Continuación de Snape.

Para aquellos que la hayan leído, ya saben que esta igualmente puede contener escenas no aptas para almas sensibles

y mentes jóvénes e impresionables.

Para los que no, quedan advertidos.

Disclaimer: lo que conozcan es de J.K. Rowling, el resto es fruto de mi imaginación...

y de alguna incitación malin...digo, bienintencionada.

Snape seguía enfadado.

_¿Puedo levantarme de esta silla de ruedas ya? Estoy harto de que me empujen por todos lados como si fuera un anciano impedido.

Demons cerró encendió las luces de su piso y cerró la puerta.

_ No_ pero, enseguida, se apiadó de él _. Está bien, sólo un poco. Puedes marearte.

_No sé que tiene que ver una herida en el cuello con las piernas.

_No sé por qué te has empeñado en pedir el alta en el hospital, Harry, mi Harry, no el suyo,_aclaró innecesariamente_ dijo que deberías quedarte un par de días más.

Snape gruñó.

_Odio ese lugar, odio estar tendido en una cama sin hacer nada, odio a las enfermeras que vienen a todas horas a tomarme la temperatura, a darme pastillas que no quiero tomar y a intentar lavar mis partes íntimas, como si yo no tuviera manos. Odio las visitas de tus amigos, oir a todas horas cómo te llaman nena y comentan cosas sobre nosotros como si yo fuera sordo y como te besan y te abrazan y me miran como si fuera un bicho raro.

Snape se quitó la manta que le tapaba y se levantó vestido únicamente por un camisón con el logotipo del hospital, que apenas cubría sus rodillas. Demons tuvo que esforzarse por mentenerse seria al verle de esa guisa.

_Sobre todo, odio, odio... _ dijo con voz profunda_ no tenerte para mí solo y no poder besarte cuando se me antoje.

Severus rodeó con sus brazos el cuerpo de ella, estrechándola, apoyando su mejilla contra la de ella, hablando en el oído de ella. Era embriagador sentir una ella de carne y hueso entre sus brazos. Una ella nada huidiza, una ella real y que le correspondía. Una ella que encontró como un inesperado e incómodo fardo, que tuvo que apartar de las garras de los mortífagos un bastante en contra de sus planes. Una ella que le había costado mucho dejar atrás, cuando tuvo que hacerlo, para cumplir con las órdenes de Dumbledore. Una ella que arriesgó su propia vida para salvarle y que lo consiguió contra todo pronóstico. Una ella que había cambiado su visión del mundo_ ahora resultaba bastante más apetecible_ y una ella que deseaba tener siempre, siempre,... siempre... entre sus brazos.

Ella pusó sus manos en la espalda de él, tocando su piel desnuda por la abertura posterior del camisón y deslizó sus dedos por la columna vertebral abajo.

_ Severus, no llevas ropa interior. Podías habérmelo dicho...

_ Por lo visto tuvieron que cortar la ropa en el quirófano antes de operarme. Cortar. Toda la ropa, ¡para tocarme en el cuello!.

Dijo a su oído, manifestando su mordaz criterio al respecto de lo que suponía una incompetencia, apartando el pelo de su oreja con su nariz mientras, una mano fría, la mano fría de ella, le tocaba descaradamente las nalgas.

_Necesito desprenderme de este olor a... aséptico_ se deshizo de su abrazo y se dirigió a la única puerta del piso, el baño.

Ella le seguía y trató de sostenerle del brazo pero él se volvió a mirarla. Severus era el único hombre capaz de gruñir con la mirada. Paula se rindió alzando las manos y dejó que entrara solo a la ducha, aunque le hubiera encantado esparcir la espuma por todo su cuerpo y... bueno, tendría que esperar.

Severus cerró los ojos dejando que por su espalda cayera el agua cálida, limpiando su cuerpo y, sobre todo, su alma.

Si estaba preocupado por la suerte que habrían corrido en Hogwarts y por la lista de bajas, de momento, su mente embotada no iba a hacer nada por enterarse.

Se había dado cuenta que estaba cansado, cansado de preocuparse por todo, cansado de ocuparse de todo, y realmente, lo que quería era olvidarse de todo. Al menos... de todo lo concerniente a Hogwarts.

Ahora, tenía que centrarse en este nuevo comienzo. Hacer las cosas bien. No equivocarse de nuevo. Tomar las decisiones adecuadas.

Paula le vió salir de la ducha, con una corta toalla enrollada a su cintura, el pelo mojado y el cuerpo humeante. Tranquila, nena, es todo para ti, se dijo mientras exhalaba lentamente, conteniendo las ganas de lanzarse a su pecho. Aún estaba convaleciente.

Severus se sentó en el sofá, a unos metros enfrente de ella.

_Ahora que vamos a convivir juntos, deberíamos poner unas normas,_ propuso con seriedad _ ...señorita Demons.

_Mantengo la de permitirte andar por ahí solo envuelto en una toalla. Y me llamo Paula, por si se te ha olvidado.

Snape resopló, como aburrido, Tú... usted... qué más daba.

_ La primera norma es que me reservo el derecho de llamarla señorita Demons cuando me plazca, sobre todo, cuando la devore.

_ De acuerdo, siempre que yo pueda llamarte Severus, incluso..._ ah, esa mirada felina y aguda en los ojos de ella_ cuando me devores.

_La siguiente, es que dejes de tratarme como un inválido, he vivido a la manera muggle mucho tiempo, sé usar un teléfono y un ascensor, por ejemplo. No soy ningún inútil. Tampoco soy ningún pusilánime, así que no necesito que andes detrás mía preguntándome si me encuentro bien o si necesito consuelo. No lo necesito. Deja esa actitud maternalista.

_Perfecto, tampoco creo que pudiera aguantar ese papel mucho más tiempo. Ya sabes que no me va lo de ser maternalista.

Ella dió un par de pasos hacia él, contoneando sus caderas.

_Me gustaría que tus amigos dejaran de llamarte "nena".

_ Me temo que las normas que puedo aceptar son las referentes a mi persona,_ dijo encogiéndose de hombros_ siempre he sido "nena" para ellos, no creo que vaya a dejar de serlo ahora porque a ti no te guste.

Severus asintió.

_Está bien, pero si alguno de esos "amigos" ha sido tu amante alguna vez tienes que decírmelo inmediatamente. Sólo para saber a qué atenerme.

_ No sé cómo esa información va a serte necesaria. No lo haré.

_¿No lo haré?_ repitió él.

Paula se acercó un paso más a él.

_ ¿Eso va a hacerte sentirte más seguro? ¿Eso va a borrar lo ocurrido en mi vida? Eso forma parte del pasado. Tu tienes tus fantasmas y yo los míos... pero te aseguro que no tienes que competir con ellos, no hay competencia posible. Eres mi mejor amante y el más devoto. Dejemos los fantasmas en el otro mundo ¿No crees?

Severus asintió, no sabía muy bien de qué manera iba a manejar convivir con el pasado de esa mujer. Suponía que del mismo modo que ella tendría que lidiar con el de él. Le dió la razón. Mejor que ganara en eso, porque las otras condiciones eran importantes.

_Bien, esta te va a costar un poco más._ Entrecerró sus ojos negros, tratando de adivinar su reacción_ Tienes que reconciliarte con tu familia.

Paula desandó todo el camino que le había acercado a él. Estaba loco si creía que iba a hacer eso.

_Tú sueñas..

_Paula,

Usando mi nombre, ¿Eh, señor Snape? Se ve que eso te importa y mucho.

_ Ya no tienes 16 años, eres una mujer hecha y derecha y no necesitas su aprobación o sus... disculpas_ adivinó el mago_. Pero es tu familia... y tu padre es una persona muy influyente y ...rica, siempre es bueno estar a bien con ellos.

Paula sonrió y se mordió sugerentemente un labio. Él quería morder ese labio y otros más, pero tendría que esperar a acabar con esta conversación.

_Maldito Slytherin retorcido y ambicioso_ su voz melosa endulzaba el insulto_ Yo también soy rica. Mi trabajo vale millones.

Severus miró el apartamento y luego a ella con cara de "pues no lo parece".

_Puedo comprarte un castillo en Escocia, si quieres,_presumió_ que no haga ostentación del dinero no quiere decir que no lo tenga.

_Es tu familia, Paula. Tampoco te pido que les ames, solo que.. no les mandes a la mierda cada vez que hables con ellos.

Paula suspiró, ¿cuánto le importaba ese hombre?, ¿tanto como para renunciar a una barrera infranqueable de su vida?... o lo mejor, ¿cuánto le importaba ella a él?, ¿lo suficiente como para desestimar su ambición y la anticipación de su mente inteligente y manipuladora? Se rindió, ese hombre le importaba mucho, muchísimo y bueno, la verdad es que tenía ganas de poner fin a esa guerra que había minado bastante su resistencia causándole una enorme fatiga y hastío. Necesitaba toda su energía para lograr que "esto" funcionase y que funcionase bien.

_Pero si me insultan o te insultan, se acabó esa regla_amenazó con el dedo en alto.

Severus asintió recostándose en el sofá. Si había conseguido esa, la siguiente estaba chupada.

_Sigamos..., nada de anticonceptivos.

Paula abrió la boca en esa particular expresión suya de enojo y sorpresa. Esa no se la esperaba, ¿verdad?. Snape alzó una ceja, expectante mientras contenía una sonrisa.

_Vamos, Paula, ¿realmente crees que no reconozco una poción de ese tipo cuando la veo, o cuando la huelo? Esperaba que fueras lo bastante sincera como para decírmelo cuando te preguntaba lo que tramabas, pero ya veo que la sinceridad no es lo tuyo y bueno, me convenía que la tomaras. Pero... Ya tengo una edad... y tú tampoco eres una niña. Tentemos a la suerte.

Demons estaba estupefacta, (yo lo flipo).

_Jamás pensé que entrara en tus planes tener hijos.

¿Ironía? Bah, él jugaba a eso mucho mejor.

_Tampoco entraba en mis planes sobrevivir a la guerra y fugarme contigo.

Touche, mon ami.

_Ok, ok, tentemos a la suerte. Aunque sólo si prometes usar todos tus conocimientos y habilidades para evitar todas las molestias que pueda tener en el embarazo y para recuperar mi espléndido físico después del parto... ¿Alguna petición más?_ aún no se podía creer que hubiera accedido a eso tan fácilmente.

_Oh, sí, sólo he empezado contigo, "nena".

Severus abrió la toalla mostrándose totalmente desnudo y puso ambos brazos abiertos sobre el respaldo del sofá. Paula flipó de nuevo, era la primera vez que se ofrecía tan abiertamente sin que ella tuviera que provocarle previamente.

_ ¿Recuerdas lo que me hiciste aquella vez, en la biblioteca?_ su voz bajó un tono. Sonaba excitantemente atemorizadora.

Paula sintió el calor correr por todo su cuerpo, (Oh si lo recuerdo, jamás podría olvidarlo...) sonrió pícara mientras se acercaba y se arrodillaba frente a él dejando que su cuerpo invadiera por completo su campo visual. Amaba al hombre, cierto, pero no amaba menos a su cuerpo sólido y nervudo, lleno de músculos elásticos bajo la blanca piel.

Puso las manos sobre las rodillas del mago, ¿tenía las manos frías o era su piel lo que ardía? Debía ser producto del agua caliente, porque su piel no podía quemarla como el fuego. En ese momento, ella se sentía como una blanda masa de pan, deseando ser cocida, crecer y dorarse y convertirse en su alimento. Era imposible que su propia piel no comenzara a burbujear acompañando la ebullición de su interior. Buscó los ojos de Severus, negros, intensos, y paseó descarada su mirada por su pálido pecho, calculando el ritmo de su respiración contenida. Notaba cómo él disfrutaba de esa mirada: era vanidoso, le gustaba sentirse adorado.

Ella suspiró intencionadamente cuando miró su vientre y por debajo de su ombligo y volvió a cruzar una mirada llena de deseo con aquellos abismos oscuros que pobremente se denominaban ojos e, intencionadamente, se lamió los labios.

¿Desde cuando estaba así de "preparado"?¿Desde que había salido de la ducha?¿Desde que le estaba exponiendo sus normas?

Severus suspiró con ese ronco gemido que vibraba en su garganta.

_¿Tengo que hacerle un mapa?_preguntó impaciente y burlón.

Las manos de Paula se posaban ligeras sobre sus rodillas y sus labios, igual de livianos, dibujaron senderos sinuosos en cada uno de sus muslos. Lamió su piel aún húmeda, pero esa escasa agua no calmaba su sed. Snape cerró los ojos y cerró su mente a todo lo que hubiera en el mundo salvo a aquella boca cálida con sus suaves labios.

Esta vez ella no tenía prisa, ni urgencia, ni necesitaba impresionarle. Esta vez, se demoró a propósito en recorrer cada milímetro de piel ardiente y sedosa. Hundía los dientes en sus ingles y jugueteaba con su vello. Recorría su vientre y su pubis, oyendo el aire salir de sus pulmones, sintiendo cómo se estremecía cada vez que rozaba la tirantez de su miembro.

Se apoyó en el vientre del mago, presionando con sus dedos y dejó que sus labios actuaran por su propia voluntad atrapando la punta... el extremo... ¡oh, mierda! Basta de eufemismos, quería saborear esa hermosura ya: lamerla, succionarla, metérsela entera en la boca, apretarla contra su paladar y frotarla con la lengua, con los labios, con los dientes... hasta que sus gruñidos de bestia hambrienta llenaran el aire.

Snape puso las manos sobre las de ella, y siguió ascendiendo por sus brazos, acariciando sus hombros y su nuca, enredando los largos dedos entre los suaves mechones de su pelo, agradeciendo su dedicación mientras adelantaba sus caderas acercándose, adentrándose en su ardiente boca.

_En aquella ocasión,_ el apartamento se inundó con su voz ronca de deseo_ me hubiera gustado guiar tu preciosa cabecita.

Paula abandonó un momento su tarea para murmurar "no sé que te lo impide ahora", un sonido gutural acompañó a las manos de Severus que, sin esperar otra invitación, la tomaron por el pelo y la nuca presionándola contra él, aún más, si era posible.

Ella se dejó llevar por los movimientos, largos y lentos que el mago prefería, concentrándose en su sabor, su olor y las manos de Severus, una en su nuca, la otra en su espalda, en sus brazos, en sus mejillas... También llegaba a sus labios, privándola a veces de su miembro para darle en su lugar sus dedos mientras gruñía o gemía o hacía ambas cosas a la vez, observándola en todo momento.

Él trataba de adivinar, a veces, en aquellas ocasiones en que lograba conservar la coherencia de su mente, qué era lo que hacía con su boca o con su lengua o con su garganta que parecía infinita... y la miraba con deleite. No creía que hubiera en el mundo otra persona capaz de transformar algo tan "físico" en algo tan íntimo, como si cada caricia otorgada, fuera una declaración.

Rememoró otras veces en las que, al borde de perder esa batalla, frenaba sus ansias para devolverle cada pródiga ofrenda, pero hoy no iba a contenerse.

Se había liberado de un yugo muy pesado, se había sentido por años como un arco tensado casi al límite de su aguante y hoy necesitaba explotar... completamente.

Paula sintió el cambio de sus manos. Imperiosamente la aferró mientras se movía con ímpetu dentro de su boca, casi incapaz de hacer otra cosa que recibir las violentas acometidas y aprisionarle contra su paladar. Era muy placentero dejarse llevar por él. Era extremadamente excitante sentir como se aceleraba su respiración, como perdía el extremo control que le caracterizaba en casi todas sus actuaciones. Era insufrible sentir su propio volcán expulsar la lava candente que empapaba sus muslos. Usaba las manos para aferrarse a sus muslos, para arañar su vientre, para mostrarle el placer que ella sentía incluso con esa invasión, ya que sus gemidos ahogados le parecían insuficientes.

La retiró de sí de forma brusca, levantándola. El acuerdo entre ambos era mantenerla satisfecha, tendría que retrasar un poco su explosión. Ella protestó pero él acalló sus protestas llenando con su lengua el vacío que había dejado su sexo en la boca de la mujer. Hizo que se subiera a sus muslos, manteniendo una mano en su nuca, acariciando su espalda, abandonado su boca para besar su cuello. Abandonando su cuello para besar sus pechos. La conocía suficiente para saber dónde besarla, cómo besarla y cómo morderla... cómo devorarla mientras se consumía en su propio fuego.

Que placer sentirla ansiosa y temblorosa, siempre deseando más. Y que placer sentir cómo lo demostraba, frotándose contra sus muslos.

Severus abrió las piernas y ella quedó colgando, enganchada por sus corvas a los muslos de él, ("¡oh, que malvado, señor Snape!"; "¿No ibas a llamarme Severus?"; " Cuando se lo merezca"), expuesta al frío con las piernas abiertas sin nada contra lo que frotarse, lejos del calor del cuerpo del mago. ("Empezaré a merecérmelo")

Su mano, ¡sí, su mano! y sus dedos entre sus anhelantes paredes. Su otra mano aún en su cabeza, sosteniéndola amorosamente, sus labios llenándola de besos. Esa lengua quemando su piel y el roce del perfil de su nariz empujando su carne. Y el vacío de nuevo.

Volvió a gemir, frustada.

_Venga, señorita Demons. Su montura la espera.

¿Cómo podía hablar tan tranquilo? Pareciera que ni sudaba cuando ella tenía todo su cuerpo empapado, sólo no podía controlar el brillo de sus ojos y Paula se aferró a ese brillo mientras reptaba por sus muslos y frenó su urgencia para provocar la del mago... infructosamente. Esperó a que él avanzara, esperó lo que a ella le parecía una eternidad... pero él permaneció impertérrito, mirándola desde el fondo de sus oscuros ojos. Reconoció para sí misma que eso era precisamente una de las cosas que más le gustaba y aceptó el reto de hacerle contorsionarse dentro de ella.

Snape sonrió, le encantaban ese tipo de pulsos.

_ Vamos,...Paula... hazme un hombre.

Ufff, señor Snape, usted sabe como pedir las cosas...

Lentamente, exasperantemente lenta, Demons le albergaba en su interior, precioso cobijo, prolijo, generoso, cálido y apretado. E igual de lentamente, ella comenzó a moverse sobre él. Severus intentó cubrir con sus manos cada centímetro de su piel. La sostuvo por los pechos, la apretaba y pellizcaba con suficiente fuerza para darle placer sin hacerle daño.

Ella cerró los ojos, seña inequívoca de que él iba ganando.

_Dime que me amas_rugió con voz profunda.

_¿Qué?_musitó ella.

_Nunca me has dicho que me amas... dímelo.

Oh, señor Snape, siempre en el momento más inoportuno.

Severus la tomó por la cintura, por los costados, impulsando su cuerpo menudo, y ella tuvo que agarrarse a los hombros del mago y apoyar su frente en él, buscando un lugar donde sostenerse. La mente se le nublaba, sus besos eran infinitos.

_Dímelo, Paula, dí que me amas...

Él no acabaría antes de que ella lo hiciese y no antes de que ella lo dijera.

Su cuerpo convulsionó ligeramente, hasta el aire que salía por su boca se estremecía, y las paredes de su caverna le apretaban mordiéndole como una desdentada boca. Era un río, era un mar...

_Te amo, Severus..., oh Dios..., te amo.

Le aniquiló la boca para saborear esas palabras.

Por fin, él estalló... y ya, ya podía acabarse el mundo.