1001 Maneras en las que Sirius Black (no) se enamora.
Aunque pueda parecer lo contrario, Sirius Black se ha enamorado. Muchas veces. Miles de veces. Demasiadas, quizás.
Es su carácter, no hay otra explicación. Ese afán de convertirlo todo en un juego, la sexualidad en su estado máximo. Es puro fuego, un volcán a punto de erupción.
Si el mundo adora a Sirius Black, Sirius Black adora al mundo. De la misma forma que si alguien cabrea a Sirius Black, el mundo puede empezar a correr.
El punto es que Black derrocha amor. Y así lo ha demostrado miles de veces.
Como cuando Evans le regaló por Navidad una camiseta firmada –y sudada, lo más importante- por el mismísimo Jagger. Lo que se tuvo que pelear por la prenda es algo que la pelirroja no estuvo –ni está- dispuesta a desvelar. Solo un puñado de palabras:
-Lávala antes, chucho. Yo no lo he hecho por miedo a lo que me pueda contagiar.
Y esa sonrisa radiante que esconde una maternidad sin precio.
-Tío, me acabo de enamorar de tu novia. Te amo Lily. En serio, cásate conmigo.
La abraza, la estruja. Bromas que, al igual que la sonrisa, ocultan el agradecimiento infinito de quien tiene su amistad y lealtad para siempre.
Y no precisamente por un trozo de ropa.
Una noche de desvelo, de alcohol y cigarrillos, Peter se ganó el amor de Sirius al apoyarle en tan grandiosa empresa. Sí, la tremenda tarea de hacerles entender al gafotas y al narizotas que Dust in the wind es un puto pastel de canción. Una mariconada.
Sirius está de acuerdo con todo lo que tenga que ver con polvo, pero de ahí a llorar en plan nenaza como sus dos supuestos amigos... hay un trecho.
Por eso, cuando Peter afirmó con desagrado que esa canción era para viejas melancólicas –y posiblemente viudas- saltó a su cama y le pasó un brazo por los hombros.
-Así joder, que parece que sea yo el único tío de esta habitación, ostia.
Tanto James como Remus prefirieron guardarse los comentarios sobre el conocimiento completo de la letra y el ritmo de la canción de Sirius.
Con once años Sirius se enamoró del Sombrero Seleccionador al mandarle a Gryffindor, de McGonagall al recordarle señor Black, siéntese en su sitio con una cálida sonrisa en el rostro que no podía permanecer sentado en el taburete interminablemente, y de Howgarts en general.
A pesar de su horrible cuerpecillo plagado de arrugas, Sirius se enamoró de Peeves en cuanto lo vio. Fue, como dice él, amor a primera vista tío, te lo digo yo. Puede que el hecho de verlo mientras hacía pedorretas delante de la cara de unos Slytherin influyera en su decisión.
Seguramente.
Se enamoró de cuatro chicos de Liverpool cuando una fría mañana de enero Peter trajo un gramófono. Porque en ese momento, el cielo se despejó de nubes y unos tímidos rayos de sol entraron por la cristalera de la habitación. Here comes the sun.
Y, aunque Sirius ya sabía volar en escoba –uno de los pocos privilegios de los que gozaba en la mansión Black- se enamoró de la sensación de libertad al remontar el vuelo con James, el viento en su cara mientras escucha su risa contagiosa. En un determinado instante, algo salado se deslizó por la comisura de su boca. Por la fuerza del aire, no me jodas, yo no soy un puto marica Potter.
Por eso, cuando Remus Lupin, de rodillas ante la lápida vacía recuerda todas esas cosas, se pregunta porqué Sirius nunca se "enamoró" de él.
Nunca le dijo cosas como a Lily, como a James, como a Peter. O incluso como a McGonagall.
En parte lo entiende, claro. Pero por otro lado está el resquemor, la tristeza.
La melancolía por unos ladridos que ya nunca más oirá.
Y quizás, lo que no sabe Remus, es que Sirius nunca tuvo un momento de enamoramiento con él porque, precisamente siempre, a todas horas, Sirius Black vivió esos momentos.
