Prólogo
Era una agradable tarde de primavera en Konoha, una tarde adornada por un cielo anaranjado y cerezos en flor, y de cuya banda sonora se encargaban los pajarillos que volaban alegres.
Una estampa perfecta para todos… menos para cierto joven.
Shawn Senju es un pequeño de 7 años de estatura y peso medios para su edad.
Todo muy normal para un chico tan diferente.
Shawn tiene unos bonitos ojos azul cielo y un característico pelo blanco/plateado (un color como el de Tobirama), ligeramente rapado por los lados y de punta en la parte superior de la cabeza, y una piel clara como la nieve.
Viste con una camiseta blanca con el dibujo de un árbol negro bajo el que pone "Senju" (en mayúsculas y también en negro) por delante, una chaqueta abierta de color verde claro con el símbolo de su clan por detrás y unos pantalones estilo ANBU de color azul acero.
¿Que por qué no es una tarde perfecta para él?
Simple.
Está solo… Como siempre.
¿Qué por qué está siempre solo?
Simple.
La villa lo odia.
Esto es debido a que los aldeanos le acusan de ser el motivo de la marcha de Tsunade y Jiraiya de Konoha hace ya 7 años.
¿Qué cómo ha podido provocar un pequeño e inocente niño el exilio auto-impuesto de los Sannins?
Esto ya no es tan simple.
Poco antes del incidente del Kyuubi en el que el Sandaime dio su vida para sellar al zorro en los recién nacidos mellizos Uzumaki (la explicación vendrá después, no os preocupéis), Tsunade y Jiraiya pasaron una noche de borrachera juntos (creo que me explico), una noche que no acabaría sin consecuencias, ya que un tiempo después la rubia empezó a tener mareos y vómitos, lo que hizo que le pidiera a Shizune que le hiciera un chequeo por si pasaba algo…
Desde luego que pasaba.
Tsunade Senju estaba embarazada.
La noticia fue todo un shock, y tardó varios días en asimilarlo.
Incluso tras esos días no sabía cómo sentirse.
¿Feliz, triste, eufórica, deprimida…?
Todos esos sentimientos parecían muy válidos.
Tras unas semanas consiguió reunir el valor para decírselo a Jiraiya… y el invocador de sapos demostró no estar a la altura.
Huyó.
Huyó a una velocidad que dejaría en ridículo a Minato, y nunca miró atrás.
Al menos eso pensaban Konoha… y Tsunade.
Esto, como no podía ser de otra forma, enfadó y entristeció a la rubia, y le afectó mucho psicológicamente, ya que se veía cuidando al niño como madre soltera, lo cual ni era fácil ni estaba bien visto y considerar que no solo se jugaba su prestigio propio, sino el de su clan, no hacía la situación menos difícil.
Meses después, Tsunade dio a luz a un precioso bebé, al que llamó Shawn, y la primera vez que lo tuvo en brazos logró olvidarse de todos los pensamientos que la atormentaban…
Lástima que no durara mucho.
Apenas dos días más tarde Kushina Uzumaki trajo al mundo a dos mellizos.
El primero tenía el pelo rubio, los ojos azules y la piel ligeramente bronceada. Naruto fue su nombre.
La segunda en nacer fue una pequeña de pelo rojo, ojos azules y piel tan blanca como la de su madre. Ella era Narumi Uzumaki.
Sin embargo, sus padres no tuvieron ni un momento para respirar tranquilos cuando apareció un ninja enmascarado.
(Todos sabéis como transcurre el ataque, así que iré a lo que importa)
Minato Namikaze, Yondaime Hokage, estaba dispuesto a dar la vida por su aldea utilizando el Shiki Fujin para sellar al Kyuubi en sus dos hijos, pero fue detenido por Sarutobi, que se ofreció para realizar el sello alegando que su fin ya estaba cerca y Minato tenía toda la vida por delante.
El Sandaime invocó a Shinigami y… se puede decir que hizo una jugada perfecta.
Pidió al Dios de la muerte que sellase el chakra a partes iguales en los mellizos y el alma en sí mismo, llevándose el alma del poderoso zorro a un viaje del que ninguno volvería.
Todo parecía haber acabado…
Nada más lejos de la realidad.
Tsunade no pudo soportar la muerte de su sensei.
Era la gota que colmaba el vaso, y que provocó una reacción precipitada en la ninja, una decisión de la que se arrepentiría más tarde.
Tsunade, harta de que todos sus seres queridos la abandonaran de una forma u otra, decidió abandonar Konoha… dejando atrás a su hijo.
Su teoría era: "si no formo lazos con él, no me dolerá cuando me abandone".
No había estado más equivocada en toda su vida, y mira que estamos hablando de 'la legendaria perdedora'.
Pero en ese momento no lo sabía, así que al día siguiente abandonó Konoha junto a Shizune (que intentó hacerla entrar en razón, obviamente en vano), dejando atrás a sus habitantes… y a su hijo.
La noticia corrió como la pólvora.
Tsunade-sama, la última sannin que quedaba en la aldea, se había marchado.
Y los aldeanos, en su infinita estupidez, buscaron un culpable, cuando toda la culpa era de la Senju.
Y encontraron su culpable en el peliblanco recién nacido.
Pero no solo eso.
Sorprendentemente, lograron sumar 2+2, y al ver el pelo del niño supusieron (acertadamente) que el padre era cierto invocador de sapos del que no se sabe nada por la aldea desde hacía… 9 meses.
Esto no ayudó precisamente al pequeño a ganarse el cariño de la aldea, que pensaba que por su culpa habían perdido a los 2 últimos sannins leales a Konoha.
Si algo bueno se puede sacar de todo esto, es que todo el odio concentrado hacia el joven facilitó a Minato la dura tarea de convencer a la villa de que sus hijos no eran monstruos, si no héroes (el que Sarutobi se llevase el alma del demonio ayudó bastante).
Minato, como huérfano, odiaba no poder defender al pequeño, pero si lo hacía, los habitantes de Konoha buscarían otro objetivo contra el que desahogarse por todo el dolor sufrido aquel 10 de octubre.
Y dos jinchurikis eran objetivos grandes. Muy grandes. Demasiado grandes.
Minato odiaba tener que mirar hacia otro lado, pero nunca escogería a nadie por encima de sus hijos.
Algo similar pasaba con Kushina, que llegó a pedir a su esposo que adoptaran al bebé, pero Minato se negó por temor a que eso lo pagaran Naruto y Narumi, así que la nativa de Uzu tuvo que hacer de tripas corazón y ser una expectadora más del maltrato recibido en los años posteriores por el peliblanco.
Volviendo a la actualidad, Shawn caminaba por la calle sumido en sus pensamientos mientras se dirigía a su "casa".
Había sido expulsado del orfanato hace dos años porque los gerentes no querían seguir viendo al niño que provocó el auto-exilio de los sannins viviendo en su orfanato.
El Hokage quería hacer algo al respecto, de verdad que sí, pero esas ansias de justicia se esfumaban cada vez que recordaba el miedo que ya lo amedrentó hace años.
Shawn estaba solo.
Shawn estaba en la calle.
Pero, pese a quien pese, la sangre de dos poderosos ninjas corre por sus venas.
¿El resultado?
Un genio.
Shawn siempre fue muy inteligente, astuto e incluso frío cuando la situación lo requería, así que cuando lo echaron del orfanato no perdió la calma y barajó sus opciones.
La que parecía más factible (y de hecho escogió) era irse a vivir lejos de la gente, para evitar tensiones innecesarias, así que con una valentía impropia de su edad, fue a buscar refugio… al Bosque de la Muerte.
Refugio que encontró en una cueva, a la que acaba de llegar.
Su refugio no era gran cosa, sólo contaba con una cama vieja, un escritorio que apenas se tenía en pie, una silla que hizo el mismo con materiales que encontró en un vertedero y un armario en perfecto estado, que "tomó prestado" de una casa cuando sus dueños no estaban.
Si los aldeanos no tenían ninguna consideración con él, ¿por qué debería tenerla él con ellos?
Nada más entrar, dejó sobre el escritorio una pequeña libreta y un lápiz que llevaba en la chaqueta.
Al Senju le encanta dibujar, y, modestias a parte, se consideraba un gran artista.
Realmente lo era.
Plasmaba a la perfección la esencia de todo lo que dibujaba.
Pero ahora no le apetecía dibujar.
Simplemente se tumbó en la cama y se puso a pensar en los tres meses de academia que llevaba.
¿He dicho ya que era un genio?
Pues también se aplicaba en la academia.
Aunque podía notar cierto desprecio en los ojos de los profesores, ninguno trataba de sabotearlo o tomar algún tipo de represalia por su "crimen contra Konoha".
Lo trataban con profesionalidad y él no pedía más.
En la academia era el mejor indiscutible en una generación plagada de prodigios.
Sus notas siempre eran perfectas, desde las pruebas escritas a las de taijutsu, pasando por las de lanzamiento de shuriken.
Pensando esto se quedó dormido, con una sonrisa en la cara.
Era un chico orgulloso de sí mismo y de su apellido, no por su madre (conoce la identidad de sus padres y los odia por abandonarlo), si no por los dos primeros Hokages.
Hashirama y Tobirama Senju eran sus héroes, especialmente el segundo.
Shawn podía llegar a ser bastante presumido, pero respaldaba lo que decía con hechos.
Y no tenía pensado parar hasta superar a sus referentes y alzarse ante el mundo como el mejor ninja de la historia.
Fin del prólogo
