RECUERDOS
Nos montamos en un Mercedes negro. En el lado del conductor se sentó Mike. No soportaba que yo condujera. Me consideraba un peligro al volante, no sé por qué. Yo me senté en el lado del copiloto. Se notaba que el coche era un Mercedes, apenas se notaba el rozamiento del asfalto contra las ruedas. Era casi como pasear. Salimos del garaje de la compañía, y salimos a la calle principal. Aquella noche había llovido, todo se encontraba mojado. Había partes del asfalto que se encontraban inundadas por las irregularidades de este. Aunque era normal que lloviese por estos lugares, Boston no se caracterizaba exactamente por su clima calido. En seguida nos metimos en la autopista, y en veinte minutos llegamos al aeropuerto. Los billetes ya estaban comprados por la compañía, así que fuimos directamente a recogerlos y a embarcar en el primer vuelo.
No llevábamos maletas así que no tuvimos que facturar, nos pusimos en la cola de embarque y, en no más de cinco minutos, entramos en el avión. Nos sentamos en primera clase, cortesía de Max, y esperamos a que despegase el avión. Una vez en vuelo, empezaron a poner una película horrible, así que pasé de verla y cerré los ojos. No debería de hacerlo, pero había dormido tan mal y tenía tal dolor de cabeza, que me merecía un descanso. Me acomodé en el sillón, aunque la verdad, era tan espacioso y cómodo que era imposible no relajarse. Apoyé la cabeza en el apoya cabezas. Era como hundirse en una nube, suponía, nunca había tocado una, si es que era posible hacerlo. Aunque es cierto que en la organización y fuera de ella había muchas historias acerca de los nuestros, pero también es cierto que había vivido suficiente como para ver cosas increíbles, pero no tanto como las historias y rumores que circulaban entre los humanos, la mayoría de estas, inventadas, sin fundamente, y muy exageradas. Seguramente la mayoría serían invenciones del gobierno para temernos más "¡Qué asco de vida!" Pero la culpa de que mi vida fuera peor que alguna otra, solo era mía, y mía.
Intenté relajarme. Dejé de pensar en eso, y de repente me encontraba en una de mis visiones. Me encontraba en mitad de una escalera de madera. Llevaba puesto el vestido de gala blanco y el pelo estaba recogido. Miré a mí alrededor en busca de Mike, pero no daba con él. Acabé de bajar las escaleras. La sala estaba llena de gente vestida de gala bailando, pero al dar un paso, todos los asistentes pararon de bailar, y me miraron. Me abrieron un pasillo por donde podía acceder al centro de la sala. Las parejas tapaban las posibles salidas, solo podía avanzar hasta el centro de la sala. Comencé a andar por el pasillo, y mientras pasaba por delante de los asistentes, estos agachaban la cabeza y se inclinaban ante mí, y después de la reverencia, se marchaban hacia la escalera, desapareciendo de mi vista. Delante mía, estaba el centro de la sala de baile, que se encontraba iluminado. En ella había alguien que me daba la espalda. Era un chico alto y fortachón, con el pelo corto y marrón roble. Llevaba puesto un esmoquin negro y le quedaba muy elegante. Al oír mis pasos dirigiéndome hacia allí, comenzó a girarse, lentamente. Sus ojos verdes pardos se posaron en los míos. En sus labios se formó una cálida sonrisa. Su tez brillaba con la luz que iluminaba aquel pequeño espacio. Le observé atentamente. Aquella cara perfecta que me observaba, la reconocí al instante…
Warren…
Seguí observando todo su cuerpo y me fije que sus manos estaban llenas de sangre. Ya me encontraba a menos de veinte centímetros de su lado, casi podía tocarle, volver a respirar su aliento, escuchar sus latidos, cuando osciló hacia el suelo, y cayó. Alargué las manos para agarrarle, cuando de repente, una pequeña descarga eléctrica me llegó al brazo derecho, paralizándolo.
Me levanté sobresaltada en el asiento del avión. Me giré hacia Mike y vi como su mano tocaba mi brazo, que estaba al descubierto. Me miraba preocupado.
-¿Has sido tú?- pregunté con tono de indignación. Me había despertado del mejor sueño que había podido tener en dieciséis años.
-Siento haberlo hecho. Estabas… rara. Te movías de un lado para otro. No había forma de levantarte. Solo se me ocurrió que a lo mejor una pequeña descarga…- la voz le temblaba, lo decía de verdad con miedo.
Miré a mí alrededor. Los demás pasajeros de primera clase me observaban con la misma cara que Mike. Algunos, incluso, horrorizados, y otros con indignación. Supuse que por que alguien como yo, pudiera molestar. Miré de nuevo a Mike, ignorando a los demás pasajeros.
-Gracias Mike.
Aunque la verdad, quería seguir viendo aquel rostro impoluto, que el tiempo no había dañado, que me observaba como si no pasase nada, como si nunca hubiese pasado nada. Quería volverme a dormir y soñar con él, para tocarle… Pero la experiencia me decía que era más que improbable volver a soñar lo mismo dos veces.
Me concentré en recordar todo el sueño para poder interpretar su significado, aunque Mike también estaba interesado.
-Dime Angella, ¿qué has soñado?
-Era la gala de esta noche. – no iba a contarle que había vuelto a verle a ÉL.- Había una montón de gente rica y famosa, pero no vi por ninguna parte a los "Obitus".
-Vaya, a lo mejor si te hubiese dejado más tiempo. Lo siento.
-No te preocupes, no era muy agradable el sueño.
Y en cierta parte era verdad. ¿Por qué tenía las manos ensangrentadas y caía al suelo? ¿Acaso sigue vivo y se va a presentar en la gala? No sería capaz. Y si es asi, ¿le van a matar?
"Pero que cosas digo, ¿morir?, ¿él?"
Esa fue la estúpida idea que me invente para no darme esperanza, pero en realidad sabía que era imposible que él muriese. Y la prueba de ellos era yo misma. Entonces, ¿se presentaría a la gala y le intentarían matar? También había que tener en cuenta que era un sueño mío. Probablemente todo fuera metáfora. Suspiré. No quería pensar en ello, y tampoco debía dormir, así que cogí mi bandolera del portaequipajes, y busqué dentro mi libro. Lo saque y lo abrí por donde marcaba un pequeño marca páginas rojo. Al abrir el libro una tarjeta negra se calló de él. La recogí y la observé las letras plateadas del papel. Era la invitación que nos había dado Max. Ni me había parado a leerla.
Es un placer invitarle a la gala,
que se celebrará en San Francisco, en nombre
de The Poacher´s Company y de Bancos Internacionales,
para celebrar la unión de ambas compañías.
se agradecerá su asistencia.
Un saludo
Al final de toda la invitación había un sello de dos águilas, de un color rojo escarlata, que estaban mirándose. Encima de estas, entre las dos, había una corona. "¡Qué arrogantes que podían llegar a ser!". Si había alguien en este planeta capaz de quererse más a uno mismo que ellos, era Dios mismo.
Metí la invitación en la bandolera y me dí cuenta de que ahí estaba el informe de la misión. Cogí la gran carpeta marrón, y la abrí. Dentro había algunos papeles y las fotografías que ya nos habían enseñado de Derek y Miria. En los informes ponía toda la información que nos había proporcionado Max. Informaba que la gala no se celebraría en el hotel en si. Todos los invitados tenían una habitación, por cortesía de Derek, en el hotel de cinco estrellas de San Francisco. Alguien iría a recogernos al hotel y nos llevaría a donde se celebraría la gala. En ningún lado se informaba sobre el sitio. Seguramente sería un sitio secreto para que nadie pudiera sabotear la reunión. .
Tardamos aproximadamente hora y media en llegar al aeropuerto de San Francisco. El vuelo resultó tranquilo. Al llegar al aeropuerto, desembarcamos enseguida. En la sala de recibimiento, había un hombre vestido de negro, que sostenía una pancarta, la cual rezaba "Máximo & Com.". Esa era el estúpido nombre de la empresa que actuaba como tapadera, en nuestro "negocio". Mike se acercó a él, con paso decidido y fuerte, mientras yo me mantenía recelosa atrás de él.
-Somos nosotros.- le dijo
Aquel señor no habló, se dio media vuelta y anduvo hacia la salida del aeropuerto, mientras nosotros le seguíamos muy de cerca. "Que gente más extraña". Nos condujo hasta una limusina blanca. Era un tanto fea, pero nada más verla le sonreí al conductor. Lo último que quería era ofenderle. Nos abrió la puerta trasera. Mike pasó primero y después le acompañé yo. Era como un mini hotel de cinco estrellas. Los sillones eran comodísimos, y tan grandes como una cama de matrimonio. Había una televisión de pantalla plana en el fondo izquierdo del compartimiento. A mi derecha estaba el mueble bar. Mike me miró receloso al ver que yo miraba el mueble.
-Tranquilo Mike,- le dije.- no voy a beber. Estamos de servicio, ¿recuerdas?
Mike sonrió al comentario. Los cristales de la limusina estaban tintados, como era de esperar. Las copas y las colchas que había, tenían un sello. Las dos águilas coronadas, de color escarlata. Todo indicaba que era un coche de la empresa The Poacher. Supongo que los "Obitus" sabrían de nuestra llegada, y querían que estuviésemos la más "cómodos" posible. Y de alguna manera, había que admitir, lo consiguieron.
No tardamos más de media hora en llegar al hotel. Era un edificio muy ostentoso, de ladrillo blanco, con un porche, el cual sostenía un letrero luminoso, en la que se veía un águila imperial sobre el nombre del hotel, "The Poacher", y debajo de este, cinco estrellas amarillas. Ciertamente, era muy llamativo, pero mantenía su encanto.
La entrada del hotel era increíble. En el porche había varios botones esperando la llegada de clientes. Después de entrar por unas puertas de cristal, que nos abrieron gentilmente dos botones, esperábamos ver la recepción. Pero no fue así. No era la típica recepción, en donde había una chica atareada, respondiendo las llamadas, mientras se ocupaba de atender a los clientes, en donde habría una silla, con un mostrador. En ésta, nada más entrar había todo tipo de tiendas donde comprar todo lo imaginable, ropa, perfumes, cosmética, joyas, comida, o incluso billetes de avión. Era casi como un centro comercial. También había dos restaurantes y un café, cuyas mesas estaban esparcidas por el hall. Nos encontrábamos perdidos. ¿Dónde estaba la "recepción"? Nos miramos el uno al otro, con la misma cara de desconcierto.
De repente, un señor vestido elegantemente con un uniforme de botones se colocó enfrente de nosotros. Sonreía de oreja a oreja, aunque al vernos, su mirada se detuvo en cada parte de nosotros. Había que admitir que no íbamos exactamente elegantes como para poder ir a un sitio como ese. Tenía el pelo engominado y en el bolsillo de la chaqueta tenía una placa en donde ponía su nombre, Jhon, y su rango, el cual era ilegible.
-Bienvenidos sean a The Poacher.- nos dijo sin dejar de sonreír.- ¿Puedo ayudarles?
Fue Mike quien fue capaz de hablar, yo aun estaba observando cada esquina de la "recepción", viendo cada detalle en la decoración, la cual era muy recargada, y seguramente, carísima.
-Si.- dijo rudo.- Buscábamos la recepción.
La sonrisa de aquel botones no cambió, pero se notó como su mirada cambiaba, como quien mira un Seat Panda, desde su Porche plateado con asientos de cuero negro. Su mirada nos examinó más afondo. Se fijo en cada detalle, en nuestras ropas, en nuestro equipaje, e incluso diría que se fijo en nuestra postura o hasta en nuestra forma de respirar, y todo esto en menos de tres segundos.
-Claro.- concluyó diciendo, con el mismo tono.- Síganme.
Aquel botones nos condujo entre el jolgorio de gente, hasta que llegamos al fondo de aquella enorme planta de hotel, pasando al lado de un tienda de perfumes de Dior, y por una tienda de Channel. Allí estaba. Una mesa de pino, y detrás de esta, unas estanterías llenas de llaves, cada una con su número. Sentadas en las sillas, frente a un ordenador, unas chica con el pelo suelto, vestidas con un chaleco y un pantalón muy elegante, y detrás de esta, de pie, dos chicas más. Encima de la mesa, una placa metálica indicaba que aquello era la recepción. El botones que nos había conducido hasta allá, nos hizo una reverencia, y vi como Mike, le extendía un billete de cinco dólares, el cual lo tomo con la misma sonrisa, para después alejarse hasta el vestíbulo.
Mike y yo nos acercamos hasta la recepción, hasta una de las chicas que parecía menos ocupada, sin atender al teléfono. Según su placa, se llamaba Rachel, la cual estaba repasándose las uñas con un esmalte transparente. Al vernos acercarnos, esta dejó el esmalte a un lado, y se preparó para atendernos.
-Bienvenidos sean a The Poacher.- repitió la empleada.- ¿Puedo ayudarles?
Saqué la invitación de mi bandolera y la puse sobre el mostrador.
-Hemos sido invitados a la gala de esta noche.
La chica, cogió la invitación, y tras observarla un segundo, me la devolvió, y empezó a teclear en el ordenador que tenia enfrente.
-Díganme sus nombres, por favor.
-Michael Browm, y Angella Seen.- dijo Mike.
La empleada tecleó velozmente los nombres. Después de un minuto, se giró, levantándose de la silla, y se dirigió a la gran estantería que tenían detrás suya, y subiéndose a una banqueta de madera, cogió unas llaves de uno de los huecos. Volvió enfrente nuestra con las llaves, y las dejó en la mesa. No eran las típicas llaves magnéticas. Estas eran de un color bronce, envejecido.
-Estas son las llaves de su habitación, la número doscientos quince. Se encuentra en el octavo piso, por los ascensores de la derecha.- dijo indicando nuestra derecha, en donde había cuatro ascensores, de madera.- El Hotel The Poacher, le desea una feliz estancia. Por supuesto, los gastos están pagados, por cortesía del señor Old. Una limusina les recogerá a las nueve y media en la entrada del hotel, para llevarles a donde se celebrara la gala.
-¿No se celebra en el hotel?- preguntó Mike.
-No. El señor Old prefirió celebrarlo en un lugar, más cómodo.- dijo sonriéndonos.
Rachel se volvió a sentar en la silla, y esperó a que nos fuésemos de delante suya, para volver a coger el esmalte y seguir pintándose las uñas. Anduvimos hasta los ascensores de la derecha, y pulsamos el botón para llamarlos. Entramos, y pulsé el botón numero ocho, de entre más de veinte pisos.
Llegamos al piso, y accedimos al pasillo. Este era totalmente rojo. Se encontraba iluminado por unas lámparas colgadas en la pared, dándole un toque rústico al lugar, sin perder la elegancia. Torcimos a la derecha, para poder acceder a nuestra habitación. En la puerta, con un color dorado, indicaba que era el número doscientos quince. Metí mi llave, y después de girarla dos veces, la puerta se abrió.
La habitación estaba decorada con muebles antiguos. Nada más entrar, un pasillo decorado con cuadros, daba paso a una habitación, con unas camas. Las camas eran de matrimonio, y tenían un dosel transparente, de color blanco, colgando del techo. Estas estaban frente a una puerta, la cual era el baño. Al lado de la puerta, un pequeño mueble soportaba el peso de una televisión plana. Dejamos nuestro equipaje encima de las camas. Miré mi reloj de pulsera. Eran las siete y media de la tarde.
-Yo voy a ducharme.- le dije a Mike.
Él se dedicó a asentir, y cogiendo mi mochila, me fui al baño. Este era muy espacioso, y en lugar de tener ducha, tenía una bañera jacuzzi. Llené la bañera con agua, y, después de desnudarme, me metí en ella. Enseguida me acomodé, y cerré los ojos. Algo que nunca debí a ver echo.
Caminaba por aquel pasillo de madera, que me conducía hasta el centro de la sala de baile. Era el mismo sueño. Warren en el medio de aquella ostentosa sala, cuya decoración imitaba a la del siglo XVIII, un pasillo con una aglomeración de personas viendo como caminaba. Me moví con más rapidez. Sabía que Warren iba a morir en aquel instante, así que tenía que actuar deprisa. Anduve lo más rápido posible con aquel vestido blanco. Llegué ante él, y mi fuerza de voluntad, que había conseguido tener durante todo el trayecto, mi cordura, mi fortaleza, se debilitó al verle, al estar frente a él, al ver que sonreía, mientras se precipitaba hacia el suelo.
Conseguí reaccionar al verle caer. Le atrapé en el aire, aunque no con la fuerza necesaria, y caí con el al suelo, de rodillas.
-Warren. ¡Warren!- chillé
Este se limitó a apoyar sus manos ensangrentadas en mi vestido, haciendo que se manchara. No pude evitar soltar una lágrima. Se moría, y no podía hacer nada. Pero, ¿cómo era posible? No era real. No podía ser real. Le cogí la cabeza entre mis manos, y acerqué mi cara a él.
-Dime que pasa. Dime que tengo que hacer.- le dije. Mi voz denotaba desesperación.
De repente, calor, seguido de un dolor en mi pecho. Miré hacia abajo. La sangre que salía de mi pecho, manchaba el vestido, el cual se encontraba roto. Una espada estaba clavada en mi pecho, desde mi espalda, perforándome las arterias, y dañándome el corazón. No sé como era posible que aun pudiese respirar. Entonces Warren, haciendo un gran esfuerzo, se acercó a mi oído, y me susurro.
-Huir…
Esas fueron sus últimas palabras, antes de que yo, me desmayara…
Cogí aire violentamente nada mas despertarme del sueño. Me encontraba en el jacuzzi. Me miré las manos. Las tenía arrugadas, y algo ásperas. Llevaba demasiado tiempo en el agua. Acabé de ducharme, y salí rápidamente del baño, ya vestida con el vestido blanco, y con el pelo seco, y maquillada para la ocasión. Mike se encontraba ya vestido de gala tumbado en la cama, mientras veía la televisión.
-Si que has tardado, ¿no?- comentó Mike.
-Sí, perdona.- le dije mientras sonreía, intentando disimular mi preocupación.
¿Cómo era posible que hubiese soñado dos veces el mismo sueño? Era la primera vez que me pasaba algo así, y la verdad, no sabía como debía actuar. No me preocupaba en absoluto a ver visto mi propia muerte, no era la primera vez que la veía de innumerables maneras, y no sería la última vez. Me preocupaba más Warren. ¿Qué me quería decir con "Huir"? Él me conocía perfectamente, y sabía que esa palabra no me entraba en la mollera, y se lo había demostrado en más de una ocasión. Algo me estaba indicando. Un peligro que ni siquiera yo podría con el. Un peligro capaz de hacerme huir a mí. "Malditos sueños.". Pero también estaba la posibilidad de que Warren, no fuera él. No le veía capaz de presentarse en mitad de una fiesta después de tantos años, y menos que le matasen delante de todos los invitados, y delante de todos los medios de comunicación que asistirían esa noche. Seguramente todo era un acertijo, un acertijo para mí, el cual solo podía resolver yo, pero para el cual, me encontraba perdida.
Saqué los zapatos de la mochila, y me los puse. Por suerte me entraban. Con las prisas no me había dado tiempo de probarme, ni el vestido, ni los zapatos. Se me había olvidado llevarme un bolsito para llevar mis pertenencias, así que le pedí a Mike que me llevara él mi móvil. Este se lo metió en el bolsillo sin rechistar, y después de arreglarnos el pelo, (al menos yo) y ver que eran ya las nueve y veintitrés de la noche, salimos hasta el recibidor, en donde encontramos un grupo de gente vestida elegantemente, que estaban siendo acompañadas hasta la salida por unos chóferes, y algunos botones. Uno de los botones nos observó y se acercó a nosotros.
-Ustedes también deben de asistir a la gala. ¿Pueden acompañarme?
El botones comenzó a caminar delante nuestra, conduciéndonos hasta la salida. Allí, como si de una cabalgata se tratase, una procesión de limusinas de todos los colores imaginables, estaban aparcadas enfrente del hotel, en un espacio especial para grandes vehículos. En estas entraban la gente vestida elegantemente, acompañada por gente vestida de chofer, y arrancaban, para salir del recinto del hotel y llevarles hasta la fiesta. Nuestro botones nos acompañó hasta una limusina blanca, nos abrió la puerta, y después de poner mala cara, al ver mi vestido mientras Mike y yo subíamos a la limusina, cerró la puerta, y el chofer, arrancó el coche.
Los cristales estaban tintados, los cuales no permitían percibir el exterior de la limusina, aunque se podía ver que atravesábamos la ciudad, y entrábamos en la autopista. Después de casi una hora de viaje, que gracias a la limusina, fue bastante agradable, paró enfrente de un castillo. Abrí la puerta de la limusina, y nada más salir, enfrente nuestra se erguía un esplendido jardín. El camino del suelo, que llevaba hasta la mismísima entrada del castillo, estaba decorado con pequeñas rocas de color blanco, que con la luz de la luna llena brillaban con gran intensidad, indicando el camino hasta la fiesta. La gente que llegaba en otras limusinas, bajaban elegantemente de esta, y andaban sin ningún signo de admiración hasta la entrada, como si ellos vieran el sitio donde se celebraba la gala, un sitio apropiado. Mike se puso al lado mía, y ofreciéndome su mano andamos por el camino de piedras hasta la entrada.
Una alfombra roja se extendía por todas las escaleras de acceso al castillo hasta el hall. En la entrada, dos hombres, vestidos elegantemente recibían a los invitados. Las parejas avanzaban por la alfombra, accediendo al interior. Los vestidos de ellas, eran de todos los colores, y marcas. Pasaban de Dior, a Channel, hasta Victorio y Luccino. Pude observar que muchas llevaban un peinado desenfrenado. Llevaban el pelo suelto, y despeinado. Seguramente era la moda, así que por una vez en mucho tiempo, iba a la moda, aunque ahora mismo llevaba el pelo recogido con la pinza en forma de mariposa. La mayoría de ellos iban vestidos de Armani, con un elegante esmoquin negro, el cual, les sentaba bien a la mayoría de los asistentes, aunque siempre había alguno que destacaba por su mal gusto, y eso que yo no sabía nada de moda.
El hall era inmenso. Muchísimos candelabros colgados iluminaban la estancia, y a la vez le daban calor. La alfombra se extendía por todo el pasillo, pasando entre puertas de roble, que se encontraban abiertas, y por delante de estancias que estaban cerradas al público. Por el pasillo se podían ver distintos cuadros, retratos, y escenas típicas del siglo XVI, en las que ellas estaban vestidas con un vestido de seda transparente, y bailaban alrededor de la naturaleza. Pude distinguir algunos de Boticelli. No sabía mucho sobre arte, pero Boticelli y Klimt eran mis favoritos, y sabría distinguirlos de entre el resto de artistas. Las paredes de un color amarillo pardo, hacían juego con el mobiliario, de un color roble madera, que hacía muy cálida la estancia.
Avanzamos por el pasillo, hasta llegar a una sala circular. Era la sala de baile, igual a la de mis sueños. El pasillo conducía a un balcón que se encontraba situado encima de la pista de baile. A nuestra derecha, unas escaleras daban acceso a ésta. La gente estaba reunida en grupos en la pista. Se diferenciaban claramente las distintas clases sociales que se convergían bajo el mismo techo, que hablaban animadamente, esperando, seguramente, la llegada de los anfitriones de la gala. Las mujeres, hablaban en una zona de la sala, separados de los hombres que hablaban más animadamente, seguramente, sobre temas del trabajo. Mike me tiró del brazo, para que le siguiese por las escaleras. Le seguí, mientras seguía observando la escena, seguramente, esperando que él apareciese de la nada, ensangrentado, pidiendo mi ayuda, o pidiéndome que huyera. "No va a venir… deja de pensar en eso". Ni si quiera me lo creía yo misma. No había posibilidad alguna de que se plantara allí. ¿O sí?
Me quité ese pensamiento de mi mente, e intenté centrarme en no caerme por las escaleras al bajarlas con el vestido, el cual, dificultaba el movimiento de las piernas, y la corriente de sangre hasta estas, provocando que se me durmieran, y las posibilidades de que me cayera rodando por las escaleras aumentaban. Nada más pisar el suelo del piso inferior, todas las miradas se posaron en nosotros. Observé cada mirada, cada gesto. Todo indicaba que todos, sabían quienes éramos. ¿Cómo era posible? Pude distinguir a varios "Obitus" los cuales asistían en parejas, pero el resto, eran famosos empresarios, del mercado de valores, bancos, compañías hoteleras, y hasta compañías de inmobiliarias, pero no tenían relación con los "Obitus". "¿Qué ocurre aquí? ¿Acaso han avisado que la compañía Máximo aparecería en la gala? Y en tal caso, ¿qué más daba nuestra compañía? Apenas es una compañía de tres al cuarto." No entendía nada. Al ver que yo les observaba empezaron a girar sus miradas hacia otra parte, intentando disimular, aunque sin mucho éxito.
Seguimos andando hasta llegar a la esquina de aquella enorme sala.
-¿Reconoces algo?- me preguntó en un susurro Mike.
-No, nada encaja…
Y era cierto. Nada estaba donde tenía que estar. Los anfitriones no estaban, y Warren… Aunque era cierto que todo el mundo nos miraba, aunque, si se extendió algún tipo de rumor, era normal que nos mirasen. Mike me miraba asombrado, seguramente por que nunca había oído de una predicción mía que no se cumpliese, aunque había tenido varias de esas… para ser verdad, solo había tenido una, en la cual apareciese Warren… y se había cumplido exactamente como lo soñé.
-¿Quieres decir, que estamos a su merced?
No le contesté. Tenía razón, ahora mismo era la única arma que teníamos contra ellos, y si no funcionaba, no teníamos nada. Estábamos totalmente indefensos y eso nos ponía en una situación muy delicada. Posiblemente por eso éramos los más indicados para hacer el trabajo, pero con mi poder inactivo, no éramos nada. Esperamos en aquel lugar, que se encontraba cerca de la mesa con champán. Le pedí a Mike que me trajera una copa de champán, bien fría. Ahora mismo necesitaba mucho alcohol, y siendo una fiesta tan esnob, era lo más fuerte que tenían. Mike se fue, y un dolor impresionante, surgió en mi cabeza, produciéndome hasta arcadas, las cuales conseguía aguantar levemente.
Levanté la mirada lentamente, y enfrente mía, una mujer con el pelo rojo como el fuego y una sonrisa diabólica, que iluminaba su cara. Sus ojos, negros como los de un cuervo, me miraban fijamente, sin ningún tipo de cohibición, intentando penetrar dentro de mí. Notaba como mi corazón empezaba a perder el pulso. Iba a morir como no hiciese algo pronto, pero no podía hacer nada, estaba paralizada. No podía ser que lo que había soñado fuera mi muerte, no era posible. Aquella mujer, de apenas unos veinticinco años de edad, levantó una de sus manos, sin dejar de sonreír, y sobre todo, sin dejar de mirarme fijamente. Aquella mano se posó lentamente en mi hombro. El dolor que sentí entonces era indescriptible, sientes que la muerte te absorbe, y que tu sangre deja de correr dentro de tus venas, congelándose a su paso, mientras tú carne, putrefacta, se necrosa y sientes que se te va a caer a pedazos.
Mi blanca piel, estaba empezando a ponerse morada, podía notar como mi piel, moría poco a poco. Intenté levantar una mano, para detenerla, pero no tenía fuerzas, me estaba muriendo poco a poco, sin poder hacer nada. Mi respiración se estaba volviendo entre cortada. No sé como pude bajar la guardia.
De repente, alguien molesto a aquella chica. Un hombre alto, con el pelo marrón, corto, con una sonrisa que dejaba ver perfectamente sus colmillos, afilados y blancos, detuvo a la "Obitus"
-Evelyn, ¿es así como tratamos ahora a nuestros invitados?
El hombre levanto una ceja, y Evelyn levanto lentamente la mano de mi hombro, y poco a poco, noté como su aliento dejaba de aprisionarme el pecho. La carne muerta, empezó a curarse a una velocidad impresionante, como era de esperar en mí. Me toqué la herida y al poco, estaba como nueva
-Usted debe de ser Angella Seen, ¿no és así? – No esperó a que respondiese- Así que los rumores son ciertos, una de las poco "Illuminatis" capaz de regenerarse, aunque, -dijo pausadamente- los rumores incluyen una historia detrás de esos poderes, tan… asombrosos. –nada más acabar, sonrío, de forma que su aspecto canino saliese a la luz con más fuerza.
No dejé que ninguna de sus palabras me intimidara
-Así que usted, es Derek Old, ¿no?- hice una breve pausa- ¿Cómo le llamaban? ¿El… perro?... sí, creo recordar que sí.
-Ahí que tener agallas para dirigirse así a quien le acaba de salvar la vida, y sobre todo, alguien como… yo
-No le temo, Sr. Old
-Por favor, Derek. Aquí estamos entre… amistades. Al menos, esta noche.- dijo sonriendo con más fuerza, notándose con más intensidad el color blanco de sus dientes, que se podían comparar con el blanco intenso de sus ojos.
- Deberían de controlar mejor a sus… fieras – le dije mientras observaba a Evelyn.
Evelyn volvió su mirada hacia mi, y yo, rápidamente, saqué una daga de debajo de mi vestido, y ágilmente fue a parar a el estomago de Derek, el cual estaba tan cerca, que con un simple movimiento, le desgarraría el estomago.
-Dile a tu bestia que se controle. No tengo miedo en usarla, y menos contra vosotros.
Derek giró su cuello para poder ver a Evelyn
-Lynn, déjanos… por favor.
Esta bajó lentamente la mirada, mientras sonreía, una sonrisa que hizo que se me helase el alma. Derek cogió la daga por la hoja, con la mano.
-Guarda esto. Esto es una fiesta, ¿por qué pelearnos? No os hemos invitado para eso.
Bajé la mano, y lentamente la volví a guardar en una liga que tenía en la pierna, la cual tapaba el vestido.
-¿Qué es lo que realmente desea tu compañía, Derek? Sinceramente, no nos creemos nada de una fusión, al menos, entre empresas.
Se puso a mi lado, y me agarró del brazo fuertemente, presionándolo por el codo, y arrastrándome hacia delante, haciendo que pareciese que me sacaba a bailar elegantemente. Caminamos hasta el centro de la sala, y ahí, puso su mano en mi espalda, y la otra, junto a la mía, la alzó en el aire.
-Bailemos.
Coloqué mi mano en su hombro. No tenía la más mínima intención de llevarle la contraria, y empezar yo una posible disputa. Al menos, que Max no se enfadase de nuevo conmigo, estaba harta de él. Y así, empezamos a bailar un vals acompañado de una música de orquesta, la cual estaba colocada al fondo de la sala, que no había empezado a tocar, hasta que Derek, apareció en la sala. Llevábamos un ritmo lento, y acompasado al ritmo.
-¿Por qué no os fiáis de nosotros? ¿Acaso alguna vez hemos mentido? – Dijo acercando su boca a mi oreja, para que quedase como una conversación privada.
-¿Nos tomas el pelo? No hacéis más que producir caos haya donde vais. Somos los encargados de que os deis cuenta de vuestro fallo… tanto pacíficamente, como con violencia.
-Siempre defendiendo a los humanos. ¿Acaso no te das cuenta? Se han quedado atrás, ya no son parte de la cadena evolutiva. Hemos dado un paso, y deberíamos de estar juntos.
-Nosotros aún creemos en la raza humana. Cierto es que, como toda raza, tiene sus fallos, pero podríamos enseñarles…
-Que ingenua que eres Angella. Me dijeron que eras de las más veteranas, y también la más inteligente. Pero no me lo estas demostrando
Dejé de bailar y me detuve en mitad de la sala de baile
-Hacía más de 30 años que no nos veíamos. He cambiado. Posiblemente antes me hubiese aliado con vosotros. Sigo pensando que la raza humana no merece vivir. Es una raza apestosa, y que debería adaptarse, o extinguirse. Pero tomé una decisión, y les daría una última oportunidad. Y si para eso tengo que pelear contra vosotros, lo aré.
Derek me dedicó una sonrisa bastante embriagadora.
-Duras palabras, de alguien duro.- Hizo una larga pausa, en la que solamente se fijó en mí, observando cada punto.- Después de tu matrimonio, todo debió de cambiar…
-No tienes derecho a hablarme así- le dije cortándole. Llevaba soportando demasiada impertinencia.- No me conoces, repito. No sabes nada de mí…
-Warren…- Dijo cortándome
Me paralicé al escuchar su nombre.
-Sabes lo que dicen, ¿no?...
Intenté ignorarle. Claro que lo sabía, pero no necesitaba que me lo recordase. Tomé una decisión hace dieciséis años. No la cambiaría por nada del mundo.
Estuve a punto de replicarle, cuando Mike, apareció a mi lado, con dos copas de champán en las manos. Extendió una de ellas, y me la ofreció. La cogí rápidamente, y me la bebí en un solo trago. Sin cambiar la expresión de mi cara, incliné la cabeza, en señal de despido, y dándome la vuelta, salí de la pista de baile, acompañada de Mike, hasta que llegamos a las escaleras. Cerca, había una mesa en donde dejé la copa vacía. Evelyn volvía a estar al lado de Derek. Mantenían una conversación inexpresiva. Aunque juraría que hubo un momento en el que Derek, estuvo a punto de abofetear a Evelyn. Después de ese momento, Evelyn hizo una gran reverencia y desapareció de su presencia. Los ojos de Derek, se posaron sobre los míos. Esos ojos miel, tan agradables de ver, pero al sonreírme, sentí como un lobo me estaba acorralando contra la pared, y estaba calculando la potencia de su salto para llegar hasta mí, y clavar sus puntiagudos dientes correctamente en mi cuello. Ese pensamiento hizo que mi piel se erizase, y un escalofrío corrió mi espalda.
Me giré, no podía soportar más su mirada, y al hacerlo encontré lo que estaba buscando durante toda la noche. La razón de mis sueños. La razón por la que él aparecía en mis sueños, la razón por la que yo moría en él. Un elegante hombre con la tez pálida, y el pelo gris debido a su edad, bajaba por las escaleras de espiral. Llevaba puesto un esmoquin negro, con una pajarita negra. Tenía unos ojos azules zafiro, que se posaron en seguida sobre los míos. Intenté no pensar en nada. Era lo peor que podía hacer delante suya.
Nada más acceder a la sala, se dirigió directamente hacia mí.
-Bienvenida seas Angella. Nunca pensé que la vería en un lugar como este.- su voz era profunda y a la vez cálida.
-Muchas gracias, Sr. Swamp.
Se acercó lentamente hacia mí, y cogiéndome la mano derecha, inclinó la cabeza, y me la besó fugazmente.
-Siempre es un placer contar con mujeres tan hermosas como usted en estas fiestas. Aunque, conociéndola, no vendrá por placer, ¿verdad?
-Que bien me conoce usted.- le dije dedicándole una sonrisa, la más agradable que encontré.- Pues no, no es así Sr. Swamp. He venido aquí por trabajo, como siempre.
-Que pena. Siempre ocupada, hace tanto que no quedamos.- suspiró. "Como si de verdad lo sintiese".- Deberíamos quedar después de esta semana. ¿Qué le parece? ¿Cree usted que podría hacerme un hueco en su ocupada agenda?
Puse mi mente en blanco.
-Claro, por que no.- le dediqué otra sonrisa encantadora.- Ahora, si me disculpa, tengo asuntos que tratar, y supongo, que usted también ¿no es así?
-Sí, sí, así es cielo. Bueno, nos vemos ya la semana que viene. – hizo una leve reverencia y se adelantó hasta llegar hasta al lado de Derek, el cual le saludo muy educadamente.
Cogí en seguida la mano de Mike, y intenté salir de aquella sala, rápidamente, pero a la vez elegantemente, e intentando a la vez en no pensar en nada. Subimos velozmente las escaleras, y accedimos al pasillo con los cuadros de Boticelli. Era un pasillo bastante transcurrido, así que nos paramos al final del pasillo, en donde convergían dos pasillos, que accedían a distintas salas del castillo.
-¿Qué acaba de ocurrir, Angella?
Seguramente mi cara era de pánico, terror, miedo… todos esos sentimientos que puede producir estar delante de aquella persona, que a la vez de tan encantadora, era tan temida por ambos clanes.
-No me puedo creer que no le conozcas.- le dije incrédula. Sabía que Mike era relativamente nuevo, pero supuse que era curioso y se habría enterado de algo en el tiempo que llevaba en la organización.
Su cara de no saber donde estaba me indicó que no, no tenía ni la menos idea de quien era. Suspiré e intenté explicárselo de la manera, que más miedo le diese, para que aprendiese a respetar a quien debe ser respetado.
-Era Aaron Swamp. Inglés judío. Famoso empresario de hoteles y casinos en las vegas. Debes de saber que quien no le respeta, bueno, no ha vuelto a su casa, sencillamente. Cuando estés en su presencia, te recomiendo que consigas encontrar un equilibrio mental, en el que no tengas nada de información ni nada, simplemente el vacío, el mismísimo vacío. Es capaz de meterse en tu mente, saber lo que piensas, y no solo eso, si no que hacerte pensar lo que él quiera, hacerte olvidar, meterte un falso recuerdo. Por eso lo mejor es tener una mente limpia cuando estés ante su presencia, y para eso necesitas encontrar un equilibrio.
-¿Y como es que a ti te trataba tan bien?
Ahí no pude evitarlo, y se me escapó una risa. Pero tampoco quería que la soberbia me venciese, así que cambié radicalmente de tema.
- Deberíamos volver al tumulto de la fiesta, si de verdad queremos completar nuestra misión aquí. Simplemente, ten ahora cuidado con lo que piensas. No contábamos con este factor. ¿Vale?
No esperé a que me contestase y me dí la vuelta. Los tacones ya me estaban matando. Cierto era que no me hacían ninguna herida, y si la había alguna, cicatrizaba en seguida. Pero el dolor no se excluía. Aquel poder que obtuve hace mucho tiempo ya, no me quitaba el dolor. Llegamos hasta el balcón, desde donde se podía observar toda la escena. Derek se estaba dirigiendo hacia la orquesta, la cual, dejó de tocar al poco rato. Este, con una copa en la mano, la hizo sonar, produciendo un sonido agudo, el cual los invitados interpretaron con el silencio.
-Bienvenidos sean. – dijo con voz grave y fuerte, para que se le oyese en toda la sala.- Gracias a todos por asistir a esta gala, la cual, se festeja en nombre de la unión de estas dos grandes compañías. – después de aquellas palabras, la mayoría de los asistentes aplaudieron, y después de unos segundos, volvieron al silencio.- Después de muchos años, ambas compañías hemos decidido unirnos en la fusión, para el bien de ambas. Por el bien de todos. Haciendo de este mundo un lugar más cómodo.
"Yo siempre me he preguntado como una compañía hotelera puede ayudar al mundo."
- La mayoría de nosotros somos conocidos amigos y famosos empresarios. Que eso no influya en la gala.- continuó con una gran sonrisa.- Por favor, - hizo una breve pausa.- disfruten de la fiesta.
