Specula dei Ánima Fanfic para el Concurso. Daniela Lynx

PG-13 Parejas varias Angst (creo), lime suave, shounen ai.

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1. Autocontrol (máscaras)

"Mi vista se nubla... él, ya dentro de mi, más rápido, más profundo... coge mi propia mano, entrelazando sus dedos con los míos, y es así como lleva ambas hasta mi sexo, marcando el ritmo de sus irrupciones. Su lengua húmeda delinea el contorno de mis vértebras, justo entre los hombros, y solo puedo gemir bajo su cuerpo. Más intenso, más adentro, y estoy tan cerca del èxtasis que no sé si quiero que llegue. Muerde mi cuello al venirse, y no puedo seguir retrasando mi final, terminando segundos después."

"Suena repetido, ¿no? Tan fugaz como un orgasmo, porque sé que fue solo otro sueño, una proyección onírica de mi mente. La alarma programada para sonar a las cinco y media de la mañana termina de borrar de mí la imagen de Yuki Eiri. Me felicito en silencio la idea de haber mandado a Mika de viaje por Europa al sentir las sábanas viscosas y húmedas bajo mi cintura. Con asco salgo de la cama, y con asco tomo una ducha larga; deseando la compañía de un hombre, de otro hombre que es diez años menor que yo. Siento el calor volver a mi cuando comienzo a recordar ese sueño tan nítido, y abro automáticamente la llave del agua fría. Entonces, me obligo a repasar en silencio mi agenda para el día, me enjuago y salgo. Tengo que volver a ser "yo", el que los demás conocen, y eso implica autocontrol."

"Enfundado en una ridículamente costosa yukata azul, destilo mi dosis matinal de café en el aparato eléctrico. Reviso en la laptop el correo electrónico, bebiendo a sorbitos el líquido caliente para pasar la infinidad de pastillas que me mantienen cuerdo. Así abro, una vez más, el procesador de texto. Supongo que esto se está volviendo adictivo, no Kitazawa? Siempre me decías, luego de hacer el amor, que mi vida sería más fácil si sacaba lo que llevaba adentro a través de la escritura. Esto en realidad no es nada literario, pero creo que me hace mejor que los químicos. Es perder la cabeza un rato, humillarme, para volver a dominarme después."

"Y al menos, la parte más masoquista de mi puede volver a leer mis sueños con Eiri. Y tener vergüenza de haber caído por él."

Tohma revisó la hora: según el computador eran las seis y media. Por aquél asqueroso tráfico matutino típico de Tokio, prefería caminar por las mañanas. Si sacaba el auto, no llegaría nunca, y eran en verdad escasas las cuadras que separaban el penthouse de NG Records. Apagó la laptop, se estiró y tomó rumbo hasta su dormitorio para buscar algo de ropa.

Llegar a trabajar era para él más que un placer: se trataba de una bendición. Ese era su elemento, donde él tomaba todas las decisiones y podía manejar lo que fuera. Era emperador plenipotenciario de la empresa y sus empleados, y no había forma de que algo se le ocultase. Esa era la razón principal por la que Tohma amaba su trabajo: allí era el único sitio, único momento, en que todo estaba bajo su control.

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-"he perdido la esencia del novelista".- se dijo el escritor Yuki Eiri, encendiendo su vigésimo cigarrillo del día. Aspiró el humo y miró con desagrado a su alrededor: la cafetería en la que se hallaba (y no por voluntad propia) tenía una decoración basada íntegramente en plástico de todos colores, y estaba demasiado llena. Así y todo, un camarero algo más competente que el promedio logró encontrarle un reservado.

La mujer que lo había citado en tan vulgar sitio apareció con quince minutos de retraso, lo cual era un crimen en Japón y aún más imperdonable para el siempre puntual novelista.

-Llega usted tarde- le espetó sin nada de cortesía, mientras le lanzaba una de sus miradas asesinas patentadas.

Lo sien...- trató ella de excusarse, pero Eiri la detuvo en seco.

-Me conoce lo suficiente como para saber cuanto valoro mi tiempo. Son las nueve y quince. PM.

-Lo lamento, Yuki-san.- respondió la mujer apenas él hizo una pausa para darle una calada al tabaco. Hizo una ligera reverencia, y se sentó para pasar a un tono más informal.- ¿Por qué los anteojos oscuros? Pareces de la Yakuza... y a veces juraría que lo eres.

-Porque el decadente lugar que elegiste para nuestra reunión está plagado de colegialas a esta hora.- replicó él, dedicándole a su interlocutora una sonrisa cargada de desprecio.- Y de histéricas, tengo suficiente con Shindou y esas locas que van a las sesiones de firmas de libros.

El recuerdo del muchacho hizo desaparecer levemente el desprecio de su sonrisa, pero la pureza del gesto duró lo que demoró la mujer en decirle:

-Ese es justo el punto al que quería llegar. Gracias por facilitármelo.- ella le sonrió, pero su interlocutor frunció el ceño, como adivinando lo que venía.- La editorial quiere un nuevo libro.

-Saqué uno el mes pasado- gruñó Eiri. No le gustaba nada el cariz que la situación estaba tomando.

-Oh, si. Pero el "gran jefe" te pide amablemente otra novela. Para cinco meses más.- acotó su editora.

Quizá "editora" no era la palabra. Esa mujer era la muchacha de los mandados del auténtico perro. Eiri empezaba a sentir angustia. Sabía que el dueño de la Editorial Midori nunca pedía algo "amablemente".

-Dile al "gran jefe".- el novelista casi escupió el título,- que probablemente habrán millones de otros sellos editoriales felices de contar con mis libros, y que seguro serán menos jodidos que el suyo. Y...- suavizó el tono de voz.- que los escritores ejercen cuando tienen ideas, y que por desgracia yo no cuento con ninguna por ahora.

-No la tomes conmigo, Yuki. –dijo ella con seriedad.- Yo solo te informo, además de recordarte que firmaste un contrato que durará dos años más todavía; y que podríamos demandarte por no cumplimiento de las cláusulas.

-¿La maldita letra chica?- sugirió Eiri, rindiéndose y tratando de aguantar las ganas de romperle el cuello a la mujer.

-Ajá. Me alegra mucho que comprendas.

Marketing. La función de la Midori era vender, y Yuki Eiri era un buen producto. El escritor se había amarrado sin saberlo a unos editores tiránicos que exigían novelas periódicas para las masas.

Cuando la mujer se fue, Eiri decidió que no tenía ganas de llegar a casa: Shuichi estaría allí. Amaba a su niño hiperactivo, pero por la forma que había quedado su estado de ánimo, sería más justo no encontrarse con él. Lo vería amargado, y lo acosaría a preguntas sobre que le había pasado. Tratando de arreglarlo, cometería algún error tonto, y terminaría sacándole de sus casillas.

Por un asunto de sana convivencia, sería mejor no ir a casa. Además, lo único que quería en momentos como ese era perderse en algún sitio en el que pudiese estar en paz, solo, y beber algo.

-¡Eiri-kun!- el aludido sintió una mano posarse en su hombro, y volteó para toparse con la sonrisa permanente de Seguchi Tohma.- ¿Estás solo?

-No veo a nadie más.- respondió el escritor, triturando la colilla de su tabaco contra el cenicero.

-Que hostil.- comentó Tohma, burlón.

-Te invitaría a sentarte aquí conmigo, pero en este sitio ni siquiera hacen café decente.- repuso Eiri, sin sacar el cigarrillo que quería fumarse. Se preguntó como demonios habría dado su cuñado con él. No creía que fuera por casualidad, no se iba a tragar esa. ¿Desde cuando andaba el presidente de NG Records en sucuchos plastificados como esa cafetería? Recordó que a Tohma sus empleados le habían apodado "el amo del universo", por su manía de la omnipotencia. Nunca lo había tomado en serio, pero...

-Mejor vamos a beber.- propuso Tohma.- Yo invito.

Faltando cinco minutos para las diez PM, Yuki Eiri se hallaba en el dintel de la puerta de ese bar que prácticamente podía considerarse propiedad de Tohma y Mika.

"...Paranoia's all I got left I don't know what stressed me first Or how the pressure was fed but I know just what it feels like To have a voice in the back of my head..."

-¿Que música es esa?- preguntó Tohma, divertido, al barman. El pobre tipo se llevó un susto de muerte al ver entrar a su jefe, y apagó la radio enseguida.- Pon uno de mis Cd, el jazz es mejor.

Cuando daban las diez en punto, el escritor y el músico se hallaban sentados a la barra. Eiri mecía un vaso grande de vodka con tónica, pensativo. Su cuñado y ex mecenas sorbía un whisky en las rocas, moviendo el hielo en sentido contrario a las agujas del reloj. Parecía un moderno adivino, intentando interpretar los patrones formados por las gotas de agua. Un silencio incómodo se instaló en el aire, y el barman pidió mediante señas un permiso para retirarse que le fue concedido enseguida.

Estar acompañado no era exactamente lo que Eiri había planeado, pero eso era casi como estar solo. Además, tal vez podía hallarle el lado positivo al asunto: Si Tohma se decidiese a hablarle, podría pensar "¿hace cuando que no mantengo una conversación en un plano más 'intelectual' con alguien?". Claro que tendría que esperar a que su compañía emitiese algún comentario sobre alguna cosa "x". Y por supuesto que no podía contar entre las "conversaciones inteligentes" aquella que mantuvo con la representante de la Editorial Midori.

-Y... ¿Qué tal van tus trabajos, Eiri?- Preguntó Tohma, luego de mucho rato. El interrogado aguantó las ganas de blasfemar: era precisamente de lo que NO quería hablar.

-Pésimo.- admitió.- Si no supiera que sería peor que un suicidio, dejaría de escribir.

-¿Por qué?- el otro rubio preguntó, entrecerrando los ojos, extrañado.

-Porque ya no soy un escritor. Soy una máquina que escupe puntualmente un manuscrito de alguna novelita rosa y mediocre para mantener a la empresa, a la que le estoy brindando nada más que un servicio.- Recitó Eiri de corrido, como si hubiese estado siglos memorizando esas palabras. Vació su vaso de vodka de un trago.

-No sabía que era tan así.- Tohma frunció el ceño, mal que mal, habían sido sus conexiones las que habían metido a Eiri en esa editorial.

-Tohma, ¿Hace cuánto que no he escrito algo que me deje contento?- el novelista se había servido un segundo vaso de vodka y lo llevaba ya por la mitad.- Desde que estoy en el sistema y escribo para los demás, no he hecho más que bazofia para escolares romanticonas.- El vaso estaba desocupado de nuevo. Cogió la botella y le vació lo que quedaba

Una chispa de lujuria brilló en el fondo de los ojos verdes de Tohma, al ver la forma en que su cuñado estaba bebiendo. Su sentido común, puesto en alerta, le recordó inmediatamente que no debía aprovecharse de la situación si Eiri perdía la lucidez. Su subconsciente se encargó de sermonearle sobre su supuesto autocontrol.

Pero había algo bueno que podía hacer.

-Hablaré con el viejo Fukuda-san.- dijo, refiriéndose familiarmente al presidente de la Midori.- Al menos, para que te dé más tiempo.

El escritor le dedicó una mirada agradecida y algo casi imposible de ver: una sonrisa.

Seguchi Tohma, el más perfecto de los ejemplos de la cabeza fría y la sensatez sobre la faz de la tierra, sintió su cuerpo arder bajo esa mirada y esa sonrisa. Y con rapidez, se sirvió otro whisky con hielo, tratando de no tener que mirar otra vez los ojos ambarinos del hermano de su mujer. Fijó la vista en el vaso, y el color del líquido le recordó sádicamente las irises doradas que trataba de evadir. Con rabia, tragó de un golpe el licor.

Muchas copas más tarde, ambos hombres estaban bastante más entonados que lo aceptable, a pesar de su buena resistencia a la bebida. Tal vez, de haber querido, no le hubiese afectado tanto. Tal vez necesitaban que les afectara. Temiendo llegar con un pedazo menos si bajaban por la escalera los diez pisos que los separaban del suelo, Eiri llamó el ascensor. Luego de una espera que el mareo y el silencio hicieron parecer siglos, el aparato alcanzó el décimo nivel. El timbre de su llegada coincidió con la alarma del reloj de Tohma: Eran las dos de la mañana.

Eran las dos con un minuto cuando, culpando al alcohol en su propia sangre, el presidente de NG Records había acorralado a Yuki Eiri en el ascensor, recorriendo cada punto de la boca de su capturado con la lengua, sintiendo el sabor a vodka en los labios del escritor. Y fue el mismo Tohma, estupefacto con la idiotez que estaba cometiendo, quien rompió el beso.

-Eiri, yo...- restocedió un par de pasos, sin saber como disculparse por tan terrible error.

Para su gran sorpresa, fue Eiri quien lo acorraló, esta vez contra la otra pared. Primero acariciando ligeramente sus labios con los de Tohma, y luego tornando el beso en algo demandante, agresivo. Sintió las manos del músico recorrer su espalda sobre la ropa, desesperadas por tocar la piel.

-¿Qué estamos haciendo?- Logró jadear Tohma, falto de oxígeno y completamente consciente de estar a un paso del "punto de no retorno".

-Ni idea.- respondió Eiri, mordiéndole el labio con fuerza, succionándole con suavidad luego. Dejando un rastro de chupones y lamidas, alcanzó el cuello pàlido y fino de su prersa, aplicándole el mismo procedimiento.

Tohma solo dejó escapar un largo gemido.

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Continuará.

N.d.A: Ok, este es el primer capítulo de una idea que dio vueltas por meses en mi cabeza. Espero que haya quedado medianamente decente... lamento dejarlo en ese punto -///-U pero no soy muy buena haciendo lemon (y ganas no me faltan ¬_¬). Probablemente lo intente más adelante. XD

Ah, si! La canción que escuchaba el barman era un trozo de Papercut, de Linkin Park. Y dice algo asì como:

"...La paranoia es todo lo que me queda No sé que me estresó primero O como fue alimentada la presión Solo sé que se siente como Tener una voz atrás de mi cabeza..."

Y era bastante apropiada para el capìtulo n_n

Chuchadas varias, ensaladas surtidas y demases, por favor a mi mail... si hay algún comentario favorable...pos tambien!

daniera_hiragizawa@yahoo.com