Importante: Esta es una reedición. Después de mucho tiempo parada por problemas en la narración, por fin me he decidido a continuar esta historia. Por ello, si no habías leído antes este fic, continúa tu lectura sin problemas. En cambio, si ya lo habías hecho, te recomiendo que lo vuelvas a empezar. Hay muchos cambios, no solo en el estilo narrativo, sino también en la trama. Por ello, si vas directamente al último capítulo, puedes perderte.
Sin más dilación, te dejo libre de esta pesada nota de autora ¡Qué disfrutes de la lectura!
Capítulo 1
La terraza del instituto al final del horario de clases estaba muy tranquila. Desde allí se podía ver a la gente marcharse lentamente. Allí solo había una persona, una chica de esbelta figura, de altura media. Su cabello castaño caoba, a los hombros, brillaba tenuemente ante las centelleantes luces del atardecer. Por sus hombros, hundidos y agotados, se notaba deprimida y ausente.
- Por qué no puedo olvidar... - La pregunta, realizada al aire, murió en sus labios antes de ser terminada debido a un estruendo.
- ¡Hitomi!- Gritó una muchacha tirándose sobre ella, casi logrando tirarla al suelo de no ser porque se agarró fuertemente a la baranda.
- Yukari , ten más cuidado, por poco me tiras.- Le dijo mirando a su amiga, con cierto tono de reproche.
Hitomi tenía la tez de un cálido color melocotón, y sus mejillas se caracterizaban por un ligero rosa encantador, restos de la alegría que había llevado en su ser hacía un tiempo. Sus ojos, de un verde mágico, estaban rodeados por sus espesas y oscuras pestañas. Le daban una impresión dulce y delicada. Sus labios eran un trazo fino de color carmín. Su cuerpo era curvilíneo y atlético, reforzado por los continuos ejercicios a los que se sometía.
Mientras, Yukari tenía el cabello pelirrojo, también por los hombros, y sus ojos de color chocolate parecían más grandes por su jovial sonrisa. Era de la misma altura que Hitomi, pero su figura era más redondeada al no ser tan deportista.
Hitomi observaba a Yukari mientras se disculpaba, intentando disminuir su enfado aparente.
- Hitomi por favor, no te enfades, sabes que soy bastante alocada y que a veces no pienso lo que hago, pero, ¿qué haces aquí todavía? Si no recuerdo mal, hoy no tienes práctica de atletismo.
- Me gusta este sitio para descansar y relajarme, me siento tranquila.- Contestó mirando hacia el cielo, con la mirada perdida.
- Todavía… ¿todavía piensas en él?
Ese comentario la sobresalto y se giro rápidamente a mirar a su amiga con la expresión sorprendida.
- ¿De qué hablas?- Inquirió tartamudeando y temblando ligeramente.
- Es evidente… Siempre estás perdida y abatida, como si no estuvieras aquí, excepto cuando practicas atletismo que al parecer te distraes un poco. A excepción de eso, siempre estás mirando el cielo, como si esperaras que alguien viniera a buscarte ¿no? Es a ese Van Fanel a quien esperas.
Hitomi se quedó callada, con la cabeza gacha, mientras un intenso rubor fue ascendiendo poco a poco por sus mejillas.
- Ja ja ja ja lo sabía- dijo Yukari con una entonación musical
- Deja de burlarte.
- No me burlo, pero Hitomi, no merece la pena que te amargues así. Si hablaras con otros chicos y los conocieras, si te dieras una oportunidad quizás…-
Se detuvo viendo como Hitomi ladeaba su cabeza gacha dando a entender su negativa ante la idea.
- ¿Por qué?- Preguntó Yukari intrigada.
- Le prometí no olvidarle.
- Pero Hitomi, no tienes por que olvidarle - La reprendió Yukari, como si fuera evidente.
- ¿Qué?- Cuestionó Hitomi.
- Pues que su recuerdo y la amistad que hubo entre ustedes no tienes porque olvidarla pero, los sentimientos de amor sí, por el amor de Dios Hitomi, si de verdad el te quería, no querría verte sufrir …
- Yukari…
Hitomi no podía articular palabra, ¿era cierto lo qué decía Yukari? ¿De verdad podría hacer eso?¿Sería capaz?
- Mira, Amano quiere quedar conmigo en la inauguración del nuevo centro, le diré que invite a un amigo suyo del que me habló y veamos que pasa ¿vale?
- Pero Yukari…
- Hitomi.- Siseó Yukari, con la intención de hacerla callar.- Date una oportunidad, solo una, de intentarlo. Por favor Hitomi. Además, a ese chico le rompieron el corazón hace poco y dudo mucho que se ponga pesado ni nada.
Yukari observó con atención como la duda seguía claramente anclada en su amiga, así que, reuniendo todo el coraje y la sangre fría que había en su ser, comentó.
- Entiendo que quieras atesorar los momentos importantes que convivisteis, y es bueno. Cualquier vivencia nos enriquece, nos hace madurar y ser mejores personas. Pero no debes estancarte. Quién sabe, quizás Van ya se dio cuenta de eso y ya está felizmente enamorado de otra persona.
Esa era una idea que había estado vagando sin rumbo, continuamente, en la mente de Hitomi. Pero ella se había negado a creerla. Simplemente la clasificaba como una paranoia propia, sin importancia. Se negaba a creer, por muy egocéntrico que suene, el hecho de que Van la había olvidado, que la había superado y estaba con otra persona. Pero escucharlo de los labios de alguien más, hacía su temor espantosamente real. Sentía como su corazón se desgarraba y cómo el monstruo verde de los celos le atenazaba las entrañas. Inspirando hondo, obligándose a controlar sus emociones turbadas, miró a su amiga. Yukari la esperaba expectante y suplicante, un gesto que enterneció el corazón de la ojiverde.
- Por una vez supongo que no importa…- Dijo con cara de resignación mientras observaba el rostro lleno de júbilo de la pelirroja.
Gaea, Fanelia
- Hitomi…- Susurró dulcemente, con anhelo, como si su voz, acariciando esa palabra pudiera hacerlo también con la dueña de sus pensamientos.
Una figura se vislumbraba en el verdoso prado. Era la de un hombre joven con el cabello ónice, corto y brillante, al viento. Moreno de piel por naturaleza, y acrecentado por las múltiples horas al sol, y con el cuerpo endurecido por el trabajo y el esfuerzo. Observaba el cielo, como si no existiera nada más aparte del gran planeta azul que se alzaba ante él, observándolo con sus hermosos ojos del color de fuego, que por las lagrimas sin derramar parecía haberse extinguido. Su ceño se mantenía permanentemente fruncido por la pena y las grandes responsabilidades.
- ¡Maestro Van!- Gritó Merle unos segundos antes de abalanzarse sobre él.
Merle tenía una sonrisa de oreja a oreja en su rostro gatuno. Con el trascurrir de los últimos meses, había empezado a madurar. Su rostro había comenzado a afilarse, perdiendo las redondeces propias de la infancia. Mientras, su cuerpo estaba comenzando a adquirir las formas propia de una mujer gata adulta. Su cabellera, rosa y rizada, la había mantenido igual, defendiendo que ese tamaño era mucho más cómodo de manejar. Pese a todos esos cambios, Van seguía tratándola como a su hermana pequeña, aunque ahora eso la divertía.
- Merle, ¿qué haces aquí?- Preguntó él, recuperando el aire perdido por el sorpresivo impacto.
- Venía a buscarte, todos están preguntando por usted. Hay que ultimar los toques finales de la Vitia.
- Ahora mismo voy Merle.- Contestó, reprimiendo un suspiro e irguiéndose, de forma que Merle tuvo que levantarse y sentarse a su lado.- Sabes bien que nada más entrar en la sala no podré respirar tranquilo.
Merle asintió, y guardó silencio mientras Van disfrutaba de sus últimos minutos de privacidad, antes de someterse nuevamente a las pesadas obligaciones del reinado, para sumirse en sus pensamientos.
- Estabas pensando en ella ¿verdad? - Preguntó Merle abruptamente.
Van se mantuvo en silencio. Aunque Merle había acertado en su suposición, y ambos sabían eso, no podía evitar sentir cierta reticencia a admitirlo.
- Van sabes que no me gusta verte sufrir.- Comentó Merle, con una preocupación sincera en su semblante.
- Al recordarla sufro pero... No es que no quiera dejar de pensar en ella, es que no puedo.
Van se restregó los ojos, frustrado, y a punto estuvo de darse palmadas en la cara. No tenía tiempo para desanimarse y entrar en la nuve negra de la depresión.
- Van… ¿por qué no vas a buscarla?- Cuestionó la joven gata con voz trémula.
- Por lo que me dijo cuando de fue. Si viniera por alguna razón se iría tarde o temprano. Eso solo generaría más dolor Merle, únicamente volvería a abrir la herida que estoy tratando de sanar. Por decirlo así, he "progresado" - Dijo sin poder evitar soltar un sonoro suspiro.
La boca le sabía agria, probablemente producido por el choque titánico que existía en su interior desde que Hitomi se fue. Una parte de él deseaba con todas sus fuerzas que ella regresara a su lado, pero la otra, la racional, se asqueaba ante la posibilidad de ser tan egoísta e infantil.
- Pero Van, ha pasado más de un año desde que Hitomi se fue y tu dolor es el mismo o peor que el de los primeros días. Yo no creo que eso sea precisamente "progresar".- Refutó ella, estudiándolo con una ceja enarcada.
Van se levantó, tenso, y empezó a caminar de manera acelerada.
- Vamos Merle, nos están esperando- Dijo con voz fría, dando por acabada la conversación.
- Sí, voy - Aceptó Merle, poniéndose ágilmente en pie.
Mientras la joven gata aceleraba el paso con el fin de ubicarse al lado de su señor, se replanteó si hacía bien en seguir insistiendo o si debía dejarlo estar. Quizás, ya había sufrido bastante.
La Tierra, Shibuya
- Hitomi, te presento a Tamaki Hayama, ella es Hitomi Kanzaki.
Amano hizo las presentaciones con gesto jovial, pero la muchacha pudo apreciar con claridad como él y Yukari los analizaban concienzudamente.
Tamaki Hayama era un adolescente alto para su edad, no era de extrañar que estuviera en el equipo de baloncesto, pero no era de estructura corpulenta. No era una persona de hombros anchos ni espalda fuerte. Aún así, y aunque su denso suéter verde lo ocultaba, Hitomi estaba segura que tenía un cuerpo delgado y trabajado. Su cabello, ondulado y de un cálido castaño miel, combinaba a la perfección con sus expresivos ojos ámbar. Parecía, completamente, un modelo de revista.
Los cuatro pasaron gran parte de la tarde en el centro. Exploraron las nuevas tiendas, tomaron cafés y postres italianos, y pasaron la tarde contando anécdotas de lo más extrañas. Cuando salieron, viendo que ya era de noche, decidieron separarse para acompañar a las chicas a sus respectivas casas. Tamaki acompañaba a Hitomi tranquilamente hasta que él decidió romper el silencio.
- Gracias.- Soltó de la nada.
- ¿Eh? – Preguntó Hitomi sorprendida, preguntándose a qué demonios venía eso.
- Hoy me he divertido mucho, incluso he llegado ha sonreír. - Contestó suavemente, con una sonrisa cálida.
- Me alegro, aunque eso debería decirlo yo.
- Ahora soy yo el que no entiende.- Comentó Tamaki, con una divertida expresión confusa.
- Pues que yo he estado tanto tiempo deprimida que reírme y liberarme de todo durante unas horas ha sido estupendo.
Ante su confesión, Tamaki rió, divertido de la situación.
- Tenemos los mismos pensamientos, extraño ¿no?
Hitomi asintió, de acuerdo con él.
- Y… ¿por qué?- Preguntó el joven, desconcertando nuevamente a Hitomi.
- ¿Eh?
- ¿Por qué estabas en... ese estado?- Cuestionó con cierta timidez, temiendo haberse metido donde no debía y que las respuestas de la joven fueran señales de su negativa a hablar del tema.
- Podríamos decir que se trata de un corazón roto ¿Y tú?
- Igual ¿Por qué fue? ¿Rompió contigo?
Hitomi guardó silencio, tratando de enfrentar el debate interno que poseía antes de decir nada. Hablar de Van, aunque fuera brevemente, siempre hacía saltar todas sus alarmas.
- Perdón, no debería haberme entrometido.- Se disculpó, arrepentido, temiendo haber pisado una mina finalmente.
- No importa. Lo que ocurrió fue que, aunque nos queríamos, no podíamos estar juntos, ese...- Hitomi calló durante un momento buscando, adolorida, las palabras adecuadas.- Ese no era mi sitio… ¿entiendes?
Tamaki asintió, con la expresión seria y serena.
- ¿Y a ti? ¿Qué te ocurrió? - Cuestionó Hitomi, intentando desviar el foco de la conversación de ella. Yukari le había comentado ligeramente el tema antes, pero, en realidad, no sabía que había pasado.
- Me dejó por otro….- Contestó, tranquilamente. Aunque Hitomi pudo ver como se mordía el labio interior y mantenía la vista fija al frente, evitando establecer contacto visual.
- Lo siento.- Dijo ella, sin saber que más decir.
- No importa.
- Si tú lo dices…- Contestó Hitomi, encogiéndose tímidamente de hombros, mientras observaba a Tamaki.
En ese momento, se dio cuenta de que estaban a punto de llegar a su casa. Cuando estuvieron frente a la puerta exterior se despidieron y se intercambiaron sus números de teléfono para poder estar en contacto.
Gaea, Fanelia
- Vaya, vaya, vaya, Van Fanel. Has cambiado mucho desde la ultima vez que te vi, te has convertido en todo un hombre.- Comentó Driden riendo, mientras le daba unas amistosas palmadas en la espalda.
- Yo también me alegro de verte Driden. Por lo que veo, tú no has cambiado nada.- Contestó Van, haciendo caso omiso al picor que se extendía por sus hombros.
Y, ciertamente, Driden se mantenía exactamente igual que la última vez que lo había visto. continuaba siendo un hombre alto, de piel morena y porte desenfadado. Seguía manteniendo su larga cabellera castaña rizada en un moño alto. Lo único diferente eran sus gafas. Al parecer, sus conocidas lentes redondas y doradas habían sufrido un pequeño accidente por parte de Mirana y, por el momento, se mantenía con unas tímidas y simples gafas rectangulares.
- Vaya veo que tu mal genio tampoco ha cambiado nada. - Refunfuño el rey de Astria, analizando a Van de arriba a abajo, con los brazos cruzados.
- ¡Oh,Van! Realmente a pasado tanto tiempo. Estoy encantada de volver a verte, pero Driden tiene razón, has cambiado mucho- Dijo Mirana mientras Van le besaba la mano.
Mirana, tan hermosa que podía ser, perfectamente, descendiente de Afrodita, le sonrió. Aunque venían para una visita oficial, debido a la fiesta nacional de Fanelia, la Vitia, la reunión se estaba celebrando en privado y de forma bastante informal. Por ello, Mirana vestía uno de sus vestidos más cómodos y sencillos, y mantenía su larga y abundante melena dorada desparramada por su espalda, sin ningún accesorio que la sostuviese. Sus brillantes ojos aguamarina brillaban de la emoción.
- Bienvenidos a Fanelia, debéis de estar agotados después del viaje. Pedí que os preparasen vuestra habitación esperando vuestra llegada. Os guiaré hasta ella.- Informó Van, haciendo un gesto para que lo siguieran por los corredores de palacio.
La Tierra, Tokio
Hitomi y Yukari estaban sentadas en una de las gradas de la cancha de atletismo. Yukari permanecía sentada cómodamente, flexionando los brazos en el escalón situado por encima, mientras Hitomi se terminaba de anudar las ligas de los tenis.
- Hitomi, me he enterado que has estado muy en contacto con Tamaki – Dijo Yukari de repente con una sonrisa picarona.
- Sí, me cae muy bien, hablo con él casi todas las tardes.- Contestó ella inocentemente, centrada en su tarea.
- Entonces… puede surgir algo ¿no?
Como si alguien la hubiera pinchado con un alfiler, Hitomi brincó, tanto que prácticamente se cayó de su asiento. Se giró molesta, dispuesta a encarar a su amiga.
- ¡Claro que no! Tamaki es solo un amigo ¿Cómo se te ocurre?- Exclamó, furiosa.
- Era solo una intuición, pero, últimamente no estás tan deprimida.- Contestó, haciendo caso omiso a su arrebato.
- Sí, porque somos muy parecidos pero, no lo veo de esa manera…- Respondió ella de forma tajante.
- ¿Realmente estás tan segura de que no puede suceder algo? - Cuestionó Yukari con una sonrisa intrigante.
Hitomi, hastiada, se levantó, dispuesta a calentar y a empezar el entrenamiento. Aún así, las palabras de Yukari no paraban de resonar en su cabeza ¿Realmente podría suceder algo con Tamaki? ¿Podría superar a Van de una vez por todas? ¿El... lo habría logrado ya? Esa última pregunta continuaba haciéndole trizas el corazón, pero utilizó el dolor y la amarga frustración para impulsar más sus piernas y ganar velocidad. Llegó a un punto en el que estaba sobrepasando con creces a cualquier otro miembro del club. Si sus piernas martilleaban del dolor, podría hacer caso omiso del dolor de su corazón. Aún así, con cada paso que daba, el nombre de Van se repetía en su mente, una y otra vez, de forma incansable. Estuvo a punto de maldecir en voz bien alta, a voz de grito, pero antes de poder hacerlo se mordió la lengua.
Fin del capitulo 1
