Tontos, jóvenes y enamorados
Capítulo 1: Prólogo
El atardecer era una de las cosas que más disfrutaban, y sobre todo si estaban juntos. Las nubes, rosadas y anaranjadas que adornaban el cielo. Esos cálidos tonos que se reflejaban en la laguna que observaban.
-Este es el mejor lugar del mundo. –habló Yoh, sin observar a la rubia que estaba sentada a su lado sobre esa banca con vista al lago.
-Ahá... –asintió ella, sin quitar su vista del pacífico paisaje.
El muchacho sonrió divertido.
-Es porque estás tú aquí, conmigo. –bromeó él, dándole un leve codazo.
-Ahá... –asintió ella, perdida en los cálidos matices que observaba.
-Oye, Anna... ¿Estás prestándome atención? –preguntó el Asakura, levantando una ceja con extrañeza.
Ella no contestó. Sus mechones rubios se mecían con el viento y cubrían su rostro. Yoh la observó preocupado y se acercó a su amiga, quitando uno de los mechones de su cara y poniéndolo detrás de su oreja con timidez.
Tan sólo el contacto mutuo era capaz de erizar su piel y de tornar sus mejillas rosa. Esa amistad no engañaba a nadie, ni siquiera a ellos mismos.
-No puedo seguir con esto, Yoh. –habló la joven, estableciendo contacto visual con el muchacho.
Su respiración se comenzó a hacer dificultosa, pero trató de disimularlo.
-¿A qué te refieres, Anna? –preguntó él, bastante intrigado.
-Vas a decirme hacia dónde quieres que vaya esta amistad. –respondió ella, mirándolo fijamente a los ojos.
-¿Ah? –sus mejillas se ruborizaron y comenzó a tener problemas para respirar.
-¿Qué está pasando entre nosotros?
Yoh soltó una risa corta, dejando salir su incredulidad.
-No sé a qué te refieres…
-Me abrazas como un amigo y después tratas de seducirme, Asakura.
El de cabello castaño se sonrojó aún más. Miró avergonzado hacia el cielo. La rubia lo miró molesta y habló.
-No pienso soportar más que no me digas que es lo que sientes por mí.
-¿En serio tenemos que hablar de esto? –cuestionó Yoh, todavía ruborizado.
-Dios, Yoh... –la muchacha lo observó sorprendida. -¿Acaso no tienes la determinación para nada?
-¡No me presiones, Anna! –se quejó él, aun buscando las palabras para decir lo que sentía. ¿Por qué rayos no podía hablar de eso? Palabras, palabras… No, no llegaba nada.
-Sé que te gusto, ya no puedes engañarme.
-…-
-¿Yoh?
-Hace calor aquí, ¿no?
-¡YOH!
-¡Está bien! –se apresuró a contestar el Asakura, alejándose de la furiosa rubia que lo amenazaba con el puño. –Tranquila –dijo él, tratando de que ambos se calmaran. –Lo admito…
El silencio se volvió incómodo. Muy incómodo.
El viento seguía meciendo con suavidad el cabello de ambos. Anna dejó de intimidarlo con seriedad y lo observó fijamente, mitigando su mirada.
Él sabía que era una mirada de compasión. Ella no le correspondía. Fue su error enamorarse de su mejor amiga y no de…
-También me gustas, Yoh.
…
-¿QUÉ? –gritó alarmado- ¿No estás furiosa conmigo?
-¿Por qué debería estarlo? –preguntó ella curiosa.
-Porque… no lo sé… Siempre te pones furiosa…
-Hoy puedo hacer una excepción –dijo ella, sonriendo con gracia y acercándose a él peligrosamente.
-¿Qué intentas de hacer? –preguntó el casi asustado.
-Lo que tú nunca te atreverás a hacer –susurró en su oído, buscando sus labios para darle el beso más ardiente que los que mostraban en las películas. Yoh correspondió gustoso, rodeando la cintura de la muchacha con una mano y acariciando su rostro con el otro.
Cada roce era electrizante, cada beso era mágico, cada susurro era...-
-¡YOH YA DESPIERTA!
El parque desapareció, la banca sobre la que se encontraba sentado desapareció. La muchacha que tenía en sus brazos también desapareció y lo siguiente que vio fue la cara de su gemelo, quien se vestía velozmente y se dirigía a él frenético.
Definitivamente, estaba confundido y bastante desilusionado.
