La tinta negra cubrió parte de las letras de esa última palabra; una mancha estrellada en la antes perfecta hoja blanca donde volcaba su voluntad póstuma. Maldijo para sí en un susurro seco procurando no despertar a la dama que yacía profundamente dormida en la cama, temiendo que el hechizo no haya sido suficiente.

Puso la pluma justo al lado del tintero y cogió, en un acto casi violento, el papel entre sus manos y lo estrujó antes de tirarlo a una pila de pelotitas del mismo color que estaban a unos centímetros del escritorio. Frustrado, suspiró y agarró otro pliego, acercó la vela quedando parte de su rostro a contraluz y empezó a escribir.

"A mi querida esposa," pensó, sacudió la cabeza descartando esa composición gramatical y escribió "A mi esposa," en su lugar. Movía su muñeca lentamente, provocando una letra elegante y cursiva, su rostro denotaba un nivel de concentración profundo, los ojos entrecerrados de forma leve acentuando las arrugas de la sien, los labios torcidos en un mohín casi imperceptible y los irises color azul caminando al compás del cálamo.

Distribuyó los bienes como le dictó su juicio. A su hijo Draco, un joven gallardo, de porte aristocrático y elegante, le dejó la potestad sobre el imperio Malfoy, un complejo de negocios que controlaba gran parte del mundo mágico. A su esposa Narcissa le otorgó la mansión Malfoy en Wiltshire, la casa de veraneo y una cuantiosa suma de dinero que era, sin embargo, insignificante ante la cantidad que generaban las empresas y el 10 por ciento de las acciones.

Detuvo la escritura y jugó con la pluma entre sus dedos. Era un objeto precioso, el vexilo era de color dorado con una L y M del mismo color grabadas en el Raquis negro difíciles de ver. Con ella firmaba todos los documentos importantes, nada procedía en sus negocios sin que se escribiera su nombre con esa pluma, ritual convenido por un pacto mágico pasado de generación en generación al heredero de la familia.

Pero eso ya no podía ser así, la profecía que escuchó apenas una semana le caló en lo más profundo del alma. Por eso a ella, a la que había violentado de una forma u otra al entrar a su hogar y dormirla profundamente, le dejaría lo más valioso que podía darle a persona alguna. Vio la pluma brillar contra la luz de la vela y recordó lo que había sucedido.

Fue un día recorriendo el callejón knockturn en busca, irónicamente, de la paz que había perdido en su vida. Allí las personas no se metían en los asuntos que no le concernían, se podía tener la privacidad deseada entre las callejuelas oscuras y los negocios cuestionables del lugar.

Luego de la guerra había decidido separarse de las artes oscuras, pero las viejas costumbres no morían fácilmente. Así que sujetando su capa para protegerse de la gélida brisa de esa mañana de noviembre, continuó mirando los establecimientos repletos de ingredientes extraños y grotescos cuando sucedió, como una sinfonía tétrica escuchó su apellido.

Se giró bruscamente para observar a una vieja anciana con la ropa raída y sucia pegada a la pared, con los ojos en blanco y hablando con una voz profunda y clara. Se acercó a ella sin dudarlo y escuchó todo lo que pasaría, lo que no podía permitir que sucediera. Lo peor, sin embargo, fue conocer la fecha de su propia muerte.

Se enfocó en la chica que dormía plácidamente en una cama simple con sábanas de algodón, cuyo cabello castaño abundante permanecía esparcido debajo de sí. Lo había meditado mucho, si quería librar el futuro del mundo mágico y el de su familia tendría que ser el héroe en esta ocasión.

Necesitaba a alguien que no se dejara manipular por la riqueza de los Malfoys, que no tuviera interés alguno en adquirir poder, fama y gloria y con el temple suficiente para salvarlos a todos y corregir aquello que debía de ser corregido. Se acercó hasta a ella y una sonrisa se formó en sus labios. ¿Quién iba a decir que al final de sus días tendría que acudir al socorro de alguien que representaba todo lo contrario a lo que le había sido enseñado?

Con mucho cuidado se inclinó para alcanzar uno de sus rizos, con la mano derecha lo arrancó con la mayor delicadeza posible; en la izquierda tenía la pluma. Sus labios comenzaron a articular un hechizo tan antiguo como los más lejanos ancestros de su familia.

Una luz brillante apareció bajo sus pies, los objetos que estaban en sus manos flotaron hasta la altura de su cabeza y la hebra de cabello formó parte de las hebras del utensilio estilográfico. Luego sacó la varita de su pantalón y se hizo una herida en el dedo índice dejando que la gota de sangre cayera en la pluma, procedió luego a recrear esta operación con la chica, cuyo rostro no se inmutó con el corte. Con satisfacción observó a las letras cambiar de LM a HG.

Con su varita hizo desaparecer todo rastro de su presencia allí, las pelotitas de papel se esfumaron al igual que la vela que le servía de lumbrera y curó la incisión de la mano de cada uno. Tomó el testamento, lo dobló cuidadosamente y con un sonido sordo desapareció del apartamento de Hermione Jean Granger.

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*UNA SEMANA ANTES*

Un sonido repetitivo le martilló los oídos incesantemente. Sacó el brazo bajo las sábanas y tanteó la mesita de noche hasta dar con el reloj despertador. Cuando el molesto pitido de la alarma cesó, se estrujó los ojos antes de abrirlos por completo. Se incorporó lentamente sintiéndose sumamente cansada, como si no hubiera conciliado el sueño durante toda la noche, se desperezó y miró por la ventana, el cielo estaba completamente cerrado lo que no ayudaba a la fría temperatura de esa mañana.

Después de un rápido baño y unas cuantas tostadas con café, Hermione estaba lista para salir rumbo a su trabajo, una pequeña compañía que fundó juntos a sus dos mejores amigas, Ginevra Weasley y Luna Lovegood, de elaboración de pociones críticas ubicada en el callejón Diagon.

El repetir el último año le permitió a la castaña compenetrarse mucho más con ellas, hasta tal punto de desarrollar un sexto sentido que les avisaba cuando algo no pasaba bien con la otra. Descubrieron también que compartían una pasión en común, el sanar; de una forma u otra les gustaba ser capaces de devolverle la salud a los enfermos, sean estos magos o criaturas mágicas.

Cada una aportaba algo a la sociedad, Luna adoraba a los animales, por tanto dedicaba sus esfuerzos a crear fórmulas que le permitieran curar heridas que tardarían semanas en recuperarse con pociones convencionales, obteniendo excelentes resultados. Ginny, que había perdido a un hermano durante la guerra, prefería pasar el tiempo ideando brebajes que detuvieran sangrados copiosos, que ralentizaran los efectos de ciertos venenos o que brindaran al consumidor una mayor capacidad de aguante.

Hermione, por su parte, que estaba más relacionada al mundo muggle, inventaba pócimas que curaran de manera efectiva las dolencias de salud de las personas, combinaba fórmulas de medicamentos comunes con ingredientes de pociones, incluso había creado una crece huesos indolora y con acción de dos horas, en lugar del doloroso y largo proceso por el que se tenía que pasar antes.

¿Por qué, entonces, su compañía no poseía la cantidad de clientela que unos productos tan revolucionarios como aquellos debía atraer? Por dos simples razones; la primera se debía a que las personas siempre están renuentes al cambio, prefieren los viejos métodos antes de probar algo nuevo; y segundo, las tiendas a las que suministraban sólo compraban en pequeñas cantidades ya que su proveedor principal era la división de elaboración de pociones de las empresas Malfoy.

Al final de cada mes apenas les daba lo suficiente para pagar todas las deudas y a sí mismas, pero no dejaban que esto las desanimara, tenían la esperanza de que algún día las cosas iban a mejorar.

–Buenos días. – dijeron al unísono la rubia y la pelirroja mientras abrían la puerta del establecimiento con una gran sonrisa estampada en sus rostros. Dejaron sus abrigos en la entrada, se colocaron los guantes, se pusieron una bata de laboratorio y lentes protectores.

–Buenos días chicas, ¿cómo están?

–Yo estoy estupendamente Hermione, gracias por preguntar. – dijo Ginny bastante entusiasmada, mirando a sus amigas con cara soñadora.

–Es que ha tenido una cita anoche. – intervino Luna por explicación a la actitud de la menor de los Weasley. Las tres rieron e iniciaron sus labores.

– ¿En qué estás trabajando ahora Luna?– le preguntó Hermione mientras observaba el caldero humeante que ella manipulaba.

–Estoy tratando de desarrollar una poción para curar el sarampión de dragón noruego, que como ya saben–

–Trastornan a los dragones que no son de esa especie, provocando que su sistema inmunológico desarrolle una sustancia venenosa que se mezcla con su saliva–interrumpió Ginny.

–Y en caso de que un humano toque alguna de las erupciones de la piel del dragón le contagia la enfermedad matándolo en menos de veinticuatro horas. – terminó Hermione. Las tres se miraron cómplices. Como sucedía a menudo cada una terminaba trabajando en algo relacionado con lo de la otra. Había sido así desde el inicio, en este caso Luna quería curar el sarampión de dragón noruego en otras especies de dragones, Ginny el efecto del veneno producido por su saliva durante la enfermedad y la castaña quería descubrir la manera de curar el virus en los seres humanos.

El resto de la mañana lo pasaron trabajando en silencio, no fue sino hasta entrada las dos de la tarde en que decidieron hacer un alto para ir a comer. Apagaron los calderos y guardaron las muestras, se quitaron las batas y se colocaron los abrigos. Cuando ya estuvieron listas para salir tuvieron un visitante inesperado, justo cuando Hermione estuvo a punto de abrir la puerta se topó de frente con la última persona que creía iba a ver entrando a su negocio. Sus hombros se tensaron y llevó una de sus manos al pecho. Ginny frunció el seño y se cruzó de brazos mientras que Luna se quedó mirándolo con ojos curiosos.

–Buenas tardes señoritas. – dijo usando todo el uso de la galantería que poseía, se quitó el sombrero e hizo una ligera inclinación de cabeza antes de pasar sin ser invitado, a lo que Ginny frunció el seño aún más y Luna lo miró con más curiosidad si cabía.

– ¿Señor Malfoy?– preguntó Hermione con un hilo de voz sorprendida por la entrada del dueño de las industrias Malfoy, este se tomó el tiempo para contemplar el establecimiento antes de girarse a verlas. No dijo nada, parecía que se debatía entre dirigirles la palabra o salir de allí y no mirar atrás.

–Vamos de salida señor Malfoy, ¿desea algo?– dijo Ginny visiblemente molesta. Lucius ladeó sus labios en una sonrisa y fijó sus ojos en Hermione, que sin saber por qué se sobresaltó por esto.

–Al parecer he llegado en un momento inoportuno, ya que no pueden atenderme me preguntaba si no causaría algún problema el invitarlas a comer. – Las tres lo miraron como si estuviera salido del planeta para luego intercambiar miradas entre ellas. Por su parte él trataba de no reírse ante las caras que ponían las chicas.

– ¿Se encuentra usted bien señor Malfoy? ¿No ha perdido la memoria? Si no lo recuerda usted y nosotras no nos llevamos bien. – dijo Luna en un tono tan inocente que de no ser por lo ridículo de la situación se hubieran reído de la ocurrencia. Recolectándose de la primera impresión Hermione decidió hablar.

– ¿Quiere discutir algo en particular con nosotras?

–Así es señorita Granger, si son tan amables de aceptar mi invitación hay un traslador afuera esperando. – Un incómodo silencio se cernió sobre los presentes, ¿cuáles serían las verdaderas intenciones de Lucius Malfoy para solicitarles una reunión sin aviso?, porque esto no podía ser otra cosa que una reunión de negocios. ¿Con qué cara se presentaba en su local cuando él mismo había intentado cerrarlo varias veces? Si no fueran héroes de guerra y amigas de Harry Potter de seguro que lo hubiera logrado hace mucho tiempo.

–Creo que no es una mala idea.

– ¿Disculpa Luna?– le interrumpió Ginny incrédula. – ¿Se te olvida que este hombre ha intentado sacarnos del negocio en varias ocasiones?

–Lo sé Ginny, pero una comida es algo inofensivo. – Luna las miró pidiéndoles confianza en su intuición, que en muchas ocasiones resultaba ser útil, Hermione asintió y Ginny suspiró resignada.

–Lo acompañaremos señor Malfoy, pero espero que establezca claramente qué desea de nosotras. – dijo la castaña antes de salir de la tienda de pociones HGL.

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–Estuvo más normal de lo que esperaba. – dijo Hermione de regreso en la tienda. Su comida con Lucius Malfoy no había sido un completo desastre como habían pensado que sería. Pero lo cierto es que sus intenciones tampoco quedaron del todo claras.

No hablaron de negocios en ningún momento. Las llevó a un restaurante sumamente caro del mundo mágico llamado La Cava, al principio se sintieron fuera de lugar por la vestimenta que llevaban las personas allí, pero luego de que Malfoy padre hablara con el encargado, los llevaron a un cuarto especial donde podían tener más privacidad.

Luna fue la primera en romper el hielo preguntándole directamente qué era lo que quería. Él, para confusión de las tres, dijo que sólo pasaba por el vecindario y quería algo de compañía para almorzar. No le creyeron por supuesto pero decidieron no seguir cuestionándolo sobre el tema. De nuevo un silencio incómodo se formó entre ellos hasta que él decidió empezar una plática sobre los avances en el ámbito de la fabricación de pociones y las técnicas que se usaban en la división de pociones de la compañía Malfoy.

Las chicas no pudieron evitar emocionarse con dicho tema de conversación y en tiempo alguno se vieron sumidos en una discusión tan apasionada que las horas se fueron volando, la continuaron incluso mientras comían, cuando quisieron darse cuenta eran las seis de la tarde y era hora de regresar para dejar todo listo en la tienda para el día siguiente.

–Tienes toda la razón Hermione, hasta yo disfruté su compañía, creo que eso me da escalofríos. – dijo Ginny dejando escapar la risa.

– ¿No les parece que tiene algún problema?– preguntó Luna de la nada.

– ¿A qué te refieres? Yo no percibí nada– le dijo la castaña mientras iba moviendo unos calderos de lugar.

–Es que me parece que en algunos momentos su mirada se nublaba o se tornaba más triste. No tenía la mirada arrogante y altanera de siempre.

–Por si no te fijaste Luna, él no se ha comportado como el Malfoy que conocemos. – le respondió Ginny mientras barría el espacio del recibidor.

–Creo que por eso mismo debiéramos de preocuparnos. Sabemos lidiar contra el Malfoy narcisista y arrogante, ¿pero cómo manejar a uno que pretende ser amable? ¿Será algún truco para sacarnos del negocio?– añadió Hermione. No contestaron, cada una se sumió en sus pensamientos y no dijeron palabra hasta que se despidieron.

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*UN DÍA ANTES*

Las cortinas blancas de seda se movían suavemente con el ir y venir de la brisa marina. Salió al balcón para observar la belleza del mar mediterráneo, el sol dio de lleno con su pecho desnudo y sus pies descalzos podían sentir el piso de mármol, su cuerpo estaba cubierto sólo por un pantalón de lino blanco. Enredó sus dedos con su cabello rubio y los sacudió antes de sentarse en una de las costosas sillas de la casa de veraneo.

Draco Malfoy convocó una portátil plateada con un movimiento de varita. Aunque al principio se mostró renuente a utilizar cualquier aparato muggle se dio cuenta de que el trabajo era más eficiente con la ayuda de este ingenioso invento. Convenció a su padre de instalarlas en la compañía, las comunicaciones llegaban más rápido que si se usaban las lechuzas y se reducían los costos de uso de pergamino.

Gracias a aquellas máquinas podía trabajar desde allí, preocupándose por las acciones de las industrias Malfoy mientras estaba rodeado por la vista más hermosa que jamás había contemplado. La casa quedaba en un acantilado, podía escuchar las olas chocar contra la pared de piedra, rodeada además por un inmenso campo de narcisos, pero dada la época sin florecer.

Una chica morena, de piernas largas, piel de porcelana y ojos azules fue a su encuentro. Se acercó sigilosamente con movimientos felinos, le quitó la portátil de las piernas y la puso en la mesa de mimbre que estaba al lado. Se sentó en las piernas del chico atrapándolo en un arco y lo besó apasionadamente, acercándolo más a sí misma cuando lo atrajo por el cuello.

–Buenos días Pansy– dijo cuando al fin el aire se hacía necesario para los dos. Ella sonrió sensualmente, se restregó con movimientos circulares en su regazo y luego se levantó para sentarse en la silla de al lado. Pansy Parkinson había nacido para ser la próxima señora Malfoy, desde que asistía a Hogwarts lo entendió, se acercó a Draco cuando este tonteaba con una cantidad ridícula de chicas, primero siendo su amiga, ganándose su confianza, demostrándole que era tan ágil y avispada como él y luego espantando a todas las que podían considerarse su rival.

– ¿Regresaremos hoy a Londres?– le preguntó con voz caprichosa mientras observaba sus uñas distraídamente.

–Así es. – Contestó mientras volvía a coger la portátil y se enfocaba en su trabajo. –Mi padre desea hablar de un asunto delicado conmigo. Al menos eso fue lo que escribió en su última carta.

–Voy a prepararme entonces. – Pansy se levantó y se dirigió a la habitación principal, tiró los vestidos del closet encima de la cama y llamó a trix, una elfina, para que empacara todas sus cosas. Un sonido seco e insistente provenía de la ventana, una lechuza se asomaba con un pergamino amarrado a una de las patas.

Era una carta de Astoria Greengrass, su mejor amiga. Le preguntaba sobre su regreso y si irían juntas de compras cuando lo hiciera. Pansy sonrió y le contestó de inmediato enviando su respuesta con la misma lechuza. – ¿Lista Pansy?– le dijo Draco asomándose en la puerta. –Por supuesto cariño– le contestó.

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Una semana había pasado ya desde que había invitado a las chicas de pociones HGL a comer, y repitió la acción durante los siguientes cuatro días, sorprendido de que hayan aceptado de nuevo las subsiguientes invitaciones. Lo que Lucius si había podido apreciar en esos encuentros es que había sido un tonto al querer cerrar su negocio, las chicas eran increíblemente inteligentes y con ideas nuevas y revolucionarias.

Pudo apreciar lo unidas que eran y se alegró, sobretodo porque sabía que los acontecimientos que vendrían para la señorita Granger requerirían que tuviera un soporte, alguien en quien pudiera confiar.

Con eso mismo en mente y sabiendo que ya no le quedaba mucho tiempo decidió, esa noche, a realizar una última modificación a su testamento, esperando que fuera lo mejor, su corazón al menos le decía que sí lo era. Vio el reloj, era pasada la media noche y sabía que no volvería a ver la luz del sol. Se apareció en el apartamento de Hermione, no fue difícil saber dónde vivía, sus propios hombres se habían encargado de averiguarlo.

Cuando dio con su habitación convocó un hechizo adormecedor sobre ella para que no pudiera despertar. Después de unos cuantos intentos infructuosos fue capaz de redactar el testamento correctamente, dejándole a cada quien lo que se merecía y a ella la llave del futuro del mundo mágico.

Después de realizar el ritual se apareció en su oficina personal en la sede principal de las empresas Malfoy. Fue a la caja fuerte y depositó el testamento allí, al menos sabía que estaría en buenas manos. Esa misma tarde su hijo había llegado y le confió la nueva clave de la caja. Lo abrazó, al finalizar la conversación lo hizo, no lo vería de nuevo y necesitaba, por alguna extraña razón, sentirlo por última vez. La confusión que vio en la cara de Draco le causó risa pero se contuvo.

Se dirigió a la ventana y observó a través del cristal. La calle estaba vacía apenas iluminada por la luces de Gringotts. Miró otra vez su reloj, la una de la madrugada en punto y la puerta de su oficina se abrió. Había llegado el momento. No se giró pero observó por el reflejo en la ventana una figura que se movía hacia él.

–Con que has venido– dijo aún sin darle el frente con las manos en los bolsillos. La persona que irrumpió en la oficina se detuvo, pero no dijo nada. Entonces Lucius lo enfrentó y se sorprendió sobremanera al reconocer quién era la persona que estaba allí. –De todas las personas que podrían quererme muerto no imaginé que tú fueras una de ellas.

–La vida está llena de sorpresas señor Malfoy.

–Ya basta de rodeos– le contestó Lucius –acabemos con esto, yo no pienso hacerle las cosas fáciles. – dichas estas palabras sacó su varita y él y esa persona comenzaron a batallar.

A esa hora nada se escuchaba, el silencio reinaba en el callejón Diagon. La brisa fría se colaba por los orificios en la madera de las casas y negocios del lugar. La atmósfera era totalmente pacífica, siendo turbada sólo por una intensa luz verde que salió de la última planta del edificio de la sede principal de las industrias Malfoy.

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–Buenos días chicas– dijo Hermione alegre a sus dos mejores amigas mientras se preparaban para la jornada de ese día.

–Buenos días Hermione. – respondió Ginny.

–Buen día Mía, ¿creen que el señor Malfoy nos invite a comer hoy de nuevo?– preguntó Luna risueña, pues era la que mejor se había llevado con Lucius y al igual que sus amigas, dejó el pasado atrás y decidió darle una oportunidad, empezando a sentir por él un cariño real.

–No sé qué mosca le haya picado pero este nuevo Lucius Malfoy me agrada más. – apuntó la castaña mientras sonreía. Un picoteo en la puerta les avisó que El Profeta había llegado, Ginny atendió dándole unos sickles a la lechuza y una caricia antes de dejarla ir.

– ¿Qué noticias tiene el diario?– preguntó Hermione sin darle mucha importancia. Sin embargo Ginevra no contestó.

– ¿Qué te pasa Ginny?– preguntó Luna asustada, provocando que la castaña volcara su atención a ella. La pelirroja estaba lívida, con los ojos desorbitados y al borde de las lágrimas.

–Ginny por Merlín, ¿qué es lo que te pasa?– preguntó histérica Hermione mientras cada una se ponía a un lado para leer lo que ponía El Profeta.

El mundo mágico se viste de luto

Esta mañana el mundo mágico siente la pérdida de uno de los magos más influyentes de nuestros días. Hoy a primera hora en la mañana se ha encontrado el cuerpo del magnate millonario Lucius Malfoy, dueño de las industrias Malfoy. Al parecer asesinado con la maldición imperdonable. Los aurores están realizando las investigaciones pertinentes, sin ninguna pista relevante hasta ahora sobre el paradero del autor del crimen. Este periódico quiere expresar su más sentido pésame a la familia Malfoy y sus allegados. El testamento será leído el día de hoy a las tres de la tarde.

Ninguna de ellas pudo contener las lágrimas que pujaron por dejar sus ojos. Porque aunque en el pasado fue un mortífago, que las humillara y pelearan contra él en varias ocasiones, habían descubierto también que en él podían tener un buen amigo.