Hola a todos...
Es la primera vez que subo un fic de Korrasami, es una adaptación de uno de mis libros favoritos, espero les guste, si no igual coméntenlo xD saludos y los dejo con el primer capítulo.
Avatar La Leyenda de Korra, así como sus personajes pertenecen a Bryan Konietzko y Michael Dante DiMartino
Capítulo 1 El Ritual
Hoy era un día en el que mil sueños morirían y nacería uno solo.
El viento lo sabía, era primero de junio, pero las ráfagas frías golpean en lo alto de la ciudadela tan ferozmente como el más intenso invierno, no había forma de escapar de lo que estaba por venir.
Para bien o para mal las horas se estaban acercando, cerré los ojos en contra de ese pensamiento, creando para siempre el antes y el después de mi vida, que iba a suceder en un acto rápido que podría no más que alterar el color de mis ojos.
Me aparté de la ventana, empañada con mi propio aliento, y dejé las infinitas colinas de Zaofu con sus propias preocupaciones, era hora de conocer mi día.
Los rituales se llevaron a cabo como cada uno había sido establecido, todo un testimonio de la grandeza de Zaofu. No protesté, llegados a este punto el entumecimiento me había superado. Me quedé desnuda, boca abajo sobre una mesa de piedra, mis ojos se centraron en el suelo debajo de mí, mientras que extraños raspaban mi espalda con cuchillos sin filo. Los portadores eran muy conscientes de que sus vidas dependían de su habilidad. Quedarme quieta me ayudó a ocultar la humillación de mi desnudez mientras manos extrañas me tocaban.
Opal se sentó cerca observando, probablemente con ojos preocupados. No podía verla, solo veía el suelo debajo de mí, mi largo cabello oscuro cayendo alrededor de mi cara como un remolino de túnel negro que bloquea al mundo.
El último cuchillo raspó más bajo, tocando el hueco de mi espalda, luché contra el instinto de apartarme, pero finalmente me estremecí. Un jadeo colectivo se escuchó por la habitación
—¡No te muevas! —Dijo mi tía Clara.
Sentí la mano de mi madre en la cabeza, acariciando suavemente mi cabello.
—Unas pocas líneas más Asami. Eso es todo. —A pesar de que lo dijo para relajarme, no podía dejar de pensar en el resultado final.
El raspado terminó.
—Está terminado —Dijo la primera artesana, los demás artesanos murmuraron su acuerdo.
El sacerdote se acercó y termino el ritual.
Solo tenía diecisiete años. ¿No tenía derecho de tener mis propios sueños para el futuro?
—Y para Asami, primogénita de la familia Sato, los frutos de su sacrificio y bendiciones de…
Parloteó sin cesar sobre las bendiciones y sacramentos necesarios sin fin, alzando la voz, llenando la habitación. Cuando pensé que no podía aguantar más sus palabras, se detuvo y por un misericordioso dulce momento, silencio resonó en mis oídos. Respiré otra vez, y así él dio la bendición final.
—Así será para esta primogénita de la casa Sato. —Cerré los ojos y bajé la cabeza. Primogénita. Tanto una bendición como una maldición.
Una farsa
Los artesanos se apartaron de su obra. Hubo un audible colectivo de suspiros mientras los resultados finales sobre mi espalda fueron vistos.
Opal me tomo del brazo y me ayudó a levantarme.
—Su alteza —dijo mientras me entregó una sábana suave para envolverla alrededor de mí. Intercambiamos una mirada de complicidad rápida, lo que me fortaleció.
Me guio hasta el espejo de cuerpo entero, dándome un pequeño espejo de mano de plata para yo misma ver también los resultados. Deslicé a un lado mi pelo y dejé caer la sábana suficiente para exponer mi espalda baja.
Los otros esperaron en silencio por mi respuesta. Resistí a quedarme boca abierta, no quería darle a mi madre esa satisfacción, pero no podía negar que ese feo símbolo del reino de Omashu se había hecho sorprendentemente hermoso. Dos topos tejones, característicos del reino, se hallaban a los costados de la espalda, lineados diseños con gracia curvados en sus garras y un circulo de color verde en medio de ellos con un cuadrado más pequeño dentro, le daban esa elegancia que caracterizaba a ambos reinos.
Se me hizo un nudo en la garganta, y mis ojos picaron. Era un símbolo que podría haber amado... que podría haber estado orgullosa de llevar. Tragué saliva y me imaginé al príncipe cuando los votos fueran completados y el manto de bodas bajado, boquiabierto de asombro al llevar el símbolo de su reino tatuado en la espalda.
Agradecí a los artesanos su trabajo.
—Es perfecto. Le doy las gracias, estoy segura de que el reino de Omashu mantendrá a partir de hoy a los artesanos de Zaofu en más alta estima. —Mi madre sonrió ante mi esfuerzo, sabiendo que esas pocas palabras eran duras de decir.
Y con eso, todo el mundo fue conducido lejos, los preparativos restantes serían compartidos solo con mis padres y Opal.
Mi madre trajo la bata de seda blanca de armario, un mero pedazo de tela tan fina y fluida que se derretía sobre sus brazos. Para mí era una formalidad inútil, porque cubría muy poco, siendo lo más transparente y útil como las capas infinitas de tradición.
El vestido vino después, con la espalda de la forma de la misma V con el fin de enmarcar el compromiso, honrando el reino del príncipe y presentar la nueva lealtad a su esposa.
Me encaminé nuevamente hacia la ventana, el suave suspiro de mi madre me siguió, sabiendo todo lo que pasaba por mi cabeza en esos momentos.
—¿Cómo lo hiciste, madre? —Pregunté sin dejar de mirar los carruajes que pasaban debajo.
—¿Cómo viajaste desde el reino del fuego para casarte con un hombre al que no amas?
Los ojos de mi madre descansaron tranquilamente en mí.
—Lo hice porque era mi destino y mi deber.
Un suspiro escapó de mi pecho.
—Porque eras una primogénita
El tema de la primogénita era uno que mi madre inteligentemente me enseñó.
La vi tensarse, levantando la barbilla en buena forma real.
—Es un honor, Asami.
—Pero yo no tengo el don de la primogénita. No soy una Siarrah. Omashu no tardará en descubrir que no soy el recurso que se supone que sea. Esta boda es una farsa.
—El don puede venir con el tiempo —Respondió con voz débil.
No discutí ese punto, se sabía que la mayoría de las primogénitas tuvieron su don por ser mujeres, pero yo, no había mostrado signos de cualquier don. Mi madre se aferraba a falsas esperanzas. Me di la vuelta, mirando por la ventana de nuevo.
—Incluso si no parece —Continuó mi madre—, la boda no es una farsa. Ésta unión es mucho más que un solo activo. El honor y el privilegio de una primogénita en una línea de sangre real es un regalo en sí mismo. Lleva la historia y la tradición con ella. Eso es todo lo que importa.
—¿Por qué una primogénita? ¿Puedes estar segura de que el regalo no se pasa a un hijo? ¿O a una segunda hija?
—Ha pasado, pero… no puede esperarse. Y no es tradicional.
Oí su acercamiento y sentí sus cálidos brazos rodeándome. Mi garganta se hinchó.
—Mi preciosa hija —susurró en mi oído—, si el don llega o no es de poca importancia. No te preocupes, es el día de tu boda.
Días antes, había visto por la ventana al rey de Omashu cuando vino a aceptar el acuerdo, como si yo fuera un caballo dado en el comercio. Un hombre mucho más grande, tan decrépito y horrible que fácilmente podría ser el padre de mi padre, encorvado y moviéndose lentamente que necesitaba ayuda para subir las escaleras. Si así era él, no quería imaginarme al príncipe, tal vez, un hombre de un par de años menos que mi padre, y la idea de él tocándome me repugnaba aun más.
Me estremecí al pensar en huesudas manos viejas acariciando mi mejilla o arrugados labios tocando los míos.
—¿Por qué no pude tener, al menos, un vistazo de él por primera vez?
Los brazos de mi madre cayeron de mi alrededor.
—¿Inspeccionar a un príncipe? Nuestra relación con Omashu ya es tenue en el mejor de los casos ¿Nos habrías hecho insultar a su reino con tal petición cuando Zaofu tiene la esperanza de formar una alianza crucial?
—No soy un soldado en el ejército de mi padre.
Mi madre se acercó, frotando mi mejilla y susurró—: Si, cariño. Lo eres.
Un temblor bailó por mi espalda.
Me dio un último apretón y retrocedió
—Es la hora. Iré a coger el manto de boda de la cripta —dijo, y se marchó.
