Disclaimer: ya sabemos que la historia original no nos pertenece a ninguno de nosotros, sino a la "idolaza"de Meyer, quien creo este mundo. Y, bla bla bla bla, creo que todos los de aca, tenemos códigos. Y, si escribimos, es por puro placer y diversión.

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La Ultima Danza

Por: DulceMia

Capitulo 1

Molesto. Demasiado molesto para ser tan temprano.

El poderoso astro rey se levantaba para colarse a través de mi ventana y mi hermoso despertador me avisaba que el día apenas comenzaba. Sinceramente, ese no era el problema. El problema radicaba en la fecha del día de hoy. Pensar en eso provocó un gruñido con olor a… anda a saber uno y un movimiento corporal que tuvo como resultado una visión singular del piso de mi habitación.

¿Bella?- escuché desde las escaleras. Seguramente mi papá, Charlie, habrá escuchado el sonoro ruido de mi caída. - ¿Estás bien?- preguntó con un dejo de diversión en su voz. Y, con eso, abrió la puerta de mi habitación. Cuando finalizó su escrutinio de mi estado deplorable y mi posición corporal, estalló en carcajadas. A mi costa.

Al notar que el ya calentado humo de mi cabeza estaba a punto de explotar, escapó inmediatamente de mi cuarto aún riéndose.

Genial. Simplemente genial.

No le di mas vueltas al asunto y me preparé para tomar una ducha lo suficientemente caliente como para aflojar mi tensión y, si Dios me lo permitía, mi malhumor. Sabía que no me iba a ayudar en nada en el día de hoy. Necesitaba estar tranquila y relajada. De lo contrario, no lo lograría. Ese pensamiento se convirtió en un escalofrío

No podía fallar. No había lugar para los errores. De una manera u otra, tenía que lograrlo.

Era mi futuro. El único futuro que estaba en mi carpeta y por lo que luché tantos años. Lo que me costó un alejamiento de mi madre y de mi dulce hogar , en Phoniex. Por esa razón, decidí viajar a Forks para prepararme y hacer realidad mi sueño. Sin importar las consecuencias.

Desde que tengo memoria, siempre me ha gustado bailar. Al hacerlo, sentía que era yo misma, me sentía en mi mundo. Pero, por sobre todas las cosas, sentía libertad. Era una gran liberación de todo.

Un día, a la edad de los 8 años, estaba leyendo una revista típica para nenes de esa edad cuando una fotografía me impactó: una pareja de bailarines con sus hermosos y mágicos trajes sobre un gran escenario junto a una gran multitud. Y, en ese preciso momento, supe mi sentido de vivir. Supe qué era lo que quería. Supe para lo que estaba hecha. A los 8 años. ¿Increíble no?

Mi madre no tuvo que preguntar anda. Con tan solo observar mi mirada, entendió qué era lo que me pasaba. Y a partir de ese entonces, he estudiado y perfeccionado en muchas academias de danzas en Phoenix. Entrando y saliendo de ellas, aprendiendo, conociendo.

Hasta que un día, un llamativo cartel atrajo toda mi atención. Ese cartel significó una señal para mí porque me marcó hacia dónde tenía que dirigirme. En él convocaban a todas las chicas y chicos de entre 17 y 19 años a presentarse en La Academia "Dance Forever" ubicada en la localidad de Forks, Washigtone. Se seleccionará un grupo de bailarines junto con la pareja principal para protagonizar la mejor obra que se haya visto en Broadway.

Y aquí estoy, tratando de no desfallecer de los nervios y de la tensión. Manteniendo mis sueños y esperanzas aunque, no quiero engañarme. Sé que va hacer muy difícil, para no decir imposible, conseguir un lugar en el grupo. Escuché que los participantes provienen de muchos estados y le nivel de ellos es extraordinario.

Bien. Era hora de abandonar esos pensamientos de una vez.

Luego de la ducha bajé corriendo las escaleras, no sin antes tropezarme como de costumbre, tomé mí barrita de cereal y con un adiós dirigido a mi papá salí disparando de mi casa. Estaba abriendo la puerta cuando su llamado me detuvo lo que casi provocó un resbalón.

¿Bella?- en su tono de voz se podía claramente notar vergüenza e incertidumbre.

¿Sí, papá?- dije asomándome por la puerta.

Que tengas mucha suerte hoy. Te la mereces- y con una sonrisa tenue en su rostro, regresó a sus actividades policiales previas a su jornada de trabajo.

Solo asentí con mi cabeza y salí de la casa. La barrita de cereal se me había atascado en la garganta debido al asombro del momento. Ni Charlie ni yo solíamos demostrar afecto o sentimientos. Y eso, hizo que me congelara en el lugar y no pudiera responderle. Ante esto descubrí una verdad tan clara como el agua: mi papá se preocupaba más por mí de lo que resalta a la vista. Me estremecí y una gran compasión por mi padre nació en mí.

Después de todo, él nunca superó la separación y siempre deseó que en algún momento de la vida, ambas, pudiésemos regresar junto a él para poder formar la familia que siempre soñó tener.

Me entristecí profundamente dándome cuenta de mi ignorancia: él cargó con sus pesares sobre su espalda en soledad durante toda su vida.

Tendría que resolver esa situación de alguna manera. O, al menos, reducir su soledad un poco. Subiéndome a mi camioneta Chevy producida en 1970, decidí despejar esas ideas de mi cabeza recordando el desafío que tenía por delante. ¡Menudo desafío!

El trayecto desde mi casa hacia la academia de danza duraba, dentro de lo normal, 20 minutos. Sin embargo, mi vieja camioneta, ya a punto de jubilarse, necesitaba de más tiempo y esfuerzo para llegar a cualquier destino que yo le pedía. En realidad, no me importaba. Con el tiempo supe como quererla y sacar provecho de ella. De acuerdo, lo admito: no puede sacar ningún provecho de ella.

Y de improvisto, una gran estructura moderna cuya dimensión se extendía por toda la manzana, se alzaba con orgullo a mi derecha. Tan embobada quedé que casi me estrello con un automóvil estacionado a mi derecha. Con torpeza, logré realizar la maniobra correcta y así, poder estabilizar mi camioneta como correspondía. Por suerte, no había nadie detrás de mí que me proporcionara unos hermosos insultos resaltándome, lo que ya sabía, lo descuidada que fui. Suspiré.

En ese momento, pasaba frente a la imponente estructura rodeada por rejas negras, cuya entrada no tenía nada que envidiarle a la de La Casa Blanca. Consistía en dos gigantescas rejas doradas y en su cima se alzaba un gran letrero escrito con negro dándoles la bienvenida a los estudiantes. En frente, visualicé lo que tanto estaba buscando: el estacionamiento. Cierto, ante semejante estructura ¿quién se fijaría en un estacionamiento?

Aparqué en el lugar más alejado que pude. Apagué el motor con una lentitud inhumana y recosté mi cabeza hacía atrás con los ojos cerrados. Realicé un profundo suspiró. No podía echarme atrás ahora; no después de todo lo que luche por estar en el lugar que siempre deseé. Mi sueño estaba a un paso de cumplirse: el más difícil de realizar. El que te pone a prueba si de verdad estás preparada para realizarlo. Si, realmente, tenés o no el coraje para hacer realidad tu sueño. El que te prueba a vos mismo de qué estás hecho.

¿Estaba lista para esto? ¿Estaba lista para enfrentarme a lo que se avecinaba?

Definitivamente no.

A pesar de todo el aprendizaje que ahorré durante mis estadías en todas las academias de danzas en las cuales estudié, me di cuenta que todavía tenía mucho que aprender. Pero no precisamente de baile, porque para eso, la técnica y el talento están en mí. De lo contrario, no me hubieran aceptado.

Descendí de la camioneta con pesadez y me dediqué a inspeccionar el exterior de la academia. A simple vista, uno podía notar con facilidad que ésta estaba construida con la modernidad característica del siglo XXI. Además, contaba con inmenso parque en el frente adornado con hermosas fuentes.

Volví a suspirar y emprendí mi camino hacia mi sueño.

Caminaba por un gran pasillo principal colmado de gente que iba y venía con vestimentas apropiadas para quienes se dedicaban a la danza. Todos inmersos en sus responsabilidades. Hasta que llegué al final del pasillo, el cual se ramificaba en otros dos: uno para la izquierda y otro hacia la derecha. En el medio, se extendía una gran cartelera con papeles de todos los colores cuya información se basaba en horarios, citas, lugares, concursos, etc. Tan ensimismada estaba en ellos que me olvidé de lo que realmente estaba buscando y una voz cantarina apareció por detrás de mí.

¿Perdida?

Me sobresalté provocándome casi una taquicardia.

Una melodiosa risa semejante a la de las campanas provino de esta chica desconocida.

Parece que sí ¿Puedo ayudarte a ubicarte? Usualmente los nuevos ingresantes toman tu misma actitud.- me informó una amplia sonrisa permitiéndome ver su dentadura perfecta y blanca.

Me tomó un par de segundos volver a la normalidad. Ella pareció no impacientarse, manteniendo esa enorme sonrisa.

Sí, me haría mucha falta una mano. Soy Isabella Swan, pero puedes llamarme Bella.- le dije extendiéndole la mano pero, a cambio, recibí un cálido abrazo por parte de la chica. Perpleja por su comportamiento tan efusivo, se lo devolví a medias.

¿Eres la chica que participó en el Festival de Danza de París? ¡Es genial!- exclamó dando saltitos y aplaudiendo con las manos.

No entendía su emoción. Supuse que ella también habrá participado en festivales de esa magnitud.

Sí así es. Pero no me has dicho tu nombre todavía.- con tanta emoción en su interior, se había olvidado de mencionar su nombre. Solté una risita.

Oh, disculpa. Qué descortesía por mi parte. Soy Alice Cullen, un placer conocerte Bella. Y dime, ¿es verdad que también has participado en otros festivales de esa categoría?

Fruncí en ceño ante esa pregunta realizada para confirmar sus sospechas.

¿Cómo es que sabes esas cosas?

Bueno…- dudó entre si decirme la verdad o no.- Se podría decir que lo leí en el expediente de los nuevos ingresantes a la academia.

¿¡Cómo?!- ante esa confesión, mis ojos se abrieron como platos debatiéndose entre el horror y la sorpresa.

Es bueno tener ciertas… amistades.- expresó guiñándome un ojo.

¿Y por qué rayos harías una cosa así?

Es que tu nombre en la lista me llamó mucho la intención. Sabía que lo había leído por alguna otra parte y no recordaba dónde. Cuando lo vi, decidí averiguar un poco más. Obviando los detalles, pude leer que has participado en varios festivales internacionales y quería comprobar si era cierto. Ya sabes, puede haber engaños en esos expedientes…-

Aun así, no me dejo convencida. Dejándolo pasar, le respondí con franqueza.

Sí, he participado en varios festivales internacionales. Pero sólo tenía que hacer las coreografías de presentación y la de finalización. No es la gran cosa. Además, no era la principal.

Eso no importa. Lo importante es que estuviste ahí y adquiriste tu experiencia. ¿En cuáles más estuviste?

Eso también lo sabía. Sin embargo, adiviné que lo quería comprobar.

En el de Londres, Madrid, Roma y Nueva York.

¡Guau! Es una lista considerable para tus 18 años.

Supongo que sí.- dije encogiéndome de hombros y restándole importancia.- Pero calculo que una chica como tú, debe tener un par de nombres más en la lista.- agregué con un sonrisa pícara.

Solo unos… cinco más.- dijo, dejando entrever su picardía

Y, ambas, compartimos la carcajada más natural y larga que había hecho en varios años.

Dime, Bella. ¿Qué era lo que estabas buscando en este palacio?

Estaba buscando el centro de informes para que me entregasen el horario de clases y el mapa del colegio.

Ven, yo te guió.

Y, con esta pequeña chica de cabello negro en puntas, ojos azules y piel parecida al color de la nieve, me encaminé hacia el centro de informes. Durante el trayecto, me enseño las diferentes salas de ensayos donde ya había alumnos practicando, y me contó la historia de este lugar.

Al llegar a un enorme salón con puertas de vidrio corredizas, ella se volteó hacia mí.

Bueno, Bella… este es el centro. Te dejo porque llego tarde a mi clase de interpretación. Espero verte en el almuerzo. Que tengas suerte.

Y con eso, se despidió trotando en la dirección opuesta.

Con una sonrisa en mi rostro, ingresé en el salón en busca de mi horario.

En un escritorio con una computadora de ultima tecnología, se sentaba una señora de no mas de 50 años inmersa en su trabajo. Al acercarme, levantó su vista hacia mi. Me realizó un escaneo de arriba hacia abajo y estuve a punto de decirle si no quería también mi DNI, mi foto 4X4 y, por qué no, las radiografías.

¿En qué puedo ayudarte?- preguntó con voz monótona.

Buenos días. Soy nueva y quisiera el horario de clases.

Tu nombre, por favor.

Isabella Swan.

Escribió la información en la computadora y se paró para buscar una carpeta en la estantería ubicada detrás de ella. Sacó de su interior un sobre de color marrón y me lo entregó.

Aquí dentro, señorita Swan, tiene un mapa de la academia y los horarios de sus clases junto con los nombres de los profesores y a los salones a los cuales usted concurrirá.

Muchas gracias, señora.

Para cuando alcancé la puerta de salida, volví a escuchar su voz monótona, pero con un deje de diversión.

Y también…- ante su pausa, decidí darme la vuelta para encararla.- información extra que estoy segura que le será útil.

Ante eso, fruncí el ceño, confundida. ¿Información extra? ¿Qué querrá decir con eso?

No cualquiera recibe esa información, señorita Swan.- volvió a escanearme antes de regresar a su trabajo.

Pude notar la doble intención en aquella oración. Decidí olvidarme de ese asunto y retiré del sobre el horario de clases. Una vez que vi que mi primera clase, esta de danza clásica, empezaba en media hora, retiré el mapa y busqué el salón 37. Se encontraba en el piso 2.

¡La academia contaba con cinco 7 pisos! ¡Por Dios! ¡Debe ser una de las más grandes, para no decir la más grande, de Estados Unidos! ¿Cómo no me di cuenta antes? Sabía que esta academia era una de las más prestigiosas del país, pero nunca creí que me encontraría con semejante estructura ¿Qué es lo que podría tener de distinto? Me llevaría todo el año descubrir cada rincón.

Suspiré. Lentamente, camine por los pasillos guiándome con el mapa. Traté de memorizar cada paso que daba para que en un futuro no tuviera que seguir usándolo. Sería ridículo y vergonzoso. Llegué a los ascensores y tome el del medio, ya que la academia contaba con tres de ellos. Ni un edificio de 10 pisos tenía tres ascensores; supongo que habrá suficientes estudiantes para ello.

Descendí en el segundo piso y me encaminé hacia el salón correspondiente de danza clásica. Al llegar, observé, por las paredes de vidrio que lo rodeaba, a la gente que ya estaba allí. Calculé que no eran mas de 10 personas sin contar con el profesor el cual, por lo visto, aún no habían ingresado.

Entre al salón y por unos instantes 10 pares de ojos se posaron en mí dejando de hacer los precalentamientos correspondientes. Luego de un escrutinio bastante singular, cada uno regreso a sus cosas correspondientes.

Ubiqué mis cosas en un perchero y comencé con el precalentamiento.

Cinco minutos pasaron cuando una mujer joven de unos 26 años ingresó al salón con aire de superioridad y seriedad. Supuse que sería la profesora. Con voz fina y a la vez potente, declaró.

Buenos días a todos. Para los que no me conocen soy Serena Mails y me dedico a enseñarles todo lo necesario para que sean profesionales en la danza clásica. Hoy tenemos cuatro estudiantes nuevos así que quiero que me demuestren que saben hacer antes de comenzar con la clase. –

Cuando llegó mi turno, pude notar un poco de tensión en su cuerpo y, no sólo eso, sino que también un poco de… ¿ansiedad?

Usted es Isabella Swan, ¿cierto?- preguntó sin antes un escrutinio. Parecía que esta academia no sólo se dedicaba a la danza, sino también al escrutinio Tendrían que ponerla como clase especial.

Si, así es.

Bien, podrías demostrarme la rutina de Wallace, por favor.

La rutina de Wallace ya la había realizado en uno de los festivales que participé. Así que no me produjo ninguna dificultad.

Muchas gracias, señorita Swan. Gran demostración. No me extraña que haya sido aceptada en esta academia.- me dijo con una sonrisita. – El siguiente, por favor.

Luego de esa clase que se desarrolló sin grandes novedades, la mañana continuó con el recorrido de la academia mientras asistía a las clases.

Al finalizar la última clase de la mañana, estuve feliz de que tocaran el timbre para el almuerzo.

Una gran multitud se apretujó en la estrada de la cafetería. Ésta contaba con enormes mesas extensas con bancos para almorzar. Y en el medio podías apreciar una gran mesada repleta de comidas de todo tipo, como si estuvieras en un tenedor libre. Una vez servido mi almuerzo, decidí dirigirme a una mesa apartada. Aún no me había acostumbrado y necesitaba mi tiempo para poder, luego, realizar sociales. En eso, volví a escuchar el sonido de las campanas.

¡Hey, Bella! ¡Por aquí!- al voltearme hacia esa voz, puede notar su mirada azul y una mano levantada saludándome.

Con una sonrisa en mi rostro, me dirigí hacia ella. Cuando llegué, pude notar que Alice Cullen no se encontraba sola en la mesa. En ella había tres personas más. Ella se paró para darme un abrazo.

¿Cómo estás, Bella? Permíteme presentarte a mi familia. Él es Emmet "insoportable" Cullen, mi hermano.

¡Hey! ¡Qué mala hermanita eres, Alice! Me preguntó… - y se llevó un dedo al mentón fingiendo pensar algo dificultoso y con una expresión realmente graciosa en su rostro que me hizo soltar una risa.- qué es lo que harías sin mi- dijo señalándose con el dedo índice.- Es un gusto, Bella.

Alice, de una forma infantil, le sacó la lengua y siguió con su presentación. Emmet rió. Este chico me hacía acordar mucho a la figura de hermano mayor que siempre quise tener: grandote, musculoso y algo infantil.

Ella es Rosaile Hale, mi prima. Una experta en danza, por supuesto. Y una experta también en matar "osos insoportables" y, obviamente, novia de Emmet.

Rosalie Hale era la viva imagen de la Diosa Afrodita con una impresionante cascada de pelo rubio cayéndose por su espalda, y una figura que parecía hecha a medida. Seguramente haría estallar cualquier hormona masculina y haría explotar la envidia femenina.

Un placer, Bella.- seguramente, en estos momentos estarían temblando Celine Dion y Mariah Carey.

Y, aquel rubio hermoso, es Jasper Hale. Mi precioso novio y hermano gemelo de Rosalie.

Con solo observar cómo se miraban ambos, alcanzaba. Jasper parecía aquella gente que solo habla cuando es necesario, pacífica y conciliadora.

¿Qué tal, Bella?- exclamó con una voz profunda que hacia temblar.

Es un gusto conocerlos a todos.- dije a modo de cortesía.

Ven, siéntate con nosotros. ¿Y… cómo fue tu primer día de clases?

Dentro de todo, normal. Ya he ido a varias academias antes y conozco las rutinas que hay que realizar. Pero esta, produce otro tipo de energía… no se cómo explicarlo.- y era la verdad. No sé por qué razón sentía eso.- Se nota a simple vista la seriedad y el compromiso con la que trabajan.

Por algo es una de las más prestigiosas.

Dime, Bella. ¿Has estado en festivales antes?- se dirigió a mi Rosalie con algo de interés.

Si, estuve en el de Londres, Madrid, Roma, Nueva York y París.

¡¿Estuviste en el de París?! ¡Dios, cómo te envidio! Cuéntame cada detalle. ¿Pudiste conocer a Cristian Dior en persona? ¿Y a Julio Boca? ¿Cómo es?- preguntó con tal emoción y excitación idéntica a la de Alice que me sobresalté.

Hey, Rose. Cálmate o la vas a matar de taquicardia. No te olvides que es un ser humano.- la tranquilizó Emmet con una sonrisa.

Sí, estuve en Paris. Pero, de verdad, no conozco a Cristian Dios y a Julio Boca no lo pude visualizar.- ante mi mala pronunciación, Emmet y Jasper soltaron una risita.

¡Qué mala suerte!

¿Puedo hacerles una pregunta, Alice y Rosalie? ¿Por qué tanto entusiasmo por ese festival? Es idéntico a los otros.

¡Yo contesto! ¡Yo contesto!- dijo Emmet levantando una mano.- Porque Rosalie y Alice son adictas a la moda y en Paris, se encuentra el mundo de la moda. Allí se realizan los desfiles más importantes.

Ante su confesión y sus gestos, no pude evitar soltar sonoras carcajadas. No podía creerlo. La curiosidad de ambas era la moda. ¡Hasta Emmet sabía más que yo! Lo cierto era que nunca me interesó ese mundo.

Tanto Rosalie como Alice le sacaron la lengua y se ligo, por parte de su novia, un golpe en el brazo.

¡Me saqué un 10! ¡Me saqué un 10!- dijo Emmet cantando y bailando una especie de ula ula. Lo que provocó un estallido de risas de los 5.

Cuando recuperamos nuestras respiraciones, volvimos a nuestra charla.

Y, lamentablemente por aquel…- dijo Alice con un tono de voz dolido y cabizbaja, pero al pronunciar la última palabra, levantó la vista con alarma y 3 pares de ojos la observaban atentamente.-… compromiso no pudimos asistir. ¡Qué lástima!

Estaba a punto de preguntar, ya que la curiosidad me mataba a causa de que sabía que había algo más, cuando la campana de finalización de clases, para algunos, sonó. Todos en la mesa se despidieron de mí, ya que tenían sus respectivas clases y Alice y yo nos dirigimos hacia la salida. Ambas no tenías turnos tardes.

Quedamos en que ella me pasaría a buscar mañana para ir a clases y yo se lo agradecí. Caminé hacia mi auto con un alivio y una sonrisa en mi rostro. Después de todo, las cosas no habían salido tan mal y había ganado una fantástica amiga. Sabía que con Alice Cullen, las cosas serían más fáciles. Y… ¿por qué no, su familia también?

En eso pensaba cuando una figura lejana vestida completamente de negro me miraba fijamente tres filas más allá desde dónde se encontraba mi auto. Estaba recostada sobre un auto gris, por lo que pude visualizar.

Su posición despreocupada me hizo temblar, ya que parecía emitir ondas amenazadoras. Un escalofrío descendió por mi espalda y tragué con dificultad. Arranqué el motor y decidí salir urgentemente de ese lugar, obviamente dentro de lo que me permitía mi vieja camioneta.

Al salir de allí, volví la vista para encontrarme con esa figura subiéndose al auto sin antes devolverme su mirada.

Su mirada verde, fría y amenazadora. La misma que me hizo temblar hace tres años atrás.

¡Buenas, Buenas a todo el mundo!

Antes que nada, este es un capitulo de introducción. Soy nueva en esto de publicar historias. Es decir, siempre escribi, pero nunca se me ocurrió subirlas a un sitio de fics.

Espero que les haya gustado, simplemente, son fantasías de mi cerebro. Pobrecito de él, saben que cuando hicieron la repartición de cerebros, me cerraron la puerta en la cara, y tuve que comprarme uno en mercado libre. Estaba de oferta.

En fin, espero que hayan tenido un gran comienzo de año y deseo que sea el mejor para ustedes. Todo se aprende.

Bien, fue un placer hacer esto, le guste o no.

Cuidense mucho y sean felices.

¡Arrivedeichi!

DulceMia.