Disclaimer: Todo lo que reconozcas no es mío, sino de Stephanie Meyer. Y cualquier parecido con la realidad- u otras historias- es purísima coincidencia.

Summary: Porque de pronto te das cuenta de que las leyendas de la tribu no son del todo ciertas. OneShot Jacob&Leah.

Rompiendo mitos y leyendas

Estás como loco. No lo puedes creer.

Das vueltas y vueltas como lobo enjaulado en un espacio de ocho metros cuadrados, mientras te llevas ambas manos a la cabeza y te la aprietas tan fuerte que quisieras arrancártela, como si así pudieras arrancarte todos los pensamientos y problemas que se arremolinan dentro.

Es imposible. Absolutamente imposible.

¡Te lo han contando millones de veces! ¡Todo el mundo lo sabe!

Todo el mundo lo da por sentado, pero nadie se molestó en comprobarlo.

Te habías encargado de preguntárselo a los viejos de concejo, a Quil, a Billy, a Sam… y todos te habían dicho lo mismo: no era totalmente seguro porque nunca antes había pasado, pero tenían una teoría bastante certera sobre esto, y prácticamente las mismas leyes se aplicaban para todos los de tu especie, sin diferencias ni excepciones.

Pero entonces ¿por qué estaba sucediéndote exactamente lo contrario? ¿Por qué estabas al borde de la histeria, a punto de tener un ataque de pánico o de tirarte bajo un tráiler aunque esto resultara inútil?

Cierras los ojos y calmas los temblores que empiezan a dominarte.

No te puedes dar el lujo de perder el control. No tan cerca de ella.

Y entonces la ves, y todas tus defensas se pierden, pero la rabia empieza a hacer acto de presencia. Y es por una razón en específico.

Sus ojos grises te taladran tan cruelmente que crees que te has hecho daño. La ves ahí sentada, observándote, y tienes ganas de pegarte un tiro.

Pero no es su culpa. Y tampoco tuya.

No es culpa de nadie que ella tenga el cabello sedoso, brillante, lacio y con un exquisito olor a almendra, o que sus ojos sean dos diamantes preciosos que te atrapen como imbécil cada vez que te pierdes en ellos, o que su cuerpo musculoso y perfecto emane ese aroma de miel y café. Que sus labios sean dos poderosas pinzas suaves que besen endemoniadamente bien, como el perfecto castigo para tan inmoral pecado.

No es tu culpa haberte enamorado de Leah, porque ella se ha enamorado de ti.

Pensar que todo había empezado con un insignificante juego de consolación…

¡Dios! ¡Tan difícil que había sido escondérselo a tu manada! Y, encima, habías tenido que inventar mil y un excusas para no ir a ver las instrucciones de la sanguijuela rubia, porque tenías miedo a que el chupasangres te leyera los pensamientos.

¡Y una porra! Lo que más te dolía era mentirle a Bella, porque le estabas fallando y haciendo daño. Con una guerra tan cerca…

¿Pero cómo culparte? Si al verla tan frágil y expuesta, sentada en ese pedazo de tronco te hacía recapacitar las cosas y te hacía sentir orgulloso de todo lo que estás haciendo.

No puedes concebir la idea de que ella esté en peligro. Porque tu deber ahora es protegerla.

De pronto sientes su delicioso aroma cerca de ti y te das cuenta de que se ha puesto de pie, y te está abrazando.

Hundes tu nariz en su cuello y tus dedos en su pelo. Y la abrazas, y cierras los ojos, y la estrechas contra tu cuerpo con mucha fuerza, sin delicadeza.

-¿Qué vamos a hacer, Jake?- te pregunta con voz suave.

Y es ahí cuando te das cuenta, cuando ella te mira con los ojos llenos de temor y resolución al mismo tiempo, cuando aprieta las manos contra tu cintura o los labios contra tu pecho.

Te das cuenta de que todo lo demás te importa una mierda y te la vas a jugar por ella. De que vas a romper mitos y leyendas y que vas a patear bien lejos la estúpida imprimación.

Porque Leah está embarazada y todo lo que te habían contado era una perfecta pavada.