Miércoles, 17 de enero

Nuevo mensaje

Para:

Cc/Cco:

Asunto:

Hola.

Sí.

Soy yo.

De nuevo yo.

Otra vez.

Aquí.

Y por Dios, basta de pausas, de puntos, de comas, de desolación.

Es imposible, no puedo sencillamente no pensar, atreverme a hacer lo que realmente deseo.

Hola.

Soy yo.

Sí, de nuevo yo.

Aparentemente yo.

Y sí, sigo aquí frente a la pantalla escribiendo estos mensajes, estos textos que no llegarán a nadie porque ¿quién quiere escucharlos? Ojalá tú quisieras hacerlo, por mí, por esta mente desquiciada.

Por el amor de Dios, Norman, no sé qué estoy haciendo. Ni siquiera me atrevo a escribir tu maldito correo por temor a que el destino quiera jugar en mi contra. Un desliz, un descuido, y todo se iría al traste. O tal vez no, y eso origine todo lo contrario… ¿Te imaginas que volviésemos a hablar? ¿A vernos?…

Estoy perdiendo el tiempo. Cada día de mi vida que paso frente a este maldito ordenador carece de sentido si no hay un destinatario, alguien que lo lea, que lo sienta tal y como yo lo estoy sintiendo. Y ahí es donde me faltas tú, siempre tú.

Ojalá pudiese…, ojalá simplemente tuviese el valor de enviar este maldito mensaje, y hacerlo de una vez. ¿Pero qué ibas a pensar de mí? ¿Qué pensaría Harry de mí? Peter, mi hermano… Aunque él claro está más ocupado de tratar sus asuntos sexuales con esas chicas…

Últimamente no deja de traer mujeres a casa, y ninguna es la misma que la del día anterior. Sin embargo en cuanto surge en mí el sólo pensamiento de un hombre, no te haces una mínima idea de cómo se escandaliza. Se comporta como si fuera mi padre.

Hablando de mi padre, de mis padres… Siguen en Romania y me han contado cosas horribles de ese lugar, no te haces una idea. O tal vez sí, tal vez has estado allí alguna vez. No lo sé, ni lo sabré. Ojalá pudieses contármelo, contarme esa historia que a lo mejor nunca existió, pero contármela. Ni siquiera soy capaz de escuchar hablar de ti, ni de preguntar sobre ti, de escuchar tu sólo nombre.

Harry empieza a sospechar, cada vez que habla de ti, huyo, no quiero escucharlo, no quiero recordarte, pero maldita sea… Lo hago igualmente. No puedo huir de ti. Y lo peor de todo es que ni siquiera sé por qué.

Domingo, 21 de enero

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No puedo olvidar lo que pasó. No soy capaz de olvidar aquel rostro repleto de ira, de maldad… No eras tú, lo sé, no me hace falta una respuesta, una explicación. Simplemente lo siento, lo sé. De alguna forma lo sé.

Pero estabas tan… extraño.

Y…

me gustó.

Miércoles, 24 de enero.

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Últimamente tengo el mismo sueño. Se repite una y otra vez, una y otra vez. ¿Me estaré volviendo loca? Lo único que sé, es que estoy más cerca de descubrir qué es. Cada sueño…, siempre termina después que el anterior.

El de la semana pasada terminó al entrar en aquella oscura casa en medio del bosque, en cuanto puse un pie dentro un grito desgarrador me nubló el oído, despertándome. Días después se repitió el mismo sueño, pero terminó un poco después. Escuché el mismo grito, pero no me desperté sino que seguí adelante. Me acercaba y lo que fuera que fuese aquella cosa quería que así fuera. Avancé por un largo y oscuro pasillo plagado de ventanas rotas con las cortinas despedazadas, mecidas por el viento. De pronto un recuerdo cálido me embriagó, e hizo desaparecer aquella lugubriedad, aquel tono azul apagado que me envolvía. La casa estaba llena de vida, y de una acogedora energía. Algo me tocó la espalda con suavidad, indicándome el camino, pero al girarme ya no había nada, nada que me hubiese tocado o acariciado. Al devolver la vista al frente de aquel pasillo todo volvía a estar oscuro. Algo etéreo me empujó con fuerza desde el fondo del pasillo y volví a despertarme.

Y esta noche ha ido un poco más lejos. Volvió a repetirse el proceso, entraba en la casa, escuché el grito, no desperté, seguí adelante, algo me tocó, pero esta vez habló y dijo mi nombre. No estoy muy…, segura de quién era el propietario de esa voz, pues mis oídos lo escucharon bien, pero mi mente me niega dicha información, como si en el sueño fuera realmente consciente de quién era, de quién quería hablarme. Aquella fuerza sobrenatural me sacudió, me empujó con furia pero no me desperté. Seguí adelante hasta el final del pasillo. Cada vez me costó más avanzar, el viento entraba con fuerza por las ventanas, pero al fin llegué, y vi al fondo de ese pasillo una puerta alumbrada por un bombín pequeño en el centro del dintel de la puerta. Desprendía una luz verde que me resultó familiar a pesar de que no la había visto antes. Y entonces la abrí.

Y de repente silencio.

Había un sillón de terciopelo rojo en medio de la habitación, asomaba una cabellera castaña por lo alto del respaldo. A cada paso más próximo que di, pude darme cuenta de que sus dedos tamborileaban en el reposa brazos con un ritmo marcado, constante y ¿por qué no: Milimétrico.

Escuché voces a mi espalda, a mi alrededor, y de pronto en toda la estancia, pero no me detuve, quise saber quién era.

De nuevo la misma persona o cosa que me acarició la espalda en aquel pasillo se apoderó de mi muñeca, deteniéndome. Rogándome que no avanzara. No le vi la cara, no escuché su voz, pero supe quién era.

Las voces se acallaron cuando del sillón emanó una risa áspera. Como si alguien llevara puesto un emulador de voz agudo, pero ronco. Me estremecí y sentí cómo mi pecho me rogaba seguir, como todo mi cuerpo se deshizo con la sola idea de continuar hacia delante. Como si aquella cosa estuviese atrayéndome hacia él. Y a mí no me importaba. Quería seguir, quería ser suya.

Estaba muy cerca de descubrirle, de saber quién era, pero algo me detuvo a mis espaldas.

Tu voz, susurrando cálidamente mi nombre, y me desperté.

Lunes, 22 de enero

03:41 am

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Cada día estaba más cerca, cada día me…, me dejé caer, me dejé llevar, me dejé arrastrar y ahora viene a por mí. Siento que quiere que sea suya, pero no tiene buenas intenciones. Puedo sentir su fuerza, incluso su desprecio. Me empuja y me atrae a su antojo porque yo le estoy dejando, no puedo resistirme.

¿Que por qué te cuento a ti todo esto?

Dios…

Sé que puede parecer una locura, pero. Creo que todo esto tiene que ver contigo. Sé que…, olvídalo. Es una tontería.

Sábado, 27 de enero

—Sin embargo me sorprende que el valor que depositas de costumbre en el resto de asuntos…, no lo apliques a esta situación que…, sin lugar a dudas te está desmoronando…

El tic tac del cronómetro resonaba en la oscura habitación. Las persianas estaban cerradas, pero desde el exterior se podía saber que estaba anocheciendo, pues una tenue luz azulada se filtraba por las rendijas. En el interior de la habitación había una sola lámpara de pie, colocada contra la pared, a la izquierda de la mesa. Pudo ver a contraluz las pequeñas marcas sobre ésta, como si alguien la hubiese arañado, o se hubiese desfogado con algo afilado.

Alzó ante la pregunta la mirada y parpadeó un par de veces, frunciendo el ceño mientras le miraba, sin embargo no contestó. Volvió a retirar la mirada, esta vez hacia la persiana.

—Bien, Susan… Si vienes aquí es para intentar solucionar tu problema. Pero si no hablas, no podemos continuar con la sesión, me temo…

—Perdón.

—No te disculpes, simplemente necesito que contestes a mis preguntas. Si la respuesta a alguna de ellas te resulta más compleja intentaré reformularla de otro modo.

Susan asintió, arrugando la frente, atenta.

—Bien… ¿Qué opinas sobre eso?

—¿Sobre qué?

—¿Estabas escuchando?

—S-sí. Es sólo que… estoy algo nerviosa —se removió en la silla, mirando a un lado a otro, incómoda.

—Te noto algo incómoda. ¿Qué te preocupa? —preguntó el hombre, observándola con detenimiento, aguzando la mirada para captar todos sus movimientos.

Ella no contestó, continuó firme, tensa.

—¿Está él aquí? —preguntó él de nuevo, apretando la pluma entre sus dedos, dispuesto a escribir la respuesta en su bloc de notas.

Susan apretó los labios, frunciendo más el ceño.

—¿Qué aspecto tiene?…

Entonces empezó a inquietarse, el corazón le latió con fuerza.

—¿Qué es lo que quiere? ¿Qué ha venido a buscar?

Ella conocía esa respuesta, y tanto que la conocía… No le hacía falta preguntárselo a lo que fuera que fuese aquello, su sola presencia ya se lo estaba haciendo saber.

Sugestionada por las preguntas del hombre escuchó de nuevo aquella risa, sintiendo cómo algo le rozaba la nuca intencionadamente. Se sobresaltó sobre el asiento, soltando un suspiro ahogado, levantándose de golpe, mirando a un lado y a otro.

—¿Quieres que paremos?

—¡NO! No… —se llevó las manos a la cabeza, suspirando, y volvió a sentarse con rabia.

—Parece ser que este tema te causa cierto…, nerviosismo. ¿Quieres que hablemos de tu otro problema?

—¿Mi otro problema? —preguntó desquiciada, como si no supiese de qué le estaba hablando, sin dejar de pensar en lo que acababa de escuchar, en lo que acababa de sentir.

—Tus…, terrores nocturnos.

Susan cerró los ojos, dejando escapar todo su aliento, despacio, y asintió.

—Bien… —escribió—. Dijiste que el mismo sueño se repetía.

—Continúa donde lo dejé.

—Interesante… Explícame un poco mejor eso.

—Pues… —balbuceó, sin saber cómo empezar—. Empieza en esa maldita casa-

—-¿Está maldita esa casa a la que te refieres en tus sueños?

—¿Qué? Ah, no… Me refería a… Bueno, es una expresión.

—Oh, por supuesto —continuó escribiendo, sin mirarla—. Continúa por favor.

—Pues… no sé. Siempre empieza en la casa, está oscuro y… Por Dios…

—Tranquila, te escucho.

—Es esa maldita luz, esa maldita oscuridad… —miró a su alrededor, a la ventana—. Se parece mucho a esta…

—¿Quieres que abra la persiana?

—No. No… No importa.

Él movió la mano, incitándola a seguir.

—Hay algo que no quiere que entre, pero sin embargo hay algo que sí…

—¿Hay dos personas en la casa?

—S-sí. Bueno…, no son personas. Al menos no una de ellas.

Éste alzó la mirada.

—¿Hay alguien en la casa que no es humano, quieres decir?

—Sí.

—¿Y si no es un humano…, entonces qué es?

—No lo sé…

—¿Es animal?

—No.

—¿Es algo sobrenatural?

—No lo tengo muy claro…

—Duda… —dijo para sí mismo en voz alta, mientras continuaba escribiendo—, si hay dudas eso quiere decir que es lo que más se le acerca…

Susan no contestó.

—¿Y esa cosa de la casa…, quiere hacerte daño?

—Eso creo.

—Sin embargo el… el ser humano busca protegerte.

—Sí —respondió sorprendida ante su propuesta. ¿Cómo sabía él eso?

Al ver la reacción de la chica éste sonrió, restándole importancia.

—Tranquila, es un sueño típico y sigue el mismo patrón que el resto.

Susan asintió.

—Háblame de la casa. ¿La conoces? ¿Has estado alguna vez allí?

—Creo que no.

—¿Se parece a alguna que quizá conozcas?

—No estoy segura.

De pronto alzó la mirada, dejó la pluma a un lado y se cruzó de brazos sobre la mesa.

—Hagamos una cosa. ¿Podrías fijarte la próxima vez en ese detalle?… ¿Podrías…, fijarte en esa casa? Encontrar aquello que necesitamos, ese cuadro, esa mesa, ese armario, ese retrato… que nos diga dónde estás yendo cada noche.

Asintió, como si ella pudiese controlar sus sueños.

—Está bien. Entonces nos veremos la próxima vez, cuento con que consigas lo que nos hemos propuesto.

—¿Y si no lo consigo?

—Lo harás. Confía en ti.

Susan asintió y se levantó, colocó la silla y se dio la vuelta dispuesta a marcharse.

—Susan.

—¿Sí? —se giró rápidamente.

—Ese hombre del que hablas… ¿Aparece en tus sueños?

—¿N-

—No. No digas su nombre. No aun —la interrumpió.

—He escuchado su voz un par de veces… Pero no estoy segura.

—¿Quién es ese hombre para ti? ¿Qué es para ti?

—Es...

Se quedó pensando durante unos segundos, con el ceño fruncido. Parpadeó varias veces, sin lograr dar con la respuesta a aquella pregunta.

—Exacto —respondió él, levantándose hacia ella—. Eso es lo que quería escuchar.

—¿Cómo?… —preguntó ella, sin entender nada.

—A veces el silencio es la mejor revelación —contestó sonriendo, mientras la acompañaba hasta la puerta—. ¿Nos vemos el próximo jueves?

—¿Jueves? Creí que nuestras sesiones eran los sábados…

—Encontrarás la respuesta antes del sábado…

Susan se quedó perpleja y sin entender nada.

—Y recuerda…, busca en la casa…, aquello que no quiere ser encontrado…

Tras una extraña y siniestra sonrisa, cerró la puerta.

Martes, 30 de enero

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