Disclaimer: los personajes son propiedad de Rowling.

Unos pequeños capítulos que pueden o no ser independientes entre sí. Varios los escribí hace mucho, pero decidí que es hora de darles una pulida y de enseñarlos, a ver si les pinta una sonrisa o afilar su cuchillo. Recuerden que sus comentarios son muy importantes y que siempre serán bien recibidos, para un autor son muy importantes.


Espérame.


Prólogo

«Condúceme a ti a través de mis ojos»

Lily se alejó de su familia, totalmente angustiada. Se abrió paso entre el gentío, buscando algún lugar en donde poder llorar; porque Lily era muy orgullosa, y odiaba llorar frente a las personas. Casi choca a un hombre que saludaba excesivamente a, seguramente, su hijo; lo pudo deducir por ver que eran idénticos, piel morena y ojos enromes cafés. Lily volvió a buscar espacio, mientras sus manitos intentaban correr a las personas. Todas las familias estaban abrazando a sus hijos con efusión; así como sus padres, Harry y Ginny Potter, debían estar haciéndolo con Albus; su hermano que comenzaba ese año su estadía en Hogwarts. Lily estaba muy ansiosa también, quería que ese año pasase rápido para poder ir al Castillo, decían que era hermoso y en él podías hacer tanta magia cuando quieras. Lo que más le dolía era saber que no tendría con quien jugar Quidditch, su primo Hugo Weasley solía ir pocas veces a su casa, debido al viaje largo que había entre los dos (y Hermione no aceptaba los viajes por Red Flu, decía que eran inseguros). Sus demás primos se hallaban en
Hogwarts, excepto Roxanne; quien odiaba jugar al Quidditch, no tanto como Rose, pero sí lo odiaba y bastante como para sacar la lengua cada vez que le mostraban una escoba voladora.

Vio a los lejos una columna vacía, en donde nadie parecía estar reposando o riendo. Sonrió apenas, sin mostrar todos sus ya crecidos y perfectos dientes, y se recostó sobre esta. Miraba como la gente pasaba, con la cabeza apenas hacia atrás para ver bien. Sus ojos comenzaron a picar y sintió que las lágrimas ya estaban amenazando con seguir. No quería llorar, pero era imposible no hacerlo sabiendo que no tendría con quien jugar. ¿A las muñecas con Roxanne? Lily las odiaba, a las muñecas, claro. Les parecía aburridas, sin acción y no se podía volar o saltar sobre ellas. Y tampoco se podía molestar a James, Louis, Fred y Teddy con ellas. Suspiró y estiró sus piernas. Poco le importaba estar con falda, a pesar de que le llegaba hasta los tobillos. Ella odiaba las faldas, pero su madre le había obligado a ponérselas, y si no fuese porque su tía Hermione y la tía Fleur también opinaban que debía de llevar una falda con flores, Lily no se las hubiera puesto; pero haría cualquier cosa con tal de que tres señoras no se pusieran a decirles cosas tontas y poco divertidas acerca de lo bonito y femenino que quedaba que alguien usase una falda. Tonterías, patrañas, porquerías y boludeces femeninas; Lily las odiaba. ¿Quién podía jugar a Quidditch con una pollera? ¿Quién podía volar sin que el pelo se le diese en la cara si lo tenía suelto? ¿Para qué usar faldas siendo tan incómodas? ¿Para qué peinarse si no necesitaba verse arreglada para jugar? ¿Para qué no ensuciarse si luego se podía bañar? Tantas preguntas, y tan pocas respuestas que le gustaran, siempre las negativas y las que no le gustaban sí estaban presentes.

Sus manos se removieron incómodas entre ellas. No le gustaba que la gente la mirase tanto, pero por suerte parecía que no la reconocían; tampoco es que sus padres la querían mostrar a la prensa, a ninguno de sus hijos, sabían que podían torturarlos con tantas preguntas y preguntas. Aburrido, Lily no le temía, pero le parecía aburrido. Ella no se daba cuenta de que la gente la miraba por ser una niña demasiado bonita, estando tan sola y sin sus padres. Nada que ver con el apellido que, por suerte, no aparecía en las frentes de la persona; probablemente, si así fuera, la gente besaría su frente hasta el cansancio. Sorbió la nariz, decidida a que no iba a llorar bajo ninguna circunstancia. Ella no era de llorar e hipar como su prima Rose o lo que pasaba con Molly; cuando no conseguían algo. Ella solo lo hacía por cosas verdaderamente importantes, y sentía que el hecho de quedarse sola era algo bastante importante, pero no iba a llorar. Porque Lily Luna Potter no llora. No tanto.

Con quien mejor se llevaba, de su familia, sin ninguna duda era con Albus; su hermano favorito, el que siempre la defendía de James y sus locuras. Adoraba a James, y él a ella, el simple problema es que James Sirius Potter era bastante conflictivo y un auténtico bufón, y Lily muy rabiosa y marimacho. De sus primos y primas adoraba a todos, en especial a Victoire; que era como una madre como ella desde que se había graduado, a Lucy; una hermana casi de su edad, Dominique; quien junto a ella adoraba la escoba y volar. Pero con Molly, Rose y Roxanne tenía una relación menos adorable; puesto que ellas tres se comportaban de una forma muy distinta a la de Dominique, Lucy y la mismísima Lily. De vez en cuando solía estar mucho tiempo con Rose, pero solo cuando ella no tenía ganas de plancharse su cabello alborotado, de jugar con muñecas o de contarle lo interesante que era Lorcan Scamander; guapo, inteligente, sobresaliente, educado, etcétera y etcétera. Cosas que Rose agrandaba, porque Lily jamás hablaría tan bien de Lorcan, simplemente no se llevaban porque él siempre la molestaba; actitudes que Molly y Roxanne siempre murmuraban y por las que Rose se enfadaba. Al parecer, para ellas, que un chico te molestase todo el tiempo era indicio a que gustaba de tal persona; pero Lorcan no gustaba de Lily. También estaban sus primos; Louis, Fred y Hugo, se llevaba magníficamente con ellos. En especial con los dos últimos; Fred adoraba hacer bromas, y Lily se divertía mucho con él, Hugo adoraba jugar al Quidditch, al igual que Louis; pero éste último había estado bastante alejado de la familia Potter, puesto que vivían bastante lejos y sus padres tenían poco tiempo de traerlos, aunque últimamente Louis y Dominique se escapaban e iban por la Red mágica hacia la casa Potter, claro que ni Fleur, Bill y hasta la misma Victoire aplaudían ese gesto. Victoire no solo era como una madre para ella, sino que para la mayoría de los primos Weasley lo era. Aunque esa "madre" haya estado durante bastantes días muy junta con Teddy Lupin olvidándose de sus pequeños. Teddy era como un hermano mayor, un padre, un tío y un padrino respecto a Lily. Era un chico adorable, guapo, inteligente y especialmente buena persona.

Su familia era grande, y agradecía a eso, puesto que no tendría con quien divertirse de vez en cuando. Lily no era de hacerse amiga de los vecinos. Así como Albus. Totalmente lo contrario a James Sirius.

Las tardes en familia eran inolvidables, cada una de ellas y por diferentes motivos y razones. Cuando los Potter y Weasley se juntaban, una dinamita amenazaba con explotar la casa en la que lo hacían. Rose, Molly y Roxanne jugando a las muñecas pero cuando se enojaban por algo provocaba que todos se llevaran instintivamente las manos a los oídos. Fred y James haciendo travesuras. Louis y Teddy junto a Victoire, conversando y jugando a juegos de mesa hasta el cansancio; Lily jamás entendería como es que eso le gustara tanto. Lucy observando como Albus, Hugo, Lily y Dominique jugaban al Quidditch; como siempre, apoyando al grupo femenino. Lily era un torbellino sobre la escoba, volaba tan rápido que era incluso difícil verla. Y eso, más la fuerza de Dominique para quitar las pelotas, hacía que la mayoría de las veces las chicas salieran ganadoras. Para enfado de Albus y Hugo; sobre todo del último. Ginny y Fleur, la mayoría de las veces, discutiendo y Hermione intentando calmarlas, mientras Angelina amenazaba con pegar a Fleur y Audrey casi dormía con la cabeza apoyada en su mano y su codo en la mesa. Los hombres, ellos eran más tranquilos, algunos jugaban al Quidditch; la gran mayoría, mientras otros se sentaban a disfrutar de una bebida o bromear acerca de los malos pasos que hacían los que estaban sobre la escoba.

Su familia era extensa, más bien enorme, y no había un segundo en que hubiese un descanso, nada de eso. Siempre gritos, chillos, risas, carcajadas, más gritos, despelotes, y todo eso que las mujeres intentaban parar; no había solución.

Se removió en su lugar y estuvo a punto de levantarse. Si no fuera porque alguien pasó corriendo junto a ella y la empujó, sin querer o a propósito, pero eso no importaba, Lily lo mataría igual. Se levantó, furiosa, y con su trasero adolorido y acercándose al chico, que debía de tener su misma edad o tal vez más. El niño rubio se giró al escuchar el bufido de la niña. Lily quedó mirándolo sorprendida, era idéntico a un hombre que acababa de ver, pero tenía unos ojos grises más profundos y era, claramente, mucho más joven. Se acercó y lo miró, levantando un poco la cabeza por su estatura.

—¿Qué te sucede? ¡Estaba sentada, no deberías haberme empujado! —ella le gritó, esta vez la gente no se detenía a ver la situación, estaban todos llorando y saludando a sus hijos unos metros más adelante.

—¿Eh? —el niño susurró apenas, mirando atentamente a los ojos azulados de ella. Se mostraba sorprendido.

—¿Eres sordo? —le preguntó, sus manitos apretadas con furia hacia sus costados. Había aprendido a defenderse durante todo esos años, si no fuera así James se la hubiera comido viva.

—No —el pareció recuperar la compostura, porque se irguió más y su rostro se puso incondicionalmente frío—. Y no me grites, loca.

—¿Loca? —se señaló a sí misma. Bufó— Niño tonto.

—Niña loca.

Lily se puso tan roja como su cabello, incluso sus ojos chispeaban fuego; mientras que los de él, hielo. Absoluto e iracundo, frío e intenso. No le dio miedo, a pesar de que a cualquier niña de su edad, e incluso más, sí le daría. Lily cruzó los brazos desafiante, y levantó el mentón lo más alto que pudo; tampoco hasta el punto de que su cabeza quedara hacia atrás. El rubio levantó una ceja, fina y perfecta, y en sus labios apareció una pequeña sonrisa de costado. Lily ladeó la cabeza un poco aturdida. Nadie se le quedaba mirando cuando se enojaba, nadie que la conociera por lo menos.

—Me llamo Scorpius —el niño mostró su mano, blanca e inmaculada, mientras esperaba, al parecer, que Lily la estrechara con la suya. Lily dejó que sus brazos cayeran a sus costados.

Siempre había visto que alguien salude así; y eso sólo ocurría entre los mayores. Como sus tíos, las personas que visitaban su casa, y esos amigos extraños y viejos de su padre. Pero jamás había visto que dos niños se estrecharan la mano. Irracional y sospechosa, levantó la suya propia y la estrecho de a poco con la del rubio, apenas rozándola, pero fue él quien apretó más y provocó un pequeño movimiento de arriba abajo.

—Un gusto —le dijo cordialmente; demasiado para la pequeña Lily.

—Me llamo Lily —contestó, levantó el rostro nuevamente, sin darle importancia a la cara bonita del chico.

—¿Lily cuánto? —preguntó, sus manos se habían soltado y Lily tuvo que apretarla con su otra mano; la de ella misma, había sido bastante raro tocar a un chico desconocido.

—No te lo puedo decir —susurró. Había aprendido, con los pasos de los años, que era mejor callar su apellido. No había peor cosa que decir "Potter" y que la gente, tanto niños como adultos, te empiecen a emboscar de palabras y halagos por algo que no ella no estaba muy bien informada; sus padres no se habían sentado a explicarles con detención la guerra sangrienta y espeluznante contra Voldemort o el que no puede ser nombrado.

—¿Por qué no? —Scorpius levantó las cejas, sorprendido. Pero luego, tal vez su orgullo que se veía en todo su blanquecino rostro, hizo que se pusiera frío y serio; señas tan duras que no parecían estar al tanto de su edad pequeña y que parecía un viejo senil y amargo.

—Porque no puedo —ella levantó sus hombros, enfundados en un suave chaleco de lana; que lo odiaba con toda su alma, solo por ser rosa.

—¿Y por qué no? —el niño había sonado como un ácido urgente, como si fuera un malcriado que se largaría a patalear si no encontraba lo que buscaba.

—Dime el tuyo —ella sonrió con aires de victoria; y eso a él pareció gustarle más. Pero su rostro, el del niño, se revolvió entre el horror y la desesperación.

—Tampoco puedo decírtelo —y con eso casi gira, para salir corriendo o caminando muy rápido, hacia algún lugar lejos de Lily. Ella lo detuvo con un pequeño grito, pero él solo se quedó inmóvil, con el cuerpo tenso y dándole la espalda a la pequeña pelirroja.

—¿Por qué no? —ella parecía enfadada; al igual que él. El niño rubio se giró, pero sus ojos no estaban tan fríos como anteriormente; a pesar de que él parecía querer ocultar el desnivel de sus emociones.

—Porque mi apellido no suele gustar...

—¿Es feo?

—No —se veía un tanto nervioso—. Se supone que... no sé.

Lily pensó que tal vez le pasaba lo mismo que a ese chico que James trajo a casa esas vacaciones, su amigo de Hogwarts. Su apellido hizo que su padre se mostrara distraído un poco, muy pensativo. Su madre, sin embargo, se había mostrado más rápida al reaccionar cuando se dio cuenta de que el niño se había sentido mal diciéndolo, y peor al ver la reacción del padre de su amigo.

—Dímelo —ella levantó los hombros— Me importa muy poco eso de los apellidos. Me parece una tontera juzgar a alguien por cinco o siete palabras.

Se sentó en el piso, hizo una palmada en la parte junto a ella. El niño miró hacia todos lados; buscando a sus padres o algo para escapar, Lily solo seguía sonriendo apenas, intentando llamarlo para que viniera a sentarse junto a ella para charlar. Tal vez él podía hacerse su amigo para esas vacaciones y así no pasaría tiempo sola. Se veía más normal que sus vecinos, al menos. El niño rubio pareció decidirse de un momento a otro, y rápidamente se sentó junto a ella; aunque un poco más alejado de donde ella le había señalado, a ella eso no le interesó. Le había caído bien el rubio a pesar de ser medio molesto y haberla echado.

—¿Y bien? —preguntó ella, sus sus ojos brillaron un instante por la emoción. El no la miraba, solamente al piso sucio y rajado.

—Malfoy —le dijo. Una voz entrecortada, con suma preocupación y desgano.

Lily inclinó la cabeza hacia un lado, pensativa. Había escuchado ese apellido en algún lado. En su casa, sí. De su padre, de sus tíos. Ah, los Malfoy. Ahora Lily entendía el por qué ocultarlo. Lily miró a Scorpius, y vio la tristeza reflejada en las facciones del rubio y sintió un poco de pena por haberle exigido que le dijera.

—Ah... —fue lo único que dijo. Se quedó en su lugar, quieta, moviendo sus pies sin incomodidad; al contrario de él, que parecía haberse vuelto más vergonzoso que nunca— ¿Por qué te molesta tu apellido?

—¿Es que no lo sabes? —preguntó, de manera abrupta. Se había dignado a mirarla— Nadie quiere a los Malfoy, nadie nos comprende, mi padre cometió un error y todo el mundo cree que puede tratarnos como unos insectos. La gente se ríe de mí cuando me ve pasar y todo por llevar el apellido. Lo peor de todo es que no necesitan que yo les diga mi apellido, porque se dan cuenta de lo parecido que soy a mi padre, Draco Malfoy.

Parecía enfurecido, el aura de tristeza que lo había rodeado se la llevó el viento, porque la furia e impotencia marcaban cada palabra que largaba. Lily sintió pena, ese chico no debía de tener ningún amigo, debía ser feo no tenerlo, después de todo Lily podía, a veces, quejarse de los molestos que eran sus hermanos y primos; pero eran sus amigos, y sabía que sin ellos no aguantaría mucho.

—¿Y con quién juegas? —le preguntó.

El pareció sorprendido, ridículamente, por la pregunta de ella. Pero se dignó a contestarle y para eso su furia volvió a la calma, destensó los hombros y sus ojos se tranquilizaron; solo lo suficiente.

—Con nadie —levantó los hombros despectivamente—. Solo cuando vienen Black y Thomas a casa.

—¿Y quiénes son ellos? —le preguntó, junto sus manos sobre sus rodillas estiradas.

—Mis amigos —rodó los ojos—. Podría decirse, sus padres son amigos de los míos. Uno es tan divertido, hasta que cansa, y el otro es molesto con sus preterías acerca del buen comportamiento y del estudio.

—Pero son tus amigos —le recalcó ella, el volvió a levantar los hombros.

Scorpius pasaba varias tardes con ellos, pero siempre había un por qué de pelea; Black se enfadaba porque quería jugar al Quidditch y Thomas no quería. Scorpius jugaba solo y Black decía que no se podía jugar de a dos y Thomas le contestaba que tampoco de a tres. Thomas queriendo leer y Black molestándolo. Black queriendo hablar con su padre y Thomas diciéndole que mientras los adultos hablan no hay que molestarlos. Al final terminaba siendo desesperante en vez de divertido, y como siempre Scorpius terminaba solo, por preferencia.

—Puede ser.

El silencio por primera vez reinó entre ellos. Solamente entre ellos, porque el tren comenzaba a hacer su sonido ruidoso y las personas comenzaban a moverse más rápidamente. El niño rubio dio un salto como si fuera un resorte, Lily lo miró sorprendida, para encontrase con que el rubio tragaba saliva y miraba fijamente a un lugar. Lily siguió su mirada, hasta donde una hermosa mujer castaña y el hombre, que había visto momentos atrás, se acercaban con furia. Lily permaneció sentada en el suelo, viendo como el niño no se movía de su lugar. Observó nuevamente al hombre, quien tenía el semblante tan pesado como el que su hijo podía llegar a poner;indiscutible estaba el hecho de que eran padre e hijo. El hombre no era exactamente guapo; pero se notaba que en sus años de juventud lo había sido. Había escuchado hablar de él, Draco Malfoy, o el mortífago que no lo fue por tanto tiempo. La mujer, en cambio, era un misterio; Lily sabía que se llamaba Astoria pero de ahí en más ya no sabía nada. Fleur solía hablar mucho de ella. Era bonita, con unos ojos azules zafiro y una melena castaña resplandeciente, claramente muy hermosa, y de seguro casi tanto como su madre, Ginny, en sus años de juventud; a pesar de que ambas mujeres se
seguían viendo hermosas.

—¡Scorpius Hyperion Malfoy! —la mujer chilló, y los pensamientos de Lily acerca de que aquella mujer se veía como una reina se disiparon inmediatamente— ¿Dónde te habías metido? Jovencito, tu padre y yo te buscamos por todas partes —la mujer recién entonces recató de Lily, mientras que Draco miraba fijamente a su hijo— Oh, hola linda. Draco.

El hombre, al escuchar su nombre, se giró hacia su esposa. Luego a Lily. Su cara de asombro fue algo que Lily pocas veces había visto; si no fuera porque aquello era la vida real, la mandíbula del hombre podía haber llegado hasta el piso. Scorpius se removió junto a ella, incómodo.

—Lily Luna Potter —susurró, la voz entre un frío intenso y un asombro encapuchado— ¿Y tus padres?

Esta vez, fue Lily quien se removió incómoda. Así que el hombre se había dado cuenta de quien era.

—No lo sé, despidiendo a mis hermanos —le contestó con bastante vergüenza. Ella miró a Scorpius al sentir la vista clavada de él sobre ella; la miraba con asombro infinito. Lily, nuevamente, odio a su apellido.

—¿Te perdiste linda? —la mujer sonaba afectuosa, a pesar de tener sus ojos ligeramente sorprendidos. Se arrodilló frente a ella y le acarició la frente— Que bonita eres.

—Gracias —contestó Lily, un impulso le dio de quitarle las manos de encima; las únicas que podían tocarla así eran su madre, su tía Hermione y Angelina. Se contuvo— No estoy perdida. Solo me alejé por un tiempo...

—¿Entonces tus padres saben que estás aquí? —preguntó.

"No, claro que no" pensó Lily. Sus padres de seguro no se darían cuenta de su falta hasta que Albus se subiera al tren. No es que Harry y Ginny quisieran más a un hijo a otro, pero Lily ya comprendía que era Albus quien necesitaba más atención; sobre todo porque sería el quién no los tuviera durante bastante tiempo. Pero había algo que Lily no se había preguntado; ¿cómo encontraría a sus padres? Ni siquiera recordaba si había ido hacia la derecha o izquierda, luego de tantos empujones y escapadas entre las personas.

—En realidad no tengo idea de donde están —ella no mostró la preocupación que por dentro le reventaba. Siempre actuaba primeriza, pero nunca se preocupaba de lo que luego podría pasar.

—No te preocupes, nosotros te llevaremos con ellos — le contestó la mujer, rápidamente se levantó y se plantó junto a su marido, quien miraba entre su hijo de cabizbaja hacia la pelirroja pequeña—. Eh, cariño, Lily está perdida. Deberíamos llevarla con los Potter.

El hombre miró a su mujer con estupefacción, pero sonrió de costado; dulce. Para Lily fue raro, porque más allá de que el hombre parecía el frío en todo su esplendor, había podido sonreír con calidez. Se levantó, con la ayuda de Astoria y mirada de Scorpius. Y caminó tras ellos.

—No te preocupes linda, te llevaremos con tus padres —la mujer le sonrió sobre su hombro, mientras caminaba, de la mano con su esposo, hacia adelante.

Ellos se encargaban de pasar entre el gentío. Lily entendía a Scorpius; la gente la miraba con adoración, como si hubiese sido ella quien había traído al mundo el sol, lo mismo pasaba con sus hermanos, lo peor era que Albus era incluso mucho más tímido que ella. Una cosa es que te miraran con una sonrisa, otra muy diferente es que te miraran con la cara de odio que ahora se resentían sobre los rostros de Draco. Bajó la cabeza, mientras se acercaba un poco más a Scorpius para susurrarle.

—¿En serio te llamas Hyperion? —la pregunta formulada fue en forma chistosa. Pero el asintió como si no quisiera la cosa.

—Sí —la miró fijamente a los ojos— ¿Qué se siente ser una Potter?

—¿Ser una Potter? —ella levantó los hombros— La gente me adora por ser hija de quien soy. Aunque estoy segura de que si me conocieran de verdad me odiarían.

—¿Por qué? —Scorpius se notaba sorprendido, él no la había odiado; ni cerca había estado de hacerlo. Es más, le había gustado, le parecía muy bonita; ¡Pero las niñas tenían gérmenes!

—Porque soy muy odiosa, siempre me lo dicen mis primas Rose y Molly —contestó.

Draco y Astoria no habían divisado a la familia Potter que se encontraba un poco alejada. O tal vez no quisieron hacerlo, Lily tuvo que señalarlos para que ellos se dieran cuenta del paradero de Harry, Ginny y Albus Potter. De pronto, Draco no parecía querer acercarse a los Potter. Había sonreído a Harry Potter, pero eso no significaba que quería entablar una conversación con él y su familia, y ahí estaba; con la hija de su peor enemigo en la infancia, llevándola a través del gentío. Como una serpiente al acecho; esperando ser casada o pateada por el león. Tantas veces lo había odiado; tal vez envidiado. Astoria le apretó la mano, dándole fuerzas; algo común en ella, fue gracias a ella que salió a flote en la vida, fue gracias a ella que no tuvo el por qué de ahogarse en la oscuridad, fue ella quien le dio un maravilloso hijo, y fue ella quien le enseñó el verdadero significado del amor, paz y felicidad. Lily se aseguró de que Scorpius la siguiera, antes de agarrar a su hermano por la camisa y darle un abrazo.

—¿Ya te vas? —le preguntó, un puchero inocente en sus labios y la mirada triste. Estaba siendo auténtica, amaba a Albus.

El sonrió, aunque parecía estar más preocupado que cualquiera. Albus tenía verdadero miedo de quedar en Slytherin, sobre todo porque creía que sus padres se enfadarían; aunque momentos atrás Harry le había dicho que no importase en donde el quedase él seguía un poco inseguro.

—Sí —la abrazó, y recién allí se dio cuenta de la presencia del rubio. Se separó de a poco de su pequeña hermana—. Hola.

—Hola —e saludó Scorpius. Lily sonrió; el chico era un cubo de hielo y al rato un vergonzoso en potencia.

Lily miró hacia los padres de Scorpius, Draco y Harry se dieron la mano mientras que Ginny y Astoria se saludaban con dos cálidos besos. Volvió a su hermano, a pesar de que junto a ellos se sentía le tensión de cuatro adultos.

—Albus, él se llama Scorpius —señaló al rubio—. Scorpius, el es mi hermano, Albus.

Scorpius saludó a Albus con un movimiento de cabeza, y Albus se lo devolvió.

—¿Es tu primer año? —preguntó el morocho, idéntico a su padre, excepto por la falta de gafas y que no tenía la marca característica en su frente. Para Lily era raro ver así a Albus: no estaba vergonzoso y rascándose la cabeza, parecía mayor y todo.

—Sí, el tuyo también —afirmó Scorpius.

Albus afirmó con la cabeza y acomodó mejor su jaula con su lechuza blanca dentro. Miró hacia atrás. Harry y Draco conversaban a duras penas, pero no parecían ir a agarrarse de los cuellos, en cambio Ginny y Astoria hablaban con fluidez.

—¿Eres Malfoy verdad? —le preguntó Albus. Había escuchado hablar de James, su hermano, mucho de él y no bien. Scorpius se tensó ligeramente, Lily sonrió y le dio un pequeño apretón en el hombro al rubio.

—Sí —contestó por él— Y un tonto.

Scorpius la fulminó con la mirada a pesar de que ella solo bromeaba. En esa misma mañana, un poco calurosa a pesar de todo, Draco Malfoy y Harry Potter habían olvidado el pasado, a mirada de gentes desconcertadas, y conversaron bien. Sus mujeres, Ginny y Astoria, se habían pasado chillando y hablando con energía acerca de las posibles reuniones que podían tener entre ambas familias, también hablaron, para desgracia de Lily, respecto a vestidos con flores y lindos suéteres que habían en el mundo muggle para comprar. Albus y Scorpius, a pesar de la timidez de uno y la frialdad del otro, decidieron que se sentarían juntos en el vagón del tren; y por primera vez, a Albus no le molestó la idea de quedar en Slytherin, porque estaba claro que Scorpius Malfoy iba a esa casa. Lily había hablado de vez en cuando con Scorpius, algunas veces irónicamente y otras discutiendo, como era de esperarse con carácter como
aquellos, pero siempre terminaban riendo, descubriendo cosas interesantes, como que; Lily creía que Scorpius se veía muy lindo sonriendo y que Scorpius sintió que las niñas no tenían tantos gérmenes, al menos esa niña.

Cuando llegó la hora de que el tren zarpara, y de las despedidas finales, Lily no solo había abrazado a Albus, si no que también le dio un abrazo a Scorpius; para sorpresa de Ginny y Astoria, para temor de Harry y desesperación de Draco. Era una lástima que él no pudiera ser su amigo esas vacaciones, pero por lo menos Albus no estaría solo. Los padres de Scorpius terminaron siendo bastantes buenos, y saludaron a su hijo con tanta ternura como Harry y Ginny lo hicieron con los suyos; Albus y James, el último había estado con un grupo de chicos que había hecho el año anterior como amigos. James se había
sorprendido, y casi dio un salto, al ver que la familia que se encontraba junto a la suya era la de, nada más y nada menos, los Malfoy. Bastante preocupante al principio, porque James había demostrado su descontento hacia las ex-serpientes; que para él seguían siéndolo; era demasiado orgulloso de ser un león y parece que el hecho de el entrecruzamiento furtivo entre casas no le iba ni un poco.

Draco y Harry habían quedado en que podían juntarse uno de esos días. Lucius estaba realmente enfermo y Draco no podía desprenderse de él y de su madre; así que Harry comprendió y dijo que no había ningún problema en ir a la Malfoy Manor; pero al parecer Ginny tuvo uno pequeño; todos sus hermanos no iban a estar contentos. Los prejuicios y errores del pasado parecieron irse de a poco, porque Astoria terminó convenciéndola a la pelirroja ex-Weasley que no había nada de que preocuparse; la gente cambia y ellos lo habían hecho para bien, el que las personas no quisiera creer era otro tema, no un problema para ellos, solo otro tema.

Todos se sorprendieron cuando Draco Malfoy largó unas pequeñas lágrimas al ver a su hijo partir, pero no eran nada comparadas con las cataratas de Astoria. Ginny siempre lloró con las despedidas, lo hizo con James y también lo hizo con Albus, hasta con Victoire y Teddy cuando fue su turno, hace años. Harry había sonreído, y con los ojos húmedos había observado a su hijo; Albus Severus Potter, colocar sus manitos en el vidrio y saludarlos alegremente. Y junto a él una cabellera dorada, la de un Malfoy, saludando sonriente. Lily sintió algo dentro, una explosión de felicidad increíble, cuando vio que Scorpius le sonreía también a ella.

Era cuestión de solo meses, de meses que pasarían rápidamente, para que Lily volviese a verse con Scorpius; el rubio ojigris que al principio le había parecido un niño tonto e insufrible. Un niño que le había gustado por su forma de ser, a pesar del apellido; cosa que ahora ya no era más algo prohibido. Así que esperaría, a pesar de todo, a sus hermanos, primos y Scorpius; porque de algo estaba segura, esas vacaciones el rubio tenía que pasarla en su casa. Iba a ser divertido molestar a James, y se necesitaba a alguien más para que ella había buscado era solo un lugar en el que esconderse y llorar, pero se encontró con un rubio prepotente y frío; que terminó siendo una persona buena y de padres bondadosos; a pesar de sus oscuros pasados. Ahora estaba entre sus padres, y detrás de ellos los Malfoy, siendo observados de cerca por toda la gente del tren; psicópatas para Lily, que creían que no se debía perdonar a alguien por haber hecho un mal. Por lo que Lily sabía, Draco había sido, sutilmente, ordenado a hacer todo lo que había hecho. Más allá de eso, y saliendo del tema, a ella nadie le había obligado que se quedase prendada del rubio de ojos grises; que se parecía tanto al cuento que Molly, Rose y Roxanne solían leer.

Harry se arrodilló frente a ella, y con una gran sonrisa le ofreció su mano.

—¿Qué te parece si vamos a comprar la mascota que querías? —le ofreció. Lily se subió a su espalda, mientras Harry hacía una mueca de dolor que hizo reír a Ginny y Astoria.

—Sí, sí.

—¿Qué era que querías amor? —preguntó— ¿Una lechuza?

Astoria y Draco venían atrás, junto con Ginny, conversando acerca de que Harry siempre se comportaba como un tonto junto a su hija; o como él la solía llamar, su princesita.

—No —ella quedó pensativa—. Quiero un hurón pequeño.

Y alguien, detrás de ellos, seguramente Draco Malfoy, dejó que sus mejillas se encendieran al recordar algo. Harry lo miró como si nada malo hubiera pasado.