. Tiene una sonrisa que podría iluminar una habitación enorme como el pasillo principal del Shibusen y unos ojos grandes que cuando lo miran siente que puede ver su -probablemente- negra y retorcida alma, y le asusta el agradable calor que se expande por su pecho (tan poco cool) cada vez que su sonrisa se dirige a él.

— Sí, vamos... —musita, como perdido, pero ella toma su mano de vuelta y él la sostiene con firmeza, sólo soltándola antes de entrar a la clase porque no es cool entrar de la mano con una chica que no es tu novia a un lugar lleno de estudiantes inmaduros como Black*Star.

Ella lo invita a cenar (sabe que vive solo) al finalizar las clases, pero el declina la invitación de manera cordial porque aún tiene que asimilar los cambios producidos en su interior y le gustaría mucho hacerlo en la comodidad de su habitación, muchas gracias.


Su apartamento no es la gran cosa. Está amueblado con buen gusto, sillones de cuero acomodados alrededor de una mesa de cristal sobre la que descansa una consola conectada a la pantalla de plasma que su abuela le regaló el año pasado por su cumpleaños. El lugar luce más bien deshabitado, pues él se pasa la mayoría del tiempo en su habitación y como, bien, nunca tuvo necesidad de aprender a cocinar, lleva dos meses comprando comida rápida o viviendo a base de cereal y sándwiches, lo que explica el montón de envases de comida aquí y allá.

Bien, tal vez debió haber aceptado la invitación de Maka.

Planea hacerse algo de café para continuar con la composición en la que ha estado trabajando -la noche anterior no durmió por la misma razón- cuando se da cuenta de que se ha quedado sin azúcar.

Vaya, parece que sí visitará a Maka después de todo.

Sale de su departamento con pereza, tocando ligeramente la puerta de su vecina, que se abre para dar paso a una chica de largo (y suelto) pelo rubio cenizo, vestida en un par de pantalones deportivos que le quedan algo grandes y una blusa de tirantes que acentúa cuán pocos atributos posee.

Él finge que no acaba de examinarla como un cazador a su presa cuando alza la mirada hacia su cara sorprendida, alzando también la mano que sostiene una taza.

— Me preguntaba si tendrías una taza de azúcar que te sobre... —murmura mientras se aparta el cabello blanco de la cara, pudiendo ver con más claridad la ahora un poco decaída cara de la muchacha, al ver que no se había arrepentido de su decisión de no cenar con ellos.

— Ah, claro, espera un poco por favor. —suavemente toma la taza de su mano (enorme comparada con la de ella) y se encamina de vuelta al interior de su apartamento, dejando la puerta entreabierta. Por ella se mira una sala muy ordenada, con estantes repletos de libros en dos de sus cuatro paredes y al fondo el comedor, donde la cabeza pelirroja de Spirit Albarn, padre de Maka, lo observa con una mirada que bien podría estar hecha de balas.

¿Que si qué hace Soul? Le muestra al subdirector del Shibusen una sonrisa de dientes filosos y saluda con la mano.

Maka vuelve y pregunta de nuevo si no quiere quedarse a compartir la cena con ella y su padre, pero el sonríe suavemente (¡vaya! No sabía que podía hacer eso) mientras niega con la cabeza. Se despide con un gesto de la mano y se da la vuelta, volviéndose hacia su apartamento.

Qué frío.

Da un largo vistazo a la sala de su casa, y a la cabeza le viene la idea de que tal vez debería contratar a alguien que se encargue de los deberes de la casa -es decir, considerando que está hecha un tiradero y llena de polvo por todos lados debido al poco uso que le da a la mayoría de las habitaciones, pero eso conlleva buscar a alguien que no vaya a robarle las cosas y eso sin contar que tendrá que pagarle.

Sí, mejor que se quede sucio. Ya lo limpiará el fin de semana. O no.

Por lo pronto se dirige a la cocina, prepara el café que lo llevó a la casa de su vecina en primer lugar y se encamina, taza en mano, a su habitación. Está más ordenada de lo que esperarías (puede que sea un chico, pero creció en un ambiente muy disciplinado y créele, de donde él viene, dejar tu habitación hecha un asco no sólo te trae regaños del tamaño del universo), aunque las sábanas de su cama no están exactamente tendidas y su escritorio es un desastre de partituras y bolígrafos y manchas circulares de las incontables tazas de café que lo han acompañado desde que empezó a componer.

Abriendo un espacio para la taza (y poniéndola sobre una tarea que no piensa terminar porque no entiende ni jota de las tonterías que Stein les manda a hacer), toma uno de los bolígrafos regados por el escritorio y coge una partitura en blanco, dispuesto a crear algo nuevo.

Mira el papel por unos segundos, con la mente totalmente en blanco, pero luego a ella vienen enormes ojos verdes y una sonrisa del tamaño del mundo, y es como si algo se apoderara de él, porque el bolígrafo rasguea frenéticamente el papel y de sus manos salen notas musicales, todo propulsado por la imagen de una chica rubia a centímetros de su cara, de una sonrisa muy grande y de un tono de preocupación por una herida menor.

Está demás decir que no pega el ojo en toda la noche.


Un par de semanas (y desvelos) después, la pieza ya está terminada. Le gustaría tocarla, pero sabe que el teclado de su habitación no le hará justicia. En el Shibusen hay un piano de cola, enorme y hermoso. Yace solitario en una sala en el ala este del edificio, cercano a la biblioteca.

Se asegura de ir a la sala del piano cuando ya todos en la escuela se han ido. Allí lo espera el piano, intimidante. Pero está él tan acostumbrado a la presencia de un piano en su vida que le envía a éste una mirada de desafío (porque claro, es de lo más normal pelearse con objetos inanimados, Soul Eater) y se sienta en la banca. Las teclas le sonríen y él les sonríe de vuelta, dientes cuadrados enfrentan dientes triangulares.

Acomoda la partitura en el atril (aunque se sabe la composición mejor de lo que se sabe su propio nombre), toca unas cuantas teclas al azar para probar el instrumento y, satisfecho, truena sus dedos y empieza a tocar.

El perfecto y organizado desorden que caracteriza todas y cada una de sus composiciones no se hace esperar. Las manos de él vuelan sobre las teclas, aparentemente sin secuencia alguna, pero todo está fríamente calculado. Los sonidos retumban en la enorme sala vacía, y son tan fuertes los ecos que no escucha la puerta abrirse y cerrarse y no nota la presencia que observa con curiosidad y admira el espectáculo que ofrece. Hacia el final de la melodía, ésta toma un carácter más melancólico, quizá incluso algo lento y acompasado. Las notas pasan de ser aparentemente presionadas al azar para dar la impresión de una canción de cuna.

No se espera lo que sigue al final de su canción.

Clap, clap, clap, clap. Una oleada de aplausos se abalanza hacia él por detrás, y lo toma desprevenido. Él se da la vuelta, sorprendido, y frente a él está ella: el mismo cabello rubio, los mismos ojos verdes que lo llevaron a la creación de su obra maestra. La mayor parte de su mente está entrando en pánico. ¿Qué hace ella aquí? ¿No se supone que debería estar vacía la escuela? ¿Lo está siguiendo? ¿Qué tanto escuchó?

— Soul, eso fue...

— Horrible, ya lo sé, no tienes que decirlo... —murmura. Por razones hasta el momento desconocidas para él, la idea de su rechazo le parece más insoportable de lo que le parecería viniendo de cualquier otra persona. Empuja esos pensamientos al fondo de su mente y alza lentamente los ojos rojos para observar la cara de Maka. Comparada con ésta, la sorpresa de que escuchara su recital improvisado no es nada. Es más sorprendente aún el verla con esa enorme sonrisa en la cara, en vez de la expresión de terror que suelen tener las personas que se ven forzadas a escuchar sus composiciones. Al escuchar sus palabras, la sonrisa se deforma en una expresión de sincera confusión, misma que de la que hace partícipe al albino con sus palabras.

— ¿Horrible? ¿De qué hablas? ¡Es la mejor pieza de música que he escuchado en toda mi vida! —exclama ella, y a Soul se le cae el alma al suelo. ¿Mejor pieza? ¿Quién eres? ¿Por qué no lo rechazas? ¡Aléjate, lo asustas! ¿Qué te hace tan diferente, Maka Albarn?.

El le dirige esa sonrisa torcida suya, misma que ella responde con una propia mucho más sincera, ofreciéndole la mano. Soul la mira por unos segundos antes de estrecharla.

Él cree que fue de allí en adelante donde empezaron a ser verdaderos amigos.

Le tiene mucho miedo a Maka Albarn y a todo lo que ella conlleva, pero ser cobarde no es cool y que lo parta un rayo si un día se comporta en contra de una de las reglas principales de su modus operandi.


Es Halloween en Death City. Lo que realmente no es una novedad ya que en esa ciudad es como si se celebrara todo el año (maldita bola de locos, mira que irse a juntar y hacer una ciudad repleta de ellos), pero no por eso los habitantes están menos entusiasmados.

Las casas y calles se pintan de negro, naranja y morado, y en todos lados hay bandejas con dulces para evitar el desastre que harán los niños si se les niegan. La preparatoria Shibusen continúa las clases como de costumbre, pero los chicos tienen otros planes.

— ¡Dicen que en casa del loco Stein hay un zombie! ¡Yahoo! —grita Black*Star al término de las clases. Va a la cabeza de un pequeño grupo formado por él mismo, Tsubaki (la chica del pelo negro y la mirada amable) Liz y Patty Thompson, Death the Kid, Soul y Maka, ésta última siendo casi literalmente arrastrada por el albino, negándose a dejarla pudrirse en su casa de aburrimiento.

— No creo que eso sea cierto, Black*Star... —dice Tsubaki con amabilidad, conoce a su compañero mejor que el resto del grupo y sabe cómo hablarle para que no se vuelva demasiado escandaloso.

— Por supuesto que no lo es, Black*Star. —secunda Kid, con mirada desaprobatoria.— Un hombre tan íntegro como el doctor Stein no jugaría de tal manera con un cuerpo humano. Además, los zombies no existen. Semejante abominación asimétrica no podría existir en esta Tierra.

— SI EL GRAN YO LO DICE ES QUE ES CIERTO, LOCO ASIMÉTRICO —responde el peliazul. Detrás de él, Tsubaki suspira: esto es lo que trataba de evitar—. ADEMÁS STEIN NO ES "ÍNTEGRO" O COMO SE DIGA, ¿NO HAS VISTO QUE ESTÁ LLENO DE PARCHES POR TODOS LADOS? ESO NO ES NADA...

Se ve interrumpido cuando un bisturí roza su cabeza y parte el más grande de sus mechones de cabello rebelde en dos. Unos cuantos metros frente a ellos, la mirada de Stein se esconde detrás del reflejo de sus gafas, y él habla animadamente con la señorita Marie.

— EH, MALDITO BASTARDO, NO ATAQUES A TU DIOS-

Tsubaki hace lo que puede para calmarlo, pero el ruidoso peliazul prueba ser persistente.

Detrás de ellos, las hermanas Thompson, Soul y Maka se ríen por lo bajo de la estupidez de su amigo. Al llegar a la entrada del Shibusen, todos se reúnen en un círculo para decidir los planes de la noche.

— ¿Bien, a dónde iremos?

— Su dios les dice, hay que ir con Stein, dicen que mató a Sid-sensei y lo hizo zombie... —insiste Black*Star, más tranquilo después de su pequeña charla con Tsubaki (que, extrañamente, fue en un clóset y duró quince minutos, al menos).

— Black*Star, no vamos a... —empieza Maka, exasperada; no obstante, Soul no tiene intenciones de dejarla terminar.

— ¿Saben? No es tan mala idea. Apuesto a que todos aquí son demasiado gallinas para ir. —desafía, mirando en especial a Liz y a Maka. La primera se esconde detrás de su hermana, horrorizada ante la idea de visitar la casa del no-tan-normal maestro, pero es una Thompson y las Thompson tienen orgullo.

— Yo estoy adentro. —dice Liz, sonriendo con suficiencia y alzando el pulgar. Soul aún puede ver el miedo en sus ojos. El resto pronto le sigue con sus respectivas aprobaciones, todos excepto Maka.

— ¿Qué, Maka? ¿Tienes miedo? —canturrea Soul. Ella ni se inmuta.

— Para nada. Simplemente me parece tonto acompañarlos en sus payasadas cuando bien podría estar estudiando para el examen de Stein...—murmura, el albino suelta un gruñido de exasperación, diciéndole que puede estudiar cualquier otro día, que viva un poco.

— Vivo mucho, muchas gracias. Ahora si me disculpas...

Se está dando la vuelta, empieza a caminar. Soul es más rápido y la toma de la mano, jalándola para darle la vuelta.

— Hey, vamos Maka. Será divertido. —le envía esa mirada que le funciona tan bien cuando quiere que le pase la tarea y... sí, listo. La rubia suspira y asiente. No sin antes decirle un "¡pero si me sucede algo jamás te perdonaré!" que el responde de la manera más cool, como es natural:

— No te preocupes, Maka. Si te da miedo me puedes tomar de la mano. Los chicos cool protegen a las damiselas en apuros. —le guiña un ojo, y en respuesta, ella le da un maka-chop.

Detrás de ellos, sus amigos observan anonadados. No es que ella no le de maka-chops muy seguido, ni que él nunca la haya persuadido de nada; es más bien el hecho de que han conocido a Maka desde hace mucho, mucho más tiempo que Soul y jamás nadie había hecho que ella pusiera sus estudios de lado por algo tan trivial como salir en Halloween.

¿Qué le está pasando a Maka Albarn?

Idénticas sonrisas se manifiestan en las caras de los cinco espectadores, y hasta Black*Star logra mantenerse callado, como el asesino que promete que algún día será.

Se encaminan pues al laboratorio del doctor Stein, un lugar que parece más bien un cementerio -y lo es, descubren cuando echan un vistazo detrás del edificio: el patio está cubierto con hileras y más hileras de lápidas.

Black*Star desafía a todos a pasearse por las lápidas, y así terminan Soul y el peliazul haciendo una especie de danza-burlesca contra el zombie, que no aparece por ningún lado.

— Ese zombie no nos llega ni a los talones... —canturrean— no nos alcanzaría ni aunque pudiera...

Maka se da un golpe en la cara, Tsubaki le sonríe, disculpándose por el comportamiento del muchacho, y Kid, Liz y Patty se encargan de hacer de la rama más baja del árbol por el borde del cementerio un perfecto ejemplo de simetría.

Todo va viento en popa. Esto es, hasta que Maka siente una mano aferrarse a su tobillo.

Pega un salto, voltea abajo y ve que de la tierra sale una mano azul. Da el grito más fuerte que ha producido su garganta en toda su vida e interrumpe a Soul y Black*Star en medio de su cantar. El albino corre hasta donde está ella, pero para este entonces, la mano ya es un brazo y se empieza a ver un hombro.

Soul intenta ayudarle a zafarse (lo que es difícil, considerando que ella trae falda y si hace un movimiento en falso podría enseñar a todo el mundo sus nada interesantes pantaletas blancas), pero la mano es fuerte, y pronto no sólo es el hombro el que se ve, sino el cuello y una parte del torso. Después de cinco minutos de forcejeo, el zombie ya ha salido por completo: sopresa, sorpresa. ¡Pero si es Sid, el maestro de eduación física! Black*Star no estaba tan equivocado después de todo.

El rostro una vez guapo del joven maestro ahora se ve desfigurado, y Maka da un grito aún mayor ante la vista. Soul la aferra con más fuerza y, siendo tan delicado como le es posible, da un último pero fuerte tirón a la pierna de la rubia, con el que logra zafarla del agarre del no-muerto.

La fuerza utilizada los envía hacia atrás, cayendo Maka encima del albino, que rodea su cintura con los brazos de manera protectora. Se levantan rápidamente, sus amigos ya empiezan a huir, él la toma de la mano y empieza a correr, tirando de ella como si su vida dependiera de ello y mantienendo el agarre en su mano. Corren por mucho tiempo, a pesar de que ya hace mucho que perdieron a su difunto maestro de vista.

Terminan en un mirador que colinda con el bosque que rodea al Shibusen, y se sientan para recuperar el aliento. Sus manos siguen entrelazadas, y ambos parecen notarlo al mismo tiempo.

— Te dije que te protegería, ¿recuerdas? —sonríe el. Maka está algo molesta, pero también cansada y muy agitada y Soul se ve tan bien con su chaqueta de cuero y las gemas que tiene por ojos y esa enorme sonrisa de dientes filosos que ella no puede evitar devolverle la sonrisa y darle un ligero "gracias, héroe" al que no puede evitar añadirle un poco de sarcasmo.

Después de un rato, vuelven a casa. Ya ha oscurecido, y el padre de Maka la abraza histérico cuando la ve. Soul pone los ojos en blanco ante la acción tan típica del ridículo hombre que es Spirit Albarn, y le da un gesto de despedida con la mano a Maka, dirigiéndose a su propio hogar. Si es que puede llamarle así. Maka urge a su padre entrar a casa, diciéndole que hoy le toca preparar la cena, e intercepta al albino antes de que logre encerrarse en su mundo.

— Hey, Soul —llama, el aludido da la vuelta para verla—. Gracias de verdad- —sonríe, y lo besa en la mejilla, después se da la vuelta y se devuelve a casa como si nada.

Él se queda allí, parado como estúpido en el pasillo, pensando que no es cool no tener la última palabra pero, ¡hey! Consiquió un beso en la mejilla por parte de una chica bonita y supone que eso puede considerarse como una buena manera de terminar el día.

Lo más memorable sucede cuando, al día siguiente, Sid-sensei se aparece en la clase de educación física, aún como zombie, riéndose a todo pulmón de sus estudiantes cuando les muestra que el tono de su piel no es sino pintura y la desfiguración de su cara tan sólo una máscara.

Black*Star sin duda hizo el berrinche de su vida, eso tenlo por seguro.


Los días que siguen a ese berrinche del peliazul pasan con una rapidez que el albino no se espera. Hay una pausa de un par de semanas entre el incidente de Halloween y el día en que Soul finalmente acepta una de las interminables invitaciones de Maka a cenar a su casa, cena que transcurre en un concurso de miradas matadoras entre él y el padre de la chica. El recuerdo le trae una sonrisa al rostro porque con él viene la imagen de Maka, por una vez no dirigiéndole un maka-chop a él sino a su propio padre, por ser "grosero con las visitas".

Se asegura de aceptar cada vez que lo invita, sólo por el gusto de ver al hombre comportarse decente con él a regañadientes, no queriendo ganarse (aún más) el desprecio de su hija.

Desprecio que Soul no entiende, aunque intuye, pero prefiere no meterse porque cada quien tiene demonios con los que luchar y supone que, al paso con el que se desarrolla su relación, ella se lo dirá cuando esté lista.

Piensa en todo esto, cuando un proyectil se estrella contra su cabeza. El impacto lo envía de lleno al suelo, y no necesita mirar para descubrir la identidad de su atacante. Esa risa histérica sólo puede pertenecer a una persona.

— ¡Qué demonios, Black*Star! ¿A qué vino eso? —gruñe Soul, mirando hacia arriba, de pie frente a él está Black*Star, en su aspecto de básquetbol usual, y Kid en pantalones cortos y una camiseta de color claro con una camisa de botones negra sobrepuesta. El último lo mira de manera extraña, pero Soul es un chico y los chicos no preguntan "¿sucede algo?" a menos que sea extremadamente necesario.

— ¡A la cancha de básquetbol se viene a jugar, vasallo, no a pensar! —cacarea el peliazul— ¡Así que saca de tu cabeza tus pensamientos de intento de chico cool y ponle atención a TU DIOS! ¡NYAHAHAHAHA!...

— ¿Qué te pasa, idiota? ¿Cómo que intento de chico cool? ¡Soy el tipo más cool del planeta! Trae acá esa pelota, ya veremos quién es el más cool...

Lo que sigue al breve intercambio es un partido de básquetbol entre Soul y Black*Star, en el que Kid hace de réferi ( "¡No podría arruinar la simetría de la formación inmiscuyéndome!" Es su razón, pero en su cara está el mismo aire pensativo que rodeaba a Soul no hace mucho). Al final, es el peliblanco quien resulta vencedor, cosa que le vale un:

— ¡Te he dejado ganar! ¡DEBO DARLE A MIS SEGUIDORES ALGUNAS LIBERTADES NYAHAHAHAHA...! —por parte de Black*Star, que provoca que Soul ponga los ojos en blanco y Kid deje escapar una risita muy impropia de un joven tan serio como el pelinegro.

Al finalizar el juego, están a punto de irse todos, cuando Kid pide a Soul que hablen en esa manera tan formal suya. Él dice "sí, claro." y Black*Star se aleja pensando en las delicias que debe estar cocinando Tsubaki a esa hora tan cercana a la cena (la pelinegra y él comparten un departamento por que es más barato así y de todos modos pasan buena parte del tiempo juntos).

Están sentados en la banca adyacente a la cancha, y Soul, bastante desconcertado, sólo atina a mirar a Kid, expectante.

— Soul... —inicia él, inseguro. El albino alza una ceja— Tú... ¿es Maka tu novia?

¿Qué? ¿Maka? ¡No! ¡Qué ideas, Kid!. Eso debería decirle, pero su sorprendido cerebro sólo logra enviar la mayor parte de su sangre a su cara y negar frenéticamente, echando el cuerpo unos centímetros hacia atrás para hacer énfasis en su negativa.

— ¿Q-qué? ¡Qué idioteces dices! ¿Yo? Con... ¿con esa pecho plano? ¡Estás loco! —balbucea, lloriqueando internamente ante lo nada cool del momento. Frente a él, Kid se ve algo decepcionado, pero pide una pregunta más. El albino concede.

— ¿Te gusta Maka, Soul? —¿qué demonios le pasa a este chico? ¿Pudo el OCD con él? La voz en su cabeza que le avisa cuando las cosas son cool y cuando no lo son decide que lo cool qué hacer en este caso es hacerse el tonto ante sus preguntas porque después de todo no es su asunto si él tal vez o tal vez no se siente algo atraído por los ojos verdes como la primavera y la sonrisa luminosa de su vecina.

— Claro, es una chica muy cool, muy buena amiga.

— No, Soul. Quiero decir... románticamente.—bien, concediéndole algo, al menos Kid es directo. No hace el asunto menos incómodo y Soul guarda silencio.

— ¿A qué viene todo esto, Kid? —inquiere, mirada aprehensiva y todo. El pelinegro mira a los lados con nerviosismo pero respira hondo y en sus ojos ambarinos no se refleja nada y esto es malo porque a Soul se le da leer las emociones en los ojos de la gente y esto se está poniendo muy poco cool.

— Olvídalo, Soul. Muchas gracias por su tiempo, debo irme ya, las chicas deben estar preocupadas.

El resultado de la plática es un Soul muy, muy confundido. Vuelve a casa dándole vueltas a la idea de Maka siendo más que una amiga (una muy buena) para él, y descubre que no le desagrada del todo. Lo que sí le desagrada es el pensar que tal vez el interrogatorio significa que a Kid puede gustarle Maka y quiere saber si no hay problemas por su parte si intenta algo con ella.

La sola idea le hace querer correr a la mansión de Kid y molerle el rostro a golpes. Espera que sólo sean figuraciones suyas porque, ¿cómo va Soul (flojo, desinteresado, extraño Soul) competir contra Kid (pulcro, educado, cortés y encantador Kid)?


Notas finales: ¿comentarios?