La muerte

no te separa de los seres queridos,

ya que es el sueño más profundo

y los sueños no tienen distancia.

Prologo:

El ruido de pasos despertó al niño que dormía en su habitación, cuando logro centrar su atención en la parte de la realidad que lo rodeaba, se sentó en la cama y se froto los ojos para despertarse bien. Oyó las voces agitadas que se oían al otro lado de la puerta de su cuarto, presto atención al darse cuenta que eran sus padres y que parecían preocupados.

-No tengo otra opción- dijo el hombre intentando contener los sollozos de la mujer que estaba junto a el-. La guerra esta arrasando con todo, ustedes son mi familia y los defenderé mientras este en mis manos.

-Aun podemos marcharnos, se que seria peligroso pero entre permanecer aquí y buscar un sitio mas seguro es lo mismo.

-¡No!, ya no hay tiempo, el peligro de la invasión esta sobre nosotros, por mucho que intentemos huir no podríamos llegar demasiado lejos, la única opción es luchar.

Los pasos del hombre se acercaron hasta la habitación del pequeño que se metió nuevamente en la cama y fingió estar dormido, algunos rayos de luz se filtraron por la puerta donde la figura de su padre lo observaba desde el umbral, permaneció algunos segundos así hasta que decidió acortar las distancias, se acerco hasta su cama y le acario los cabellos oscuros, en ese momento el chico se volteo para ver a su padre que parecía triste.

-Papa, ¿Qué ocurre?- preguntó vacilante, una sonrisa asomo a los labios del hombre para tranquilizarlo.

-Tengo que marcharme, han ocurrido algunas cosas y debo dejarlos por un tiempo, escucha con atención esto que te voy a decir, hijo, hasta que yo regrese quiero que cuides de tu madre, debes ser fuerte por ella y por ti, ¿me lo prometes?

-Lo prometo- dijo el muchacho con convicción.

-Así me gusta- su padre lo abraso y lo beso antes de separarse de el-. Nunca olvides que te amo.

Con tristeza lo vio salir de la habitación, nuevamente el llanto de su madre había comenzado pero hablaban en susurros y le era imposible oír lo que decían.

El golpeteo incesante en la puerta lo asusto aun mas, voces de hombres agitados llenaron la tranquilidad del anoche.

-Han llegado, no tenemos mucho tiempo.

Nuevamente el llanto y la bulla del exterior llamaron su atención, pararía que todo el mundo estuviera levantado a pesar de lo tarde que era, oyó la puerta cerrarse y a los pocos minutos su madre entro al cuarto.

-Tranquilo, cielo, todo estará bien, todo estará bien- le dijo mientras lo abrasaba, sin embargo su cuerpo temblaba y su respiración se notaba agitada.

Las horas parecían arrastrarse, durante unos momentos el silencio se había vuelto abrumador, como si todos estuvieran en actitud de espera, vigilantes y temerosos. Luego la calma aparente se vio interrumpida por el sonido de detonaciones, algunas mas lejanas que otras, el chico oyó cuando su madre comenzaba una oración en un murmuro apenas audible, la puerta de la casa se abrió de golpe y su madre se puso rápidamente de pie.

-Pase lo que pase, oigas lo que oigas no quiero que salgas de aquí- el dijo mientras lo obligaba a esconderse debajo de cama.

-Pero papa me ha dicho que tengo que cuidar de ti- protesto el joven- Se lo prometí.

-No me importa, te quedaras aquí por que es una orden- lo beso y salio a toda prisa del cuarto, un grito de angustia escapo de sus labios y rompió a llorar con desconsuelo. Por un segundo el chico pensó en desobedecer la orden de su madre y salir a ver que ocurría, pero los nuevos golpes en la puerta lo mantuvieron en su sitio.

Un disparo seguido por los gritos del exterior se clavo en su cabeza con un temor desconocido, las puertas se abrieron y vio los pies de algunos hombres que revisaban las habitaciones.

-No hay nadie mas en la casa, vamonos, no perdamos mas tiempo.

El miedo se apodero de el, quería salir para saber que había pasado realmente, esperaba a que su madre regresara a buscarlo pero a cada minuto que pasaba esa ilusión se hacia mas y mas lejana. No supo cuanto tiempo trascurrió hasta que todo volvió a quedar en silencio, armándose de valor salio de su escondite y abrió la puerta de su cuarto.

La muerte.

El dolor ante el espectáculo que se mostraba frente sus ojos basto para que sintiera deseos de llorar, sus padres estaban muertos y el no había podido hacer nada. Se dejo caer al lado de su madre y lloro hasta que se sintió demasiado cansado para seguir haciéndolo, con gran esfuerzo se puso de pie, se acerco hasta su padre y le quito una pequeña cuchilla que solía llevar con el. La escondió entre sus ropas antes de salir de la casa.

El aire de la noche estaba cargado del eco de las voces de los caídos, el olor de la muerte se cernía sobre el pueblo, todo había sido desvastado en solo unas horas.

Durante mucho tiempo camino buscando a alguien con vida, sin embargo parecía que nadie a acepción suya había salvado con vida de aquel ataque. Volteo con rapidez al oír las pisadas a su espalda, empuñaba el cuchillo y un brillos peligroso brillaba en sus ojos oscuros.

Un hombre alto y de cabello claro lo miraba con asombro, observo nuevamente a su alrededor y volvió a fijar su atención en el chico que lo amenazaba con seguridad.

-Baja eso muchacho- le dijo en tono tranquilizador-. Estoy seguro de que jamás has usado unos de esos y no quiero que te lastimes.

Cierto rubor asomo a las mejillas del chico pero no hizo caso a lo que le hombre le decía.

-Si se acerca, lo matare- le respondió con total serenidad, el hombre estuvo apunto de sonreír pero sabia que no era el lugar ni el momento.

-¿Qué edad tienes?

-Siete años.

-¿Dónde están tus padres?- le peguntó aunque ya sabia cual seria la respuesta.

-Están muertos- le dijo sin asomo de falta de animo-. Los mataron.

-Lamento que hayamos llegado tan tarde, intentamos venir a prestarles ayuda pero ya no se podía hacer nada

Realmente era absurdo justificar lo que había ocurrido ante un niño pequeño, pero la seguridad que mostraba el chico era capas de asombrar a cualquiera. Al parecer nadie en el pueblo había quedado con vida, la guerra civil se había convertido en el veneno de su pueblo, la muerte los había marcado como sus victimas.

Sin embargo aquel chico tenia la fuerce de un guerrero, a pesar de sus cortos años no se había dejado vencer por el dolor que representaba la muerte de sus padres, el iba a seguir luchando hasta el final, una idea cruzo por la cabeza de aquel hombre, se arrodillo hasta la altura del jovencito y le sonrió.

-¿Como te llamas, muchacho?

-Roy- le dijo muy serio-. Roy Mustang.

-¿Tienes mas familia?- el chico negó con la cabeza, esperaba esa respuesta-. Bien, Roy, recoge todo lo que puedas necesita para nuestro viaje, solo lleva lo mas necesario.

-¿Viaje?- le preguntó ceñudo, ¿que viaje?

-A casa, muchacho, desde hoy yo seré tu familia.

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Hola chicas, aquí estoy publicando una nueva historia, se que no lo parece, pero es un royai, este prologo es para que se entienda la situación que vendrá mas adelante, espero les haya gustado aunque estuvo algo triste, gracias de ante mano por el apoyo y nos leemos la próxima semana, ciao.