LUJURIA


Sus dedos se deslizaban suavemente sobre la piel tersa de su cuello.

Naciendo detrás de la oreja, la caricia se extendía a lo largo de aquella seductora línea, hasta alcanzar su meta, la clavícula.

Sus uñas cortas pero limpias, las finas curvas de sus dedos, las delicadas facciones de su mano, describían unos pequeños círculos, acompañados de una ligera presión.

Su abundante cabellera yacía acomodada de manera que le permitiera llevar a cabo su masaje sin interrupción.

Ladeó y bajó un poco la cabeza con tal de alcanzar la nuca.

Sus dedos como plumas prosiguieron con aquella laboriosa y atrayente tarea. Al moverse, su pelo dejó al descubierto un secreto y redondo lunar.

Y fue precisamente en ese momento que sentí como me embargaba la lujuria, y en tal magnitud, que me quitó el aliento.

Anhelé ser dueño de ese cuello, para poder controlarlo y someterlo a mis besos.

Fantaseé con poseer aquellas manos, y así tomarlas y morderlas, para transmitirle mi pasión y locura desbordantes.

Y quise, más que cualquier cosa en el mundo, ser el que viera cada mañana, tarde y noche, aquel hipnotizante lunar que se esconde bajo su enmarañado cabello castaño.

– Señor Malfoy¿se encuentra usted bien?

Asentí de mala gana.

Mi deleite personal había sido interrumpido.

Granger se había vuelto para mirarme.


Son nuestros pecados los que nos hacen humanos.

Gocémoslos.