28. Afecto
Nadie iba a creerlo si lo contaban ahora, ¡claro que no! Pero lo cierto es que Peeves lo hizo. Hizo una reverencia a Fred y a George y (aunque esto no lo vio nadie) estuvo a punto de llorar cuando se enteró de su muerte. No esperaba que volviera. Y aunque volviera, no le serviría de nada, sería un fantasma inútil sin poder coger nada. Sí, podía pensar bromas, pero al cabo de unos años, cuando ya no conociera a nadie, se habría arrepentido. No, no, que… ¿cómo lo dijo una vez casi Decapitado?, ¿que siguiera para delante? Quizás.
Lo que no tantos sabían, pero quizás sospechaban, teniendo en cuenta que los Merodeadores fueron mucho más bromistas que los gemelos Weasley, es que le pasó lo mismo cuando se enteró de la muerte de los Potter. Más tarde, de que Black estaba en Azkaban, Pettigrew muerto y Lupin vete a saber dónde. Luego Lupin volvió, pero no era el que le caía bien, no era el bromista, no. Era el profesor Lupin.
Y Black estuvo en el castillo alguna vez. Lo sabía, lo supo, simplemente olía a Black. Igual que Pettigrew, que estuvo tres jodidos años en el castillo. Pero tampoco le interesó. Quería a Potter y a Black juntos, sonriendo maliciosos mientras hacían tratos con él, con Peeves.
Por eso, por miles de pequeñísimos detalles más, Peeves podía decir que tenía afecto a alguien, no solo pavor al Barón Sanguinario o respeto al fallecido profesor Dumbledore. Aunque sí era cierto que le caía bien McGonagall, que (puede que no lo creáis) fue una pequeña gamberra hasta que se enamoró y fue engañada vilmente con su mejor amiga.
Todas las personas que le habían ayudado a sembrar el pánico y el caos en la escuela eran recordadas por él. Les… no, querer era mucho, no se merecían tanto, simplemente les apreciaba como bromistas. (aunque bien es cierto que, de haber sido humano, habría pedido salir a McGonagall, en sus tiempos fue guapa).
Pero como todas estas cosas habían pasado hace más de veinte años, simplemente miró a James Sirius Potter y a Fred II Weasley, esperando. En su primer curso, pasaron casi desapercibidos, pero en su segundo curso… Sí señor, eso era lo que esperaba de ellos.
Así que, a pesar de que no se esperaba nadie eso, ayudó a los dos chicos a completar su broma dejando caer, como si nada, un globo de tinta justo donde debía accionarse la broma cuando pasaban todos para ir al Gran Comedor.
Su sonrisa, reconoció McGonagall, era tan amplia como había sido en su época. Y en la de los Merodeadores. Y la de los gemelos Weasley.
Sí señor, Peeves el poltergeist tenía afecto a unas determinadas personas. Y así sería, siempre que hubiese un gran bromista en el castillo, toda la eternidad.
Mientras tanto, seguiría amargando las vidas de los celadores con todas sus fuerzas.
