Secretos de Olimpiadas por EsperanzaKapranos
Dedicatoria: Dashi
Personajes principales: Ikki Inoue, Hyoga Petrov Dominé.
Secundarios: Isaac. Originales: Ivonne, Igor Petrov, Sasha, Natasha (Madre de Hyoga)
Pareja principal: Ikki–Hyoga
Tipo: Romántico – General. Clasificación: Todo Público. Advertencias: Lenguaje soez.
Estado: Terminado.
Última Actualización: 12/Septiembre/2008
Resumen: Tener una relación durante unas Olimpiadas es casi un mito y que el amor perdure más allá es tildado de imposible. ¿A qué estás dispuesto para conservarlo a través de la distancia y el tiempo?
Capítulo uno
Pekín, Beijing; China.
1 de Agosto de 2008.
El aliento le faltó al salir de la puerta de desembarque de Air China por el encuentro inesperado con esa obra espectacular de infraestructura, que era el Aeropuerto.
El Aeropuerto Internacional del Pekín, cuya majestuosa ampliación realizada por el ingeniero Norman Foster, era impresionante. No había palabra humana que fuese capaz de describir lo asombroso del sitio. Millones de metros cuadrados para más de cincuenta millones de pasajeros, un piso tan pulcro que se reflejó su rostro al verlo, los amplios ventanales que revelaban el paisaje asiático, la decoración tan moderna como china en ella, era sin duda espectacular. Estaba seguro que era todo un orgullo siendo especialmente construida para las Olimpiadas.
Aunque tanto espacio le daba miedo, y mucho más al pensar que podía perderse en ese lugar monstruosamente grande. Procuró apresurarse a alcanzar a su equipo antes de que lo dejasen, con el resto de las maletas e Isaac y su estupidez momentánea.
– ¿Cuánto mide esto? –Preguntó Isaac viendo el lugar con la boca abierta, actitud que molestó a Hyoga y lo golpeó en la cabeza– Auch, ¿por qué hiciste eso? –Reclamó tocándose la cabeza.
– Pareces idiota –Reclamó frunciendo el ceño– Y siendo ahora una figura tan importante por los Juegos Olímpicos, no esperarás avergonzar a Rusia con tu boca abierta, como si estuvieras cazando moscas, ¿verdad? ¿Qué tal que te fotografíen, imbécil? –Dijo bajito para evitar que la gente alrededor y el mismo equipo, viese esa pelea.
– OH, bueno… ¡Pero no me pegues! –Reclamó y dejó de tocarse la cabeza– ¿Me vas a responder o no? –Dijo dándole un codazo leve mientras hacían una cola.
– Casi un millón de metros cuadrados –Respondió y cuando volteó a verle casi ríe a carcajadas por su expresión incrédula y pálida– Así que no te pierdas.
– ¿Estás de broma? ¿Qué hacemos aquí? Me quiero ir –Contestó con temor.
Su facilidad para perderse donde no debía era excepcional y sin comparación alguna hasta ahora con nadie conocido. Por lo que le agarró el brazo a Hyoga, temeroso.
– No me sueltes, bastardo –Advirtió.
– Púdrete –Se burló soltándose.
Continuaron su camino, hasta la entrada del Aeropuerto donde miles de flash casi lo dejan ciego por un momento y se pronunciaron varias quejas al respecto. La llegada de los atletas siempre estaba cubierta por los periodistas, ansiosos de fotografías, reportajes o lo que pudieran obtener de ellos pero éstos se pasaban. Una vez afuera Igor, su entrenador, les ordenó en ruso subir al autobús que les llevaría a la Villa Olímpica; mientras un grupo de personas se ocupaban de los equipajes del equipo.
– ¿Dónde queda esa mierd*? Quiero llegar a dormir –Dijo Ivonne, atleta de gimnasia rítmica.
Ella tenía un usual mal carácter luego de viajar. Con un cuerpo perfecto, rubia y algo niña en su faz, podía ser muy grosera.
Hyoga agradeció no viajar con ella al lado.
– Está a las afueras de Pekín, al norte. –Respondió mirando hacia la izquierda para ver a Ivonne y a su acompañante.
– ¿Te lo sabes todo o qué? –Dijo Sasha, un hombre de facciones fuertes junto a Ivonne.
– Tanto como tú no, espero –Se burló por la falta de lectura del otro.
Durante el viaje a la Villa Olímpica, tomó fotos del camino, unas cuantas a sus compañeros de bus que iban babeando, otros con sus rostros ocultos y unas de sí mostrando los dientes y la futura humillación que daría con esas fotos como el único despierto. Al llegar su entrenador les despertó, avisándoles que de no estar listos en diez minutos dejaría a los medios de comunicación fotografiarles con su peor imagen: el recién despertar.
No hizo falta un segundo aviso para que estuvieran listos y sonrientes para recibir sus credenciales como habitantes de la Villa. El cual estaba laminado y contenía una foto mediana de su rostro, datos personales y ubicación en el complejo habitacional (edificio y apartamento). La Villa Olímpica se dividía en tres secciones: el área internacional, la residencial y la operativa. Contaba con un restaurante, cafetería, sala de belleza, tiendas, librerías, clínica, salas de té, servicios religiosos y hasta su propia calle comercial entre otras cosas, abarcando toda necesidad posible de los atletas.
– Me quiero ir… –Susurró irritada de nuevo, Ivonne.
– No eres la única… –Dijo Hyoga a la vez que muchos otros de sus compañeros de equipo.
– Yo quiero ir a tirar –Exclamó uno bajito, haciendo un sonido lastimero por su larga abstención debido a los entrenamientos.
Las risas no se hicieron esperar atrayendo un poco la atención a su alrededor.
– Muy bien –Dijo una oriental, callándolos al instante– Ahora por favor jóvenes, suban a los autobuses blancos que los dejarán en la entrada a la Villa –Explicó y sonriéndoles les invitó a subir, pero no faltaron las quejas en distintos idiomas.
– Cuánto sol… –Se quejó uno en inglés, más no supo quién fue.
Se sentó en un asiento junto a la ventana, mirando la fila que había de atletas. Algunos se tomaban fotos antes de subir haciendo un desorden siendo reprendidos por una asiática. Rió por lo bajo y tomó una foto a través de la ventana. Un ruido a su lado le indicó que tenía compañía y la visión que se le presentó se le hizo, por demás, extraña.
Un hombre moreno de rasgos europeos con uniforme japonés, estaba a su lado con un peculiar cabello azul, una cicatriz sobre su nariz grande y unas cejas bien pobladas.
No me gusta
–Pensó involuntario. Le detalló el rostro por un momento hasta que éste volteó y aquel azul intenso, lo paralizó.
– ¿Qué? –Preguntó aquel mostrándose hosco, colocando los brazos sobre la barra de metal que tenían enfrente.
– Eh… no, no, nada –Se apresuró a responder, parecía haberle mirado 'demasiado'.
– Ya. Bueno, soy Ikki –Extendió su mano grande y estrechó la otra más delgada y pequeña que la de él– A que eres delicadito, ¿a que sí? –Comentó burlón jalando un poco la mano para besarla suavemente. Acarició la mano mirándola un momento antes de volver su vista a él.
El extranjero retiró la mano de golpe, molesto. Olvidándose del 'afecto' mostrado por el moreno anteriormente y que no se presentó, cruzándose de piernas y brazos procedió a contestar.
– ¿Qué te importa? –Expresó con molestia.
– Uy… ¿Qué tenemos aquí? ¿Un macho de verdad? –Ironizó, el andar del autobús los hizo acomodarse.
– Piérdete –Respondió el inflando ligeramente las mejillas y volteó la cara hacia la ventana. Él se rió por ello. Hubo unos breves minutos de silencio entre ellos, los otros parecían más dedicados a tratar de no dormirse o de conocer mejor a los demás en el transporte.
– ¿En qué competición estás? –Preguntó viéndole de reojo, calmado ya.
– Natación… ¿y tú? –Dijo aquel sonriendo haciendo que el rubio se volviera a molestar un poco.
– También.
– Que bien… podrás patearme el trasero si gustas –Se burló– O si es que puedes… –Susurró a su oído.
Hyoga enrojeció bastante y volteo a ver al nipón y sintió esos labios carnosos sobre su oreja, que le aceleró el corazón. Tragó saliva notando como parecía gozar de lo que le hacía. Se alejó casi pegando la cabeza al vidrio y él se alejó sonriente, satisfecho al parecer de ponerle nervioso.
– No dijiste tu nombre –Le recordó.
– Hyoga –Respondió mirándole con desconfianza.
Y la conversación murió hasta llegar a la entrada de la Villa donde avanzaron a baja velocidad con los atletas silenciosos y excitados por su nueva residencia en Pekín. Al llegar a la última parada notó con desagrado que el japonés, al parecer, viviría en el mismo edificio que él y susurró obscenidades mientras él miraba divertido su reacción.
– Seremos vecinitos, Hyoga –Dijo y se rió al ver esa cara de terror.
– ¡Claro que no! –Estrechó un poco las cejas, inseguro.
– ¿A que sí? ¿Qué habitación te tocó? –Indagó burlón.
– MM… la treinta y dos B. –Respondió viendo su carnét.
– Yo soy el treinta B. Mala suerte –Le besó en la mejilla sonoramente tomándole el rostro.
– ¡Déjame! –Bramó colérico. Casi lo golpeó en la cara pero eso le valió un error. Sujetándole de las muñecas le acercó a su cuerpo y sin nadie alrededor, se atrevió a juntar su rostro al del blondo que ya denotaba una respiración intranquila y un rosa pálido en sus pómulos.
– Mala suerte… patito –Susurró casi sobre sus labios y le vio temblar ligeramente.
Le tomó de la muñeca aprovechando su despiste para llevarle hasta el tercer piso y así dejarlo al frente de su apartamento. Una vez hubieran llegado Hyoga retomó la pelea y le echó la puerta en cara dejando al moreno sorprendido. Suspiró y se encaminó a su habitación, negando con la cabeza sonriente, recordó el viaje que había tomado desde Japón hasta China y el transcurso para llegar a la villa conociendo esa belleza exótica rusa con la que se daría el gusto de molestar; y tal vez, conquistar…
Saliendo del edificio fue al vecino a su apartamento en el quinto piso; abrió la puerta pasando su carnet por la ranurita que tenía a un lado (como en algunos hoteles) y entró cerrando tras de sí. Se encontró con un amplio departamento, decorado en blanco, variantes de marrón y crema. Los muebles de madera y la mesa del comedor iban en un marrón chocolate; al contrario de las paredes, techo y sillas que eran de blanco. Por el suelo la madera era más clara y unos cuantos objetos junto a las plantas, daban un toque sofisticado al sitio. Las fotografías pequeñas de blanco y negro, fueron adoradas desde que las vio; agradecido por ese arte tan amado por él, junto a unos pocos jarrones tradicionales que habían en esa habitación.
Llegó al dormitorio donde encontró dos camas individuales bastante amplias, de sábanas blancas, con unas manzanas verdes sobre ellas, la madera allí era clara y lisa al tacto, con unas ventanas largas que daban vista hacia fuera y a los edificios del contorno. Al entrar al baño, el gris pálido dominaba paredes y suelo, con unos lavamanos níveos, mesón negro y varios espejos juntos. Algunas toallas pequeñas y otras más grandes para las duchas juntas, que se separaban sólo por una tela, al igual que con el inodoro.
Tan moderno que le impresionaba.
– Me siento rico ya –Bromeó a la soledad del departamento.
Sin dar más largas llamó para solicitar su equipaje y una vez lo recibió despachó al muchacho para encerrarse en la habitación a acomodar sus cosas y deshaciéndose de sus ropas caminó desnudo hasta el baño para tomar una ducha y luego pedir algo para comer. Luego de cenar permaneció un rato más despierto echado en su cama, esperando que llegara su compañero de cuarto, no fuera a dormirse y la personita fuera tan ruidosa como para dejarlo afuera toda la noche…
– Lástima que no fuera el patito, sería divertido verle seguido su cara de susto –Recordó sin evitar poder sonreír.
